Pero no pierdas de vista al otro, al que ha llegado con la mujer mayor. Se mueve por el rabillo de todas las miradas, pasando casi desapercibido tras las palabras de ella. Y sin embargo es en él en quien debes fijarte, pues es él el que no está dispuesto a ceder, el que se siente capaz de tomar la decisión que debe ser tomada.
Contempla cómo se desliza hacia la derecha de la cama con pasos lentos que parecen descuidados, fíjate en cómo sus movimientos recuerdan a los de una enorme pantera, acechando. Y mira cómo su cabeza niega secamente un instante antes de que levante ambos brazos para sujetar una pistola. Fíjate en su postura: es alguien que sabe cómo sostenerla.
Escucha la explosión de la pólvora y observa la bala saliendo por la boca del arma. Siente ese instante en que todo el tiempo del mundo parece detenerse y mírala a ella, apretando las mandíbulas, aceptando el final pero negándose a ceder incluso cuando ya todo está perdido.
Observa cómo la bala penetra en su cráneo y lo atraviesa. Fíjate en la última mirada que los dos amantes cruzan y en la mueca de fastidio que curva los labios del otro antes de que ambos desaparezcan como si nunca hubieran estado allí. Contempla cómo el cuerpo de ella cae de inmediato y rebota contra el colchón antes de permanecer inmóvil.
Pero no apartes la mirada todavía. Mira cómo el hombre de color se gira hacia la mujer mayor y niega con la cabeza antes de pronunciar cinco palabras, secas y tajantes. - Era ella o nosotros, Claire.
Fíjate ahora en cómo los dos empiezan a moverse de una manera casi metódica y date cuenta de que sus manos están cubiertas por guantes negros. Contempla a la mujer abriendo el bolso y esparciendo las drogas por la mesilla de noche. Observa ese rictus de tristeza en sus labios y el reproche en sus ojos cuando contempla a su compañero.
Pero no pierdas tampoco detalle de cómo él coloca la pistola en la mano de la mujer que descansa en la cama, de cómo aprieta sus dedos alrededor del arma y después deposita su brazo en una postura determinada, como si supiera perfectamente lo que está haciendo. Lo que quiere simular. Observa su mirada determinada, cargada de inevitabilidad.
Contempla cómo ambos dedican una última mirada rápida a la habitación de hotel, al cuerpo sobre la cama, fíjate en cómo miran a su alrededor y en cómo se entrecierran sus ojos, como si quisieran ver más allá de lo que su vista les permite.
Y observa cómo se marchan con prisa, dejando la puerta cerrada a sus espaldas y sin mirar atrás.
Escucha los ruidos en los pasillos del hotel, las carreras apresuradas como resultado del sonido de ese disparo y siente cómo el frío se va adueñando de la habitación.
Dedica tu último aliento en fijarte en el cuerpo de la mujer, solitario y vacío, tendido en la cama. Observa cómo la sangre sigue brotando a borbotones mientras sus ojos abiertos continúan mirando a ese punto en el vacío donde ya no hay otros ojos para devolverle la mirada.
Ve dejando que la penumbra se vaya adueñando del lugar al mismo tiempo que las sábanas se tiñen de granate, que la tristeza se impregne en las paredes y los lamentos resuenen sin que lleguen a ser oídos.
Y no te esfuerces en buscar alivio en la derrota. No trates de convencerte de que la imagen que tienes delante es el final de todo, pues tan sólo es el principio.