¿No hay nadie en cocinas?
Al verte entrar, todos dejan lo que están haciendo, postres y dulces para los juegos de la mañana, y bajan la cabeza en una reverencia, si no se arrodillan es porque les has pillado con las manos llenas en la faena. La cocinera jefe, Maudette, deja unos cacharros sobre una mesa y se te acerca corriendo, hace una leve reverencia levantandose las faldas - ¡Majestad! ¡Que honor que os dignéis a visitarnos! Podéis estar segura de que todo estará listo para cuando hayan terminado los juegos, ¡Y si no es así que me caiga yo muerta! - dice con su potente voz y la confianza de quién ha trabajado allí toda su vida.
Mil perdones, se me había pasado tu mensaje completamente por alto. Lo habré leído en el móvil fuera de casa y luego no lo habré recordado al ponerme con el ordenador.
La Reina saluda con amabilidad a Maudette.
- Lo sé, Maudette: nadie pone en duda tu pericia para gobernar este barco - dice abriendo los brazos - Pero quería plantearte otra cuestión... -añade, bajando la voz y llevándosela a parte.
- Dime, Maudette, ¿has visto a alguien merodear por la cocina? ¿Alguien extraño, o alguno de los invitados?
La cocinera se levanta de nuevo con algo de dificultad a causa de su peso y edad, y mientras te escucha regresa a lo que estaba haciendo como si estuviera charlando con una vecina cualquiera. De no ser por la lealtad inquestionable, los muchos años de servicio, y que hay que reconocer que la mujer trabaja a destajo para satisfacer las demandas culinarias de los habitantes del castillo, casi podría esperarse que recibiera un castigo por su forma de comportarse. Pero en cuanto te la llevas a un rincón se pone seria y pensativa - Pero señora, aquí quién va a bajar con el calor que hace y la prisa que llevamos todos, si casi tengo problemas hasta para que acudan los que trabajan aquí... Aunque si que es verdad que se ha pasado una mujer, debe de ser una de las invitadas porque no la he reconocido y yo me conozco a todo el mundo en este castillo. Vino la noche anterior a pedir un cuenco de sopa para el noble herido, y luego ha venido esta mañana y ha estado ayudándonos a preparar los postres para los juegos organizados por el Rey. Pero no dijo su nombre, y yo no caí en preguntárselo. Solo dijo que era una excelente cocinera.
La Reina escucha con atención.
- Y dime, la chica, si la vieras, ¿sabrías decirme quién es? ¿Cómo es físicamente? ¿Qué ropas llevaba?
La cocinera pone cara de hacer memoria - Pues tenía unos cabellos castaños bastante largos y ondulados, pero lo que más destacaban eran sus ojos azules, pocas veces los he visto así. Iba bien vestida, y por como se movía y hablaba estaba claro que no era plebeya. Si la vuelvo a ver la podría reconocer sin problemas, si vuelve a las cocinas a por algo le diré que habéis preguntado por ella.
- Lady Katherine... - se dice Anne.
- Muchas gracias, Maudette. Sé que nadie sabrá sobre nuestra conversación: conoces el valor de la discreción. Puedes continuar, no te robaré más tiempo.
Dicho lo cual, la Reina sale de las cocinas, sin las respuestas que buscaba pero con nuevos interrogantes...