Este es el punto para determinar las relaciones entre vosotros. Podéis tener las relaciones que queráis, siempre que se cumplan los siguientes mínimos:
- Ben tiene que tener al menos una relación que signifique algo para él con Cambiabolsa y con Dalia.
- Cambiabolsa tiene que tener al menos una relación que signifique algo para él con Dalia y con Devin.
- Dalia tiene que tener al menos una relación que signifique algo para ella con Devin y con Isora.
- Devin tiene que tener al menos una relación que signifique algo para él con Isora y con Leucis.
- Isora tiene que tener al menos una relación que signifique algo para ella con Leucis y con Ben.
- Leucis tiene que tener al menos una relación que signifique algo para él con Ben y con Cambiabolsa.
Eso no significa que no podáis tener más o que las que vienen por detrás también signifiquen algo para vosotros. Sólo es para crear lazos entre los personajes y un poco de solidez.
Ben y Cambiabolsas.
Ahí va otra vez. Unos viajeros, mercaderes parecen, están intentando descargar sus carromatos junto a la taberna y el pequeño gnomo ya ha debido hurgar en al menos tres de sus bolsas. Sentado junto a un muro, mascando una hierba larga, le observo con expresión ceñuda.
- Eze Cambiabolzaz en malozo, maeztro -comenta Pik, completamente convencido, mientras pone los brazos en jarras.
- Abstente de juzgar a tus vecinos, lagartija criticona - respondo, gruñón.
Todavía me acuerdo cuando llegue al poblado, hace ya medio año. Antes de que me diera cuenta, el pequeñajo ya había rebuscado en mi mochila y encontrado mi libro de conjuros. Por suerte Feldost me dio el chivatazo de quien era el sospechoso habitual, y cuando pude pillarle, el gnomo me dijo que "no tenía pinta de mago".
Sí que tengo pinta de mago. Hay magos que llevan armadura, no somos TAN raros.
Me devolvió el libro, pero a la mañana siguiente había desaparecido mi mochila. Volví a reunirme con él, y volvió a decirme que no tenía pinta de usar esa mochila, pero me la devolvió de buena gana. A lo largo de aquella semana me desaparecieron multitud de mis pocos enseres, mis armas, de todo, hasta que un buen día, paró.
Cuando le pregunté, unos pocos días mas tarde, si se había tomado unas vacaciones de mangarme mis cosas, solo me dijo que yo "ya era del pueblo". Y la verdad, fue la primera vez que me sentí como en casa. Desde entonces me saluda siempre, incluso cuando le pillo hablando con alguna rata en un callejón, y la mayoría de las veces se pone a charlar conmigo.
Creo que en el fondo, todo lo que hizo lo hizo para que me sintiera como uno más. Y sea o no esa la razón, me siento agradecido.
- Ve a ver a Kronen y dile que nos prepare un estofado para cenar - le ordeno a Pik, mientras observo al gnomo más relajado, con cierto cariño-. Para tres. Creo que hoy tendremos compañía.
Ben y Dalia
La dama pasea con una sombrilla, acompañada de sus kobolds, que observan de reojo a Pik. A mi aprendiz no le gustan nada los mayordomos de la elfa, y se esconde detrás de mis piernas cuando se acercan. Ella me sonríe, con aquella mirada punzante e inquietante, como si supiese algo que yo no sé. Y...
Tras ella pasa su nieta, que me mira fijamente. Siempre igual. Hay algo que me inquieta aún más en esa chica. Como un parecido, retorcido, a mi mismo, no sé si es la forma que mira, la manera en que parece retorcer la cabeza cada vez que me ve. Los mismos gestos, las mismas expresiones... Y ella también tiene un libro de conjuros. Uno que sin duda sabrá manejar mucho mejor que yo, que sigo atado a este viejo tomo sin saber por donde empezar... Si es que quiero empezar siquiera.
No sé que me pasa con esa chica, pero creo que es recíproco. No me ha dicho nada, pero siempre la pillo mirando para mi, como ojeando de que le sueno y por qué. E igual de incómoda por los gestos que tenemos en común. Como si hubiese algún tipo de extraña conexión entre ambos. Hemos hablado varias veces, aunque siempre con cierta incomodidad. Al fin y al cabo, yo podría ser su su abuelo, y es muy raro cuando hablas con alguien que cree que podría ser tu nieto, por mucho que mis canas vayan desapareciendo cada día... Y en mi cabeza no me siento un abuelo. No lo entiendo.
Me pregunto porqué a veces el destino es tan retorcido... Supongo que la Tejedora ha querido que haya algo extraño pululando entre nosotros...
Cuando aparto la mirada, ella hace lo mismo, a la vez. Los dos nos miramos de reojo, los dos bufamos sorprendidos, y los dos apartamos de nuevo la mirada.
De la misma forma, como dos gotas de agua.
DALIA Y CAMBIABOLSA
—Sí, la verdad es que la hija de la tabernera ya es toda una mujer —respondió el pequeño ladrón al comentario de Meneillos, una de las ratas que solían frecuentar el callejón de al lado de la taberna, mientras la muchacha se alejaba de allí.
Y es que parecía que fuese ayer cuando Dalia era una niña. El pequeño gnomo todavía recordaba la primera vez que la vio. No haría más de tres lustros de eso, mientras jugaba con el resto de los niños del pueblo. Parecía que la pequeña se había escapado para jugar, cosa que era normal.
Divertía a los muchachos haciendo travesuras (y qué demonios, él las hacía porque se divertía más que los pequeños) y allí estaba ella. Por un instante, algo llamó la atención del bribón, y no fueron solo sus picudas orejas. Había algo más en ella, algo que el gnomo podía sentir de alguna manera.
Fue cuando realizó uno de sus trucos, haciendo aparecer la ilusión de un cuervo para molestar al joven Feldost, que pudo ver ese brillo en los ojos de la niña. Sin duda, sentía una fascinación por la magia que no había visto en ningún otro muchacho del pueblo.
Al comenzar a caer la tarde, los muchachos regresaron a sus casas, pero la niña seguía ahí—. ¿Qué te sucede pequeña? —le preguntó el gnomo—. Deberías volver a la taberna, no querrás que tus padres se preocupen.
—¿Cómo has hecho lo del cuervo? —preguntó, con la curiosidad y fascinación que solo un niño puede tener.
—Realmente no lo sé. Me sale solo —contestó encogiéndose de hombros—. Es magia.
—¿Y yo podría hacer eso? —preguntó de nuevo la pequeña
La pregunta pilló por sorpresa al gnomo. Su respuesta normal habría sido que no, pero podía sentir algo especial en esa niña. Tras unos segundos de reflexión, respondió—. Es posible. Los dos tenemos las orejas picudas. Eso debería significar algo, ¿no?
Aunque la muchacha no se daba cuenta, mientras hablaban el gnomo había llegado caminando, seguido de la niña, a la puerta del hostal que regentaba su madre—. Bueno, ahí dentro parece que tu padre está cantando una canción. Igual deberías preguntarle a él si puedes aprender a hacer cosas así.
—Quién sabe, igual en unos años sabes hacer más cosas que hacer aparecer bolsas en los cinturones de los incautos o molestar a los guardias del pueblo —dijo mientras se alejaba, dejando a la pequeña con la duda y la fascinación por la magia.
DEVIN Y CAMBIABOLSA
Aquel mercader estaba echando al joven muchacho de la taberna a empujones. Y eso no estaba bien, porque al gnomo le parecía que por fin había alguien en el pueblo que vestía como debía. Él al fin y al cabo tenía que conformarse con lo que tenía para no llamar la atención.
—¡Te digo que me has engañado! —espetó el mercader al muchacho, mientras le agarraba de la pechera—. ¡Eso estaba amañado y me las vas a pagar!
Lo cierto es que de normal al ladrón le habría importado más bien poco lo que sucediese en la taberna, pero estaba mal que maltratasen a un pobre muchacho que estaba aprendiendo el oficio de engañar a la gente que estaba de paso en el pueblo. Además, ya le habían despertado, algo tendría que calmar su curiosidad.
—Vale, vale... ¿Qué está pasando? —preguntó el pequeño mientras se aproximaba al mercader y al joven, que intentaba escurrirse de aquella presa.
—Este... Bufón me ha engañado. Ha hecho trampas y ahora va a pagar caro engañarme —dijo el hombre, mientras seguía sosteniendo al muchacho y le miraba furioso.
—Bueno, tampoco hay que llegar a la violencia. Seguramente podamos llegar a un acuerdo. Mira, esto cubrirá lo que dices que el muchacho te ha quitado e incluso habrá un poco más por las molestias —dijo el gnomo mientras se descolgaba una de las bolsas que llevaba colgadas en el cinto y se la daba al furioso mercader.
Rápidamente, el hombre dejó caer al joven para agarrar la bolsa. Por lo que parecía la bolsa pesaba. Cuando la abrió, echó un vistazo al contenido y dijo—. ¡Está bien, pero la próxima vez no seré tan amable!
Gritando esto, el mercader volvió al interior de la taberna, mientras el gnomo agarraba del brazo al confundido muchacho para alejarlo a toda velocidad de allí.
Cuando estaban lo suficientemente lejos, Devin preguntó al bribón—. ¿Por qué me ayudas y cuánto le has dado?
Con una sonrisa en el rostro, Cambiabolsa contestó—. Mira, si quieres prosperar en el noble oficio de repartir las riquezas con la gente necesitada (como nosotros) siempre tienes que tener un par de trucos guardados para cuando pasen estas cosas. Yo puedo enseñarte un par de cosas que Feldost no aprovaría, pero debes tener más cuidad...
—¡MALDITO GNOMO! ¡PIENSO COLGARLE A ÉL Y AL MALDITO BUFÓN! —se escuchó en la lejanía del silencio de la noche.
Agarrando de nuevo al muchacho del brazo volvió a emprender la marcha, esta vez a más velocidad—. Y no te preocupes de lo que le he dado, solo era una bolsa con piedras...
Básicamente, y en resumen.
Cambiabolsa hizo que Dalia se interesase por la magia a edad temprana.
Cambiabolsa enseñó a Devin un par de trucos para sus espectáculos de trilero.
CONTEXTO GENERAL DE LA AMISTAD ENTRE LOS JOVENES: DALIA, DEVIN, ISORA Y LEUCIUS
Como todo buen niño cada vez que se va a la plaza trata de juntarse con aquellos que son de su edad y jugar entre ellos y aunque Dalia y algún otro más era un tanto mayores al no estar superpoblado de niños el pueblo acababan juntándose alrededor de una 20 de chavales. En aquel entonces no tenían demasiadas obligaciones y el tiempo que podían lo pasaban juntos jugando, charlando y en general siendo niños. Para ellos no había nada extraño entre ellos, que más daba que uno tuviera la piel roja o la piel azul, rico o pobre, gordo o flaco, siempre había algún criticón que quería quedar por encima de los demás aprovechando las diferencias visibles entre ellos pero en el fondo era algo puntual y lo mucho que conseguía es que el resto le hiciera de lado apoyando a aquellos insultados. El grupo permaneció muy unido hasta que la adolescencia les fue llegando de una forma u otra a todos y tuvieron que apoyar más a sus hogares o en algunos casos partir lejos unas temporadas. El grupo se fue disolviendo pero siempre quedaban los amigos estrechos con los que siempre que podían sacaban un ratito para estar juntos.
RELACIÓN ENTRE DEVIN E ISORA
Acababa de enterarse de que la madre de Isora había muerto, había pasado tiempo desde que ocurrió porque en ese invierno también sus padres habían enfermado un poco, el invierno estaba siendo demasiado duro, y tuvo que quedarse a cuidarlos sin salir de la granja demasiado. En cuanto dejó preparados a sus padres se marchó corriendo hacia la casa de Isora y fue entonces cuando de lejos la vio correr, su corazón se paró una vez más. Ya no era un infante y estaba empezando a sentir ciertas emocionas hacia el sexo contrario o mejor dicho hacia un chica muy especial para él y que siempre le había tenido en estima. Y allí estaba ella corriendo y cogiéndole distancia. Isora se había desarrollado antes que él y Devin aún no había pegado el estirón por lo que sus cortas piernas no podían seguir el ritmo de la muchacha.
Corría desesperado, casi sin rumbo, no quería perderla otra vez aún recordaba sobre él, el dolor en su corazón cuando los padres de Devin e Isora estaban planeando en casarles. Muchas noches pasó llorando, sus dos mejores amigos casados mientras que su corazón pertenecía a Isora. No podía enfadarse con ellos pues no habían echo nada para que eso ocurriera pero le dolía realmente en el corazón. Y ahora la trataba de seguir y no era bueno en ello, tardó mucho en encontrar unos huevos recientemente rotos, mucho más tardo en encontrar un rastro de setas mordidos. Los olió y sin duda quedaba el aroma de la dulce esencia del aliento de Isora no debía de andar muy lejos o sí. Pues habían pasado horas desde que la vio por última vez. Pero no desistió, no quería perderla y menos tras ver que había ingerido esas setas que como decía el viejo Feldost era mejor evitar. Su vista se fijó en el bosque maldito demasiado cerca para que ella no corriera hacia allí.
El miedo le atenazó un poco pero no podía dejar a su amiga sola y se adentró en el bosque. Entrar en él no fue una buena experiencia, la naturaleza parecía corromperse a su alrededor, ruidos y sonidos extraños atenazaban sus oídos pero su voluntad a no dejar sola a la mujer que "amaba" quizá era una palabra que realmente aún no comprendía pero fue la que le hizo que no saliera corriendo. La llamaba continuamente mientras los ruidos y sonidos comenzaban a ser más fuertes pero de pronto todo el ruido acabó y una imagen de un encapuchado oscuro, como un espectro apareció ante él señalando a un lado. Se quedó paralizado durante unos segundos al ver semejante criatura pero cuando vio que esta no se movía y miró en dirección a dónde señalaba se encontró que en la lejanía había otro señalando hacia otro punto. ¿Le estaban guiando? ¿Pero a donde? El muchacho esperaba que a Isora pero si no era así quizá nunca la encontrara ni saliera de allí. Tragó saliva y comenzó a seguir las indicaciones, no corría pues no se atrevía en aquel lugar pero al cabo de un rato un último espectro señalaba a una criatura azul tumbada en el suelo que no paraba de moverse. Era ella.
Corrió desesperado los últimos metros y se agachó junto a ella estaba sudando a mares y su frente estaba muy caliente. Miró en derredor y los espectros habían desaparecido pero encontró una recia manta al lado de esta, como si la hubieran tapado antes pero de la fiebre y los movimientos se hubiera destapado. La mantuvo quieta agarrándola de los hombros para evitar que se destapara de nuevo mientras la joven se calmaba poco a poco y Devin la llamaba. - ISORA Cuando estaba completamente quieta y parecía descansar Devin se perdió ante el bello rostro de Isora, era preciosa y su corazón se llenó de congoja al ver que no despertaba y él no era lo suficientemente fuerte para llevarla al pueblo. Por su cabeza corrieron historias de damas dormidas que se despertaban con un beso de su príncipe azul. Pero él no era principe ni azul como ella por lo que no había posiblidad de despertarla así pero si no arriesgaba quizá nunca se despertara.
La llamó una vez más - ISORA y se comenzó a agachar hacia ella para besarla cuando ella despertó y Devin se puso totalmente colorado por un lado por lo que iba a hacer y por otro las lágrimas salían de sus mejillas al ver que volvía a estar consciente y se fundió con ella en un abrazo de corazón. Cuando se hubo recuperado la dio la mano y juntos salieron poco a poco de aquel bosque que les permitió salir sin inconvenientes.
RELACIÓN ENTRE DEVIN Y LEUCIS
La relación entre estos dos jóvenes se tambaleó al enterarse de que se estaba preparando un casamiento. Si bien al poco tiempo entendió que no era culpa de ellos alejarse de uno de sus mejores amigos no estaba bien y Devin no se podía permitir comportarse así. Además llevaban semanas sin verse tras el incidente con el goblin y la transformación que había decidió tomar para mejorar su espectáculo además de los cambios que estaba sufriendo y que en principio le asustaban un poco. El crecer no les había sentado bien a ninguno y cada vez disponían menos tiempo para compartir pero no escusa para no haberse visto en tanto tiempo. Al llegar a su casa vio un cambio notable en el joven, más introvertido de lo que había sido hasta ahora y recordó lo que al principio le costó integrarse al grupo. Quizá tampoco le sentará bien la sorpresa que se llevó al ver pintada la piel de blanco con motivos rojos en su cara. A pesar de todo ambos hablaron y se sentaron en el exterior de su casa durante media hora compartiendo sus preocupaciones pues Leucis debía marcharse a recibir lecciones de las que más adelante le contaría. Así acordaron reunirse una vez por lo menos todas las semanas para no perder el contacto y cuando Leucis le contó sobre que el monje le estaba enseñando artes marciales le pidió que a él también le enseñara.
Y así, el cuarto día de todas las semanas Leucis uso a Devin para practicar su arte mientras Devin se defendía como podía y practicaba con la lanza que le había cogido al goblin e incluso este le enseño algunos trucos para mover más rápido la lanza, trucos que cada noche en sus oscuros sueños le enseñaban a como mejorar y tratar de igualar las habilidades de su amigo. Con los años mientras ambos mejoraban su arte marcial y nunca llegó a ser rival contra Leucis a pesar de que algo en su interior le impelía a ganar cada combate usando diferentes formas arcanas que Devin tenía miedo de utilizar, tanto es así que un día Leucis le notó vacilar y tuvo que mentirle piadosamente diciendo que le había sentado mal la comida. Y gracias a esa mentira, compartieron algo más que entrenamiento marcial. Leucis le enseño un teatro de sombras que maravilló por completo a Devin, sino estuviera tan recluido del mundo podrían hasta actuar juntos, en unas semanas dejaron de practicar la lucha para divertirse con las historias que creaba Leucis con las sombras en las que él gracias a sus habilidades predisgitadoras aprendió enseguida a seguir sus instrucciones, aunque realmente no entendía como lo que hacían ambos influía en la narración pues perdía la perspectiva de lo que pasaba.
RELACIÓN ENTRE ISORA Y DALIA
Cuando Dalia apenas tenía cinco años fue con su padre a la casa de Dámaso. Se había montado mucho revuelo en el pueblo a causa del nacimiento de un nuevo vástago y como era costumbre, bastante gente visitaba a la familia para apoyar y dar la enhorabuena a los padres.
Aunque la situación parecía distinta, los presentes se encontraban en silencio, mirándose unos a otros y en especial a Dámaso que parecía no estar demasiado contento de haber sido padre.
Dalia, en brazos de su padre, echó su cuerpo hacia delante y estiró el cuello para poder ver al bebé. Para su asombro, aquel bebe tenía algo peculiar que nunca había visto. Su piel era AZUL.
En la inocencia de una niña de tan solo cinco años, Dalia miró a su padre y con un tono normal sin intención de susurrar para que nadie, salvo su padre, la escuchara, dijo - Papi. ¿Por qué es azul?
Las miradas de los presentes, y en especial la de Dámaso, se dirigieron al momento hacia Dalia, dejando a la niña petrificada sin entender aquella reacción ante una pregunta tan inocente por su parte.
Aquella fue la primera vez que Dalia vio a Isora, despertando en ella una fuerte curiosidad. Durante un tiempo se acercaba de puntillas a los alrededores de la casa de Dámaso intentando ver a Isora, encontrándola siempre jugando sola o en compañía de su madre.
Un día, Dalia salió de la taberna para jugar con los chicos del pueblo. Devorando un mendrugo de pan que le había dado su madre, vio a Isora sentada en la puerta de su casa.
La pequeña niña azul no tenía más que dos años, una edad en la que los padres los solían dejar jugar con otros niños, aunque parecía que Isora estaba algo aislada de todos.
Sin pensárselo dos veces, Dalia se acercó a la niña y sin preguntar, se sentó justo delante de ella. Durante unos instantes, se quedó en silencio, mirándola. - Tienes la piel azul. - dijo finalmente con un tono completamente inocente. - Es bonito. - añadió mientras partía el mendrugo de pan que llevaba y le daba la mirad a Isora. - A lo mejor la parte de fuera está un poco dura, pero la miga seguro que te gusta. Mi madre hace pan muy rico. Ya lo verás.
Dalia esperó a que Isora cogiera el trozo de pan, preguntándose si estaría entendiendo lo que decía. - Me llamo Dalia. Tal vez no te acuerdes pero fui con mi papá a verte cuando naciste. - La joven semielfa alzó su mano hacia el rostro de Isora, colocando su dedo índice sobre la frente de la niña azul. - Nunca había visto una niña azul, pero seguro que serás la niña más guapa de todo el pueblo. Al menos seguro que serás la niña azul más guapa del pueblo. - dijo mientras bajaba muy levemente el dedo hasta llegar a la nariz, donde le dio un pequeño toque y retiró la mano mientras sonreía. - Bueno niña azul, ¿quieres jugar a algo?
Fue el inicio de una gran amistad que se fue fortaleciendo con el paso de los años. Dalia se empeñó en que el resto de niños del pueblo la vieran con los ojos con los que la veía la semielfa. Incluyéndola siempre en los juegos, invitándola al hostal a comer y pasar tiempo juntas y, cuando ambas tuvieron una edad más avanzada, enseñándola el idioma élfico que había aprendido de su padre para que pudieran tener su idioma secreto que ningún otro niño supiera.
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RELACIÓN ENTRE DEVIN Y DALIA
Cuando Dalia tenía apenas seis años empezó ver con asiduidad a una pareja en el hostal. No eran completos desconocidos para ella ya que los había visto varias veces por el pueblo. Sabía que trabajaban en las tierras cercanas al pueblo y que llevaban mucho tiempo pasándolo mal. El padre de Dalia trataba de explicarle la situación para que una niña de su edad lo comprendiera, aunque no era del todo complicado. Habían tenido problemas y necesitaban ayuda para poder comer.
Para Dalia todo aquello no era desconocido. Daban de comer a mucha gente y sus padres siempre estaban dispuestos a ayudar a quien lo necesitara y más si se trataba de alguien del pueblo. La joven semielfa no hubiera tomado parte en aquella situación si no fuera porque la pareja llegaba al hostal con un bebé casi recién nacido en los brazos.
Durante un tiempo, mientras los padres del bebé comían y ayudaban en lo que fuera para ganarse esos platos, Dalia se quedaba con él ante la atenta mirada de la madre. La parecía curioso lo vulnerable del niño y la tristeza que suponía crecer dependiendo de que la gente del pueblo les ayudaran o no.
Mientras que otros niños del pueblo tenían hermanos, Dalia era hija única. A menudo se preguntaba cómo sería ser hermana mayor de alguien. Consideraba a Isora como una hermana, aunque no tuvo relación con ella cuando era un bebé, y allí, frente a ella tenía uno que le permitía conocer lo que debía sentirse siendo la hermana mayor de un recién nacido.
Dalia jugaba con él, tratando de arrancarle una sonrisa a toda costa. Aunque rápido empezó a ver que un recién nacido solo dormía, comía y lloraba, en especial eso último. Lloraba por exceso o ausencia de sueño, lloraba por exceso o ausencia de comida... A veces, Dalia creía que lloraba porque sí, por mero placer. Pero todo aquello sólo hacía crecer dentro de Dalia una sensación de competitividad en la que debía encontrar la forma de hacerle reír fuera como fuera.
La relación de los padres del bebé con el resto del pueblo se fueron enfriando poco a poco y las veces en las que Dalia veía a Devin se fueron reduciendo. En esos tiempos, la semielfa empezó a tener un sueño recurrente. Un mundo de sombras y una persona sentada en un trono formado por completo también de sombras. De alguna manera, aquella persona la resultaba familiar aunque de nadie que hubiera visto. Algunas facciones de la cara de esa persona eran extrañamente similares a las de aquel bebé.
Siempre pensó que eran pesadillas alimentadas por las historias de las aventuras de su padre y que el sutil parecido con Devin era fruto de su imaginación y de que echara de menos pasar más tiempo con él. Dalia lo mantuvo en secreto. Lo último que quería era que su padre se enterara y dejara de contarla historias.
Con los años, Dalia siempre se mostró cercana con Devin siempre que lo veía por el pueblo. El chaval desde muy temprana edad mostró ser un tanto peculiar. Algo que sólo conseguía que el interés de la semielfa aumentara. A pesar de que tenía lazos más fuertes con otros niños del pueblo, siempre tenía tiempo para jugar y hablar con Devin.
Cuando crecieron, Dalia pudo ver cómo Devin manifestaba físicamente toda aquella personalidad que durante años había llevado por dentro. Aquella decisión pareció no convencer a algunos en el pueblo y más cuando el joven hacía sus espectáculos en la plaza del pueblo. Pero en ese aspecto, Dalia era muy distinta a aquellas personas. No sólo le apoyaba, sino que asistía a cada uno de sus espectáculos, tratando de arrastrar al mayor número posible de personas para que nunca se viera sólo.
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RELACIÓN ENTRE LEUCIS Y DALIA
Desde muy joven, Dalia tuvo relación con Isora. Trató de incluirla en todos los juegos aunque rápidamente se dio cuenta de que la joven de tez azul había encontrado en el pueblo a un chico con el que sentía cierta conexión.
Ambos habían nacido distintos en algo que era muy complicado ocultar o disimular. Una persona podía modificar su personalidad pero nunca su apariencia. Al verlos juntos, Dalia podía ver que Isora y Leucis se entendían de una manera que ella nunca podría llegar a comprender del todo y que estaba fuera de su alcance.
Durante un tiempo, Dalia sintió algo de resentimiento hacia Leucis al verse algo desplazada en el corazón de Isora. A menudo se sentaba en su cuarto, pensativa, preguntándose por qué había tenido la mala suerte de nacer normal.
Ese pensamiento caló en la joven semielfa y, fruto de los celos que sentía hacia Leucis, la llevó a dejar de lado al chico siempre que podía, a ignorar su presencia siempre que le veía e incluso a mirarle con recelo en esos casos.
Un día, las noticias de la marcha de la madre de Leucis llegaron a la taberna. Dalia pudo ver como aquello afectaba al muchacho y empezó a pensar en ella misma y sus padres. A menudo se preguntaba cómo sería perder a su madre de aquella manera, sin razón aparente. Simplemente estar con ella un día y al siguiente ser sólo un recuerdo. Empezó a comprender lo afortunada que era de tener la familia que tenía y lo afortunada que era de ser normal a ojos de los demás, evitando todas aquellas miradas de desaprobación o recelo que niños como Leucis o Dalia recibían a menudo.
Dalia vio que sin darse cuenta se había convertido en una de esas personas, al menos con Leucis. Sintió vergüenza por cómo le había tratado, sobre todo teniendo en cuenta que Leucis no tendría más de tres años.
Aunque al principio la costó un poco cambiar la dinámica que había llevado un tiempo, trató de compensar su forma de actuar. Intentó acercarse un poco más a él con el paso del tiempo. Dalia quería que se sintiera bien, al menos el tiempo que estuviera con los niños del pueblo, y al mismo tiempo, demostrarse a sí misma que esa actitud que había tenido podía ser enterrada para siempre.
Con el paso de los años, la relación se normalizó. No se podía decir que fueran íntimos, pero sí se podía decir que eran amigos.
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RELACIÓN ENTRE BEN Y DALIA
No pasaban desapercibidas las miradas que se lanzaban su abuela y aquel señor mayor que había llegado hacía relativamente poco al pueblo. Incluso parecía que Annyari buscaba cualquier escusa para pasear con el único propósito de ver a ese señor.
A pesar de ello, Dalia se dejaba llevar con la idea de que todo ello fuera parte de la instrucción aunque no llevaba a entender cómo.
Había algo en aquel hombre que llamaba la atención de la semielfa aunque no tenía la más remota idea de qué. A menudo se sorprendía a sí misma mirándole, casi como si tratara de desgranar el misterio de aquella extraña conexión que ella parecía sentir. En el momento en el que las miradas de ambos se cruzaban, Dalia retiraba rápidamente la suya preguntándose si se habría dado cuenta de que le miraba.
De vez en cuando se cruzaba con él por el pueblo, dando lugar a instantes de gran incomodidad para Dalia que, aunque trataba de ser agradable, no dejaba de sentir la imperiosa necesidad de seguir andando. Aquel hombre tenía algo. Casi parecía un rompecabezas que se veía incapaz de resolver.
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RELACIÓN ENTRE CAMBIABOLSAS Y DALIA
Desde muy niña aprendió que ver a Cambiabolsas por el pueblo era sinónimo de diversión. Con él cerca, era imposible que hubiera alguien que no se cayera al suelo fruto de las risas. Salvo el pobre Feldost, claro estaba, que a menudo debía lidiar con las consecuencias de las gracias del gnomo.
Pero como solía pasar en muchas personas, Cambiabolsas era mucho más de lo que se podía ver a simple vista. La primera vez que Dalia vio uno de sus trucos, algo dentro de ella cambió. Lo que para el gnomo podía ser algo normal o cotidiano como podía ser que apareciera de la nada un cuervo, para Dalia era mucho más. Fue la primera vez que era consciente de ver lo que podía definirse como magia. La semielfa había leído libros de muchas cosas pero lo que acababa de ver era real y había pasado frente a sus ojos.
Tanto la caló que mucho tiempo después, cuando su abuela empezó a instruirla y fue capaz de conjurar su familiar, la única forma animal que tenía en la cabeza era la de aquel cuervo que Cambiabolsas había creado tantos años atrás.
En el momento en el que Dalia vio aquel pájaro negro revoloteando a su alrededor, no tardó ni un segundo en recordar las palabras del gnomo, dibujando una sonrisa en el rostro de la joven.
- Sí. Cambiabolsas tenía razón. Sí que significaba algo que los dos tuviéramos las orejas picudas. - Masculló la joven adelante de su abuela, viendo como poco a poco iba frunciendo el ceño.
Sé que en principio solo son relaciones con dos personajes, pero tratándose de un pueblo pequeño, lo lógico es que conozca un poco a todos. A algunos más y a otros menos, claro está.
En el caso de Ben y Cambiabolsas sólo es la reacción de Dalia ante las situaciones que propusisteis como posible relación. Viendo que el Master no tuvo problemas con ellas y que a mí me gustaron, tiré para delante.
PD: si en alguno de los casos pensáis que me he excedido en cosas que pueden afectar a la historia de los personajes, me lo decís y se cambia.
BEN.
Él no se acuerda de mi, pero yo sí que me acuerdo de él. De sus ojos cansados y el olor de su torre. Ahora sé que es el anciano que vivía en ese lugar que se suponía que no existía, solo que se ha olvidado de su pasado.
Cuando lo vi llegar al pueblo hace unos pocos meses estaba débil y agotado. Tanto, que apenas me supuso esfuerzo que me hablase de lo poco que recordaba de sí mismo y su situación. Su voz rota me transmitió un tipo de soledad muy extraña. ¿Se sintió mejor al poder confiar su secreto con alguien más? Espero que sí. Para mí fue importante. Muy pocas veces he sentido que podía serle de utilidad a alguien de verdad, y aunque no pasó mucho tiempo hasta que descubrí que era mejor que yo con los palos de práctica del guardián, esa primera impresión de que necesita a alguien más para servirle de apoyo no se ha desvanecido.
Seguro que si se lo dijese se reiría de mi, pero... Si. Creo que disfruta con la compañía. Y cuanto más cerca está de la gente del pueblo y de nosotros, más se suavizan sus arrugas de preocupación.
Por mucho que se haga el huraño, sus ojos brillan de una forma agradable que me despierta ternura. Y tal vez sea una tontería, pero creo que si ahora yo me olvidara de él, él me seguiría recordando a mi. ¿Tiene sentido lo que digo?
LEUCIS.
Niña rara, niño raro. Probablemente éramos los muchachos más extravagantes de todo el pueblo, y aunque a mi no me afectaba tanto, en seguida vi la tristeza en los ojos de Leucis y la preocupación en los de su padre, quien parecía tener que defender su derecho a existir cada día. Antes de darnos cuenta estaba adornando su pelo y cuernos con coronas de flores, y aunque Cambiabolsas, Devin y Dalia se ganaron sus propios huecos, Leucis siempre me pareció alguien espiritual y especial.
Fue la primera persona a la que invité abiertamente a ser mi amigo, y eso de alguna manera... es importante.
Recuerdo que la primera vez que me vieron hacer trucos con el agua en casa, me golpearon tan fuerte que contuve las ganas de volver a hacerlo. Pensaba que jamás lo volvería a hacer. Que no era bueno. Pero él ya sabía que podía hacerlo y un día me preguntó por qué ya no jugaba con el agua. Al explicarle lo que había pasado, me dijo muy bajito "Conmigo puedes jugar. Somos amigos". No tenía nada de malo. Le parecía bonito. Y aunque aún tuve miedo de hacer mis trucos durante años, su apoyo fue más importante de lo que puedo explicar.
Aún no habíamos decidido nada de nuestro futuro en el pueblo o fuera de él cuando mi madre empezó a tantear al suyo para un posible matrimonio pactado, pero mucho antes de poder dar forma a la idea, ella... ella murió
No sé si Leucis llegó a saber algo de aquella idea disparatada, pero nunca lo hemos hablado y dudo que lleguemos a hacerlo. Aunque no me debiese a mi fe, nuestros caminos son muy diferentes. Tendremos que conformarnos con seguir siendo el niño raro y la niña rara, aunque ahora muchos más personajes raros y fantásticos nos acompañen. Tal vez gracias a eso seguimos siendo tan buenos amigos.
CAMBIABOLSAS.
Cambiabolsas siempre fue divertido. Un niño un poco más adulto que nunca dejó de ser un niño. ¿Tiene sentido?
A veces lo colaba en casa para que durmiera conmigo. Otras veces venía él sin que le dijese nada con comida bajo el brazo. Otras veces le daba el panecillo de más de la bolsa del pan. Es un gran amigo.
DALIA
Uno de mis recuerdos más antiguos es andando con ella cogiéndome la mano. En aquel entonces Dalia era mucho más alta que yo. Es casi... algo natural ser su amiga. Tanto como sonreír. Pero ahora yo soy más alta ¡Un dedo más alta sí que cuenta!
DEVIN
Es el mejor del mundo. Una persona de plena confianza con quien sé que puedo hablar de lo que sea, que él me guardará el secreto. Como cuando le conté la idea de mi madre de que me casada con Leucis. Menuda ocurrencia ¿verdad? ¿Casarme con un amigo? Eso tendría que estar prohibido en alguna parte. Menos mal que con él puedo hablar de estas cosas. De todas formas ya no importa. No tengo intención de casarme.
Ben
La vida en Kawalapiti normalmente eran lentas pero tranquilas, algo aburridas a veces excepto cuando por ejemplo llegaban los curanderos itinerantes, o aquel chatarrero amigo de Isora, pero cuando de la nada llegó aquel viejo desorientado a la aldea y se desmayó justo al frente fue un revuelo. ¿Acaso en el transcurso del que Ilse vino hasta aquí y se fue pasó algo malo? ¿Había sido emboscado por algún grupo de ladrones de camino hasta aquí? ¿O algo peligroso venía hasta Kawalapiti? Pero al parecer no era ninguna, solamente un señor mayor el que se sintió débil y pronto empezó a vivir aquí.
Sinceramente no me causaba tanta confianza... Sí, es raro que yo, el Tiefling que junto con su padre habían sido juzgados y excluidos por la gente de Kawalapiti no le tuviera confianza a un extraño, pero el hecho de que se apareciera un día cualquiera, sin recordar absolutamente nada de quien era y de pronto se quedaba aquí, era igual de sospechoso la llegada del tal Angus Porter. Pero Isora estaba interesada en él por alguna razón, fue amable con él y hablaban, incluso llegué a preguntarle el porqué de eso, pero ni ella pudo decirme, solamente dijo que confiara en él, y eso fue suficiente como para darle una oportunidad.
Con el tiempo que pasaba en mis entrenamientos, mis deberes en la casa y ayudar a mi padre con cualquier tarea pequeña en la forja de Björn, un día pude verlo entrenar con Feldost, el Guardián. Le enseñaba a manejar la espada, y a parecer el viejo Ben tenía habilidad para portarla. Con el tiempo que llevaba en el pueblo, y algunas conversaciones cortas que tuve antes con él, me dieron la confianza para acercarme un día que entrenaba para preguntarle si le gustaría practicar un poco. Esa pelea fue la de un par de novatos, por mi parte apoyándome en mi conocimiento con la lanza, el arma que más me gustaba mientras Ben utilizaba una espada. Fue una idea propuesta por Feldost, para así ambos aprendiéramos a como lidiar con este tipo de encuentros con diferentes armas, a como tratar con ellas y demás. Con el avance del tiempo y de mi entrenamiento, tanto Ben como yo íbamos mejorando, incluso siendo más un "conflicto" del estilo de ver cual técnica era más efectiva: El entrenamiento militar de Feldost, o las artes marciales de mi Maestro Aezir. Y de esto empezó a formarse un respeto mutuo entre ambos
Cambiabolsas
Cambiabolsas estaba allí hasta donde logro recordar. Sabía que era un chico mayor que yo, al parecer sin padres y había días en que no lo veía, pero además de él, Mr. Miau e Isora eran sus únicos amigos. Cambiabolsas era un chico igual de peculiar que otros niños del pueblo, con orejas y cabello puntiagudo, y la primera vez que hablaron Leucis hizo mención de esto, solo para que Cambiabolsas le dijera que él tenía la piel roja, cuernos y cola, así que igual y él era más normal que el propio Leucis. Obvio eso hizo sentir un poco mal al Tiefling, pero rápidamente cambió cuando Cambiabolsas le preguntó si quería jugar. Y claro, como cualquier niño que le decían algo feo le respondió un poco mal que nó, pero la otra ocasión en la que se vieron fue como si nada, y esa vez Leucis si jugó con el joven Hafling.
De pronto se trataba de Cambiabolsas y Leucis yendo a uno de los bosques más cercanos, con el Tiefling mirando asombrado como el contrario parecía poderse comunicar con los animales, y a pesar de la insistencia de Leucis, obviamente Cambiabolsas no le podía enseñar eso. Pero aún así siguieron juntos, haciendo pequeñas bromas a los habitantes de Kawalapiti, algo que servía a Leucis para ventilar un poco esa tristeza y enojo que tenía por como eran él y su padre tratados por las otras personas del pueblo. Obviamente Leucis se llevó sus regaños y terminó por hacer que él y su padre llegaran a ser un poco menos aceptados por las personas, pero finalmente todo fue perdonado con el paso de los años cuando Leucis logró ventilar todo eso de otra forma.