Partida Rol por web

Tras las distintas conversaciones, siguieron su camino. No estaban demasiado lejos, según los propios héroes experimentados.

Tinyel se apartó unos pasos en la retaguardia para hablar con Leucis, tras unos minutos, ambos aceleraron para alcanzar al grupo.

Al cabo de un par de horas caminando y rodeando la colina escarpada y buscando los mejores accesos, si bien no era muy alta sí era bastante amplia. Al subir donde debía esperarles un bosque todos podían empezar a ver cómo algunos árboles habían sido cortados casi desde la raíz, volviéndolo casi más una ligera arboleda.

Mal augurio.

Comentó Gremus, mirando a sus compañeros. Era fácil notar que no les gustaba lo que veían y que les pintaba a peligro. Con una señal de Tinyel todos indicaron que debían ir juntos. Bran sacó su libro atento y avanzaron.

Otras dos largas horas caminando hasta alcanzar el medio día, alerta. Prácticamente no se escuchaba vida de ningún tipo salvo, quizá, alguna que otra ardilla y algunos insectos bajo las piedras. Los animales observaban con atención el movimiento de los invitados en su territorio. También habían algunos huesos.

A diferencia de los últimos casos, estos animales parecen curiosos y alerta. No parecen agresivos ni famélicos. En algunos momentos que les escuchas te parece que claramente desconfían. No hace mucho un grupo de invasores ha destruido muchas de sus casas o las de sus amigos. Pese a no ser hostiles, tampoco pinta que se vayan a mostrar colaborativas.

Pudieron verlo entonces, el lugar era una ruina a simple vista, medio devorado por la propia naturaleza. Tonos grises y verdes, con el suelo lleno de humedad en una plaza que claramente les invitaba a entrar.

Ahí tenían el objetivo de su viaje, sin embargo no todo iba a ser tan sencillo, los problemas les aguardaban en cuanto se acercasen a las Ruinas de la Lluvia Gris.

Se miraron entre sí ¿sería una macabra broma del destino? ¿O era una especie de bienvenida?

En cualquiera de las posibilidades, lo importante es que estaban realmente preparados para ello. Al fin y al cabo un simple contratiempo no podía detener el heroísmo que latía bajo sus pechos.

Devin se pasó el camino tarareando alguna canción y haciendo algunas monadas tratando de olvidar los cambios que había visto a su alrededor. O quizás era él el que había cambiado hacia su entorno. Quería dejarlo a un lado y no darle muchas vueltas por ahora por lo que siguió siendo el mismo o por lo menos como era en Kawalapiti. Moviéndose de un lado a otro y bromeando, cantando alguna canción popular del pueblo.

Al poco rato de andar las malas caras de los héroes llamaron la atención de Devin que se acercó para ver que ocurría. Las palabras de mal augurio le dieron la bienvenida y lo que contempló ante ellos no lo comprendió y miró al resto por si alguien se había enterado. Fuera lo que fuera por dónde iban a seguir no daba buena espina por lo visto, así que se cayó y mantuvo con un agarre fuerte su lanza.

Dos horas pasaron en las que apenas vieron algo vivo y llamaba la atención que había huesos por algunos lugar. Ahora si que comenzaba a entender el mal augurio así que se mantuvo junto al grupo avanzando poco a poco y con cuidado de lo que pudiera pisar.

No tardaron el lugar al que parecían querer llegar los héroes y Devin se quedó boquiabierto sin habla. Por su espalda recorrió un escalofrío ante lo que estaba contemplando. Si ver a los lobos y las ratas así no le había gustado a Devin, ver a una criatura tan majestuosa y maravillosa como un grifo presa de la misma desgracia le destrozó un poco por dentro. Apenas si había visto una criatura de estas de lejos y no había tenido la suerte de Dalia, Isora y Pik de contemplar uno en su esplendor la noche anterior y sin embargo, la imagen pura de la decadencia había devorado literalmente a la criatura. Parte de su plumaje había desaparecido mostrando en partes su piel abierta a carne viva, sus alas totalmente estropeadas daban la sensación de que nunca más emprendería el vuelo, su cuerpo antes esbelto ahora hacía notar sus huesos dónde no había plumaje y sus ojos vacíos daban la sensación de estar mirando a una criatura de pesadilla. No se veía rastro de lo que había sido antes y sin duda parecía llevar un tiempo en aquel estado de hambre extrema.

Se encontraba ante lo que parecía la entrada a unas ruinas y todo a su alrededor había sido tragado por la flora. A sus pies estaba dando cuenta de algunas ratas como las que habían luchado anoche, pero al sentirles, su foco de acción cambió y al ver o notar que tenía nueva carne de la que alimentarse.

Isora se pasó varios segundos tratando de imaginar qué clase de fuerza de la naturaleza podía ser capaz de cortar árboles desde la raíz, pero sencillamente... no tenía respuesta. 

A diferencia de las caras largas y los susurros de malos presagios, ella sonrió. ¿Acaso no era intrigante?

Un buen humor que sin embargo se le cayó a los pies al ver aquella criatura de ojos blanquecinos y postura atroz. Costaba compararlo con la majestuosa criatura que habían visto la noche anterior. Tan diferentes que podrían haber pertenecido a especies completamente opuestas y le hubiese dolido menos. 

Instintivamente mira al viejo Ben esperando su reacción, o tal vez solo pidiéndole disculpas. 

De un tirón coloca algo mejor su escudo y se adelanta para situarse frente a sus amigos, pero no tanto como para molestar a los héroes en lo que quiera que quisiesen hacer. 

Justo cuando el gnomo iba a pararse a ver qué le contaban un par de musarañas que pululaban por ahí, fue cuando Devin vio a aquella criatura. ¡Por eso los animales parecían tan nerviosos! No obstante, tendría que preguntarles después. Si no se les comía vivos aquella cosa, claro.

Rapidamente, el gnomo echó mano a su arco, mientras intentaba esconderse detrás de Gremus. Al fin y al cabo, si había problemas seguramente fuese él el primero en llamar la atención de estos.

Ben aparta a la joven Isora, dejando que se coloque tras él mientras alza su espada con calma y levanta su escudo, con un gruñido preocupado. 

-Prepara tu magia, azulita, protegeros es cosa mía -susurra.

Si el hambre está afectando a criaturas como aquella, ¿quién decía que no pudiese afectarles a ellos? Recordó las palabras de Pik en dracónico, con un atisbo de preocupación y miró a los héroes esperando que diesen alguna orden. Por ahora permaneció a la defensiva, cubriendo a Isora y a los muchachos.

Luego de la charla que tuve con Tinyel finalmente nos unimos de nuevo al grupo. Fue una caminata larga, igual que las anteriores, pero por suerte teníamos claro que no tardaríamos mucho, estaríamos a unas horas caminando hasta las ruinas, así que no estaba desesperado ni nada, solamente algo emocionado de finalmente llegar.

Pero además de encontrarnos con aquellas estructuras reclamadas por la naturaleza, lo siguiente hizo que mi corazón diera un vuelco. Aquel grifo estaba hasta los huesos, famélico, con muchas plumas faltantes y con los ojos de color blancos. Tenía algunos espasmos y se movía siempre alerta, hasta que entonces parecía enfocarse en nuestra dirección. Desenvainé mi espada y me puse al lado de Pik, dispuesto a cuidarlo en caso de que la bestia optara por ir por la presa más pequeña en lugar de atacarnos a todos. Pero recordando a los lobos de la otra vez, dudaba que fuera lo suficientemente inteligente para eso, pero... Siempre hay que estar seguros.-

La joven semielfa, demasiado aterrada ante lo que veía, es incapaz de reaccionar contra la bestia.

Aunque aquella bestia podría ser un desafío para los menos experimentados, los héroes que le acompañaban estaban mucho más preparados. La primera en intervenir fue la velocidad de Uladien, clavando la daga en el torso del bicho mientras seguía ascendiendo hasta casi la columna, con un rastro de llamas que rápidamente envolvieron al objetivo. Casi con la misma premura Gremus se interpuso entre la criatura y los más jóvenes y Tinyel hizo lo propio, pero además invocó unas llamas sagradas que le hicieron gritar.

El fin del monstruo vino cuando trató de abalanzarse sobre Ben, que las llamas que le envolvían estallaron con un sonoro estruendo que hizo que los animales cercanos huyeran y el cuerpo cayese inerte con unos últimos espasmos. Claramente no volverá a levantarse.

Al fin habían llegado a las Ruinas de la Lluvia Gris, pero ninguno de los miembros de la comitiva estaba preparado para lo que había en las profundidades de las mismas, sólo los que tuviesen alguna competencia en asuntos arcanos o religiosos podrían notar que la entrada recientemente violada no vaticinaba nada bueno.

Aún se encontraba absorto viendo la criatura cuando vio un borrón moverse bajo y después sobre la criatura para a continuación cargar el resto de héroes. En breves instantes la criatura yacía muerta en el suelo y él casi no había podido ni pestañear aún horrorizado por la visión del moribundo grifo muerto de hambre. Lo que fuera que estaba pasando se estaba propagando con rapidez entre la fauna de la zona y su fuente podría provenir del interior de las ruinas que tenían enfrente por la cantidad de cuerpos de ratas que había bajo el grifo.

No sabía que podrían encontrar en su interior ni si ellos serían capaces de dar la talla, aunque realmente no fuera su trabajo, pero soportar la visión de la criatura en ese había sido mucho para él y se temía que no fuera capaz de mantener la calma en el interior de las ruinas. Las risas, bromas y triles que había echo durante toda su vida en el pueblo dejaban de tener sentido ante el poder que era capaz de transformar a aquellas criaturas.

-Nada de esto es normal. No me gusta... Si se extiende hasta el pueblo -comenta el anciano en voz preocupada. 

Guarda el arma y el escudo, apoyando su brazo sobre Isora en un gesto de tranquilidad y se agacha a inspeccionar el cuerpo del grifo. Algo parecido a lo que hizo con ratas y lobos.

Quizás haya alguna marca. Algún mordisco, alguna picadura, algo... Algo que explique lo que está pasando. Mientras examina a la criatura, Ben se mesa la barba y lanza algún gruñido incómodo.

Luego se levanta y contempla las ruinas. Hay una cierta mezcla de miedo y alegría en su expresión circunspecta. Como si parte de él le invitase a bajar, y parte a darse la vuelta. Pero al final, el deseo parece prevalecer sobre todo lo demás cuando camina hacia la entrada.