- Así, madre, así. Sigue, por caridad. Ya noto el soplo cálido de la estufa tratando de derretir la esquirla de hielo, no os detengáis ahora, madre, por caridad.
- !NYAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡¡¡ZORRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Gritó el siervo, no como un gimoteo, si no como una maldición que exigía venganza. Donde antes estaba su brazo derecho ahora colgaba un hueso fracturado, el resto de su carbonizada extremidad era lamido por las llamas en el suelo, parte de él completamente desintegrado. Su mano izquierda corrió a palmotear aquel fragmento de su cuerpo que se había perdido para siempre, como si esperase que así volvería a parecer o que este se escondía bajo un efecto de invisibilidad que terminaría por desvanecerse. Fue entonces cuando sus nervios comenzaron a gritar dentro de su enorme corpachón, dándole a entender la realidad del dolor que la sorpresa había mitigado solo por medio segundo.
Andrú se desplomó, gimoteando, en el suelo, retorciéndose como si todo su cuerpo estuviese en llamas...
Madre estaba aterrorizada por aquella escena. Sin embargo, no sentía compasión por aquel hombre que no había seguido sus órdenes y tampoco los de Agnishikha. Una madre haría cualquier cosa por su descendencia. En un intento por ayudar a su hijo, dio su vida. Nadie la ayudó. Ahora castigaba a quien ella consideraba culpable. Por su parte, negaría cualquier auxilio a aquel hombre. Si por ella fuera aviviría el fuego hasta que no quedase combustible. Pero Aisha correría peligro.
Madre, aún con cara de desagrado, movió la cabeza de un lado a otro en señal de disgusto y desaprobación abre aquel hombre, como si fuera un niño que se hubiese hecho algo malo y estuviese recibiendo una reprimenda.
Y rondaba algo en su cabeza. A estas alturas dudaba de qué papel habría jugado Barba Azul en todo esto.
-Hermanas, de verdad creéis que nuestro esposo sería capaz de primero comprar una máquina tan cara para después castigar a su esposa y un niño de calor? Sería acaso hijo de otro hombre y él se enteró? Todas sus esposas anteriores fueron adulteras?
Aunque pareciese banal hablar de eso en aquel momento su corazón necesitaba hablar con sus hermanas.
La quinta esposa señala con el tizón al rojo blanco que es su índice al bulto que gimotea a los pies de Aisha, un fuerte olor a corteza quemada comienza a llenar la sala mientras la piel del sirviente se rompe como cuero cuarteado, liberando pequeñas llamas que se avivan con el aire de la estancia. En pocos segundos Andrú se ha quedado sin un solo cabello en su cuerpo, todos se han rizado y consumido en el aire mientras tratar de alcanzar algo, lo que sea, con su mano, en busca de apoyo. Sus abrasados dedos dan con los bajos del vestido de la Esposa que comienzan a aletea por efecto del calor, amenazando con prenderse si el contacto se mantiene.
Dorina, tambaleante, se aproxima a la estructura metálica donde estaba el fuelle, tomando el cilindro de hierro que allí quedaba, estirando el brazo para alcanzárselo a Aisha. Algo parece brillar en su parte inferior, como si alguien lo hubiese estado calentando al rojo...
Virgen no puede entender lo que está viendo, no comprende cómo alguien podría hacer lo que al parecer su amado ha hecho.
-Tal vez...tal vez no quería al pequeño.- Dice con una vocecita tímida.- Quizás pensara que el niño era débil, y le echaba la culpa a su esposa...habéis visto a nuestro amado, es un hombre fuerte y con carácter, jamás podría engendrar un niño enfermizo.- Cada vez está más nerviosa.- Tal vez...tal vez el niño no era de él...
Asiente ante lo que dice Animus, y al ver cómo el hombre intenta agarrar los bajos del vestido de la Esposa Virgen obliga a Aysha a dar un par de pasos hacia atrás. No puede permitir que su cuerpo se ponga en peligro por ese hombre. El humo empieza a hacer que sus ojos lloren, pero al ver a Dorina intentando alcanzarle algo alarga la mano y lo coge, buscando descubrir el misterio...
La barra que Dorina alarga a Aisha parecía estar caliente en su punta pero no en su mango, así que la esposa puede agarrarlo sin recibir daño.
Al apartarse del sufriente Radú, el cuerpo de este comenzó a pitar antes de estallar en un pequeño montón de carne caliente, como si el calor hubiese causado que su carne se separase del hueso y el calor interno de los gases lo hubiese hecho reventar, pero sin manchar la estancia con su estallido, solo la falda del vestido de la novia. La carne seguía haciéndose, reposando sobre los huesos.
- Si, madre, gracias, veo que tú si que me quieres, no esta intrusa.- Rió Zadin quedamente desde su cuarto, con un ligero eco tenebroso. Es imposible que el niño pudiese ver la escena, pero disfrutaba como si supiese que su madre se ha manchado con violencia para darle consuelo y calor.
La puerta de la caldera se abrió por si sola mientras la Aisha revisaba el atizador, parece haber algún tipo de filigrana en su incandescente base.
El espectro abrasado y ceniciento de Agnishikha, cubierto por grietas de las que salían llamas, salió de su tumba de hierro, fijando los tizones humeantes de sus ojos en los ojos de la Esposa. Su velocidad no respondía a la física de un cuerpo normal, parecía moverse lentamente, peor se desplazaba grandes distancias entre parpadeos. Antes de poder reaccionar, Aisha notó la cálida carne muerta de aquella sufrida madre sobre su cuello, notando la picazón que puede precede a la ampolla causada por la exposición de la piel al fuego.
Aún aterrada y sufriendo aquel dolor, la esposa fue capaz de ver que las grietas flamígeras en la piel de la Agnishikha no eran aleatorias, había algún tipo de dibujo o patrón en aquel lienzo de piel torturada.
Todas las hermanas reciben un punto de trauma por el contacto caliente de Agnishikha. Siento no tener el contador de traumas a mano ahora peor mañana actualizo ese detalle ;P
La úktima intervención de la Virgen casi (casi) podía haber contado como Proponer una verdad pero faltaría que aclarase un poco más su sospecha y confirmase que quería activar ese movimiento.
Como ha tomado el atizador de la mano de Dorina, activa el estudio del objeto misterioso, así que la hermana que quiera puede escoger dos preguntas:
- ¿De quién es este objeto?
- ¿Qué recuerdos contiene este objeto?
- ¿Qué tiene este objeto de extraño o maravilloso?
- ¿Por qué ha conservado Barbazul este objeto?
Lo siento, estuve a punto de hacerlo pero me daba miedo a meter la pata, en cuando vuelva del trabajo sI aun no han preguntado pregunto yo y propongo la verdad en base a las respuestas
No estaba seguro de si era la intención, pero no pasa nada ;D Procedemos así.
Muchos ánimos.
La Bruja reía nerviosamente. Al principio, fue por la fascinación de ver aquella intrincada maquinaria que a ella tan desconocida le resultaba ponerse en marcha. El rugido de la bestia que arrojó a todos los presentes a un mundo en llamas. La fascinación se tornó obsesión cuando vio formarse la imagen de la antigua esposa de Barbazul. No podía dejar de mirar, no podría haber apartado la mirada de aquella dantesca escena aunque hubiese querido. Las llamas la invitaban a bailar y ella se sentía tan tentada de tocarlas. Pero la obsesión se tornó en un horror puro, desquiciado, en cuanto la Agnishika tocó al sirviente y su cuerpo comenzó a derretirse. Las hermanas había visto cuerpos en descomposición en otras ocasiones pero aquello era otra cosa completamente diferente. La Bruja observó como el rostro de aquel bruto se tornaba en una máscara deforme, una mueca dolorosa. Se planteó hacer algo por él, aliviar su dolor y hacer que su muerte fuese más limpia, más piadosa, pero no quiso tocarlo. No quería saber como era el tacto de aquella piel que se derretía y humeaba. No le mires, no contemples su final, no escuches el ruido que hace al estallar, olvida todo esto. Centró, pues, de nuevo su vista en Agnishika, en la hipnótica y terrible aparición que constituía aquella mujer. Habían desatado un monstruo entre aquellas cuatro paredes y la Bruja solo podía reír como una idiota, presa del pánico. Y solo pudo reírse todavía más cuando la simplona de Dorina les acercó aquel dichoso atizador. ¿Qué se suponía que tenían que hacer con aquella cosa? ¿No estaría insinuando que tenían que enfrentarse a ese horror armadas con un simple palo? Además, ¿de dónde puñetas había salido aquella cosa? ¿Por qué iba a guardar Barbazul un objeto como aquel en una caldera que se suponía que no debía volver a funcionar nunca más? A la Bruja le hubiese parecido una deliciosa ironía si hubiese tenido la ocasión de tomarse las cosas con ligereza, pero esa oportunidad se había esfumado en cuanto decidieron quedarse en aquella estancia endemoniada. Y la propia novia pronto sería solo humo si dejaban que Agnishika las consumiera en aquel abrazo ardiente y macabro.
Escojo estas preguntas, si no hay objeción.
- ¿Qué tiene este objeto de extraño o maravilloso?
- ¿Por qué ha conservado Barbazul este objeto?
La voz del orden y la justicia se muestra un tanto reticente a todo, aquello ha sobrepasado el nivel de perversión que a ella le suele gustar y lejos de ser un juego al que seguir para hallar un disfrute, era una maldita tortura desagradable a la vista. Pero más aún a los pensamientos que desde la concepción misma de Animus, hay cierto vestigio de razón, y toda esa imagen que con respecto a su amado esposo existe, ya es imposible de justificar incluso desde la inocencia de la virgen en sus palabras.
La situación es clara, se ha cometido un acto de crueldad en este lugar y la explicación parece demasiado específica. Por esa razón, Animus se limita a esperar que Virgen decida salir de allí, sacarlas de una buena vez mientras el horror circunda en toda la habitación y el olor nauseabundo... Puff, que horror, no se lo olvidará más.
— Virgen, deja de dar explicaciones a lo que es obvio. Vámonos de aquí. — ordena la voz.
Aisha se revolvió manipulando el atizador, sintiendo la quemadura pero sin parar de buscar una respuesta, la esposa en llamas se avalanzó sobre ella cayendo sobre la parted encendida del mismo. El siseo de la carne quemada volvió a sonar en la habitación, y cuando Agnishika se separó, sin mostrar signos de dolor, la Esposa pudo ver qué era lo que marcaba todo el cuerpo de aquel tizón humano: el atizador era un hierro de marcar y había quemado sobre aquel cuerpo el emblema de la casa de Barba Azul...
Aquel sádico objeto era cruel hasta para ser empleado en una res, llemo de curvas, y esquinas punzantes al rojo, la cicatriz generada por aquello debía tardar semanas en hacer costra, y allí estaba aquella esposa, aquella madre desesperada, con todo su cuerpo marcado con aquel elemento de tortura y humillación. No era un objeto maravilloso, estaba claro, y si era extraño era debido al uso que se le había dado. Aisha había visto la marca de caballos, pero nunca había imaginado que aquello pudiese aplicarse a la carne de una persona, ya había derramado lágrimas por lis pobres animales cuando su fantasía se quedaba corta.
Y estaba claro por qué había lo había conservado Barba Azul, mientras viviese tendría posesiones por marcar, ¿No era así? A los ricos les encantaba firmar sus posesiones, que quedase claro quién era el único propietario de sus bienes, ¿Y no era Aisha su adquisición más reciente?
Los ojos de Aysha se llenan de lágrimas de dolor y pena. Dolor por la quemadura, y pena por todo lo que está comprendiendo.
-Barba Azul la marcó como su propiedad por haberlo engañado. La mató torturándola...- Susurra Virgen con un hilo de voz. No más “nuestro amado” o “nuestro esposo”. Su nombre, simple y llanamente.- Le dio un hijo débil y él se lo hizo pagar...
Escucha entre algodones la voz de Animus y asiente, obligando a la Esposa a retroceder y salir de esa habitación lo antes posible, a soltar ese asqueroso instrumento de tortura.
-Tenemos que salir de aquí cuanto antes, y no volver a mencionarlo...
Uso Proponer Verdad (espero haberlo hecho bien...)
Una inesperada corriente de aire caliente surgió de la boca de Agnishinkha, como si hubiese convertido su voz en una ola de calor, no había sonido, solo un crepitar que tomó a Aisha y Dorina en sus brazos, expulsándolas por la puerta de la sala de calderas.
- Así, madre, así. Ya me siento mejorar, mañana podré salir al jardín, seguro que si, estaré sano y padre me abrazará...- Fue lo último que escuchasteis proveniente de la habitación. Quién sabe, puede que fuesen las últimas palabras de Zadin, el día en que su madre se sacríficó por él, aún tras los mil castigos a los que la había sometido su marido.
Mientras era arrastrada de vuelta al pasillo, la esposa notó la mano del ama de llaves aferrando su muñeca, como si temiese salir disparada en otrra dimensión o caer mal tras aquel inesperado movimiento.
- Señora, protéjase, no reciba ningún daño.- Suplicó antes de que, con un golpe violento, ambas fueseis depositadas ante la puerta de la caldera maldita, ante vuestros ojos esta se comenzó a cerrar justo cuando Agnishikha explotó en un corazón de puro fuego que no os alcanzó por media milésima de segundo.
- Claro que si, amado mío. Claro que si.- Fueron las palabras que resonaron como un trueno tras la lámina de aquella horripilante puerta que Aisha recordaría por toda su vida.
- Ama... Lo que ha ocurrido ahí dentro... Ni yo sabía del destino de la quinta esposa, os ruego me perdonéis, es por ello que no quería visitar esta sala. Hay zonas de esta casa que están sumidas en una oscuridad más temible que el propio infierno. Puede que vuestro esposo se culpable de alguna de ellas, peor os aseguro que también hay zonas de luz...- Parecía que desgranaba las palabras tratando de darse más ánimos a ella misma que a la propia Aisha...
(Si, está bien empleado el movimiento, virgen, solo falta precisar qué te llevas de la habitación prueba: puede ser el hierro de marcar, o el pañuelo medio quemado, o un fragmento de la ropa del difunto Radú o cualquier otro detalle que se te ocurra que puedas llevar encima. Aparte de eso habría que precisar si es una prueba de fidelidad a Barba Azul o de infidelidad, si lo consideras culpable de lo que ha ocurrido en esa estancia. Intuyo por tus palabras que será esto último... Aparte tendrás que pasarle el anillo a la Bruja o a la Animus).
No hay manera humana de que Virgen piense que lo que ha pasado ahí está bien. Ha sido horrible, siente un dolor profundo por esa pobre madre y su chiquillo enfermizo. Independientemente del pecado que ella hubiera poder cometido no ve razón para semejante castigo, la tortura de marcarla como se marcan las bestias, el obligarla a ver sufrir a su pequeño...
Virgen mantiene aferrado el hierro de marcar, horrible recordatorio de que si las cosas se hacen de una manera que Barba Azul no aprueba el castigo será terrible, inclemente y totalmente desproporcionado. A la Quinta Esposa le ha marcado la carne, a Aysha le ha marcado la mente. Apenas escucha al ama de llaves, y la cree todavía menos. Temblando le pasa el anillo a Animus.
-Ten, hermana.- Su voz se rompe en un sollozo, todo lo que ha pasado le remorderá la conciencia eternamente.- No quiero ni volver a verlo...