Partida Rol por web

A la Bruja no le interesaban tanto las cuestiones acerca de quién había hecho qué o qué significaba tal para cual, le interesaban más las cuestiones acerca de las cosas en sí. Aún así, atendió con atención a las macabras explicaciones de la criada acerca de la anterior esposa. ¿Qué habrá hecho para merecer un castigo así, tan ejemplar?

Luego, decidió formular ella misma las preguntas que más le inquietaban acerca de la misteriosa arcilla. Si conseguía averiguar que tenía de especial, igual podría conectarlo con el resto de elementos de la estancia.

La curiosidad de la Bruja se impuso, haciendo que Aysha tocase la superficie, a un poco de distancia de la palabra extranjera y aquella especie de puñal blanco que la coronaba. 

El olor de la arcilla húmeda le recordó a los juegos de infancia en que, torpemente pero ilusionada, trataba de recrear los animalillos que había visto n el bosque para poder tener representaciones de esos en la ventana de su cuarto, junto a los imponentes animales que su padre había tallado en madera para ella y sus hermanos.

Cuál no sería su sorpresa al descubrir que el barro era mucho más fluido de lo que había imaginado, hundiendo sus dedos en la oscura materia, dejando la marca de sus cinco dedos, como si de un zarpazo se tratase. Tocó algo sólido en su interior, algo cálido que parecía moverse allí dentro, pero antes de poder estudiarlo con más calma algo se escurrió desde dentro del montículo a los pies de Aysha. 

La Bruja reconoció aquello al instante, su curiosidad por todas las cosas, vivas o muertas, la había hecho sabia en algunos campos de la naturaleza: aquello era una quijada... ¡UNA QUIJADA HUMANA! y aparentemente otros restos óseos comenzaban a desbordarse por los bajos del montículo, como si una inundación arrastrase los restos de un cementerio edificado en un pantano. 

Un olor nauseabundo a putrefacción parecía salir de aquella masa, ligeramente humeante. A la Bruja no le hizo falta escuchar la voz de Dorina para deducir las respuestas a las preguntas que rondaban su mente. Aquella extraña masa era una tumba, semisólida y por encima del nivel del suelo, pero una fosa común a fin de cuentas. Este objeto contiene los recuerdos de varias personas, literalmente, pues Aysha ya ha contado al menos tres quijadas y más huesos repetidos. Reliquias de uno o más adanes...

Un tanto interesada en lo que se iba gestando, ANIMUS se mantuvo un tanto en silencio cuando el fruto se convirtió en una mujer desnuda. La observó expectante, incluso analítica cuando en verdad aquello ya era una certeza para ella desde el primer instante en que tocó Aysha aquel objeto. No obstante dentro de esa impronta que tiene el aspecto más justo de la esposa, dejó escapar un suspiro y posiblemente habría mirada de soslayo ante lo que delante de sus ojos se reveló con tanto descaro. 

— No sé porqué, pero esto habla de infidelidad o simplemente el caer en la tentación. Si el mensaje de Barba Azul es este, está claro que debemos captar las consecuencias por tal afrenta.  — afirma la voz, un tanto pensativa. — Caer en el pecado, la justicia divina y el castigo al abandono del paraíso... Todo el génesis aquí. — agrega un poco asqueada por las quijadas que aparecían entre la arcilla. — Vaya... — sospesa al querer ver cómo están sus delicadas manos, que ahora sucias por el pecado sentenciado, saben a hedor, a muerte. 

Tras decir aquello se dispone a examinar la situación, buscando la respuesta a lo que delante de sus ojos nadie es capaz de ver. — Háblame más, dime que no soy capaz de ver. — pronuncia severa. 

A Aysha le quedó claro para qué era esta estancia, y le quedó claro que posiblemente encontraría cosas similares en el resto de la mansión.

- Este lugar exige a la nueva esposa ver y aprender, puede que incluso sufrir castigo. Este lugar exige reconocer que la tentación existe y nuestro esposo tomará cartas en el asunto si es necesario.

Reflexionó Aysha en voz alta, haciéndose escuchar por las voces que la mareaban por momentos.

En ese mismo instante, un movimiento rápido describió la forma de un enorme brazo masculino saliendo disparado del montículo de barro. Posiblemente formase parte de aquella cosa cálida que la Esposa había acariciado bajo el barro ¿Había algo vivo ahí dentro? 

Si aquel montículo era una tumba, este brazo debía de pertenecer al último cuerpo enterrado. Este asió el vestido de Aysha con fuerza, empujando su cuerpo hacia delante, presionando su vientre contra la arcilla, manchando y mojando los bajos de su vestido.

- ¿Tú también le quieres?- Preguntó el rostro de Eva, que volvía a estar consciente. Aquello que se hundía entre sus muslos pareció deslizarse hacia fuera y por encima de su hombro asomó el rostro de una serpiente albina de ojos rojizos. - ¿Tú también sufres los calores?- Su última palabra se alargó como un siseo ansioso.

El sonido de alguien trabajando parecía aproximarse, pero Aysha no era capaz de precisar de dónde venía el sonido o cuan lejano estaba. 

Lo que debía ser un inocente juego de niños en el barro se transformó en algo más oscuro y macabro donde su mano se hundía en la arcilla como si se tratase de arenas movedizas para sacar la quijada. Entonces entendió con horror las señales de advertencia que las voces de su cabeza le repetían una y otra vez: El lado oscuro de la lujuria, los celos, en su máximo esplendor.

La novia sintió miedo, sobre todo cuando Eva, la mujer del fruto, le confirmó en voz alta sus sospechas. Fue entonces cuando notó un fuerte tirón, bajando el rostro para ver una mano tirando de su blanco vestido que hizo que cayera de rodillas al perder el equilibrio.

Intentó zafarse como puso, aleteando los brazos para aflojar la presión pero cuanto más se movía más sentía que se hundía en la arcilla cuando algo se deslizó entre sus piernas, ahora temblorosas.

El tacto, lejos de ser agradable, resultaba áspero y cortante, creyendo que aparte de la presión estaba ocasionándole heridas superficiales. Siguió intentando soltarse, empujando la serpiente con una mueca de dolor en su rostro.

¿Tú también le quieres? ¿Tú también sufres los calores?

- Quiero a mi marido.- Dijo entre dientes ante la presión sin querer responder a la segunda pregunta por vergüenza. Evidentemente había sentido esos calores y, de alguna forma que no podía explicar, volvía a sentirlo. Estar apresada, la sumisión de no poder hacer nada y el peligro excitante de ser escuchada por las parejas que daban rienda suelta a su pasión tras los setos.

Notaba ese cosquilleo en el bajo vientre mientras un leve jadeo escapaba de sus labios a medida que la serpiente continuaba con el recorrido por sus piernas, deseando una pequeña parte de ella que no parara.

- Aquí no. No sin mi marido…- Susurró en un hilo de voz vulnerable, esta vez acariciando el cuerpo de la serpiente en modo de súplica.- No quiero que nadie me vea así, sólo mi marido.- Señaló a las parejas tras los setos durante unos segundos, aunque un estremecimiento hizo que bajara sus manos, completamente sumisa.- Ellos no comprenden nuestra devoción, dan rienda suelta a su pasión sin importarles los lazos que los unan.

La sierpe, cálida y dura al tacto, pareció disfrutar de la caricia de Aysha pero algo le hizo replantearse su apetito por la Esposa. Cuando esta señaló a las sombras entre los árboles, a las fantasmagorías que había tenido por parejas entregadas al desenfreno carnal, entre las sombras, pero que no dejaban de ser las sombras de la vegetación ondulándose ante las antorchas que iluminaban el lugar.

Pero alguien asomó entre los árboles, el rostro de un joven que parecía empujar una carretilla cargada de ramas y herramientas. Al verlo la serpiente se lanzó de cabeza al suelo, abandonando las ramas que le permitían acosar a Aysha con mayor facilidad, levantando hojas y fragmentos de tierra a su paso, hasta que la alargada soga en que se había convertido pareció trazar una lazada entorno a sus piernas, haciéndole caer antes de girar en el horizonte y volver arrastrándose hasta el pie del árbol. La cabeza del ofidio volvió a enfrentarse con la de la Esposa, varios metros de serpiente envolvían al joven quien, desesperado, pataleaba y sollozaba tratando de zafarse de aquel duro abrazo.

- No, por... favor... Ama...- Era su desesperado mantra, que comenzó a verse puntuado por el sonido de sus huesos siendo triturados por el abrazo de la sierpe.

- Si no te quieres dejar abrazar, has de ayudar al Apetito con su nuevo amante.- Carraspeó Eva, dejándote claro que apetito era el nombre que daba a aquella serpiente.

El joven seguía removiéndose y uno de sus brazos consiguió escapar del bulto nudoso que cubría su cuerpo, parecía haber extraído una faca de alguno de sus bolsillos y trataba de asestar un tajo a su captora pero no atinaba. Apetito, molesto, cambió de expresión, pidiendo ayuda a Aysha, mientras seguía sonando una matraca de huesos entre sus pliegues.

Desde las sombras Madre observaba. La habitación no llegaba despertar en ella emociones. Fue una sorpresa saber que había tenido varias mujeres antes que ella. Varias. Al menos tres. Yo podía estar por encima de todas. Solo debía aprender de sus errores y esa debía ser la función de Madre: guiar a Aysha por el camino correcto. Debía ser fiel a BarbaAzul.

Aquella mujer llamada Eva no tenía escapatoria. Estaba pagando sus pecados que por la cantidad de huecos, eran bastantes.

La serpiente sobresaltó a Aysha y nos puso en alerta. Por suerte, cambió de objetivo. Pero Aysha no debía distraerse o demasiadas personas resultarían dañadas incluida ella misma.

-Fatale, debes actuar. La serpiente o el muchacho? 

-Muchacho tranquilo, cómo te llamas? - Intento que se calme para que no sufra tanto. Es una escena desagradable y los huesos estarán ya hechos trizas. No creo que tenga la menor posibilidad de sobrevivir, ni siquiera buscando ayuda. -Aguanta!

Las cosas sin duda se habían complicado. O quizás no, pues aquella era una historia tan vieja como el tiempo. Eva había sido infiel a su esposo (nuestro esposo) y él le había castigado por ello. A aquella hermosa joven, tan distinta y tan parecida a la propia Aisha. Y el pobre infeliz que mancilló a la Esposa, recibió un castigo, consumido por una relación a la que se vio arrastrado. ¿Quién habría sido la mano ejecutora, quién empuño el cuchillo: la propia Eva o su Esposo? -Estos son sus pobres huesos... -dijo la Bruja a su hermana Fatale, señalando al joven apresado. -Y una palabra tuya bastará para salvarlo... o para condenarlo -le susurró, acariciándose las manos, como pidiendo permiso a las demás hermanas. ¿Acaso no le debíamos obediencia a nuestro Esposo? ¿Acaso no era este muchacho el responsable último de lo que le había sucedido a Eva? Pobre infeliz irresponsable...

Virgen está cada vez más confusa y aturdida por todo lo que está sucediendo. Eva ha sido la Esposa de nuestro amado anteriormente, y está siendo castigada por dejarse llevar por sus...las mejillas de Virgen se sonrojan...con otro hombre.

Eso no está bien, no debiera haber dado a otra persona lo que estaba destinado a su esposo, pero tampoco debiera sufrir semejante tormento.

Las voces de sus hermanas hacen que se sonroje, y sus ojos se llenan de lágrimas al escuchar a la Bruja.

-Hermana, no podemos matarle...no debemos hacerlo.- Su voz es tan baja que apenas se le escucha entre la marabunta de las voces de sus queridad hermanas. Han sido infieles y desleales, pero todo el mundo merece otra oportunidad. - Ya han sufrido bastante...

Aysha podía ver el rostro dolorido del hombre, posiblemente el mismo que ella había tenido tras el abrazo de la serpiente. Sintió pena por él, pero a la vez creyó tejer una historia, real o no, de lo que podría haber pasado en ese lugar, el misterio que su marido ocultaba en la habitación.

Se acercó al joven y acarició su rostro con dulzura, pasando la yema de sus dedos por sus suaves mejillas y acariciando los gruesos labios que una vez debió besar Eva. Cerró los ojos dejándose llevar por ese simple contacto, recreando en su cabeza los encuentros de ambos en mitad de la maleza y el calor de su cuerpo envolviendo el suyo.

Fuiste víctima de la tentación y ello te consumió por dentro.- Abrió los ojos de soslayo para dirigir su mirada a Eva, quien aguardaba su veredicto.- Barbazul nos amaba, nos ofreció todo lo que queríamos, el paraíso…- Paseó la mirada por el recinto natural, perdiéndose entre el cúmulo de colores y notando todavía la hierba colarse entre los dedos de sus pies.- Pero no fue suficiente para ti. Querías probar el fruto prohibido y esa fue tu perdición, la de los dos.- Cesó las caricias para separarse un par de pasos del hombre, uniendo sus manos en una especie de rezo.- Estaba herido por tal traición y dejó este recordatorio para mí, para no volver a sufrir el dolor de la infidelidad.- A pesar de tener la quijada, la prueba viviente de la muerte del chico, quería algo más simbólico con el que expresar el profundo amor que tenía a su esposo, acercándose a la carretilla que antes empujaba. Se agachó al estar al lado y cogió una de las ramas que había portado, una pequeña con algunas hojas en un extremo las cuales dedicó a desojar como si de una margarita se tratase.- Nunca haría nada semejante a mi marido.- Rompió la rama en dos pedazos, demostrando así la ruptura de todo lo que el chico simbolizaba, tirando un pedazo a sus pies y quedándose ella con otro.

La serpiente acabó por romper los huesos del cuerpo del joven jardinero mientras Aysha reflexionaba y lo tranquilizaba, este terminó dejando caer la faca cuando su codo y antebrazo crujieron bajo el escamado abrazo. Tras asfixiar a su amante, Apetito se apartó de él, dando una vuelta sobre la yerba para girar, enfrentándose al cuerpo desde su coronilla antes de desencajar su mandíbula y comenzar a engullirlo. 

Eva parece sollozar desde las ramas pero poco a poco comienza a tornarse en un apetecible fruto una vez más. Cuando la serpiente ha devorado por completo al joven, su cola sube por el tronco del árbol hasta anudarse en una rama distinta, comienza a tirar del bulto hasta que el sirviente es transformado en otro extraño fruto, mecido por el viento, más desagradable que el de la tercera esposa, pues a través suya puede entreverse el cuerpo de la víctima siendo consumido por los ácidos gástricos de su captor, su cráneo y su caja torácica se transparentan sobre la luna, una vez que las nubes la liberan de su sombra.

Aysha ha presenciado un capítulo del pasado de su esposo, no ha sido fácil ni agradable. Un drama protagonizado por Eros y Tánatos que parece repetirse dolorosamente desde el principio de los tiempos. La esposa ha confiado en su esposo y ha permanecido fiel a sus votos.

A su espalda escucha la puerta abriéndose y la voz del ama de llaves dirigiéndose  a las sombras

- Señora ¿Está usted bien?

Aysha sube por el pasillo pulsante dejando aquel extraño jardín del Edén a su espalda, sabiendo que en él descansan por lo menos cuatro cadáveres. No está segura de poder visitarlo en otras circunstancias, en busca de la paz y tranquilidad que antaño le reportaba la naturaleza. 

La puerta se cierra y la esposa vuelve a ser engullida por las sombras del pasillo, compartiendo con Dorina mínima isla cálida generada por la luz de su candelabro.

Pruebas de Fidelidad