Con gesto de alivio muy evidente los veo regresar a la seguridad del vagón artillero, y hago un gesto de saludo al jefe de guardias, por supuesto que voy a seguir disparando. Veo que la otra Hayajiro empieza a moverse, excesivamente lenta para mi gusto pero hay que fastidiarse.
Al cruzar las puertas de Mibu por fin puedo relajarme un poco, y me dejo caer sentado al lado del cañón mientras suelto un suspiro. Estiro la espalda, haciendo una mueca de dolor cuando la noto crujir, y espero con tranquilidad las órdenes.
En silencio observo marcharse a Kotaro rumbo a la enfermería, y aunque tengo ganas de acompañarlo para asegurarme de que Chihiro está bien al final decido quedarme dónde estoy. Miro alrededor, a los soldados que han luchado a mi lado y al jefe de guardias. Todos estamos sucios y agotados tanto física como mentalmente. Por mi parte también estoy nervioso, demasiado alterado. Necesito un rato a solas. Al final miro al hombre mayor, al que le corresponde la última palabra.
-Jefe, pido permiso para quedarme a hacer el mantenimiento y asegurarme de que el cañón está en condiciones. Lo he ajustado a mi gusto y ahora me gustaría dejarlo en el mismo estado en que lo encontré.- Miro al resto de la dotación, no estoy seguro de si tienen familia o no pero quiero estar un rato a mi aire para poder centrarme. Y no creo que desaprovechen la oportunidad de librarse del coñazo que supone el mantenimiento.- Si no hay inconveniente yo me ocupo del resto, podéis marcharos.
Cuando por fin me dejan solo llevo a cabo las labores de mantenimiento después de uso de las armas de asedio, poniendo especial cuidado en cubrir todos los estadillos de consumo de combustible y munición y asegurándome de que dejo el cañón calibrado y limpio. Guardo cada arma en su lugar y cuando por fin termino limpio las marcas de sangre y mugre que han quedado como recordatorio de lo que ha pasado. Lo hago todo lo más despacio y concienzudamente que puedo, pensando en todos los detalles acerca de los kabane que he aprendido, replegando en una parte de mi cabeza la preocupación y el estrés que sentí durante el ataque.
El tiempo que tardo en llevar a cabo las labores rutinarias lo empleo también en tranquilizarme después del miedo y el nerviosismo que he pasado, así que cuando por fin voy a mi camarote para asearme un poco por lo menos ya no me tiemblan las manos y he logrado controlar el impulso que tengo de abrir las puertas e ir a buscar a mi familia. Después de pasar por la enfermería.
Yûki sabía que aquel hombretón tenia razón por lo que no replicó sino que dió un par de pasos atrás. Una bonita sonrisa maquilló sus labios siempre limpios de artificios mientras asentia, aunque sabia que no podia verla, a la vocecita que escuchaba atráves de la radio.
Se sujetó a algo pero permaneció alerta por si alguno de los que estaba con ella necesitaba ayuda extra, pero no fue el caso. Llegaron a su destino. Sustituyendo su katana por el rifle de vapor se plantó al lado de Saito-san cuando dijo su última frase. Ella siempre estaba atenta.
¡Enseguida Saito-Sama! contestó Lyashi, que puso todo su empeño en sacar el tren de allí cuanto antes. Pudieron escuchar como los Kabane redoblaban sus gritos ante el lento movimiento del tren, y al poco recibieron un aviso por radio de que la otra hayajiro les iba a dar un empujón. El topetazo fue algo que a Lyashi le recordó otros tiempos, cuando hacía prácticas con su padre y las risas que ella se echaba al ver la cara de él. Pronto tendrían que salir a eliminar Kabane, Saito-Sama lo había dejado claro. - Pero Saito-Sama, yo no soy guerrera...- susurró, casi más para sí misma que para nadie en particular. Quizá sólo quién estuviera cerca de ella, como Yûky, hubiera podido captar el mensaje, pero, ¿le estaría prestando atención?
Tú procura mantenerte siempre un paso por detrás de mí - le dice Saito - Araki no me lo perdonaría si no te llevase de vuelta con vida y le tengo cierto aprecio a esa muchacha...