Mientras Dzhug y sus valientes trataban de acabar con los últimos trasgos del campamento de los carpinteros, los enanos que habían arrasado con aquellos guardias trasgos relativamente bien adiestrados, regresaban en su ayuda a lomos de sus bestias de monta. Para ese entonces, un gran contingente de pieles verdes ya había iniciado su persecución desde el campamento principal.
No menos de dos millares de trasgos avanzaban velozmente en dirección a la posición que Brogar y Horlum al mando de sus guerreros, comenzaban a abandonar. La lucha contra tal cantidad de enemigos estaba perdida sin duda, pero esa no era la batalla que habían ido a disputar. Su éxito dependía en gran medida del colapso del túnel y la Solución Final jugaba un papel protagonista en todo aquello.
Sin más dilación, en cuanto las tropas de Horlum y Brogar alcanzaban la mitad del camino entre la entrada del túnel y el campamento de los carpinteros donde los enanos de Dzhug se afanaban en destruir las armas de asedio, se escuchó una terrible detonación. A espaldas de los enanos que se alejaban del túnel, una explosión procedente del subsuelo levantó una nube de tierra y humo que ensombreció el cielo.
La onda expansiva se dejó notar golpeando a espaldas de los jinetes de cabra y jabalí, siendo muchos los que quedaron ensordecidos por unos instantes y desconcertados por el fuerte traumatismo causado por el súbito cambio de presión, fruto de la fuerte detonación.
Brogar miró hacia atrás. Vio como un agujero comenzaba a engullir tierra y como todo se cubría de polvo. Contento por una parte, supo entonces que muchos y valerosos enanos acababan de morir. No obstante, de forma totalmente inesperada, se sucedió una nueva detonación y seguida de esta otra de mayor potencia.
En unos instantes, el ruido de decenas de detonaciones se incrustó en los cráneos de los enanos que huían sobre sus monturas. El polvo cubrió su visión y la suma de las ondas expansivas provocó que muchos fueran los que acabaran malheridos en el rocoso suelo de aquella llanura.
El suelo de la mina colapsó definitivamente engullendo no solo el terreno sino a gran parte de los perseguidores trasgo que ya se encontraban a aquella altura. El poder devastador de la explosión había superado con creces lo esperado, pues los trasgos también estaban en posesión de material explosivo y todo junto provocó una reacción en cadena que segó la vida no solo de los ocupantes del túnel, sino de gran parte de los trasgos que avanzaban hacia sus enemigos y muchos de los enanos que huían de ellos.
La confusión reinante, el polvo, los gritos desesperados de centenares de trasgos atrapados bajo la roca, desmembrados y totalmente desorientados hacía de aquel escenario un verdadero infierno. Los enanos de Horlum y Brogar, malheridos, trataban de encontrar el camino hacia el bosque. Muchos habían salido despedidos tras la explosión. Algunos habían muerto y la mayoría había resultado herida de diversa consideración.
Horlum yacía en el suelo totalmente turbado y vapuleado. No lograba ponerse en pie y no conseguía mantener la mirada fija. Sentía un fuerte dolor en los oídos, el pecho y una de sus piernas. Sentía sabor a sangre y tierra mezclado en su boca y mirase a donde mirase encontraba cadáveres de enanos y otros miembros de su raza en su misma situación.
Brogar por su parte había corrido mejor suerte, pero también estaba desorientado y no podía ver dos palmos por delante de su cara debido a la densa columna de polvo y humo. Fue entonces cuando notó una mano amiga. Dzhug llegó a su lado montado a lomos de un poderoso jabalí.
La horda de pieles verdes se acercaba, pues aunque innumerables eran las bajas sufridas en una trampa no planeada de antemano, muchos eran los efectivos que podían suplir dichas pérdidas. En menos de medio minuto estarían rodeados por centenares de enemigos, por lo que era preciso salir de allí cuanto antes.
Toca huir, pelear...?
Hacedme un buen post. Puede que sea de los últimos!
Brogar se apoyó en un árbol con una opresión en el pecho. Estaba literalmente reventado. Esa guerra había acabado con él. Estaba vivo pero su espíritu acababa de dar su última exhalación. El enano jadeó, le costaba respirar y más con el polvo. Cuando vio llegar a Dzugh lo miró intensamente.
—...Dzugh...—rezongó—. Busca a Gorr... reúne a todos los olvidados posibles... y llevátelos...
El líder olvidado dio unos pasos en dirección a Rocadura. Estaba cansado. No había dejado de luchar durante toda su vida y ya no podía más. Su momento había llegado.
—Eres un idiota... pero eres un Enano—dijo repitiendo las palabras que le dirigió antes de la batalla de Rocadura—. Esta guerra me ha arrebatado a muchos de mis hijos... No puedo perder a ninguno más...
Brogar dio unos pasos renqueantes más. El pitido en los oidos unido a las heridas de su cuerpo le estaba afectando al equilibrio. Así no iba a poder luchar.
—Cuida de ellos... Ponlos a salvo...
Era hora de dar paso a una nueva generación. El ya había hecho su parte. No sólo había marcado los cimientos de la Orden, dándole un objetivo en la vida a tantos enanos deshonrados. Había alcanzado la gloria de elevar el status de los Olvidados al de un clan. Nunca serían un clan, no eran dignos de tal honor, pero desde ahora y para siempre el líder sería considerado un thogg. Así lo había decidido Nugo y ni siquiera le brindó la ocasión para negarse.
El enano sintió como un brazo se apoyaba en su hombro y comenzó a sentirse mejor. Era Kroggar el Santo. Le había curado con sus poderes. Y a su derecha estaba Fonn el Silencioso. El más grande guerrero que la Orden había tenido.
—¿Qué hacéis aquí?—preguntó el olvidado—¡Marcháos! ¡Reagrupaos con los demás y huid!
Los dos enanos negaron con la cabeza y Brogar comprendió. Ellos lucharían a su lado y no iba a hacer nada para convencerlos. Después de Gorr, ellos habían sido sus siguientes discípulos. El Segundo tenía la responsabilidad de liderar la orden, ellos no. El polvo comenzaba a disiparse y se vislumbraban a lo lejos algunas siluetas. Siluetas de hombres-lagarto.
—¡Dzugh!—lo llamó más vitalidad—Confío en ti. Desde hoy y hasta que las montañas caigan, los Olvidados serán siempre amigos del Martillo Ensangrentado. Y también de la Sima Forjahachas. Nunca volveréis a estar solos. Despídete por mí de los demás. Horlum será un gran kark, espero que así lo decida Nugo. ¡Adios Dzugh!
Era irónico que acabara confiándole su "testamente" a uno de los thogs más cretinos del Pueblo Enano. Pero como bien había dicho, era un Enano. Y eso valía más que cualquier otra cosa.
Brogar miró a sus dos discípulos, les sonrió y con un grito de batalla inició la carga. Kroggar y Fonn marchaban tras él. El líder olvidado sentía el cubo donde se encontraba la Solución Final rebotando en su cinto. Era curioso, ahora que estaba a punto de morir era cuando más vivo se sentía.
El enano dio un saltó y descargó un potente puñetazo.
Habían cometido un gran fallo estratégico fruto de la desesperación y de la urgencia, nadie de ellos había esperado que los hombres lagarto y los trasgos tuvieran explosivos... Habían dado por hecho que ese tunel era únicamente un medio para entrar, pero esa explosión tan exagerada les mostró que sus enemigos habían dado un salto exponencial, pretendian destruir la fortaleza, matando así a miles y miles de enanos, algo nunca visto ni esperado.
El polvo, la sangre y el dolor provocó que el lider de la expedición tardara unos instantes en asentar su mente, HUIR! debían huir! no tenían capacidad para repeler ni aguantar contra la marabunta verde que se les acercaba.
Muchos enanos habían muerto y muchos mas iban a morir en el suelo agonizantes, tanto por las heridas sufridas como a manos de los enemigos que en minutos estarían rematandoles sobre el suelo. Horlum lloró por ellos, pues nada podía hacer para salvar a todos sus subordinador.
El dolor era muy alto, seguramente tendría rota o fisurada la pierna, se la palpó pero pareció estar de una pieza, se sacó del cinto un recipiente de cristal muy grueso con un liquido carmesí en su interior, lo ingirió y una gran parte de sus heridas curaron instantaneamente, una poción de las que únicamente los líderes de la Sima portaban consigo para continuar guiando a su pueblo si caía heridos en batalla para poder seguir liderando, y sin duda ese era el momento mas importante de todos los que habían pasado.
El joven lider se levantó magullado, aun tenía diversas heridas, pero al menos podía luchar y dar ordenes.
-Quiero a todos los enanos capaces de moverse ayudando a sus hermanos a retirarse, debemos llegar al bosque donde los carros nos podrán cubrir si llegan a tiempo, las monturas para los heridos! los demás a pie!! RAPIDO ENANOS!!! muchos enemigos han caído, pero muchos mas pisotearan a sus heridos para llegar a nosotros!!
Horlum miró atras, docenas de enanos heridos, muchos mas muertos! y a escasas centenas de metros un crater que les daría unos minutos de oro para poder emprender la huída, pues el gran ejercito que les perseguía debia rodear el terreno dañado.
-No quiero que nadie se haga el heroe, son demasiados como para que podamos retenerlos mas de unos segundos!! NO QUIERO MAS SUICIDIOS!!!! Ayudad a vuestros hermanos.
En un momento de claridad el Thog tuvo una idea desesperada, quizas podrían cubrir su retirada usando las armas deflagadoras que portaban, buscó el paso mas estrecho por el que huir y que fuera posible tapar con fuego temporalmente para ganar aunque fueran unos minutos y dirigió hacía alli al grueso de los enanos.
En pocos minutos, y con los trasgos a escasas decenas de metros, la mayor parte de enanos estaban en movimiento, heridos delante montados, capaces de luchar detras. La caravana emprendió la marcha con Horlum en la retaguardia, tratando de organizar la defensa de la comitiva cuando de pronto vió como 3 figuras solemnes se dirigían en dirección contraria a la marcha, al frente iba Brogar e instintivamente supo lo que pretendian.
-NO quiero mas suicidios honrosos y menos si no van a significar diferencia alguna! os pido que no cargueis contra los trasgos, son tantos que en segundos habréis perdido la vida y seguiran tras de nosotros! tengo un plan a la desesperada, usar las armas incendiarias que portamos todos para taponar aquel paso estrecho que hay mas adelante, alli podremos obligar a los trasgos a pasar de pocos en pocos y la lucha será algo mas igualada mientras los heridos ponen distancia! HAcedme caso pardiez!!!
Dzhug estaba esperando aquella explosión así que no le asustó, la gran luz blanca y naranja iluminó el campo de batalla y Dzhug casi quedo cegado. A su alrededor mientras el oteaba los enanos mataban y morían montados en sus jabalíes, sangre, vísceras y gritos era toda su existencia ahora mismo.
Fue la segunda luz y las siguientes las que le sobresaltaron, un trasgo se acercó a el, clavo el hacha en su estomago y lo lanzó tras sus propias lineas, mirando hacia el campo de batalla. Mierda, tienen explosivos.
Su primer pensamiento fue para la misión, si el túnel había llegado a la puerta de la fortaleza miles de enanos morirían aquella noche. Cuando el cataclismo acabó le pareció ver que la fortaleza había resistido pero no pudo centrarse, su guardia había caído y sobre el cayeron varios enemigos buscando las rendijas de su armadura.
El jabalí bufaba bajo el peso y Dzhug habia recibido varias heridas. Pero no iba a morir, sus hombres aun lo necesitaban.
—¡¡A LA CARGAAAAA!!
Con toda la fuerza de la que un enano era capaz lanzó a sus enemigos al aire, agarró las crines de su montura y salió hacia las tropas de sus hermanos Brogar y Horlum a toda velocidad, le pareció que sus enanos le seguían, pero no tenia tiempo de girarse. La sangre corría y su tiempo era limitado.
Un crater terrible separaba a Horlum, Brogar y sus hombres del grueso de las tropas trasgas y reptilianas. Con un movimiento mando a su columna izquierda a atacar el flanco del enemigo mientras el dirigía el grueso a ayudar a los lideres enanos. Por suerte Horlum había detenido el grueso del ejercito trasgo con sus bombas.
Llegó para escuchar a ambos y ver alejarse a Brogar saltando por encima de sus propios jinetes. Escupió sangre y le gritó:
— ¡¡VUELVE INSENSATO!! ¡¡MUERTO NO VERAS LA AMISTAD ENTRE NUESTROS CLANES!!
Pero ya era tarde. No seguiría a aquel heroico y estúpido enano. Usaría su muerte para salvar cuantas mas vidas mejor. Agarró a Horlum por el costado pues parecía capaz de matar a Brogar para que no se suicidase. Le grito al oido entre el terrible ruido.
—¡Dejale Horlum, ha decidido su destino, nuestro deber es salvar a nuestros hermanos!
Los trasgos ya empezaban a rodearles, Dzhug no esperó a que Horlum diese la orden, hizo una señal a Ulanog y ambos volaron hacia la batalla, dirigiendo una marea enana de metal y roca. Masacrando cualquier cosa que se les ponía delante mientras aullaban tonadas de guerra. Aquel día quizás sería recordado, él se aseguraría de que algún enano quedaría vivo para contarlo.
La carga de las fuerzas de Dzhug en contra de la marabunta verde que se les echaba encima sirvió para abrir una pequeña brecha entre sus efectivos. Los enfervorecidos enanos, sin esperanza de ver un nuevo amanecer, pero envalentonados por la certeza de que gracias a su sacrificio muchos de sus hermanos sobrevivirían, bastó para darles fuerzas y seguir luchando.
Sangre, miembros amputados, derramamiento de sustancia gris y sobre todo ruido. Gritos desesperados, choque de armas, pisadas a la carrera y pezuñas de las monturas enanas sirvieron para aumentar el caos reinante que ya había provocado la inesperada explosión, la humareda resultante y la sorprendente carga de unos pocos contra un ejército inmenso de pieles verdes y escamas.
No obstante, aquella esperanzadora arremetida inicial pronto se vio reducida a la más mísera nada, pues los pocos enanos que siguieron a la desesperada al líder del Martillo Ensangrentado pronto comenzaron a caer.
Ulanog fue uno de los primero en caer. Dzhug pudo ver con claridad, pues luchaban espalda contra espalda, como una lanza de un hombre lagarto le atravesaba violentamente haciéndole caer de su jabalí. Una decena de pieles verdes se abalanzaron sobre él y aunque Dzhug trató de detener la carga de su montura para ir en ayuda de su hermano, todavía avanzó un centenar de metros antes de poder dar media vuelta.
Mirando atrás, logró avistar el hacha de su compañero de armas, alzándose entre sus enemigos y cercenando algunas cabezas antes de desaparecer entre la multitud trasga. Para cuando Dzhug regresó tras sus pasos, no sin dar buena cuenta de media docena de enemigos, le fue imposible localizar el cadáver de su compañero. El humo, la infinidad de enemigos y la confusión reinante se lo impidieron.
Fue en ese momento cuando algo impactó contra su montura provocando que sus patas delanteras fallaran. Dzhug salió despedido cayendo en el campo de batalla y dolorido y maltrecho por la caída y las heridas anteriores, trató de ponerse en pie. Había perdido su arma en la caída por lo que tuvo que hacerse con un rudimentario filo trasgo, pues ya tenía a varios trasgos encima. Amputó las piernas de uno y hundió el filo en el cuerpo de un segundo antes de recibir una tremenda tarrascada por la espalda.
Dzhug cayó de cara al suelo y tan solo tuvo tiempo de girarse y situar el arma mellada trasgoide entre su propio cuerpo y el de su adversario. Uno de aquellos reptilianos seres de gran envergadura, con prominente hocico y cabeza crestada, el cual le miraba con odio y desprecio en sus amarillentos ojos de lagarto, hundió su lanza a la altura de la clavícula del líder enano. La hoja que Dzhug empuñaba no alcanzó a golpear a su enemigo, pues la lanza le proporcionaba una distancia suficiente como para impedirlo y se sintió por primera vez derrotado.
No murió allí, pues su fiel jabalí embistió con su último aliento para levantar del suelo al reptiliano y liberar de la punzante presión de la punta de lanza a su amo. Dzhug se puso en pie y saltó sobre el hombre lagarto apuñalándolo a través sus gruesas y duras escamas de color verdoso una y otra vez hasta que dejó de latir su frío corazón. Fue entonces cuando la pérdida de sangre y el agotamiento dieron buena cuenta del enano. Dzhug trató de ponerse en pie, pero sus fuerzas se habían agotado.
Aquí quedaría bien un post tipo Gladiator antes de morir... solo es una sugerencia.
Te dejo a ti la decisión de vivir o morir, pero aquí ha acabado tu partida.
(Aunque quedará un epíligo)
Horlum nada podía hacer por salvar a un enano que ya había decidido su destino. Dzhug era consciente de ello y así se lo comunicó. El líder de la Sima Forjahachas asumió la pérdida de Brogar y sólo le quedaba tratar de salvar al máximo posible de sus hermanos, como bien había dicho el del Martillo Ensangrentado.
Por suerte su intervención, aunque costosa en vidas enanas, había servido para algo. Si la intención de la alianza trasgo-lagarto era la de detonar todo aquel material explosivo bajo los cimientos de Rocadura, y todo parecía indicar que así era, acababan de salvar la vida de Berbagar y los suyos, pues toda la montaña hubiera sido defenestrada. Casi sin quererlo habían echado por tierra un plan magnífico a la par de diabólico que hubiera destruido toda la ciudadela y con ella a todos sus ocupantes.
El sacrificio de Brogar podía haberse evitado, aunque ciertamente les iba a conceder un tiempo muy valioso a los suyos, por tal de replegarse hacia el bosque. Dzhug estaba de acuerdo en ello y el de la Sima, sabiendo que al menos conservaría a su buen amigo a su lado, estaba tranquilo. Horlum mandó a sus hombres replegarse y el mismo dio media vuelta corriendo a la velocidad máxima que su maltrecha pierna le dejaba en dirección al bosque.
La huida no fue todo lo fácil que cabía esperar. La humareda hacía complicado ver más allá de unos pocos pasos. Muchos fueron los enanos que cayeron al suelo torciéndose los tobillos al meter sus piernas en zanjas o pisar una piedra abandonada en la llanura. Los trasgos les pisaban los talones y tuvieron que pelear a la retirada con los primeros en llegar.
No obstante, pese al cansancio, las heridas, el polvo, el desconcierto y el caos reinante finalmente los primeros árboles no tardaron en cruzarse en el camino de aquella tropa en retirada. Para ese entonces, las cortas piernas enanas habían logrado sacar cierta ventaja con respecto a sus perseguidores por extraño que eso pudiera parecer. No sería entendible de manera alguna de no ser por la idea que rondaba en la cabeza de Horlum, que no era otra que muy posiblemente, no solo Brogar se había quedado atrás otorgándoles una ventaja clara para llegar al lindero del bosque, sino que muchos valerosos enanos, por iniciativa propia o viéndose rodeados, también debían haberse quedado en las llanuras retrasando a sus perseguidores.
En un momento de paz, Horlum se apresuró a contar con las tropas de las que disponía. Los que habían llegado al bosque no eran muchos, un centenar a lo sumo. Lo más preocupante de todo era que por mucho que buscara aquí o allá, no había ni rastro de su camarada, el gran amigo y mejor estratega Dzhug Dientes de Piedra.
Fue en el preciso momento en que Dzhug cayó en la cuenta de aquella falta, cuando se escuchó una potente detonación y supo entonces que el Olvidado había utilizado la solución final poniendo fin a sus días sobre Gea y redimiendo finalmente sus pecados para reunirse libre de culpa con su dios patrón Brokk Barba de Hierro.
Preapra a tus pocos soldaditos para recibir a los trasgos que os persiguen o traza un plan para seguir a la retirada.
-Maldición! hemos perdido a media tropa en este maldito campo minado! Todo el mundo reagrupado, no quiero huecos entre nosotros por los que se cuelen las sabandijas que nos persiguen! si tenemos que morir, será juntos! como hermanos! pero hasta entonces seguiremos el plan para reunirnos con los carros y conseguir una retirada limpia.
Horlum sentía molestias en su rodilla derecha, no era nada extraño después de lo que habían sufrido, sabía bien que estaría muerto si no fuera por aquella poción de emergencias que llevaba siempre consigo. La idea era clara, una retirada expeditiva en columna de a tres por el bosque, tenían en camino claro pues los batidores habían hecho bien su trabajo, y con los arboles era imposible que el enorme ejercito que les pisaba los talones fuera eficaz, irían llegando en cuentagotas y sin duda la columna de a 3 sería capaz de maniobrar y rechazar ataques aislados de los mas rápidos de entre esas bestias.
La preocupación de Horlum era encontrar a los enanos que sin duda se habían separado de su columna, para ello envió a 6 de los enanos en mejores condiciones, unos irían hacia la derecha y otros hacia la izquierda, en caso de encontrar a la otra columna la desviarían en dirección hacía la principal, y en caso de encontrarlos en problemas 2 les apoyarían y uno vendría en busca de refuerzos.
-Buscad a Dzhug! Evitad los enfrentamientos directos, pues solo tenéis un trabajo y no es morir heroicamente! confío en vosotros hermanos! Columna avanzaaaaaad!!!!! dijo justo en el momento en que los 3 grupos se dividieron.
Tras reorganizarse en el interior del bosque, hicieron falta solo unos pocos minutos para que la contienda se recrudeciera entrono a los enanos supervivientes. Una oleada de trasgos inundó el bosque atacando por derecha y por izquierda a las mermadas tropas que se encontraban bajo el mando de Horlum. Los allí presentes estaban agotados, no tanto por la batalla que había tenido lugar en los campos de Rocadura, sino por toda la andanza hasta llegar allí. No obstante, eran lo mejor de lo mejor y no bajarían la guardia hasta la extenuación o la muerte.
Los escudos enanos colocados unos contra los otros crearon una barrera casi impenetrable, que al amparo del bosque era todavía más efectiva. Las flechas no tardaron en silbar desde todas direcciones y comenzaron a chocar contra los escudos enanos. Uno de aquellos valientes comenzó a reír a carcajadas y acto seguido muchos de sus hermanos le siguieron. Se sabían rodeados y tenían constancia de que muy probablemente el dios Asthar acudiría en busca de sus almas para reunirles con sus dioses patrones, pero no tenían miedo.
- ¿Es todo lo que sabéis hacer, sabandijas? – Gritó un enano enfervorizado.
- ¡Os hemos dado bien el Piernascortas! – Exclamó otro seguido de una risotada casi demencial.
- ¡No correréis una suerte diferente aquí…! – Aquel enano quiso decir algo más, pero tan solo surgió un murmullo indescifrable acompañado de un borboteo procedente de la herida que acababa de sufrir en su cuello al ser atravesado por una saeta.
Estáis rodeados.
Opciones:
Discurso
Narrar batalla (con retirada final de unos pocos o muerte de todos los enanos)
Cualquier otra cosa que se te ocurra en ese sentido.
No marques a Brogar ni a Dzhug.
Horlum estaba en paz, habían hecho mucho mas de lo exigible, la destrucción de la fortaleza era ya imposible, en cuestión de días llegarían los refuerzos, que unidos a los defensores aplastarían por dos flancos a los trasgos y lagartianos que osasen quedarse allí. Se sabía el futuro protagonista de muchas canciones épicas, que cientos de trovadores cantarían durante siglos en la recién formada nación enana de Nugo, muchos serían los enanos que a partir de ese día se llamarían Brogar, Dzhug y Horlum. La casa Dientes de Piedra y Hacharroja se unirían como hermanos y llevarían a sus clanes a un esplendor nunca visto.
Las opciones eran pocas, solo un milagro les salvaría, y en este mundo los milagros no existían. Cargar? era un suicidio inútil, antes de tocar a uno solo de los enemigos, sin duda la mayoría habrían muerto a flechazos. retirarse? era igual de suicida, al perder la formación morirían la mayoría y el resto seguramente caería en la persecución... Solo quedaba aguantar el cerco y luchar cuerpo a cuerpo sin se acercaban.
-Mis nobles enanos! Mucho hemos hecho juntos! Hemos derrotado infinidad de enemigos y nos hemos hecho hermanos en el campo de batalla! sin duda nuestros clanes vivirán juntos un esplendor que hace unos meses era impensable! Sólo nos queda aguantar y matar hasta el último de los pielesverdes que se atrevan a acercarse a nuestra formación! CERRAD BIEN EL MURO DE ESCUDOS! NO QUIERO QUE NI UNA FLECHA SE PUEDA COLAR! SI QUIEREN NUESTRAS VIDAS QUE NOS LAS ARRANQUEN A PUÑO Y HACHA!!!!
tras confirmar que la formación era todo lo cerrada posible optó por una solución bastante inviable, la diplomática. Sin duda la mayoría de esos seres no tenían una capacidad de discutir sin emplear las manos, pero sin duda ese plan tan bien montado en la montaña y la formación de ataque que casi derrota a Nugo, dejaban entrever que había nuevos líderes que dirigían a su palurda tropa.
Horlum se arrancó un trozo de su camisa blanca, la anudó a su hacha y gritó mientras la ondeaba por fuera del muro de escudos sin sacar la cabeza para evitar una muerte mas que posible. -PARLAMENTO!!!! -OFREZCO PARLAMENTO A LA NACIÓN TRASGA Y A LA NACIÓN LAGARTIANA!!!. primero en común/enanico, luego en trásguico y por último en vivorés. Ahora era cosa de su enemigo. Atacar o respetar las normas de la guerra, cosa que nunca habían hecho.
La petición de Horlum fue desoída. Tan solo alguna risotada seguida por el impacto de las armas enemigas contra la pared de hierro fueron la respuesta que el thog obtuvo de aquellas sabandijas. Los tragos no parlamentaban. Los trasgos no negociaban. Tampoco lo habían las víboras, como el Hacharoja les había llamado. Tan solo les quedaba resistir hasta la llegada de Nugo, o morir.
El muro de escudos era una efectiva forma de luchar a la defensiva. Las flechas eran desviadas, los impactos de los filos enemigos amortiguados y cuando los escudos abrían, las hachas y los martillos enanos no tenían piedad. Los enanos sabían luchar juntos, habían nacido para ello. Eran orgullosos y efectivos en el combate. Se protegían los unos a los otros como hermanos que eran y no se rendían hasta que desfallecían o encontraban la muerte.
Durante casi media hora la tropa enana logró contener a sus enemigos. A sus pies, decenas sino centenares de trasgos yacían muertos y amontonados los unos sobre los otros, pero también se contaban a decenas los caídos en su bando. Menos de la mitad de enanos que llegaron al bosque conservaban aún la vida y los que lo hacían, era de manera penosa, agotados, heridos o moribundos.
Horlum no era una excepción. Aquel orgulloso thog lo había dado todo, había planeado de forma improvisada el ataque sobre el campamento enemigo y aquello sin duda había salvado Rocadura. También había desviado la atención de la alianza trasgo lagarto, durante un valioso tiempo que les serviría a los valientes de Nugo para recortar distancias y acabar con el invasor. La nota negativa era que no había podido salvar a los suyos ni a sí mismo.
Horlum se sintió perdido. Sangraba por casi todas las partes de su cuerpo. Espadas trasgas hacían rasgado su piel, puñales habían penetrado en su carne, mazas habían golpeado su casco y hasta una lanza lagartiana habían atravesado su brazo derecho inutilizándolo para el combate. Únicamente armado con su escudo protegía a los compañeros que tenía a diestra y siniestra.
Dos jóvenes enanos, un martillo ensangrentado y un olvidado. No los conocía, pero luchaban con honor y demostraban que el valor de su raza no tenía comparación alguna. Una lanza atravesó el cuello del joven olvidado. Soltó su escudo y perdió su martillo. Sus ojos azules pronto se tornaron en un blanco sin vida. Un filo mellado y curvo se clavó en el pecho del martillo ensangrentado. Le dio tiempo a acabar con su asesino antes de caer al barro que se había formado por la mezcla de tierra y sangre.
No supo quién ni con qué, pero algo golpeó la cabeza de Horlum. El enano mordió el barro como un instante atrás lo hiciera el martillo ensangrentado. Aquel joven guerrero no había muerto todavía. Sus ojos oscuros miraron al thog caído. Frunció su embarrado ceño en señal de dolor, pero aguantó el martirio para volver a mirar al Hacharoja.
- Es un honor morir a su lado, mi Kark. – Dijo entonces aquel joven antes de irse para siempre.
Horlum miró de lado a lado. Sus valientes habían sido disueltos. Donde estuviera el muro de escudos, se contaban infinidad de trasgos y hombres lagarto. Algunos enanos desperdigados, lanzaban sus últimos golpes mientras eran acuchillados, atravesados y golpeados hasta la muerte. Era el final. El final de los valientes que salvaron Rocadura y no habría supervivientes que contaran su hazaña. No al menos alguno que hubiera participado en las escaramuzas.
Un murmullo comenzó a sonar. Pasos a la carrera y gritos de guerra fueron lo último que Horlum logró escuchar antes de que su sentido del oído le abandonase, dando lugar a un momento de paz irracional a tenor de las circunstancias, rodeado por una extraña neblina blanca antinatural.
Antes de cerrar los ojos, Horlum pudo ver como dos hombres lagarto se fijaban en él señalándole. Uno de ellos asintió con la cabeza y el otro se acercó dos pasos hacia el thog. Supo que iban a rematarle, pero no sintió miedo. Se reuniría con los suyos. Se reencontraría con su amado padre Horlam Hacharoja. Sintió entonces el frío acero lagartiano incrustándose en su espalda, pero no sintió dolor.
Abrió los ojos y vio como el lagartiano, su asesino alzaba de nuevo la lanza. Su armadura le había salvado de la muerte, aunque no había impedido una nueva herida en su maltrecho cuerpo. El hombre lagarto armó el brazo y cuando iba a incrustar su lanza en el cuello del caído, una tromba enana cayó sobre él.
Estandartes de Rocadura, gritos de muerte y de venganza y en un abrir y cerrar de ojos, Horlum se vio rodeado de enanos. Vio como los trasgos retrocedían ante las hachas de sus hermanos. Rocadura no iba a dejar que sus hermanos, sus salvadores, murieran solos en el campo de batalla. Las puertas de la fortaleza se habían abierto y Berbagar rugía enfurecido, escupiendo improperios aquí y allá.
- ¡Matadlos, por Brokk Barba de Hierro! – Gritó encolerizado el Kark de los Valles del Oeste. - ¡Venganza! ¡Venganza por la sangre enana derramada!
Berbagar miró al suelo entre los caídos. Su expresión de dolor era inconfundible. Horlum a punto estaba de agotar su último aliento, pro pudo sentir el dolor que el Kark sentía, pues el mismo dolor sentía su debilitado corazón. Fue entonces cuando Berbagar reparó en algo y corrió hacia el Hacharoja agachándose junto a él.
- ¡Horlum! – Gritó recogiendo entre sus manos su cabeza. - ¡Horlum, amigo! – Trató de llamar su atención. - ¡Estás conmigo, no me dejes! ¡Ya está! ¡Ya está! – Berbagar alzó la mirada. - ¡Traed una camilla, por los dioses, traedla rápido! – Y eso fue lo último que Horlum escuchó antes de perder la consciencia.
El Hacharroja se sentía en paz, mucho había hecho, pero en parte se sentía responsable por no haber podido salvar a todos sus compañeros. Un sentimiento de orgullo y de deber cumplido le envolvió cuando miembros de clanes ajenos le llamaban Kark mientras moría. Sin duda habían hecho mucho y su legado perviviría.
Justo cuando notó como su verdugo herraba su ejecución una marabunta enana despedazó hasta el último de los asesinos de su escuadra, rezaba por que al menos un puñado de ellos sobrevivieran a la masacre, su vida no era importante pues era difícil resistir a tal cantidad de heridas, pero esperaba que alguno de ellos aguantara.
Una cara conocida entre la marabunta de muerte enana, Berbagar el implacable, maldito cabrón! había salido de su fortaleza para intentar salvarles, ellos no eran importantes, la ciudadela era por lo que habían acabado así.
-Sin prisioneros! cof... coff... Sin piedad!!! gritó por último antes de caer inconsciente fruto de la perdida de sangre y la adrenalina llegando a su fin.
Dzhug cayó al suelo... totalmente derrotado. Todo había desaparecido para él, no notaba su cuerpo, no escuchaba mas que los rápidos latidos de su corazón y solo veía oscuridad ¿esa era su hora? Sus latidos empezaron a sonar cada vez mas lentos...
Alguien le levantó la cabeza agarrandole de los cabellos, algo de luz entro en su vision, noto un frio filo en su garganta, pero apenas podía moverse. Delante suya, los pocos enanos que le habían seguido eran acuchillados y asesinados cruelmente por sus enemigos. Una asquerosa, rasposa y entrecortada voz le llego desde lejos a un oido, mientras unas calientes babas le cayeron tras la oreja y en la mejilla
—... zi ez Dzhug, Di-dientez de Piedra. El fa-famozo general enano...—Noto como quien fuese le escupía a la cara, pero él solo veía como un trasgo estaba cortando la cabeza de Kruni, uno de sus guardias, al que recordaba enseñando el alfabeto rúnico a su chiquillo, Konag—... que sepaz que quien te mata ez...
Nadie sabrá jamas quien era aquel fulano, porque un potente calor salio del estomago de Dzhug, que con un golpe se puso de rodillas y se elevó, lanzando a aquel trasgo por los aires. Su daga cayó al suelo no sin lacerarle en la cara. Dzhug le agarró de la cabeza y lo estampo contra el suelo. El alarido del enano como el tronar de mil montañas
—¡¡Soy Dzhug, Dientes de Piedra, del Clan Martillo Ensangrentado, y ningun sucio—Empezó a apretarle el craneo con ambas manos mientras aquel maltrecho trasgo gritaba sumido en el dolor. Notaba como detras suyo otro trasgo le acuchillaba por la espalda, pero ninguna herida le iba a parar ahora— trasgo me va matar!!
La cabeza del trasgo reventó como una sandia, Dzhug se giro llevandose a su otro enemigo agarrado al cuchillo que le había clavado en la espalda, estaba totalmente rodeado. Dzhug agarró al incauto del cuchillo y lo lanzó contra sus enemigos.. Se deshizó de la maldita armadura y, sabedor de que su muerte era segura, se lanzo contra sus enemigos, armado solo con su ira.
De un derechazo hizo explotar el estomago de un hombre lagarto, arranco un brazo de un mordisco y girando sobre si mismo golpeo con ambas manos a otro hombre lagarto, su armadura se combo por el golpe y las costillas de aquel ser explotaron. Arranco la columna vertebral de un trasgo y cuando intentaba matar a otro especialmente rapido con ella le clavaron una lanza en el revoltijo de sangre y entrañas que era su estomago. Aprovechó para hacerse con aquella arma. Los enemigos se echaban contra el pero Dzhug luchaba como un dios olvidado. Entonces uno de aquellos taimados seres le rajó por la espalda y huyó mientras dos hombres lagartos se lanzaban contra Dzhug tratando de someterle. Dzhug se deshizo del primero con un puñetazo que le lanzó por los aires pero al segundo le partió por la mitad con las manos. Pero su furia iba destinada para aquel trasgo que huia asustado de él. Dzhug soltó el que seria su ultimo taco, al menos por lo que se dice en los anales.
—¡¡Me cisco en tu sucia madre verde y gorda!! ¡¡Ningun trasgo huye tras atacar a un enano!!
Aquel trasgo era Yika el Orejotas el cual no habia sentido tanto miedo en su vida. Huia mientras veia como otros trasgos y hombres lagartos se interponian entre el y aquella mole de sangre, visceras y furia enana. Sus aliados saltaban bañados en sangre mientras veia los oscuros ojos de aquel furioso enano fijos en el.
El Orejotas se lanzó por una de las fosas que habia provocado la explosion, con la esperanza de huir de aquel enano.
Dzhug se sabía muerto, así que se lanzó a la fosa, armado con un machado craneo trasgo y un hueso desmenuzado por los golpes.
—¡¡POR EL PUEBLO ENANO!!
Tras el cayeron innumerables hombres lagarto y trasgos.
Esa fue la ultima vez que se le vio con vida, al menos, que nosotros sepamos.