Primero las palabras de la misma Nalin y posteriormente la colaboración de Dzhug provocaron que Harthor tuviera que tragarse sus palabras y sus impertinencias. Poco a poco pareció empezar a hundirse entre los que aún le respaldaban más por compromiso y viejos juramentos de honor que por estar realmente de acuerdo con su postura, hasta que finalmente pareció desaparecer del primer plano en el que se había mantenido desde el inicio de la reunión. La llegada de la thogsi había acabado de arrebatarle finalmente la razón y sobre todo el protagonismo hasta dejarle en el más oscuro ostracismo.
Fue entonces cuando Horlum aprovechó para arengar al resto de los presentes reclamando la unión de todos los pueblos enanos. Su visión sobre el futuro era una imagen de unidad frente a los enemigos de todos. Una imagen en la que el pueblo enano volviera a ser una única nación ensamblada por lazos de fraternidad, un gran Imperio temido por sus adversarios. El norte de Poniente debía ser suyo, debían dominar desde las costas del océano del Lagarto hasta los bosques del sur donde los orejas puntiagudas campaban a sus anchas, aunque eso no duraría para siempre.
La ovación que recibió el del clan Hacharoja fue de las más sonadas que nunca se habían escuchado en aquel salón del trono. Era evidente después de lo expuesto por Horlum, que Nugo tendría el apoyo de todos los karks, thogs y otros señores enanos de Poniente. Se había hecho patente que lucharían a su lado contra el enemigo común y que por primera vez desde que Nugo recibiera el apelativo de Kark de Todos los Enanos, eran realmente todos los enanos los que aceptaban tal condición y la palabra “todos” albergaba también a Harthor, pues aún con sus reticencias a aceptar a según que miembros en aquella Asamblea de la Cerveza, estaba del lado de Nugo y lo reconocía como su Kark.
- ¡Bien hermanos enanos! - Dijo Nugo tras abandonar el trono y subir sobre la mesa central que ocupaba hasta el momento de la llegada de Nalin. - ¡Es evidente entonces que lucharemos juntos al menos una vez más! ¡Atacaremos a las viles criaturas que han sitiado las Llanurras del Este! ¡A esos seres que han matado, esclavizado y en el mejor de los casos exiliado a los pacíficos enanos que moraban en ellas! ¡Arrasaremos con pieles verdes y sangres frías! ¡No dejaremos ni uno solo de sus sangrientos estandartes en pie!
De nuevo la cerveza corrió por la venas enanas tras chocar sus jarras y vitorear a Nugo. Sus palabras de guerra, venganza y sangre habían calado hondo en todos los asistentes que amaban más una buena batalla que cualquier otra cosa. Cerveza, honor y fraternidad eran tres de los pilares fundamentales de aquella civilización surgida de las montañas del norte que había colonizado los valles y llanuras que las rodeaban. Unidos bajo una misma bandera serían más poderosos que nunca y todos ellos lo sabían provocando que se relamiesen con la idea de batallar a sus enemigos del este.
- ¡Hoy es un día de fiesta! - Exclamó Nugo cuando el clamor generalizado se lo permitió. - ¡Por ello beberemos, comeremos y festejaremos hasta que las fuerzas nos lo permitan! ¡Mañana... - Hizo una pausa premeditada y miró hacia todos los asistentes. - ...mañana todos partiremos para convocar a nuestras huestes, pues debemos reunir el mayor ejército enano jamás visto! ¡Debemos aplastar a nuestros adversarios para que pasadas las generaciones aún recuerden el día en que el enano se reveló contra ellos! ¡Sólo así la paz será duradera!