Aquella asamblea fue recordada como una de las más importantes de la historia enana y no sólo por su importancia política, sino por el gasto de recursos en ella. Sin duda fue una de las reuniones de estado en las que más oro se invirtió para reunir suministros de cerveza y alimentos destinados a todos los invitados, pues a un enano se le conquistaba principalmente por el estómago y si ese enano estaba borracho aún era más fácil de convencer.
La fiesta como era de esperar duró hasta altas horas de la madrugada, aunque lo cierto fue que muchos de los asistentes permanecieron en el salón del trono de Karak-Nugo hasta que Seyran ya se encontraba en lo más alto del firmamento. Algunos dijeron que tal correría se debió a que el astro solar se vio ensombrecido por unos densos nubarrones que impidieron que la luz se filtrara a través de los ventanales existentes en el techo de la ciudadela y que por ello no se percataron de la hora en la que se encontraban. Pero no difícilmente pudieron engañar a alguien, pues se trataba de enanos que no necesitaban la luz solar para ver con claridad y deducir el momento del día y de la noche en la que se encontraban y se hizo evidente que los únicos culpables de aquel dilatado festejo fueron ellos mismo y las ingentes cantidades de cerveza derramadas sobre sus barbas.
Lo cierto fue que Nugo se despidió relativamente pronto de sus invitados para marcharse a sus aposentos a descansar. Los preparativos de aquella gran Asamblea de la Cerveza habían sido agotadores para el mandatario. Lo cierto era que aunque no lo aparentaba Nugo ya contaba con 353 años a sus espaldas y empezaban a pesarle. Ya no era ni mucho menos un enano joven y sus energías aunque eran todavía la envidia de la mayoría de los suyos mucho más jóvenes que él, no eran las mismas que un siglo atrás.
El Codo del Enano amaneció con un cielo tormentoso que nada bueno auguraba. Las leyendas y las supersticiones enanas hablaban de un mal augurio si al día siguiente a una Asamblea de la Cerveza el cielo amanecía llorando. Pero lo cierto era que la historia les decía que no siempre sucedía que si amanecía tormentoso tras una de aquellas reuniones, el objeto de tal reunión se tornara en un fracaso anunciado. Así que poco fueron los que dieron importancia a las historia de sus ancestros y una vez recuperados de los efectos de la velada anterior partieron hacia sus tierras con la clara intención de reunir a sus tropas y regresar a Karak-Nugo para iniciar la ofensiva contra los enemigos del este.
Dzhug avanzaba junto a sus enanos de confianza a través de la asolada carretera del este. Pese a la lluvia que bañaba de forma cruel los campos del este no se estaba mojando demasiado, pues el techo de la cabina del carro de guerra que le transportaba tirado por cuatro fuertes bestias, no dejaba penetrar el agua. Pese a que ya llevaban casi media jornada de viaje hacia las tierras donde su clan moraba bajo aquella intensa lluvia, el cielo se mantenía igual de oscuro que desde primera hora y la tormenta no parecía con visos de amainar. De hecho no habían visto en todo el día a Seyran, quien permanecía oculto tras aquella densa cortina de nubes.
Mientras avanzaba al frente de sus más fieles enanos, Dzhug no podía dejar de pensar en todo lo que se había tratado durante aquella reunión. De los allí presentes, era él quizás uno de los más interesados en la unión de todos los enanos. Su hogar estaba en las Llanuras del Este ahora amenazadas por los trasgos y los hombres lagarto. Era su guerra más que la de ningún otro de los asistentes a la última Asamblea de la Cerveza. Su pasado estaba marcado por la guerra y fue la guerra la que destruyó el último enclave fijo de su pueblo. Brechalanzada cayó ante los mismos enemigos contra los que todos los pueblos enanos se habían unido y era la hora de la venganza.
Sin embargo y pese que todo hacía indicar que el pueblo se había unido por fin ante una adversidad que les amenazaba a todos con la aniquilación y el más cruento de los finales posibles para su raza, no todo habían sido buenas noticias. Algo o más bien alguien había puesto una nota disonante entre los asistentes a la multitudinaria Asamblea de la Cerveza y si bien al final de ésta todo parecía haber quedado resuelto de forma más que satisfactoria, las mismas rencillas del pasado y los mismos prejuicios que no dejaban aceptar a nuevos señores, mercenarios, sectarios o mujeres, podían volver a surgir en cualquier momento. Sólo esperaba que ese momento o fuera en el fragor de la batalla.
Éste capítulo tiene que servir para preparar tus tropas de cara al combate.
En tu primer turno creo que sería interesante que tuvieras una conversación con algún héroe o capitán de tus tropas. Si lo presentamos y le damos cierto transfondo te proporcionará bonificadores en el combate.
Puede ser más de uno... la idea es una conversación con él en tu carro de camino al este.
El carro avanzaba y los enanos en su interior se agitaban levemente con el traqueteo. Las carreteras aún no estaban pensadas para la moderna ingeniería del clan, así que los carros llevaban cierto mecanismo de amortigüación con sistema de aceite animal. Mecanismos que rodeaban bajo el suelo del carro el mayor secreto de los ingenieros del Martillo Ensangrentado; un pequeño, inestable y poco eficiente motor de magma, que conseguía mover al carro a muy corta velocidad en la batalla, cuando las bestias de carga eran apartadas. Obviamente este mecanismo era de una complejidad inusitada y poco útil, pero los ingenieros lo mimaban con cariño. Dzhug, vestido con sus habituales ropas sencillas y su extraña gorra de ingeniero, estaba dándole vueltas a antiguos planos y mecanismos en su cabeza, como hacía siempre. Pero se vio interrumpido por Leonag Trostorn, el jefe de los Batalladores, su principal rival político y uno de sus generales.
—Thog Dzhug, estamos impacientes ¿Que ha ocurrido durante la Asamblea?
Dzhug alzo los enrojecidos ojos de sus callosas manos. Y miró a Leonag a los ojos, era casi un anciano, de barba y escaso pelo blanco muy bien cuidados; aunque como todos, era mercenario, y un puño de acero ocupaba el lugar de su mano izquierda. Era el representante de los Batalladores, la vieja guardia del clan, barbas largas que aún recordaban con cierta nostalgia la fortaleza perdida y veían con malos ojos el sistema actual, donde las castas no existían y muchos habian visto sus privilegios destruidos. En su defensa, y pese a que jamás habían cambiado sus modos en batalla, eran un baluarte de acero y barbas quejicas impenetrable, y siempre habían acatado las órdenes de la Asamblea del Clan.
La política del clan era algo complicada. Sobretodo debido al carácter nómada y mercenario de este, aparte de un férreo sistema democrático enlazado con la organización militar. El ejército contaba con 10 batallones, cada uno de esos batallones, en los que se incluían las familias de los miembros del clan, elegían 5 representantes que mandaban a la Asamblea del Clan. Ganabas el derecho a voto al entrar en el servicio militar, tanto si eras hombre como mujer, aunque las mujeres solo podian entrar en los batallones de la falange o en las Aulladoras. Casi todo adulto tenia derecho a voto, pues las mujeres de los guerreros que no entraban en batallones, hacian servicio militar como cocineras, administrativas, herreras, etc...
Los 50 representantes de los batallones formaban la asamblea, elegian al thog, a los generales y dirigian el clan en general. El thog tenía cierto poder, sobre todo militar, y carácter representativo. El consejo del Thog estaba formado por 5 personas, elegidas por la Asamblea entre los líderes de los batallones.
Aun en silencio, miró uno a uno a los enanos cercanos a el, los miembros de su consejo excepto los soldados de su guardia, que aun sentados, viajaban en firmes y con la mirada impenetrable tras el casco. Allí estaban Tranah, Cabeza de Aulladoras; Oragam, jefe de los Jinetes de roca y maestro de ingenieros; Leonag, Lider de los Batalladores; Kanereg, lider religioso del clan y patriarca de los Martillos Fieles; y Ulanog, general del clan, camarada en jefe de los martilladores, puño del thog, héroe del trasgocesto y otros títulos igual de pretenciosos, aparte de ser su amigo desde la infancia. El resto de generales de los martillos Ensangrentados esperaban con el ejercito. Fue Ulanog el que habló:
—Leonag, viejo quejica, tu sabes mejor que nadie lo que ha ocurrido en la asamblea de Nugo. No molestes a Dzhug. Y deja de llamarle thog, haces parecer que tengamos todos varios siglos.
Tranah soltó una sonora carcajada, golpeó su pierna con el puño y sus trenzas se empezaron a mover, revoltosas, alrededor de su cabeza. A casi nadie le caía bien Leonag, el representante de los represivos y anticuados usos antiguos en su clan. Dzhug ponía sus pensamientos en orden mientras su consejo discutía entre sí, excepto Tranah que simplemente reía por los bajo y raspaba distraidamente sus uñas con el filo de su hacha, que descansaba en su costado. Dzhug miro a Ulanog, su amigo y artífice de que el propio Dzhug fuera Thog, en contra de sus deseos, sin su terrible influencia y popularidad el seguiría con sus maquinas y sus hombres. Le dedico un insulto mental por eso mismo y se levantó. El consejo se callo de inmediato. Dzhug se acerco a una escotilla y miro fuera, mientras se apoyaba en la pared del carro se levanto la extraña gorra y se agarró la desfigurada mandibula bajo la barba, una vieja mania que le ayudaba a pensar. Después habló con su característica voz, mas áspera que rasparse el escroto con una lija y fuerte como un jabalí joven en celo:
—Lo importante es que vamos a la guerra. Y digo vamos, porque Nugo ha conseguido unir a todos los clanes. Tranah, doy por hecho que tus aulladoras están listas, las necesito en la vanguardia de Nugo junto con la mitad de los Jabatos de Fuego y unos cuantos Intrepidos en cuanto lleguemos—Tranah asintió con una feroz sonrisa, su mirada prometía sangre.— Vete con pies de plomo cuando llegues, necesitamos información, no perder guerreras inultimente.
Tranah hizó el amago de levantarse, furiosa, pero entonces echó un vistazo a los guardias, y se detuvo, murmuró su acuerdo a regañadientes. Dzhug siguió hablando, insondable:
—Va a ser una guerra cruenta y difícil—Miro a Ulanog—¿Como esta el clan?
Ulanog, con su característica sonrisa de enormes dientes y su único ojo brillante de vigor empezó a hablar
—Todos los batallones, excepto los Batalladores—Echo una elocuente mirada a Leonag— y la mitad de los Intrepidos, esta casi preparado. Tenemos una veintena de oficiales aquí y allá contratados para adiestrar tropas, pero vendrán con los demás ejércitos de los clanes. Los Intrépidos llevan semanas cazando en las montañas y están exhaustos pero escupirían el bazo antes de quedarse atrás, de todos modos, habría que darles un descanso. Tenemos otros treinta soldados y sus monturas de los Jabatos con contratos menores al norte, pero el clan que los contrató nos envió un mensaje ayer en el que los liberaba de sus obligaciones.
Ulanog no había terminado cuando Leonag intervino.
—Dzhug, los Batalladores, como sabrás, fueron mandados por tu Puño al oeste hace cosa de un mes, para cumplir una misión de exterminio de alimañas. Hace una semana partieron hacia aquí, pero se han visto…
Su amigo, frunció el ceño por la intromisión, se volvió hacia Leonag y se acercó a el, hasta que Kanereg se interpuso. Ulanog soltó.
—Tus viejos culos de trasgo deberían haber llegado hace días. Seguro que estabais de juerga mientras los demás estábamos aburridos sin poder matar nada. Así me pagas que os entregase ese cont…
Leonag, rojo como la sangre, le soltó un gancho y ambos se enzarzaron en una pelea, que Ulanog habría ganado en pocos segundos de no ser porque varios guardias y Kanereg le agarraron. Dzhug les ordeno parar y ambos consejeros se sentaron muy enfadados mirándose uno a otro con intenso odio. Dzhug miro a su amigo, su enorme tamaño y fuerza acompañados de su inconsciente rabia y aguante físico aparte de su feroz valentía le hacían muy popular entre la tropa, por no hablar de sus incontables hazañas físicas y militares, pero también le impedían gobernar el clan, pues en cualquier negociación por un simple contrato podría provocar un conflicto entre clanes. Su amigo desde la infancia, le había sacado de su taller y había usado su popularidad sumada al respeto que casi todo el clan tenia por Dzhug, ese antiguo jefe de ingenieros gruñon pero fiel y noble con sus ojos enrojecidos por su trabajo, para hacerle lider del clan casi por unanimidad. Pero a pesar de aquello, era mortalmente fiel a Dzhug y jamás usaría su influencia y poder contra el.
Dzhug le puso una mano en el hombro para que se relajara y después hablo en alto:
—Como volváis a pelearos yo mismo os ataré a los carros de combate durante un par de kilómetros, sino me confundo nos espera la mayor guerra de la historia de los enanos— Miro a Leonag— Partiremos sin los Batalladores. No, no pongas esa cara. Jamas me metería en una guerra de este calibre sin esos cabrones vejetes en mis filas. No me gustara su continuo murmullo de quejas y agravios, pero jamás he conocido a un enemigo capaz de superar a esos vejestorios, a los que todo el clan respeta.—Leonag sonrió a su pesar. Dzhug siguió hablando— . Manda a alguno de tus hombres para que nos sigan en cuanto lleguen.—Alzó un dedo al acordarse repentinamente de algo y se dirigió a Kanereg—No pude hablar con Nugo del tema de las provisiones, pero prometió mandar un representante, Kanereg, ocúpate de que venga a hablar conmigo directamente. Se que los Fieles estan al completo y deseosos de entrar en combate, por eso no te pregunto nada.
Kanereg habló con su voz de un tono extrañamente agudo, que sonaba algo silbante, seguramente porque al patriarca le faltaban la mitad de las cuerdas vocales y parte de un pulmón, viejas heridas de guerra.
—De todos modos es mi deber decirte que el hecho de que haya llovido tras la Asamblea es un mal augurio, lleva cuidado, Dzhug.
Tranah soltó otra carcajada, Dzhug pudo reprimirla así como un comentario despectivo. Simplemente dijo.
—Siempre tengo cuidado, costumbre de mecánico, mi buen Kanereg. Ulanog y Oragam, entenderos para que el clan este sobre ruedas y en marcha en cuanto lleguemos, espero que no necesitéis mucho tiempo, los camaradas estaban ansiosos de sangre hace una semana, a estas alturas estarán destrozando las armas de practica metódicamente.
Dime si tengo que arreglar algo. te dejo aquí los batallones(aunque se pueden llamar de otra manera (unidades, legiones, stratós) de ser necesario), no hace falta que te los leas, pero soy un fan de crear ejércitos =D
Los batallones eran (4 falange, 3 infanteria, 1 ingenieros, 1 caballería, 1 proyectiles):
Martilladores, Audaces Encarnados, Escudo Rubí, Defensores Sangrientos. Los 4 batallones de la falange, son los mas icónicos del clan. Armados con largas alabardas de cruentos filos de hacha, afiladas puntas de lanza y machacantes martillos. Con inmensos escudos de acero y una armadura casi impenetrable de acero tintada de rojo. Eran un muro lento y casi rigido, pero insuperable. Olas y olas de alabardas portadas por fuertes enanos, con ojos ocultos bajo cascos cuyos dueños pintaban con sangre de sus enemigos, capaces de soportar cargas y combate cerrado durante días. Dependen del resto de batallones para no verse flanqueados. En su costado solían llevar hachas y picos por si las alabardas, de casi 3 metros no conseguían mantener alejado al enemigo.
Batalladores, 1er batallon de infanteria. Viejas glorias con siglos de experiencia en combate. Armados a la antigua usanza, con hachas, espadas, armadura pesada y grandes escudos redondos.
Aulladoras, 2º batallon de infanteria. experimentadas guerreras enanas que marchan al combate de forma ciertamente arriesgada. Suelen ir armadas con dos hachas y con armadura ligera.
Martillos Fieles 3er Batallon de Infanteria. Anteriormente un simple batallon de infanteria, fue aglutinando a los miembros más supersticiosos, religiosos o directamente fanáticos. Van armados con luengos Martillos de Guerra y armadura media.
Jinetes de roca. los ingenieros del clan. Son los pilotos, guardianes y mecánicos que se encargan de los famosos carros de combate de los Martillos Ensangrentados. Así como del resto de carros de transporte del clan. Sus miticos carros estan hechos de acero, pueden ser armados con afiladas puntas y cargan dentro de si una enorme ballesta de asedio. Pueden llegar a cargas con decenas de unidades armadas sin el peso de la ballesta. Y lo mas raro, pueden moverse sin tracción animal ni humana mediante un ingenioso mecanismo, aunque su movimiento es pauperrimo y quedan detenidas con un simple escalón o charco de barro.
Jabatos de fuego El batallon de caballeria del clan. Es un batallon pequeño en cantidad de soldados. Pues solo se eligen a los Jabalies mas grandes y resistentes, para poder cargarlos de armaduras hasta los colmillos. Posiblemente las aulladoras o los intrepidos. puedan ser mas veloces que los jabatos en ciertos terrenos.
Intrepidos. Armados con enormes arcos y ballestas de cuerno. Este batallon es de suma importancia no solo para el combate sino para la alimentacion. Pues cuando los contratos no son suficientes, los Intrepidos son los encargados de alimentar al clan.
La principal estrategia de combate era colocar a la falange, numerosa, en primera linea en un amplio muro y colocar detras a los proyectiles y los carros con ballesta(usando su capacidad de fuego para obligar al enemigo a inmolarse contra la falange), los jinetes y la infantería evitarían el flanqueo. Una vez el ejercito enemigo este encallado con la falange, los carros conjunto a la caballería y a las intrépidas tratarían de flanquear al enemigo mientras la infanteria apoyaba a la falange y esperaría como reserva.
Las banderolas que coronaban las carpas bajo las cuales se había montado el campamento del clan del Martillo Ensangrentado hondeaban bajo la brisa gélida que dominaba aquel atardecer al este del Codo del Enano. Los enanos y las enanas de Dzhug Dientes de Piedra llevaban esperando a su thog tres días y dos noches hasta que el resonar de los cascos de las cabras gigantes que tiraban de los carros de guerra y el característico sonido del rodar de las enormes ruedas de aquellos novedosos vehículos enanos.
El campamento estaba tan silencioso como lo dejaron algunas jornadas atrás. No era momento para fiestas, pues aunque la fama enana hablaba de que los miembros de aquella raza pasaban sus vidas comiendo y bebiendo casi sin parar, la cruda realidad de aquellas gentes era muy diferente, al menos la realidad de los enanos de las Llanuras del Este. Sus vidas eran una constante lucha contra un sinfín de enemigos e incluso contra los elementos, por la supervivencia ya no de cada uno de los individuos de un clan o familia, sino de la misma familia o el mismo clan en sí mismo.
Se trataba de una raza que solía poner por delante el bien colectivo antes que el beneficio personal de cada individuo y eso se reflejaba en el día a día de su sociedad. Se trataba de un pueblo que por encima de todo valoraba la honorabilidad y la valentía de cada uno de sus miembros y deseaba una muerte temprana a una deshonra que durase por toda la eternidad o hasta que el nombre de aquel deshonesto enano fuera olvidado por todos los que le conocieron o escucharon hablar de él.
Pero no todo era tristeza y desolación, pues como se decía popularmente los enanos sabían divertirse. Les gustaba la bebida, eran maestros cerveceros, les gustaba la carne de caza guisada y todo ello si era amenizado por música y algún que otro baile poco o nada más podían pedir. Aunque no era momento de celebraciones pues la guerra se cernía sobre ellos. Por suerte la guerra era otra de las cosas con la que aquella osada raza de gente robusta y menuda disfrutaba.
- Bienvenido, mi thog. – Dijo un vetusto miembro de aquella raza uniformado con una anticuada armadura compuesta por una coraza sobre la cual presentaba en relieve la silueta de un martillo de guerra enano, unos guanteletes dorados con los que cubría los brazos y una greba a juego para sus cortas piernas. – No hay novedad alguna salvo una, mi señor. – Informó el enano rascándose su portentosa barba blanca.
- ¿Y cuál es esa novedad? – Intervino Tranah.
- Un emisario de Nugo se adelantó a su llegada. – Respondió el enano tan solo cuando Dzhug cabeceó confirmado que quería escuchar lo que tenía que decirle. – Es un contable, mi señor. Quiere tratar el tema de las provisiones para la guerra que nos ha sobrevenido.
- Traedlo ante mí. – Ordenó aquel al que apodaban Dientes de Piedra.
Era evidente que Nugo estaba muy interesado en sus casi ochocientos guerreros. De no ser así no se habría molestado en enviar con tanta premura a un emisario con tal de tratar el tema del avituallamiento de sus tropas. En la guerra como en la vida no todo se solucionaba a base de hachazos o más bien sí, pero para pegar dichos hachazos uno debía de tener la fuerza suficiente como para mantener el arma firme. Por eso era imprescindible hablar de abastecimientos y suministros.
Aquel enano era un ser un tanto esmirriado para el común de los miembros de su raza. Se trataba de un individuo pequeño hasta para ellos. Portaba una barba negra de chivo con evidentes signos de calvicie entorno a su quijada y unos diminutos lentes sobre su gruesa nariz le servían para dotar a sus pequeños ojos de la claridad visual perdida por el evidente y continuo estudio de los tomos que poblaban las bibliotecas de Karak-Nugo.
- Gracias por recibirme, mi buen Thog. – Dijo aquel ser con una voz tan aguda que se asemejaba a la de un niño, una mujer o un eunuco. – Debemos tratar el tema de los aprovisionamientos. Puede que lo que le tengo que ofrecer parezca poco, pero sin duda será suficiente para varios meses de campaña. ¿Dónde desea que tratemos el asunto que nos atañe, mi thog?
Dzhug entro en el campamento con gozo en el pecho y gesto de enfado. Saludó a todos los que se cruzaron mientras ellos le saludaban cortesmente. Desde que le habían elegido thog se había encargado de tener una lista con los nombres y datos de sus guardias, guerreros y demas miembros del clan. Obviamente no se los sabia todos, pero lo intentaba. En el clan el solo era el brazo de la voluntad de los miembros, obviamente lideraba pero su poder provenia de ellos. Por eso les trataba como a iguales, aunque la disciplina fuese ferrea como la cabeza de un martillo. En el momento en el que olvide que soy un mero instrumento de mi pueblo, me perderé. Despues le dedico otro insulto a Ulanog por meterle en ese lío y recibio las noticias.
Asi que estaba allí el enviado de Nugo... La asamblea le había dicho que no le exprimiera, su pueblo entendía que esta guerra seria muy costosa para Nugo y eran demasiado orgullosos como para cobrar mas de lo necesario. Aun así pensaba apretarle un poco. Sabia que los enanos del oeste tenían mucho dinero, que se repartiese un poco entre los enanos seria lo mejor. Despacho sus asuntos con Ulanog y le invitó a la negociación si quería aparecer, en calidad de observador de la Asamblea.
El cuero cabelludo se le erizo cuando le llamo thog. Rapidamente se hizo una idea del enviado de su rey. No era un guerrero, pese a que querian erradicar ese sentimiento por prejuicioso, los miembros del clan no podian evitar despreciar a cualquier enano que se dedicase a otra cosa que no fuese guerrear. Dzhug echo un vistazo al enano de las gafitas Basura servil, seguro que se cree inferior a mi, pobre enanillo, jamas sera libre Pensó Dzhug. Habria buscado otro tono a su voz, pero era por todos conocidas. Sonó como un tenedor sobre hierro pulido pero grave como una avalancha
— Es un placer atender a tan honorable servidor—Puso énfasis en esa palabra— de Nugo. Venga conmigo, buen enano, discutiremos en mi tienda—Alzo el indice mientras pasaba su brazo por encima de aquel enclenque. Le echo un severo vistazo—¡Ah! Y llamame Dzhug o Dientes de Piedra mientras estemos en el campamento.
Andaron por el campamento mientras Dzhug le enseñaba su distribución y saludaba por su nombre a muchos enanos y enanas. El Campamento era sencillo y útil. Era un hexágono casi perfecto con 3 calles equidistantes que se unían en el centro. Dzhug se lo fue explicando mientras paseaban hacia el centro.
—Cada una de las tres alas formadas por las calles corresponde a una parte del ejer...—Saludo a un grupo de jovenes enanos, muy fornidos— ¡Hola Graranog, Uldi, Kivash. Espero que hayan ido bien esas practicas!—Los jovenes les saludaron en firmes con amplias sonrisas bajo las cortas barbas. Después se dirigió otra vez al enviado—Ah si. Esta parte es la de la falange, la base de nuestro poder; esta es la de la infantería y proyectiles, y al otro lado esta el circo de los de caballería e ingenieros. Somos capaces de construir y deconstruir el campamento en solo 4 horas. Aunque este en concreto cuenta con un pequeño foso excavado y algunas cosas mas, pero las hicieron para mantenerse ocupados.
Todas las tiendas y barracones eran iguales, excepto por toques personales que dibujaban los propios miembros del clan. No se veía ni un atisbo de lujo por ninguna parte, pero se notaba que todos los enanos estaban muy bien alimentados y la limpieza era primordial. Las armas que descansaban por doquier eran de la mejor calidad.
Al final llegaron a una tienda mas grande que las demas, aunque carecia de adornos ni ostentacion. Estaba situada en frente de un enorme circulo excavado que contaba con varios estrados de madera y se encontraba en medio del campamento, en la union de las tres calles.
— Ese es el lugar donde se reune la Asamblea. Esta en el centro del campamento porque es nuestro corazon. El lugar de donde surge nuestra fuerza. Pero bueno, pase pase.
Abrió la piel de la tienda y entró. Dentro no había ninguna pompa innecesaria. Un colchon de buena factura sobre el suelo de tela. 6 asientos toscos de madera para reuniones del consejo. Un arcón pequeño y una mesa. Que se encontraba llena de papeles.
—Sientate donde quieras y hablemos de eso que dices me va a parecer poco. Aunque no creo que quiera contrariarme, de aqui a cualquier salida hay al menos 200 metros de guerreros enanos sedientos de pelea.—Lo soltó como una broma, mientras se sentaba en uno de los toscos asientos tras agarrar un papel y pluma de la mesa, pero su mirada era dura como su voz.
- Veo que no sois comparable a ninguno de los señores enanos en lo que se refiere al arte de la guerra, Dzhug. – Dijo Gimbor, pues a ese nombre respondía aquel enclenque enano. – Habéis hecho un buen trabajo montando este campamento. Como he dicho, los aprovisionamientos son un bien escaso durante épocas de guerra.
Como sonaba aquello no le agradaba al Thog. Sin duda parecía que aquel emisario iba a negociar a la baja el tema que les acontecía. Obstáculos, escasez, negativas, todo eso no favorecía a la causa común de todos los enanos. Sabía que Nugo debía repartir entre numerosos bandos. Sabía que algunos de esos bandos no se conformarían con poco y sabía que Nugo tenía claro que por muy poco sería respaldado por su clan. Pero necesitaba un mínimo. Necesitaba provisiones suficientes para sobrevivir al viaje que les conduciría al frente y no pensaba quitarle a su pueblo los alimentos que durante el verano habían cultivado para hacer feliz al Kark de Todos los Enanos.
- Dado que ya os encontráis en las Llanuras del Este y que conocéis bien el terreno donde tendrán lugar la mayor parte de las batallas… - Prosiguió Gimbor el emisario, pero entonces fue interrumpido.
- ¿No pretenderás que nos hagamos cargo de los suministros también nosotros? – Preguntó una susceptible y evidentemente molesta Tranah.
- Sólo digo que hay aldeas diseminadas por toda la geografía de los valles de las cuales podríais aprovisionaros. – Respondió con su aguda voz el emisario.
- Quieres decir que debemos asaltar aldeas para que nuestras tropas coman. – Alzó Leonag la voz. – Podemos hacerlo, pero esas aldeas sufrirán un invierno nefasto si agotamos sus suministros.
- Sea como sea debéis viajar al norte. – Habló Gimbor. – La guerra tendrá allí lugar. Necesitaréis un sitio donde acampar y…
- ¿Estás diciendo que para acampar necesitaremos de una villa? – Volvió a tomar Tranah la palabra. - ¿Acaso no has visto este campamento?
- Sé que sois un pueblo nómada… - Recuperó la palabra el invitado a aquel consejo.
- Si lo sabes, sabrás que no dependemos de nadie para viajar. No dependemos de aldeas que acojan a nuestros soldados, no dependemos de asaltar villas para robar sus suministros. No… - En esta ocasión fue Oragam quien no dejó explicarse a aquel pequeño enano.
- ¡Dejad que hable! – Exclamó Ulanog cortando de golpe las quejas de Oragam. - ¡Dejad que hable y que diga lo que tiene que decir!
- Gracias, general. – Dijo sinceramente Gimbor. – El Kark Nugo quiere que viajéis al norte. Me da igual que os asentéis en vuestras carpas o bajo el amparo de las villas que se encuentran en Valle Gris, cerca del Desfiladero de las Almas. Allí será donde las tropas del Valle del Oeste lideradas por Berbagar y las tropas del sur del Escudo del Norte capitaneadas por Harthor se unan a vosotros. Nugo partirá con el grueso de las tropas del Codo del Enano y de sus aliados del noroeste desde el norte.
- ¿Qué comerán nuestras tropas hasta que ese momento llegue? – Preguntó Kanereg, el último de los enanos allí presentes en intervenir.
- ¡Ahí voy! – Respondió complacido Gimbor. – Pues bien, tres aldeas se encuentran en un ratio de cinco kilómetros cerca del paso. Nurtian, Malpaso y Verderoca acogerán a vuestras tropas y se encargarán de que nada les falta a vuestros hombres hasta el momento en que debamos marchar al frente. Aprovecharemos para hacernos fuertes allí y defender el valle Gris de haber alguna incursión hasta la llegada del resto del ejército de Nugo. Dichas aldeas están a menos de cinco días de marcha desde aquí donde estamos. Creo que es una opción inmejorable. ¿Dzhug?