EPÍLOGO 1. UN CUERVO.
Berbagar caminaba de lado a lado de su amplio salón. El nerviosismo se había apoderado del Kark de los Valles del Oeste. Llevaban cinco jornadas de asedio y los enemigos a sus puertas no hacían más que multiplicarse. La lluvia de proyectiles comenzaba a dañar la estructura de la fortaleza de Rocadura y aunque el Kark sabía que aquel recinto nunca había sido tomado, estaba convencido de que su enemigo tramaba algo.
- ¡Qué diantre hacen allí! – Gritó en alto ante sus consejo el Kark de los Valles de Oeste. – Sabéis tan bien como yo, que no tiene demasiado sentido la estrategia que los pieles verdes están llevando a cabo.
- Mi señor… - Uno de los consejeros se adelantó un paso reclamando la palabra. – Creo que se trata de una distracción. Podrían estar esperando algo o construyendo un arma de asedio…
- ¡Lo sé diantre, lo sé! – Explotó Berbagar. – Nuestros espías dicen que están talando el bosque y construyendo maquinaria pesada de asalto. Pero aun así…
En ese momento se abrieron las puertas del salón. La docena de consejeros y el propio Kark voltearon la cabeza descubriendo que quien había perturbado su reunión era uno de los maestres escoltado por dos guardias de la ciudadela. Sin duda alguna, la presencia de aquel hombre sabio en el lugar era sinónimo de noticias, pues de lo contrario no hubiera osado molestar.
- Maestre Thraindin. – El Kark se dirigió al recién llegado descendiendo del trono y caminando hacia aquel anciano enano de larga barba blanca y vestido con un hábito negro con capucha. - ¿Qué os trae hasta mis aposentos?
- Un cuervo, mi Kark. – Respondió el maestre. – Trae inquietantes noticias. - Hizo una pausa. – Horlum Hacharoja está en las inmediaciones. El ejército de Nugo está en camino…
- Qué Horlum esté aquí es más bien una buena noticia. Que Nugo esté de camino, es algo que ya sabíamos. – Berbagar se acercó al maestre Thraindin. - ¿Cuál es la inquietante nueva?
- Túneles mi señor. – Respondió el maestre. – El enemigo está cavando túneles. Debemos reforzar la vigilancia en los niveles inferiores.
El grito de Berbagar fue escuchado prácticamente en toda la ciudadela. No había descartado esa posibilidad. Lo cierto era que sabía que los trasgos eran bueno mineros, pero hasta ese momento no había sido informado de tal hecho. De no ser por Horlum y los suyos todavía ignorarían aquello. ¿A qué demonios se estaban dedicando sus espías?
EPÍLOGO 2. UNA EXPLOSIÓN.
Los guerreros de Rocadura se acumularon en los niveles inferiores de la ciudadela. Los maestres trataban de localizar mediante mapas y también bajo el meticuloso estudio de las paredes de la roca, el lugar más probable por donde aparecerían los pieles verdes. Se notaba el nerviosísimo entre los allí presentes, pues nadie había sido capaz de prever un ataque desde el subsuelo.
Tras algunas horas, un joven maestre creyó haber localizado algo. Gracias a una pequeña trompetilla que iba colocando junto a la pared desnuda de la roca y escuchando a través de ella, logró captar algo. Se trataba de un ruido rítmico y continuado. Si duda y gracias a su dilatada experiencia como minero, supo de qué se trataba. Picos y palas sonaban sin cesar. Alguien escavando del otro lado se acercaba lenta pero irremediablemente hacia ellos.
- ¡Creo que lo tengo! – Dijo al fin. Todos los guerreros y demás maestres centraron su atención en aquel joven. - ¡Ruido de excavación!
Mientras tanto el Kark Berbagar se hallaba en el balcón que daba al exterior junto a sus aposentos. Desde aquella posición podía observar con claridad el campamento trasgo y las hogueras alrededor de las cuales aquellos mal nacidos se reunían. Ya había anochecido y el Kark todavía no había tenido noticias de los maestres que se encontraban investigando en los niveles inferiores, la ruta más propicia para la excavación del túnel por parte de sus numerosos enemigos.
En ese preciso momento vio como algo se movía en la lejanía. Se trataba de jinetes a tenor de la polvareda que estaban levantando. Trató de agudizar la vista y entonces supo de qué se trataba.
- ¡Horlum! – Apretó el puño en señal de rabia. Rabia por no estar allí junto con sus hermanos.
Pudo observar desde aquella posición la escaramuza. Vio como un sector de aquellos valeroso enanos que cargaba en la dirección en la que se encontraba un ejército enemigo infinitamente superior en efectivos, se encargaba del campamento trasgo montado en las inmediaciones del bosque y como otro contingente algo mayor se dirigía a un segundo campamento que se hallaba cerca de quinientos metros alejado del primero.
Las escaramuzas duraron poco y fue entonces cuando un atronador resplandor casi cegó al Kark de todos los enanos. Una terrible explosión hizo temblar el suelo y removió la tierra dejando un profundo cráter en mitad de la llanura. Una inmensa nube de humo nubló la vista de Berbagar imponiéndole seguir siendo testigo de la valentía de sus hermanos.
- Olvidados… -Dijo para sí mismo. – Sólo puede ser obra suya.
El Kark estaba furioso. Se acercó hasta su lecho junto al cual se hallaba su armadura. Chasqueó los dedos y dos jóvenes escuderos acudieron en ayuda del líder enano. En ese momento comenzaron a sonar tambores de guerra trasgos y lagartianos en el exterior, pues la caza de los valientes enanos de Horlum, Dzhug y Brogar acababa de empezar.
- Ayudadme a colocarme la armadura. – Dijo el Kark.
Los dos escuderos se miraron incrédulos. ¿Pretendía salir a luchar en terreno abierto? Sin duda era una temeridad, pues las fuerzas enemigas superaban en número a las enanas en una proporción de uno a siete. Pero Berbagar parecía decidido a ello.
- ¡Rápido, por todos los dioses enanos! – Enfureció de nuevo el Kark de los Valles del Oeste. - ¿Es que pretendéis dejar morir a vuestros hermanos allí afuera, mientras reposáis seguros vuestros pesados panderos? – Gruñó terriblemente molesto y los dos escuderos se apresuraron por colocar las piezas de armadura sobre su legítimo dueño.
EPÍLOGO 3. LA BATALLA FINAL.
Fue una temeridad por parte de Berbagar abrir las puertas de Rocadura para que tres mil valerosos enanos cargaran contra siete veces más de enemigos. No obstante, no era sólo la ira la que mandaba en las cabezas de aquellos enanos, sino la lealtad por los hermanos que se habían arriesgado a morir por salvarles a ellos. Lealtad y honor, pues vivir arrepentidos el resto de sus vidas de no haber muerto junto a sus hermanos en aquel glorioso día, les remordería la consciencia hasta su lecho de muerte.
Berbagar fue el primero en cargar y le siguieron todos sus hombres. La punta de lanza embistió con fuerza contra las tropas enemigas. Aquella carga fue realmente demoledora. Con gran parte del ejército enemigo en persecución de Horlum y los suyos y el resto sin esperar un ataque tan directo y abiertamente suicida, tardaron bastante en poder reaccionar. Muchas fueron las bajas entre los pieles verdes y los de sangre fría, hasta que pudieron plantar cara, aunque lo cierto es que la batalla no acabó en un abrir y cerrar de ojos.
Toda la noche estuvieron peleando a las puertas de Rocadura, la cual fue tomada por el enemigo, al menos en parte. Tragos y reptilianos penetraron tras las puertas de la ciudadela y esperando no encontrar oposición en su interior, la hallaron en las mujeres, los ancianos y los niños enanos que se esforzaron en repeler al invasor.
La punta de lanza salió en persecución de las fuerzas que trataban de dar caza a Horlum los suyos. Les fue difícil llegar hasta el bosque y no lo hubieran conseguido de no haberse conjugado los astros a su favor y haber aparecido en el momento adecuado los carros de guerra de la Sima y el Martillo Ensangrentado. El bombardeo abrió paso a Berbagar y a medio millar de enanos en dirección a la contienda que mantenía contra las cuerdas a los héroes que habían advertido de la excavación trasga.
Berbagar llegó tarde, pues los escudos enanos ya habían caído para ese entonces. Pocos eran los hermanos que todavía quedaban en pie. Pero como una tromba de agua cayeron Berbagar y los suyos contra aquellos desalmados que se encontraban ensartando a heridos y moribundos y dando muerto a aquellos pocos enano que todavía se mantenían en pie. Allí estaba Horlum, siendo hostigado por varios hombres lagarto y en el momento en que iban a ensártale con una lanza, Berbagar rugió.
- ¡Matadlos, por Brokk Barba de Hierro! – Gritó encolerizado el Kark de los Valles del Oeste. - ¡Venganza! ¡Venganza por la sangre enana derramada!
Berbagar en persona recogió a Horlum del suelo y lo sacó de allí escoltado por cuatro de sus mejores guerreros enanos. El Thog de la Sima estaba malherido, pero sui se daban prisa viviría para ver un nuevo amanecer.
Y fue precisamente con el amanecer, cuando ya todo parecía perdido y los defensores de Rocadura casi habían perdido el enclave en favor de aquellas bestias, cuando Nugo llegó. Nugo y su ejército pasaron sobre el campo de batalla como un vendaval que expulsó a todo trasgo y todo hombre lagarto, arrebatándoles la vida u obligándoles a huir para nunca regresar a menos que la muerte desearan encontrar.
EPÍLOGO 4. TRAS LA BATALLA.
Se hallaban en la necrópolis de Rocadura situada en uno de los niveles más bajos de Rocadura. Era allí donde los roquedureños enterraban a sus difuntos. Al fondo de dicho cementerio, en una zona algo más elevada situada en una capilla apuntalada por gigantescas columnas de más de diez metros que se elevaban hacia el techo de la cripta, era donde guardaban reposo los restos de los Karks de antaño y los más notables enanos que jamás pisaron y moraron en los Valles del Oeste.
Era allí donde unas dos mil almas se habían reunido para dar el último adiós a todos los difuntos de la guerra y en especial a dos enanos sin cuya participación, sin duda alguna el resultado de la guerra podría haber sido muy diferente a como sucedió. Brogar el Deshonrado. Brogar el Filósofo. Maestro de los Olvidados. Y Dzhug Dientes de Piedra. Thog del Martillo Ensangrentado. Estratega sin igual.
Ambos habían caído durante la última de las batallas. Se habían sacrificado para que los allí presentes tuvieran un futuro mucho más halagüeño. Dos auténticos héroes que serían recordados a través del tiempo, pues sus vidas y sus hazañas se contarían de padres a hijos y esos hijos las contarías a los suyos hasta el fin de los tiempos, cuando la raza enana entrara en declive y desapareciera de Gea reuniéndose con los dioses creadores.
Nugo presidía la ceremonia por la que se celebraba los oficios por todos los caídos durante aquella cruenta guerra, junto con el Kark del los Valles del Oeste y los sacerdotes del templo de Brook Barba de Hierro, dios enano de las Montañas y patrón de Rocadura. No cabía en el templo una sola alma más y muchos eran los guerreros que habían tenido que quedarse en el valle, pues no había sitio en ellos tras los muros de Rocadura y de hecho eran muchos los que ya habían iniciado el retorno a casa.
Frente a Nugo se hallaban dos ataúdes de piedra. Ambos abiertos y vacíos. No se había podido recuperar el cuerpo de Brogar. La solución final se había encargado de ellos. Tampoco habían hallado entre los muertos a Dzhug, pero una semana después de su desaparición y habiendo retirado todos los cadáveres del campo de batalla sin hallarle entre ellos, se le había dado por muerto también.
- Ofrezco este martillo en recuerdo de Dzhug Dientes de Piedra, Thog del Martillo Ensangrentado. – Nugo hizo una pequeña pausa que aprovechó para introducir aquel poderoso martillo en el interior del féretro cuya losa de piedra llevaba el nombre de aquel Thog sin patria ni terrotorios.
- Y ofrezco estos guantes en recuerdo de Brogar, Maestro de los Olvidados. Quién allá donde esté, ha recuperado el honor perdido. – Se notaba que el Kark de Todos los Enanos estaba visiblemente afectado por aquella pérdida. – Aunque nos encontramos muy tarde, siempre le guardé cariño. Siempre le quise como al hijo que nunca tuve. Te fuiste demasiado pronto Brogar… - Una lágrima recorrió la mejilla del Kark, mientras colocaba con delicadeza los guantes dorados en el interior del ataúd de piedra del Olvidado. - …demasiado pronto ahora que nos habíamos encontrado…
Un joven enano esperaba en el patio principal del Salón de los Olvidados. Era la primera vez que visitaba el lugar y observaba maravillado la fantástica fortaleza que un día abandonada, la Orden hizo suya. Ahora, mil años después, su aspecto era formidable. Los Olvidados se habían ganado el respeto de la mayoría de los clanes y recibían su asistencia de forma amistosa. De esta forma ellos podían dedicarse al motivo de su fundación. Luchar por el Pueblo Enano y encontrar la redención.
Un viejo enano salió al patio para encontrarse con el recién llegado.
—Bienvenido, Thordek, ¿verdad?
—Así es.
—¿Estás seguro de lo que vas a hacer hijo mío?
—Sólo así encontraré mi honor perdido.
—¿Y se puede saber...? No, no es necesario Tu pasado aquí no importa Thordek.
Los dos enanos penetraron en la fortaleza. Nunca la Orden había vivido un momento de esplendor como ese. Casi mil enanos poblaban sus filas. Pero curiosamente sus líderes, el Consejo de Nadie, no lo celebraban. Se sentían felices de dar un lugar en el que encontrar consuelo a los enanos que perdían su honor, pero eso también significaba que eran muchos los enanos deshonrados. Y eso no era bueno para el Pueblo Enano.
La Guerra de las Llanuras un milenio atrás, fue el punto de inflexión para la Orden. Pasaron de ser un puñado de locos que se inmolaban a ser una parte fundamental del reinado de Nugo. El kark de todos los enanos siempre pudo contar con la orden y también sus herederos. Así fue como se ganaron la amistad y el respeto del Pueblo Enano.
El viejo enano llevó a Thordek a una sala llena de estatuas. El legendario Memorial de los Inmortales. El lugar donde eran recordados aquellos Olvidados que con sus vidas habían hecho mucho más que recuperar su honor. El joven enano vio a Gorr el Segundo, y Ughar, la Llama Furiosa, dos de los más grandes Olvidados. Pero no eran los únicos. Muchas más estatuas decoraban la sala, un recuerdo a su vida y sus obras. Y entre todas las estatuas había una que destacaba sobre las demás y estaba colocada al final de la estancia. No representaba a un sólo enano. En la parte inferior un grupo de olvidados cargaba a la batalla, mientras que encima suya un gran enano con los brazos abiertos les alentaba para luchar. Una estatua que fue esculpida mil años atrás.
Cuando Thordek la vio cayó de rodillas y las lágrimas surcaron su rostro.
—¿Es él?—preguntó.
—Así es hijo mío. Brogar, Padre de los Olvidados, Fundador de la Orden, Dios Enano de la Redención.
Horlum estaba vivo, contrapronostico los clérigos de Rocadura pudieron arrastrar su alma a su maltrecho cuerpo, del cual había empezado su periplo al feudo del Dios de todos los enanos.
Las heridas eran aún claramente visibles en el Thog de la Sima, y no eras las físicas las que mas le dolían, perder a su amigo Dzhug le había privado de algo que hasta ese momento nunca había atesorado, los vinculos de la guerra con un igual, mas aun, con alguien sumamente mejor que él en el arte de la guerra, dos enanos de clanes tan diferentes pero a la vez tan compatibles. El clan guerrero de Dzhug ya se había ganado su sitio al lado de la Sima, sin duda la perdida de su amigo no tendría ningún efecto en sus planes, Horlum era un enano de palabra y cumpliría lo pactado.
Horlum había sido recompensado con un gran honor, estar al lado de los dos únicos Karks que él legitimaba en el entierro de los valientes caídos, tras el acto ceremonial de Nugo, Horlum dio un paso adelante, reconocido por su Señor.
-Un superviviente de la escuadra viene a servir pleitesía a los valientes caídos! gritó. -Nada se puede decir de estos dos valientes que no hayáis escuchado antes, Brogar el Olvidado! el hombre mas sabio que he conocido! su palabra era sinónimo de respeto y de decencia, dio su vida por darnos unos valiosos minutos, y que esté aquí de pie dan muestra de que los consiguió! Gracias Brogar! Dijo dejando un escudo Simerio rojo en su ataud, símbolo de su defensa a los que sobrevivieron gracias a su sacrificio.
-Dzhug Dientes de Piedra, Yo solo puedo decir que eras mi amigo, mi amigo y el mejor estratega que he conocido, el Krakado y la Sima han perdido al mas valioso de los mercenarios, que ha llevado a un clan antaño denostado a ser mirado con respeto por todos los presentes. Tuya es mi hacha, roja como el campo de batalla tras de ti.
Tras sus palabras el joven Simerio volvió a su sitio, dejando continuar la ceremonia. No iba a decir nada mas por el momento.
Mentiria si diria que he llorado. Pero me ha emocionao amigos.
EPÍLOGO 5.
Se puede decir que las palabas de Horlum calaron hondo entre los asistentes al funeral conjunto de los dos héroes enanos, Dzhug Dientes de Piedra y Brogar el Olvidado. Las buenas palabras del simerio dieron por concluida aquella ceremonia en la que no sólo se recordaba a aquellos notables enanos que ahora estarían gozando de un buen banquete y una buena cerveza en los salones de los dioses enanos. Aquella ceremonia y aquellas palabras iban también dirigidas a todos aquellos valientes que perdieron la vida en nombre de la raza enana.
Tres días pasaron de luto tras el funeral. Tres días en los que la mayor parte de los efectivos desplazados por la guerra, fueron retornando a sus hogares. Tres días en los que se guardó respeto a los caídos hasta que Nugo convocó de nuevo a las máximas autoridades del karkado.
Figuras notables se reunieron en la ciudadela de Rocadura. Figuras como el Kark Berbagar, anfitrión del resto en la fortaleza de Rocadura, así los demás thogs del oeste o Doarg thog de Colinaguda y sus iguales de las llanuras del este, no faltaron a la cita. Tampoco faltaron los representantes de todas las casas del Codo del Enano a aquella Asamblea de la Cerveza y presidiendo el acto, el Kark de todos los enanos, Nugo señor de karak-Nugo y Kark de las llanuras del este.
Había acabado el tiempo de lamentaciones. Grandes guerreros habían muerto. Grandes enanos habían abandonado Gea para nunca volver. No obstante, el invasor había sido expulsado. Los trasgos habían mordido el polvo y regado las tierras enanas con su sangre. Los hombres lagarto tan temidos antaño, no habían causado el pavor que se pronosticaba, pues también habían muerto bajo los martillos y las hachas enanas.
- ¡Hermanos! – Gritó Nugo alzando la voz sobre todos sus semejantes. - ¡Hermanos! – Gritó todavía más alto buscando la atención que no tenía y en esa ocasión la obtuvo. – Quiero tomar la palabra, pues me veo en la necesidad de expresar lo que siento ahora que todos estamos reunidos. – Hizo una breve pausa en la que sonrió hacia todos sus semejantes. – Sólo puedo daros las gracias, pues lo que hemos logrado no hubiera sido posible sin vuestra participación y vuestra ayuda.
Los enanos allí reunidos alzaron sus jarras de cerveza y vitorearon las palabras del Kark de Todos los Enanos. Chocaron sus jarras derramando parte de su contenido sobre mesas, suelo y barbas y brindaron por la victoria. Brindaron y bebieron y no fue hasta que Kark reclamó de nuevo la palabra cuando el murmullo generalizado cesó por un momento.
- Es mi deber como Kark de todos los presentes y también de algún ausente… - Sonrió de forma socarrona. - …reconocer la labor de nuestros héroes. – Apretó el puño y se aclaró la voz tratando de concentrarse y de dejar de lado los efectos que el alcohol que corría por sus venas causaban en su discurso. – Siempre estaré en deuda con todos vosotros, no obstante, puedo saldar, al menos en parte, las deudas que tengo con alguno de los presentes. – Nugo alzó la vista buscando entre los presentes a alguien. Fue entonces cuando vio a Ulanog, puño del Thog Dzhug del Martillo Ensangrentado. - ¡Ulanog amigo, acércate por favor!
El general, sorprendido se puso en pie y miró al kark algo desconcertado. Poco a poco se fue abriendo paso entre sus beodos camaradas hasta encontrarse junto a Nugo. Fue entonces cuando aquel notable enano le recibió y estrecharon la mano.
- El más íntimo amigo de nuestro querido Dzhug. – Le miró de arriba abajo. – Una lástima la pérdida de tan buen camarada. ¡Que con los dioses se halle! – Y todos repitieron aquella última afirmación al unísono. – El pueblo enano está en deuda con tu gente, Ulanog. No sólo os fue arrebatada vuestra tierra en el pasado sino que ahora habéis perdido a vuestro thog. – Posó la mano sobre el pecho del general. – Es hora de nombrar un nuevo thog para el Martillo Ensangrentado. – Hizo una pausa. – Siempre fuiste la mano derecha de Dzhug. Nadie como tú conoce las peculiaridades de tu pueblo, ni ha vivido tan de cerca el gobierno de su anterior thog. Por ello, como Kark de Todos los Enanos, me veo obligado a nombrarte a ti, mi viejo amigo, Thog de tu pueblo y os entregaré tierras en las llanuras del este. Tierras que podréis cultivar, tierras donde podréis construir los cimientos de vuestro pueblo. Tierras que cerrarán bocas de los que alguna vez no consideraron digno a Dzhug de ser llamado thog o a su pueblo de ser uno más de los muchos clanes que lo conforman. ¡Así lo siento y así lo ordeno!
De nuevo las jarras chocaron, la cerveza fue derramada y los vítores y las risotadas confirmaron que todos los presentes no podían estar más de acuerdo con su Kark. Ulanog, enano de pocas palabras le dio las gracias a su señor de forma tímida y con una sonrisa orgullosa regresó con los suyos a los cuales abrazó y muchos de ellos lloraron y rieron orgullosos. Fue entonces cuando Nugo volvió a alzar la mirada y encontró al simerio.
- ¡Hacharoja! – Gritó el nombre del thog de la Sima. - ¡Horlum, ven! ¡Ven, hermano!
El pelirrojo, líder de la Sima Forjahachas, thog de su pueblo y orgulloso portador del apellido Hacharoja se encaminó ante su Kark. Fue a su llegada frente a Nugo cuando hizo un gesto para hincar la rodilla en señal de respeto al Kark de Todos los Enanos, pero éste se lo impidió.
- ¡No compañero, no! – Dijo agarrándole de los hombros. – A partir de hoy y ante la atenta mirada de todos nuestros hermanos y de los dioses enanos, ya no deberás hincar la rodilla nunca más ante mí, pues a partir de hoy, ostentarás mí mismo cargo. – Habló Nugo sembrando alguna duda entre los presentes y tras unos segundos de incertidumbre sonrió. – ¡Seguiré siendo el Kark de Todos los Enanos! ¡Al menos mientras vosotros lo queráis! Pero algo cambiara hoy. Horlum, has demostrada lealtad. No a mí, sino al pueblo enano. Has demostrado valentía y coraje, pues otros murieron donde tu sobreviviste. Pero por encima de todo has demostrado ser un enano cabal que piensa por encima de todo en el pueblo sobre el que gobierna. – Tomó aire antes de seguir hablando. – Por ello me veo en la obligación de nombrarte Kark. ¡Desde el día de hoy y hasta el día de tu muerte, tú enano valeroso, tu hermano de la roca, serás Kark por derecho adquirido! ¡Serás Kark porqué yo, Kark de Todos los Enanos así lo quiero! ¡Te nombro a ti, Horlum Hacharoja, hijo de Horlam, señor de la Sima forjahachas, Kark de la Sima y Kark del Martillo Ensangrentado! – Hizo una pausa. – Pues sé, que así lo hubiera querido Dzhug de haber sabido que moriría en combate. – Cerró los ojos pues una lágrima a punto estuvo de surcar sus rechonchas mejillas. – Gobernarás para la Sima y gobernarás para el Martillo Ensangrentado. Ulanog lo ha aceptado. Ya lo hablé con él antes de nombrarle Thog. De esta forma vuestros pueblos quedan unidos. Así lo quiso Dzhug y así lo quiere el Thog del Martillo Ensangrentado.
Aquella proclamación fue todavía más sonada que la anterior. Ulanog se acercó hasta donde Nugo y Horlum se encontraban e hinco la rodilla ante ambos. Ulanog gobernaría sobre su pueblo. Un pueblo que rendiría obediencia al krakado de Horlum. Así se lo había ganado en batalla y así Dientes de Piedra lo habría querido.
Horlum quedó estupefacto durante un instante, él hijo de Horlam, quien murió en batalla dejándole al cargo de una ciudad a una edad muy temprana, había conseguido con sus actos y palabras que el único Kark de todos los enanos le recompensara elevándolo a su mismo status, y con él a la SimaForjahachas, que pasaba de ser una ciudad medianamente rica gracias al comercio de acero rojo, a la capital de su llamado.
- Kark Nugo, yo horlum hacharroja, hijo de Horlam, acepto con orgullo el cargo de Kark de la Sima y Kark del Martillo Ensangrentado, lo hago con orgullo de saber que no podría dirigir mejor pueblo, y que lo haré respetando a su thog presente y pasado, y sobre todo respetando los acuerdos que tenía con Dzhug, la sima y el martillo son hermanos desde antes incluso de mi nombramiento, pero ahora la hermandad es ley y encomendaré mi vida a que nuestro pueblo prospere y siempre en favor del Kark de todos los enanos.
Tras su discurso, mientras los enanos aprovechaban esta última excusa para beber y reír más aún, El Kark horlum se acercó a su recién nombrado vasallo, le puso la mano sobre su hombro y le espetó: -Ulanog, thog del martillo ensangrentado, desde hoy serás mi mano derecha, te escucharé y respetaré como a mis más allegados y espero contar con tu respeto y confianza, nunca calles pues necesito que los que me asesoran sean francos conmigo. Tú pueblo nunca estará por debajo que la sima, somos iguales.
EPILOGO 6.
El viaje Nugo hacia el noroeste dio por finalizado en cuanto atisbó Cañón Púrpura. Habían pasado ya diez años desde la batalla de las Llanuras. Diez años en los que aquella región había prosperado hasta alcanzar un esplendor nunca antes visto en la región. El pueblo que otrora nombrara thog a Garuk Martillo de la Tormenta prosperó hasta convertirse en un asentamiento estable dentro de las salvajes tierras del noroeste, rodeadas por innumerables tribus tragas y otros enemigos igual de temibles. No obstante, poco o nada se parecía el lugar que Nugo tenía frente a sus ojos, al que dejó Garuk tras su muerte, a cargo de su hija.
Nalin Martillo de la Tormenta, oriunda de Cañón Púrpura en lo más profundo de las salvajes tierras del Noroeste. La primera de su casa, guardiana del noroeste, matadora de trasgos, líder de las Hijas de la Galerna. Thogsi de Cañón Púrpura había cambiado por completo la apariencia de aquel lugar en sus pocos años de gobierno. Una aldea construida en madera, había pasado a convertirse en una ciudad de piedra amurallada y con un infranqueable bastión defensivo en su centro, morada de la thosi y de aquel o aquella que la sucedieran.
Nugo fue escoltado por dos poderosas guerreras enanas, dos hijas de la Galerna hasta el Bastión. Allí esperaba una Nalin de mirada altiva. Iba ataviada con una túnica dorada y sobre la cabeza portaba una tiara de oro y engastada en esmeraldas. Nugo la miró de arriba abajo escapándosele una sonrisa. Tan orgullosa como siempre, ta severa como la recordaba, tan bella...
- Nugo, Kark de Todos los Enanos, thog de Karak-Nugo, señor del Codo del Enano. - Habló una de las guerreras de forma protocolaria.
Nugo hizo una leve reverencia hacia la thogsi del Cañón Púrpura.
- Nalin Martillo de la Tormenta, thogsi de Cañón Púrpura, la que dio a luz durante la batalla y siguió combatiendo. - Proclamó otra de las hijas de la Galerna.
- La conozco. - Sonrió Nugo. - Toda la enanidad conoce esa historia.
- Así es, Nugo. - Habló entonces la Thogsi. - Todo el mundo sabe que un varón nació de la batalla. Todo el mundo intuye cual es su procedencia, pero nadie se atreve a decirlo en alto.
Nugo bajó la mirada refunfuñando algo para sí. Nalin seguía sin perdonarle el anonimato de su único descendiente vivo. Su segundo bastardo conocido, si es que tenía más. Entendía a Nalin, pero no podía hacer otra cosa. Rudrim nunca sería un hijo legítimo. Si quería ser thog o quería ser kark debía ganárselo como hicieron otros.
- Traigo un presente para el pequeño. - Exclamó Nugo. - ¿Dónde está?
- Lo supongo. - Habló Nalin de forma severa y tajante. - Cómo cada año dese hace diez desde la victoria en la batalla de las Llanuras. - Nallin guardó silencio y el Kark de Todos los Enanos se mostró incómodo, comenzando a mirar en todas direcciones y rascándose bajo la barba. Entonces Nalin sonrió. - ¡Vamos, ven conmigo! Muchas son las nuevas que tenemos que intercambiar.
Nugo respiró al fin tranquilo. Aquel trance por el que debía pasar año tras año, nunca le sentaba bien. No obstante, lo pasaba peor con cada año cargado tras su espalda. Por suerte, tras aquel saludo tenso, Nalin siempre mostraba su mejor cara. Parloteaban, intercambiaban historias, bebían cerveza e incluso gozaban como solo los enanos sabían. Al final aquella thogsi sabía respetar lo que marcaban las leyes enanas. Sabía que Rudrim sería kark, pero que debía ganárselo con honor y sangre y no culpaba a Nugo.
EPÍLOGO 7.
Cuando la guerra de las Llanuras dio fin en el año 338 de la p.e. El kark Berbagar ya se había erigido como señor del Valle del Oeste. Aunque de recibir algún enano dicho honor parecía antes de la guerra destinado a Harthor de Colina Hueso, tras su cobardía perdió toda opción y fue finalmente Berbagar, a quien traicionó, quien acabó por gobernar sobre todo el oeste.
Fue por petición de Nugo, el Kark de Todos los Enanos, que en el año 356 de la p.e. Berbagar comenzara la construcción de una nueva ciudadela en las montañas. Eligió la cordillera conocida como Escudo del Norte, al sur de sus tierras como lugar idóneo para la edificación de los cimientos de sus salones y sus minas. No fue una elección casual, pues optó por construir la fortaleza en una montaña cercana al paso del Duende, el cual unía el valle del Oeste con la zona austral del Escudo del Norte. Se trataba de un paso estratégico que Berbagar deseaba tener controlado, sabiendo además de Colina Hueso y su antiguo aliado y ahora enemigo Harthor buscaba el control de la zona.
No fue hasta el año 379 cuando la fortaleza de Karak-Berbagar fue concluida y en ese mismo momento ratificó la alianza con su viejo amigo. Así Nugo seguiría gobernando sobre el Codo del Enano y las llanuras del Este y los valles hasta los dominios de la sierpe Eokhrani y las tribus trasgoides del norte, mientras que Berbagar gobernaría en vasallaje al primero, en el Escudo del Norte y el valle del Oeste controlando desde Karak-Berbagar, el sur de las tierras enanas.
Harthor, enfadado con la decisión del gran Kark de nombrar kark del Escudo del Norte a Berbagar incitó a los pueblos enanos del sur del Escudo y del norte de las montañas Azules a unirse contra el que llamaba Autoproclamado rey enano Nugo y fue en el año 383 de la primera edad de la historia cuando se declaró el inicio de la primera guerra de las barbas.
- ¡Hermanos! - Alzó Harthor la voz al frente de un nutrido grupo de caballería enana, no menos de un millar y escoltado por tres millares de soldados de infantería y no menos arqueros y hasta veinte carros de guerra. - ¡Camaradas! - Volvío a gritar. - ¡Es la hora de saldar cuentas! - Habló de forma solemne y los suyos alzaron los puños aclamaron a su kark. - ¡Es la hora de la venganza! ¡Es la hora de derrocar al falso y autoproclamado Kark de Todos los Enanos! - Aquellas amenazas surtieron el efecto deseado entre los suyos, pues de nuevo Harthor fue aclamado. - ¡Hoy es el día en que la tiranía de Nugo y su gobierno de terror darán a su fin! ¡Es la hora de la redención, hijos míos! ¡Morid por mi, morid por nuestro pueblo!
Y entonces tras una sonrisa maliciosa, Colina Hueso y los pueblos al sur de las montañas Azules cargaron contra el enemigo a grito de muerte y proclamando el nombre de su Kark, Harthor. Entonces Bathor, hijo menor de Harthor bajó la mirada, llenó los pulmones y suspiró apenado antes de cargar junto al resto de sus hermanos, fruto de la obediencia debida para con su kark y padre, aunque totalmente en desacuerdo con lo que estaba a punto de darse.
EPÍLOGO 8.
Un joven enano esperaba en el patio principal del Salón de los Olvidados. Era la primera vez que visitaba el lugar y observaba maravillado la fantástica fortaleza que un día abandonada, la Orden hizo suya. Ahora, mil años después, su aspecto era formidable. Los Olvidados se habían ganado el respeto de la mayoría de los clanes y recibían su asistencia de forma amistosa. De esta forma ellos podían dedicarse al motivo de su fundación. Luchar por el Pueblo Enano y encontrar la redención.
Un viejo enano salió al patio para encontrarse con el recién llegado.
—Bienvenido, Thordek, ¿verdad?
—Así es.
—¿Estás seguro de lo que vas a hacer hijo mío?
—Sólo así encontraré mi honor perdido.
—¿Y se puede saber...? No, no es necesario Tu pasado aquí no importa Thordek.
Los dos enanos penetraron en la fortaleza. Nunca la Orden había vivido un momento de esplendor como ese. Casi mil enanos poblaban sus filas. Pero curiosamente sus líderes, el Consejo de Nadie, no lo celebraban. Se sentían felices de dar un lugar en el que encontrar consuelo a los enanos que perdían su honor, pero eso también significaba que eran muchos los enanos deshonrados. Y eso no era bueno para el Pueblo Enano.
La Guerra de las Llanuras un milenio atrás, fue el punto de inflexión para la Orden. Pasaron de ser un puñado de locos que se inmolaban a ser una parte fundamental del reinado de Nugo. El kark de todos los enanos siempre pudo contar con la orden y también sus herederos. Así fue como se ganaron la amistad y el respeto del Pueblo Enano.
El viejo enano llevó a Thordek a una sala llena de estatuas. El legendario Memorial de los Inmortales. El lugar donde eran recordados aquellos Olvidados que con sus vidas habían hecho mucho más que recuperar su honor. El joven enano vio a Gorr el Segundo, y Ughar, la Llama Furiosa, dos de los más grandes Olvidados. Pero no eran los únicos. Muchas más estatuas decoraban la sala, un recuerdo a su vida y sus obras. Y entre todas las estatuas había una que destacaba sobre las demás y estaba colocada al final de la estancia. No representaba a un sólo enano. En la parte inferior un grupo de olvidados cargaba a la batalla, mientras que encima suya un gran enano con los brazos abiertos les alentaba para luchar. Una estatua que fue esculpida mil años atrás.
Cuando Thordek la vio cayó de rodillas y las lágrimas surcaron su rostro.
—¿Es él?—preguntó.
—Así es hijo mío. Brogar, Padre de los Olvidados, Fundador de la Orden, Dios Enano de la Redención.
EPÍLOGO FINAL.
El polvo se había posado ya sobre la tierra y los cadáveres habían sido retirados, quedando todo estaba en calma. Los pocos trasgos supervivientes se retiraron al este y los enanos se encerraron en Rocadura para brindar por la victoria y para llorar a los muertos. Sin embargo y aunque todo parecía efectivamente quieto en las llanuras, algo se movió en el interior del cráter.
Un puño surgió de entre los escombros abriéndose paso y extendiendo los dedos una vez notaron el aire fresco de la noche geasiana. Se trataba de una enorme zarpa enana que luchaba por desenterrar al resto de su cuerpo. Para cuando surgió la cabeza del maltrecho enano nómada y volvió a ver a Maahn y a las estrellas pese a que pensó que eso no sucedería, tan sólo pudo pensar en una cosa que dijo en alto.
- Debo apuntar en mi libreta no volver a hacer esto... - Y el ulular de una lechuza se escuchó como único eco a aquella rotunda afirmación.
¿FIN?