Partida Rol por web

La Guerra de las Llanuras.

Capítulo 5. El Nuevo Orden Enano.

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12/08/2017, 12:22
Director

Aquella asamblea fue recordada como una de las más importantes de la historia enana y no sólo por su importancia política, sino por el gasto de recursos en ella. Sin duda fue una de las reuniones de estado en las que más oro se invirtió para reunir suministros de cerveza y alimentos destinados a todos los invitados, pues a un enano se le conquistaba principalmente por el estómago y si ese enano estaba borracho aún era más fácil de convencer.

La fiesta como era de esperar duró hasta altas horas de la madrugada, aunque lo cierto fue que muchos de los asistentes permanecieron en el salón del trono de Karak-Nugo hasta que Seyran ya se encontraba en lo más alto del firmamento. Algunos dijeron que tal correría se debió a que el astro solar se vio ensombrecido por unos densos nubarrones que impidieron que la luz se filtrara a través de los ventanales existentes en el techo de la ciudadela y que por ello no se percataron de la hora en la que se encontraban. Pero no difícilmente pudieron engañar a alguien, pues se trataba de enanos que no necesitaban la luz solar para ver con claridad y deducir el momento del día y de la noche en la que se encontraban y se hizo evidente que los únicos culpables de aquel dilatado festejo fueron ellos mismo y las ingentes cantidades de cerveza derramadas sobre sus barbas.

Lo cierto fue que Nugo se despidió relativamente pronto de sus invitados para marcharse a sus aposentos a descansar. Los preparativos de aquella gran Asamblea de la Cerveza habían sido agotadores para el mandatario. Lo cierto era que aunque no lo aparentaba Nugo ya contaba con 353 años a sus espaldas y empezaban a pesarle. Ya no era ni mucho menos un enano joven y sus energías aunque eran todavía la envidia de la mayoría de los suyos mucho más jóvenes que él, no eran las mismas que un siglo atrás.

El Codo del Enano amaneció con un cielo tormentoso que nada bueno auguraba. Las leyendas y las supersticiones enanas hablaban de un mal augurio si al día siguiente a una Asamblea de la Cerveza el cielo amanecía llorando. Pero lo cierto era que la historia les decía que no siempre sucedía que si amanecía tormentoso tras una de aquellas reuniones, el objeto de tal reunión se tornara en un fracaso anunciado. Así que poco fueron los que dieron importancia a las historia de sus ancestros y una vez recuperados de los efectos de la velada anterior partieron hacia sus tierras con la clara intención de reunir a sus tropas y regresar a Karak-Nugo para iniciar la ofensiva contra los enemigos del este.

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12/08/2017, 13:29
Director

Nugo se desperezó extendiendo los brazos hacia atrás mientras daba un largo u profundo bostezo. La noche había sido larga para él. Mucho más larga de la que la mayoría de los asistentes a la Asamblea habrían sospechado cuando el Kark de Todos los Enanos se despidió para acudir a sus aposentos y descansar. Pocos eran los que se habían fijado Nalin, líder de las Hijas de la Galerna se marcho aproximadamente media hora después que Nugo. Menos eran los que albergaban alguna sospecha de sus intenciones.

El lecho del regente de Karak-Nugo era cómodo y espacioso. Las sabanas de lino eran frescas y suaves. Mucho más suaves de las que Nalin acostumbraba a usar. Pese a la conmutabilidad del lecho de Nugo, lo que más había apreciado la thogsi había sido el reparador baño de agua caliente y jabón con el que Nugo había premiado su fidelidad. Posteriormente fue Nalin la que agradeció con creces el banquete, el baño y las comodidades de la ciudadela puestas a su disposición al líder de todos los enanos del norte del continente de Poniente.

El sol se filtraba a través de los ventanales del techo de la ciduadela escavados en la roca de la montaña. Anunciaba que el día había amanecido oscuro, lo cual era señal de mal augurio entre los miembros del pueblo enano. Las leyendas y supersticiones decían, que tras una Asamblea de la Cerveza no era bueno que amaneciera con tormenta, era sin duda un mal augurio.

El kark enano se puso en pie y se acercó hasta un aparador ornamentado de forma algo recargada y agarrando una jarra sirvió leche de cabra en dos copas y le acercó una a la renovada enana que yacía en el lecho que ambos habían compartido durante esa noche. Nalin agradeció la oferta y bebió de un trago el contenido de la copa manchándose los labios y propiciando que Nugo se los limpiara pasando su dedo sobre éstos.

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12/08/2017, 13:33
Nugo

- La tormenta es un mal augurio para la guerra a la que nos enfrentamos. - Dijo Nugo Kark de Todos los Enanos. En ese preciso instante un resplandor iluminó la estancia y un trueno ensordeció a los dos enanos, pues sin duda había caído justo encima de la ciudadela. - ¿Cómo debemos afrontar la guerra? ¿Cuáles deben ser nuestros próximos pasos? ¿Harhtor... debemos confiar en él? Creo que si no confiara tanto en ti como lo hago estaría del lado de Harthor. El orden establecido ha imperado durante muchos siglos y ahora han surgido nuevos poderes. Mercenarios, sectarios, thogsis... ¿Qué debemos hacer, querida? ¿Qué debo hacer?

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23/08/2017, 18:31
Nalin

Nalin se incorporó a la vez que se cubría el cuerpo con la elegante ropa de cama. Se sentó en el borde de la misma mirando hacia el kark y tomó aire. Quizá se debiese a que Nugo y ella eran de generaciones distintas, pero todo eso de los augurios le parecían cuentos de antaño. Sin embargo, no quería ser brusca en sus palabras ya que respetaba las tradiciones y creencias de su pueblo y, aún más, respetaba al kark Nugo.

- Quizá el enemigo piense lo mismo que nosotros, igual para ellos la tormenta también es un mal augurio para la batalla y, en ese caso ¿a quién favorecerían los dioses? Eres una persona sabia Nugo, sabes el respeto y admiración que siento por ti, pero si mi consejo vale de algo, no debemos acobardarnos por una simple tormenta, ¿qué es al fin y al cabo? Agua, estruendo y vientos fuertes, nada más. En esta batalla hay algo distinto, mis guerreras y yo somos las Hijas de la Galerna, igual en este caso el augurio nos otorgue la ventaja. Dijo Nalin sonriendo con dulzura a Nugo. Quería tranquilizar al Kark.

- Deberíamos trazar una buena estrategia e intentar sorprender al enemigo en la medida de lo posible. Yo no tengo la experiencia estratégica que tenéis algunos, pero creo que deberíamos aprovechar nuestras fortalezas. Somos más inteligentes, sabios y estrategas que esos seres. Deberíamos aprovechar nuestra superioridad no sólo como guerreros. Nalin hizo una breve pausa y continuó respondiendo a Nugo

- Respecto a lo de Harthor... sé que no confía en mí y puede que nunca lo haga. No tengo nada que demostrarle, pues ha visto las dotes que tengo en batalla y mi capacidad para liderar a mis guerreras y aún así no ha servido de nada... Ese viejo enano es un atajo de defectos, pero durante generaciones ha estado al pie del cañón dando su vida por el resto de nosotros . Mi familia confiaría en él y yo también. Además, no creo que comenzar una guerra desconfiando de nuestros hermanos de batalla sea la mejor opción. Yo, por lo menos, daré mi vida por proteger a cualquier enano de cualquier casa, y espero que ese sea el espíritu con el que el resto de ellos acudan a tu llamamiento.

Nalin era consciente de que sus palabras podrían tener poco calado en Nugo, pues al fin y al cabo era una mujer enana, joven y con menos experiencia que la mayoría de ellos, por lo que en cierta manera era ella una de las cosas que más desconfianza y preocupación le generaba al kark.

Miró a Nugo y se acercó a él al tiempo que recogía su ropa del suelo. Sabes que no soy una mujer dada a la palabrería, no voy a intentar manipularte ni convencerte con ella. Lo único que puedo hacer es darte mi opinión y mostrarte hasta qué punto yo si confío en ti. De lo contrario, no hubiera acudido a tu llamada, ni mucho menos nos encontraríamos en esta alcoba.  

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23/08/2017, 19:03
Nugo

- Tienes razón en algo. - Dijo Nugo que inmediatamente se llevó la mano a a barba y miró en dirección al suelo como reflexionando. - En muchas cosas diría yo... - Nugo se acercó al borde de la cama donde se encontraba la enana. - Los augurios, Harthor, la estrategia... - En ese momento Nugo se quedó en silencio. Nalin intentaba vestirse pero el Kark de Todos los Enanos interrumpió por un instante su labor. El enano se colocó justo detrás de la líder de las Hijas de la Galerna, sentándose tras de ella y posando sus poderosas manos sobre sus hombros. Con una inusitada delicadeza en un miembro de la raza a la que ambos pertenecían, comenzó a masajear los hombros de la joven guerrera. Nugo sentía la tensión que aquellos músculos y poco a poco trató de que éstos se relajasen. Nalin sentía el calor del cuerpo de su compañero pegado a su espalda y por un momento cerró los ojos gozando de los cuidados de su compañero. Pero en ese momento recordó que debía partir Cañón Púrpura para reunir a sus huestes. De aceptar aquel masaje muy posiblemente acabasen enzarzados en una nueva batalla que le retrasaría demasiado en sus quehaceres. Puede que Nugo notase que Nalin no estaba receptiva en cuanto a los más oscuros deseos del regente de Karak-Nugo o puede que simplemente el Kark entendiera que debía dejar partir a Nalin hacia su tierra. Lo cierto fue que el enano se puso en pie dando la espalda a la guerrera y al igual que ella, empezó vestirse con las cómodas ropas que solía utilizar siempre que se encontraba bajo la protección de los muros de su ciudadela. Por el contrario el atuendo que Nalin eligió fue muy diferente. Sus ropas de batalla, su armadura y poderosa hacha de guerra enana a la espalda fueron las prendas con las que Nalin partiría hacia el noroeste.

- Estrategia... - Nugo pronunció aquella palabra de forma enigmática. - Creo que nuestro pueblo empieza a estancarse en viejas técnicas de combate. Gente como tú, como Dzhug o como los Olvidados son los que heredarán el futuro de nuestra raza. Yo ya no estaré para verlo Nalin. Me hago viejo, lo noto en los huesos. Crujen, duelen... - Nugo chasqueó la lengua. - No he podido engendrar descendencia, quizás por eso creo en que esta guerra determinará si mi nombre perdura en el tiempo o es olvidado para siempre. Mi linaje morirá conmigo, pero deseo dejar un mundo mejor para las futuras generaciones enanas. Debemos ganar esta guerra. Debemos desangrar a nuestros enemigos. Debemos ser implacables... - Nugo sonrió al ver el rostro de Nalin. La joven enana permanecía de pie frente al Kark escuchando todo lo que salía por la boca de Nugo. - ¿Te estoy aburriendo verdad? - Nugo rió a carcajadas. - ¡Soy un viejo cascarrabias! ¡Sólo tú me haces sentir algunos siglos más joven! ¡Ves, Nalin Martillo de la Tormenta, líder de las Hijas de la Galerna, Toghsi de Cañón Púrpura! ¡Ves y reúne tus tropas para mi!

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05/09/2017, 23:28
Nalin

Nalin terminó de vestirse y recomponer su trenza, se colocó la tiara que ocultaba la enorme cicatriz de su frente y se dirigió con paso decidido hacia la puerta. Antes de abandonar los aposentos de Nugo, se paró y miró al Kark dedicándole una dulce sonrisa. Sin mediar palabra cerró la puerta y fue a buscar a Grieda Llygg, su segunda al mando de las Hijas de la Galerna. Debían partir cuanto antes hacia Cañón Púrpura, en lo más profundo de las salvajes tierras del Noroeste.

El camino de regreso a su tierra fue largo y pesado. Tras varias semanas de viaje, divisaron a lo lejos el bello y familiar paisaje que tan bien conocían. Las llanuras repletas de verdes pastos y flores silvestres, los robles y abetos que se agrupaban a un lado del camino y a lo lejos, la pedregosa senda que conduce a lo más profundo de Cañón Púrpura.

Comenzaba a anochecer y quedaban pocas horas para llegar a casa. Las vistas eran realmente asombrosas. El cielo, puro y limpio mostraba un amplio abanico de tonalidades, desde el naranja más vivo hasta un profundo  tono añil. La emoción por el regreso se entremezclaba con la ansiedad por la batalla próxima. 

Con Maahn sobre sus cabezas, iniciaron el largo descenso por las verticales y peligrosas pared del cañón, no sin suffrir algún que otro resbalón sin importancia. Cañón Púrpura era la profundísima huella de un río ya inexistente, casi un kilómetro en las zonas más profundas y hasta 100 km de longitud.

A medianoche llegaron a la aldea. Se trataba de una un pueblo bastante particular, con construcciones firmes, y seguras a la par que austeras y sencillas. Algunas de las casas eran como cuevas, pues se encontraban talladas en la propia roca, mientras que la mayoría de ellas, las situadas más en el centro del mismo, eran casas construidas con gruesos muros de roca caliza y recias puertas y ventanas de madera de roble. Podría llegar a decirse que, hasta cierto punto, éstas se camuflaban con el entorno. 

La casa familiar de la toghsi de Cañón Púrpura era ligeramente mayor que la del resto de habitantes. Se trataba del mismo tipo de construcción, con la particularidad de situarse justo en el centro de la aldea, en lo que podría llamarse la plaza comunal. Dos guerreras enanas custodiaban sus puertas día y noche. En lo alto de la casa ondeaba una bandera con el escudo de la familia. Encima de la puerta destacaba una gran cornamenta caprina tallada en la roca. 

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06/09/2017, 12:03
Director

- ¡Bienhallada seas, Nalin Martillo de la Tormenta, Azote de Trasgos, Toghsi de Cañón Púrpura! – Dijo un enano anciano nada más verla acerándose hacia el centro de la villa, donde se encontraba su palacio, aunque no fuera un palacio al uso. - ¡Demasiado tiempo hace desde que marchaste! – Exclamó aquel viejo amigo y consejero de la gobernadora de aquel clan. - ¿Cuánto hace ya, dos meses? ¡Te echábamos de menos! – Profirió con una sonrisa en los labios oculta bajo su espesa y canosa barba.

- Greirran de Cabonorte. – Nalin sonrió. – Yunque de mis Tormentas, regente de mi clan… - Nalin posó su mano sobre el hombro de aquel encorvado enano. - …ponme al día de todo lo sucedido en mi ausencia.

El interior de la casa de la Toghsi era tan austero como el exterior. Nalin no gustaba de vivir rodeada de lujos innecesarios y tampoco precisaba de ornamentos o detalles que adornasen sus estancias. Se encontraban en la sala donde solía reunirse con su consejo, sentados frente a una mesa redonda, algo rudimentaria y de madera de roble. Las sillas eran del mismo material con sus asientos forrados con piel de cabra. Una chimenea caldeaba el ambiente con abundante leña.

- Verás Nalin. – Comenzó hablando aquel enano. – Nada remarcable ha pasado desde tu marcha. Ha habido algunos casos de disputas entre habitantes, se ha dictaminado justicia, castigado a los culpables y reparado el daño de los inocentes, pero todos asuntos sin importancia. Las cosechas siguen bajo el programa establecido, la caza ha sido abundante estos meses y estamos preparados para el invierno. En cuanto al problema de las incursiones de trasgos de las montañas, nada nuevo que reseñar, el caso es…

- Dime Greirran. – Interrumpió Nalin a su hombre de confianza. - ¿Tenemos soldados suficientes como para defender la villa, sus alrededores y los campos de cultivo? Soldados suficientes para enviar un amplio batallón a la guerra que Nugo quiere librar contra los enemigos del este.

Greirran cambió su expresión hasta entonces jovial por una más seria. Ya habían hablado aquello en algunas ocasiones. El pueblo de Cañón Púrpura era un pueblo guerrero. Era la toghsi de su pueblo desde que se libró la batalla del Cañón sesenta años atrás. Fue donde su padre Garruk y sus hermanos mayores cayeron y fue por esa batalla que el Cañón empezó a ser conocido con el sobrenombre de Púrpura, en recuerdo a toda la sangre derramada ese día.

Muchos de los más aguerridos enanos perecieron en aquella guerra. El pueblo de Nalin no se había recuperado todavía de aquel duro golpe. Es sabido por todos que la capacidad reproductiva de los enanos no es como la de otras razas. Por contra sus miembros suelen ser mucho más duros que los de otras razas como la humana o la trasga, más difíciles de matar y más longevos.

Greirran no recomendaba enviar tropas al este. Aquel anciano recordaba la guerra mejor que la mayoría. Por ese entonces Nalin ya era adulta y aunque participó en la batalla pero no lo hizo en la vanguardia y de hecho no tuvo que cruzar su filo con el de los pieles verdes. Garruk no lo permitió, no quiso que su hija y las unidades que tenía a su cargo se expusieran al combate. Necesitaba tener un heredero y confiaba más en su hija menor que en sus dos hermanos mayores. Posiblemente con la entrada en batalla de Nalin y sus tropas se habrían salvado muchas vidas enanas, pero eso ya era historia y no se podía cambiar.

Greirran sí estuvo en la vanguardia de aquel ejército y combatió codo con codo con su togh hasta su muerte. Greirran odiaba la guerra desde ese fatídico día y quería impedir bajo cualquier concepto que los enanos del Cañón Púrpura se vieran inmiscuidos en una guerra que no consideraba suya. Ya tenían más que suficiente con tratar de repeler los ataques de los invasores trasgos que rodeaban su territorio desde todos los puntos de la geografía del noroeste.

- Ya hemos hablado sobre esto en varias ocasiones, mi toghsi. – Respondió finalmente Greirran. – Sabéis mejor que yo de las tropas que disponéis. Cuatrocientos lanceros, otros tantos soldados de infantería, doscientos ballesteros y arqueros y casi cien jinetes de cabra. Contáis con tres carros de guerra y medio centenar de batidores. Eso sin contar con las Hijas de la Galerna. Más que suficiente como para defender nuestra pacífica villa de los enemigos de nuestro pueblo.

- Debemos cumplir la leva de Nugo. – Advirtió Nalin. – Mi padre le juró lealtad casi ochenta años atrás. Fue uno de los primeros en reconocerle como Kark, cuando otros aún no hincaban sus rodillas ante él. – La enana negó con la cabeza ante la actitud de su consejero. Le entendía pero no compartía la visión del mundo que aquel veterano tenía. - ¡Debemos colaborar!

- Sé qué tipo de relación de ata a Nugo… - En ese momento Greirran fue interrumpido por Nalin, quien se puso en pie y golpeó con el puño cerrado sobre la mesa.

- ¡No vayas por ahí, Greirran! – Le reprendió severamente la enana. – ¡Es el honor y la responsabilidad para con nuestros hermanos lo que me mueve!

- En ese caso… - Greirran miró hacia el techo de la estancia y empezó a contar con los dedos mientras farfullaba algo ininteligible. – Creo que con la mitad de los soldados hoy disponibles, si instruimos a los jóvenes en el arte de la guerra y construimos una buena empalizada… - Suspiró. - …con eso creo que bastará para defendernos de nuestros enemigos.

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13/09/2017, 22:50
Nalin

Nalin se sintio verdaderamente ofendida por el comentario de Greirran acerca del tipo de unión que la relacionaba con Nugo. Ya estaba harta de que los demás se creyeran con derecho a opinar sobre su vida personal y se preguntaba si, de ser hombre, se atreverían a hablarle así. ¿Se hubiera atrevido alguien a cuestionar la relación de su padre con cualquier otra persona? ¿Se atreverían a hacérselo a Nugo? Halló la respuesta en su mente y se sintió aún más furiosa.

Se mantuvo en silencio durante unos segundos, serenándose para no perder la cordura. Trató de olvidar el tenso momento anterior y se centró en las palabras de Greirran.

- De acuerdo Greirran, entonces necesitaré que prepares a alguno más de la mitad de todas mis tropas. Deseo llevar conmigo a 200 lanceros y otros 200 soldados de infantería, 200 ballesteros, 200 arqueros y la totalidad de mis jinetes de cabra, así como las Hijas de la Galerna. Pero supongo que ya contabas con eso. Dijo Nalin, y sin darle tiempo a Greirran para responder prosiguió. - Me gustaria partir lo antes posible, así que prepara todo lo necesario. Nos esperan.

Nalin se dirijió hacia la salida de la estancia con paso firme y serio y se despidió del anciano con frialdad. 

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14/09/2017, 08:00
Director

Las tropas que la líder del aquel pueblo del noroeste estuvieron dispuestas para la marcha tan solo dos días después de que Greirran y Nalin se reunieran entrono al fuego del hogar de la toghsi de cañón Púrpura. Un total de novecientos efectivos marcharían desde el noroeste para reunirse con la columna principal liderada por Nugo. El más esplendoroso ejército enano se estaba gestando para dar caza y acabar con aquellos infames pieles verdes que tanto daño habían causado a su raza desde tiempos inmemoriales. Era hora de saldar cuentas, era hora de exterminar a sus enemigos.

El cabrero de la toghsi había dispuesto a las mejores ciento cincuenta cabras de guerra para aquella ocasión. Aquel enano medio ciego y medio sordo, sucio como las mismas cabras que cuidaba, maleducado, apestoso y ruidoso viajaría con ellos. Zugdum era sin duda en muchas ocasiones una molestia, pero nadie comprendía como él a aquellos tozudos animales. Estaba muy unido a ellos, en ocasiones demasiado y hasta límites que sobrepasaban la decencia. Muchas burlas había recibido por sus más oscuras prácticas, pero a Zugdum nada parecía alterarle. Amaba a las cabras, entendiendo amar en todas las posibles afecciones de la palabra. No obstante, Nalin confiaba en él para guiar al rebaño hasta el Codo del Enano. ¿Quién sino Zugdum para esa empresa?

La compañía salvo los jinetes de cabra y los capitanes viajaría a pie. Las cabras que no portaran a ninguno de aquellos guerreros sobre su lomo, cargarían con las provisiones. Esa era otra de las preocupaciones de todo general. Las provisiones eran algo fundamental para la tropa. Un general debía ser previsor. Si sus escuadras no comían, no combatirían bien, se producirían deserciones y en último extremo muertes por inanición. Ya eran suficientes los enemigos como para combatir también contra el hambre.

Muchos eran los factores que debían tenerse en cuenta antes de una gran guerra como la que iba a tener lugar. El clima era otro factor a tener en cuenta. Las bajas temperaturas podían hacer enfermar a los valerosos guerreros imposibilitándolos para el combate. El extremo calor podía producir deshidratación, desmayos, fatiga. El terreno que debían recorrer podía ser peligroso, por lo que debía trazarse una ruta segura antes de la partida. Se debían evitar zonas excesivamente accidentadas, zonas en las que fuera fácil ser emboscados. Aunque lo cierto era que también se tenía que tener en cuenta la ruta más rápida hasta el destino.

Se habían perdido guerras ganadas porque alguna o algunas de las columnas que tenían previsto unirse al grueso el ejército no habían llegado a tiempo dinamitando aquella a priori superioridad de efectivos. Aquello no podía pasar, de una victoria dependía la supervivencia de la raza enana. De salir derrotados de aquella guerra tan solo les aguardaba el exilio o el aislamiento en las ciudadelas de las montañas. Poco tiempo durarían sin contar con los cultivos de las llanuras o la producción ganadera que allí tenía lugar.

Llegó el día de la partida y como casi siempre Nalin Martillo de la Tormenta marchaba al frente de sus huestes junto a sus hermanas, las Hijas de la Galerna. Por detrás de ellas marchaban los jinetes de cabras, las falanges, la infantería y en retaguardia los arqueros y ballesteros, mientras los tres carros de guerra cerraban la formación. Nunca antes un ejército tan grande había salido de Cañón Púrpura, pero nunca antes se había congregado a tantas fuerzas para una sola campaña. Nalin respondería a la llamada como siempre había hecho su familia.

A medida que la compañía se alejaba de la aldea en el amanecer de ese magnífico día, Seyran iba iluminando su camino. Algunos interpretaron aquella casualidad del azar como un buen augurio y aunque Nalin no creía demasiado en la providencia, agradeció aquel capricho del destino, pues motivaría a sus hombres y les daría una razón más para darlo todo en el campo de combate. Aunque lo cierto era que razones no les faltaban a sus guerreros. Regresar a casa era uno de ellos, posiblemente el principal de todos por encima de la lealtad a Nugo, el honor, o la lucha por la raza enana. Eso se denotaba en las caras de aquellos valerosos varones y de aquellas bravas hembras que ni una lágrima derramaron al ver las tristes caras de sus padres, madres, esposos, esposas, hijos e hijas despidiéndose de ellos a su paso. Aunque ganas no le faltaron a más de uno de darse la vuelta y abrazar a sus seres queridos, de quedarse a su lado, no lo hicieron, pues eran soldados, eran los malditos hijos del noroeste y Nalin era su toghsi, la toghsi por la que irían al mismísimo Gran Abismo si así se lo pedía.