Partida Rol por web

Nerviosos y atentos emprendieron el rodeo que les llevaría a la Selva Negra sin tener que retroceder hasta Stuttgart, de acuerdo a las instrucciones de Navief. El camino se hizo largo, de hecho tardaron un día entero en llegar a un vado apropiado, la mayoría había relajado algo la guardia, convencidos de que si el puente había sido saboteado, ya no estaba por allí quien lo hubiera hecho; pero su guía seguía preocupada.

Encontrar el vado que buscaba, una zona elevada dónde el río hacía un ensanchamiento antes de caer en una pequeña cascada - una zona paradisíaca en otras circunstancia - Era una zona incómoda para transitar, pues el agua se extendía por casi trescientos metros, pero en ningún momento alcanzaba las rodillas de los caballos. Aunque tuvieron que buscar y tantear un poco, lograron pasar el carro sin más contratiempos que tener que pasar un tiempo algunas cosas a los caballos, puesto que en algún punto el agua alcanzaba la plataforma.

Pero ni siquiera eso pareció tranquilizar a Navief, que seguía igual de inquieta. Pronto tuvieron su respuesta, pues al día siguiente alcanzaron el punto que realmente buscaba la exploradora: el antiguo cauce de un afluente del rin que había muerto antes de que el hombre abandonara el paraíso del Edén. Se dirigía al sur como un corte trazado con escuadra y cartabón, recto hacia los Alpes. Pero era un barranco de una profundidad variable entre veinte y cincuenta metros, no habría sitio mejor en el mundo para una emboscada.

El camino hasta el momento había transcurrido relativamente tranquilo, pero Navief presentía que esto no era más que una calma temporal. Casi había guardado total silencio durante todo el día de camino, hasta que finalmente se encontró con el barranco. Aspiró con fuerza y detuvo a Linker. Esto no estaba bien. El lugar parecía desolado, pero algo le decía que esa no era la realidad, sino que debían ser sumamente cautelosos ahora.

- Sir Ulrich, un alto antes de continuar, por favor. -Tomó aire profundamente.- Por favor, habéis bajado la guardia el último tramo del camino, mas creo que de ahora en más debemos ser más cautos. Os pido alguno de los hombres aquí presentes se encarguen de la guardia de la hermana Denia, por lo menos mientras pasamos este tramo y retomamos el camino principal. -Luego miró a la elfa- Lirio, vos tenéis mucha más experiencia que yo en percibir lo que el viento anuncia, os pido que vuestros oídos estén atentos y llevéis vuestro arco en mano, así como yo llevaré el mio. Llegado el caso de que nos encontremos con... asaltantes... la distancia puede ser nuestra ventaja para escapar sin tener un enfrentamiento directo.

Su inquietud era bastante evidente, más de la usual. Luego miró al frente de nuevo. Hizo una señal con la mano para continuar.

- Yo no escapo - aseguró Sir Rudolph - Y Sir Ulrich tampoco. No está en nuestra naturaleza - Asegurando la lanza y el escudo brillante miró al frente tratando de asegurarse que nadie los intentase emboscar

- Si debemos defendernos lo haremos. Y nos aseguraremos que la hermana Denia no sufra daño. Pero escapar no es una opción. Por el bien de quien lo intente mejor que estén confesados... porque tras intentar atacarnos se presentarán ante nuestro señor Jesucristo para escuchar su decisión el día del juicio - aseguró

- Creo que, a partir de aquí, yo iré a pie y algo adelantada. El ruido del carro y los caballos nos delata desde lejos, si puedo ir delante, quizás descubra posibles enemigos antes que ellos a nosotros.

Está bien -dijo Edgar aferrando con fuerza su arco mientras Lirio se descolgaba del carromato- Yo cerraré la marcha con el carro mientras vigilo las alturas.

Edgar, observando, coincidía en que realmente aquél lugar era idóneo para una emboscada. Parecía sacado de alguna vieja historia o leyenda, donde un grupo de bandidos acababan con la comitiva del rey, o un ejército encerraba y acababa con otro, favoreciéndose de las ventajas que ofrecía el escarpado cañón. Altura, concentración del enemigo, facilidad para cortar los accesos... Se hallaban en la boca del lobo.

Denia por su parte iba bastante tranquila sobre su caballo, presentía el nerviosismo de los demás, pero no lo compartía, estaba maravillada viendo toda aquella naturaleza, fuera y ya lejos de las paredes de piedra que la habían retenido todo ese tiempo, ansiaba salir y ver los árboles, ríos, matorrales... y allí había de todo eso en exceso.

Suspiró pesadamente al escuchar las palabras de Sir Rudolph y luego las de la elfa. Definitivamente los caballeros tenían una forma de proceder muy distinta a la que seguramente ella y la elfa compartían. Para ella, gastar energía en un enfrentamiento innecesario era un desperdicio, y siempre buscaba evitar el peligro a como diera lugar, pero al parecer, a los caballeros eso parecía importarles muy poco y se meterían a la boca del mismísimo dragón con tal de mantener su orgullo guerrero. 

Me parece bien que vayáis conmigo al frente, Lirio. En cuanto a los caballeros, supongo que uno acompañará a la hermana Denia y el otro a don Edgar en la retaguardia. Sir Ulrich, -le miró con gesto sereno- vos tenéis la última palabra. 

Dicho esto, espero que la compañía se reorganizara para emprender la marcha.

El veterano caballero escuchó a todos y cada uno de los miembros del grupo. Enarcó una ceja escéptico ante algunos comentarios, pero dejó pasarlos. Asintiendo a las últimas palabras de la guía comentó:

-Sea lo que sea lo que encontréis en adelante, recordad que no es vuestro cometido hacerle frente. Es de vital importancia que seáis nuestros ojos y oídos mas paséis desapercibidas por dónde avancéis. Volveréis para informar de ser necesario. Esperaremos unos momentos antes de continuar nuestro avance.

Mirando esta vez a su compañero le sugirió:

-Sir Rudolph, elegid un costado, yo avanzaré por el contrario. Confío en vuestro buen hacer.

Las palabras del Sir Ultich la hicieron tranquilizarse un poco. La formación que él expresaba era la que inicialmente había tenido pensado, pero la había omitido por causa del ofrecimiento del bardo. Por alguna razón la seguridad del hombre le transmitía la misma sensación de confianza.

- Perfecto, Sir Ulrich. Entonces Lirio y yo iremos al frente. -Vaciló un poco antes de mencionar lo siguiente, pero creyó oportuno hacerlo.- Sir Ulrich... el puente no fue cortado. Fue desgarrado. 

Espero que aquellas cortas palabras fuesen suficiente para transmitir lo que a ella le preocupaba. Luego susurró unas cuantas palabras al oído de su caballo, en lo que parecía ser una conversación algo extraña, y luego se dirigió a la elfa.

- Lirio, ¿podréis seguirnos el paso a pie?

- Mientras no lo hagas galopar, sí.

- Desgarrado? - la sorpresa se enseñoreó en el voz de Sir Rudolph mientras miraba a la guía sorprendido - Y quién o mas bien que, podria ser capaz de desgarr... - repentinamente se interrumpió a si mismo al darse cuenta que no tenía sentido atemorizar al resto del grupo

- En fin. No es importante. Y en caso necesario le haremos frente a lo que sea - declaró convencido - Avanzad y nosotros os seguimos unos metros más atrás -

Tras observar el ancho del camino y viendo que el buhonero se había comprometido a cuidar la retaguardia, le avisó a su compañero - No creo que podamos marchar a ambos lados de la Hermana. Yo me adelantaré unos pasos -

Lirio caminaba, realmente no tenía grandes habilidades para esconderse o caminar en silencio, eso era algo que jamás había necesitado, pero sí mantenía la vista atenta y las orejas bien abiertas.

En un momento dado se cruzó con un arbusto espinoso, y se paró un momento, tomando varias espinas de las más grandes, que clavó en la manga de su vestido, con la punta hacia afuera. Después, sin decir ni explicar nada, continuó caminando.

Lirio y Navief avanzaban con notable ventaja sobre los demás, raramente se veía ya, puesto que habitualmente iban dos meandros secos o más por delante del resto del grupo. Por suerte aquellos cañones angostos y profundos creaban un eco importante y incluso las conversaciones un poco altas viajaban decenas de metros, un grito se oiría atrás como si estuvieran al lado.

Aunque había un número significativo de cuevas, casi ninguna parecía ocupada habitualmente por un animal y las pocas que lo estaban sólo por conejos, comadrejas y otros similares que no solían alejarse mucho de sus guaridas. Aquello no era extraño, pero tampoco una buena noticia, porque significaba que las bestias lo tenían por un lugar peligroso.

Llevaban medio día viajando por el cañón y ya se habían internado mucho, sin encontrar ninguna salida lateral, algo normal porque Navief ya les había dicho que sólo podrían salir por el otro extremo del cañon.

En cierto punto, al final de un tramo en que el cañon avanzaba recto casi veinte metros seguidos Lirio se detuvo un segundo, a unos seis metros del final. En lo alto, casi treinta metros sobre sus cabezas había visto algo. Algo de tamaño grande, un buitre enorme o más, y alado había pasado de una piedra a otra.

Tenía claro que había más de una de aquellas figuras, aunque no había podido distinguirlas bien. Al menos contaba tres sombras difusas y, era obvio, vigilaban el paso por lo que las habrían visto llegar desde lejos, tal vez desde antes del último recodo; era incluso posible que supieran que detrás de ellas venían más. En unos segundos sus compañeros serían visibles en el fondo del camino, girando el último recodo antes de encarar la recta en la que estaban ellas.

- Espera. Retrocede un poco a ver si no sospechan,  y advierte al grupo antes de que nos ataquen. Si veo que atacan gritaré para advertiros y retrocederé.

Lirio susurró las instrucciones a su compañera de avanzadilla, después, tratando de mostrar la máxima naturalidad, se puso a mirar el suelo como si hubiese visto algo interesante, pero aunque su posición corporal indicaba que estuviese viendo un rastro de algún animal, sus ojos no dejaban en realidad de vigilar las alturas.

Alertada por la instrucción de la elfa, levanto la vista con disimulo para ver a las criaturas que los observaban desde lo alto. Como pensaba, lo que les esperaba no eran precisamente asaltantes. Se preguntó si aquellas alimañas eran las responsables de haber desgarrado las cuerdas del puente. Era posible, por lo que sabía de las mismas. Se detuvo simulando estar algo cansada, aunque su verdadero objetivo era identificar realmente a las criaturas antes de proceder. 

- Esta bien. Disminuiré el paso para avisarle a los demás. -Respondió en un susurro apenas audible.

Navief se esforzó en distinguir las sombras que Lirio había descrito. Pero pudo comprobar que la legendaria vista élfica era eso, legendaria. Ella no podía ver ni siquiera un atisbo de lo que la elfa decía. Por detrás el ruido de la caravana ya podía escucharse.