Bordefronda inhalo profundamente, sintiendo el aroma de las hierbas en los pulmones. Eran unos breves segundos de tranquilidad y relajación de no ser por la tormenta que se formaba en su mente.
- Con la noche cerniéndose sobre nuestras cabezas muy poco o nada podemos hacer, ni deberíamos hacer. Lo más juicioso sería descansar, ha sido un día largo, peligroso y complicado.
Mañana con más calma se puede pensar que hacer, volver y seguir el sendero me parece una locura. Además tenemos un trabajo y sustento que ganar.
Podriamos intentar hablar con el hijo del "Verruga", volvió loco pero quien sabe, tal vez saquemos algo en claro ya que nosotros mismos hemos vivido una locura aparente. -
El regreso quedó auspiciado por un Sol moribundo, como un fantasma que ya no tenía cuerpo, sino que de él no quedaba más que el brillo en el horizonte, cada vez más tenue, sólo suficiente para permitir el paso por el camino, y una vuelta un tanto inquieta hasta alcanzar, a la noche, la pequeña morada de Robehr. El cazador había medido bien el paso, como de costumbre. Durante su trayecto, sólo les habían pasado dos parejas de jinetes, con alguna prisa y portando antorchas, separados quizá unos trescientos pasos o algo más. Sonaban armaduras de cota bajo la ropa, luego serían soldados de la guardia, y como tales cabalgaban.
Ahora, la casa de Robehr aguardaba, y un descanso no exento de cierta preocupación muy justificada.
Robehr, si quieres, describe tu hogar. Después de vuestro post cerraré esta escena y mañana (o la madrugada, quien sabe) serán otro día.
La pequeña morada tenía marcada el carácter pragmático y sencillo de Bordefronda.
Una chimenea sucia y apagada junto a la que se apilaban varios maderos, seleccionados especialmente por el que sabe cual es la mejor madera a quemar y resistente a pudrirse.
En el centro había una pequeña mesa, en su superficie se agolpaban algunos cuchillos en muy mal estado, sal, y recipientes con agua, unos pequeños ganchos reposaban inertes manchados de sangre reseca. Sin duda la mesa de trabajo de un peletero.
Para descansar un simple camastro recogido a toda prisa, las mantas tenían varios zurcidos y sin duda habían pasado tiempos mucho mejores, pero para Bordefronda cumplían su cometido.
Dispersadas por la habitación había algunas piezas de ropa, pero pensadas para otras estaciones y temporadas, como denotaban la ausencia de mangas y lo fino del tejido.
- Algún día si hay dinero y fortuna debería hacer algunas mejoras, pero me basta con que estas paredes resistan el clima. -
-Ojalá nuestros cansados cuerpos resistan de igual manera que estas paredes - bromeó Nibias sintiéndose verdaderamente a gusto en la sencilla casa -. Estoy más que acostumbrado a vivir de forma bastante austera, Robehr. Para mí la incomodidad se viste de suntuosos palacios, no de hogares humildes. Intentemos descansar un poco