El alguacil se quedó callado. Parecía sorprendido, o quizá la sombra jugaba con sus rasgos y engañaba la vista de Iluubra. El resto de los guardias no daban señales de saber de qué estaba hablando. Luego el alguacil se recompuso y abandonó el mundo de sus pensamientos.
Asintió ante las últimas palabras.
- Muy bien, chica. Eres libre. Procura no volver a meterte en líos. No quiero más trabajo por estas noches.
Sin embargo, no era difícil deducir por su rostros ligeramente enrojecido que no iba a estar falto de ocupaciones a partir de ese momento.
jejejeje...jojojojo...JUAJUAJUAJUA...muy perceptiva, mon petit cheri...
Ciertamente, ya que me lo has comentado, Iluubra puede notar también ese pequeño matiz...
Iluubra asintió sin más, pero enérgicamente. Quería dar la sensación de haber entendido perfectamente todo y evitar que el alguacil pensase en ella más de lo necesario. Al abandonar la alguacilía se dirigió directamente a buscar dónde quitarse la mugre. Caminó hasta la parte baja del río donde estaba prohibido a los aguadores coger agua para consumo humano, por debajo del punto donde teñidores, bruñidores y mercaderes en general arrojaban los desperdicios. Ciertamente el agua no estaba allí del todo limpia, pero no pensaba beberla. Se limpió los restos de la correría subterránea lo mejor que pudo, pero sin exagerar. La bastaba por pasar por lo que era: una frutera campesina. Aunque durante unas horas había podido disfrutar de ser algo más... volvió a apartar semejante alucinación de su mente.
Cansada, con ganas de llegar a casa, dió un rodeo para pasar cerca de donde Redd podría estar esperándola, jurándose a sí misma que si el chico no estaba allí en el mismo momento de llgar ella, se marcharía sin más.
He dado por supuesto que pasa un río por la villa y he tirado de mis apuntes de Baja Edad Media Peninsular para lo del uso que hacen del agua según dónde estuviesen los mercaderes. Pero modifícalo a tu gusto.
Iluubra sintió un estremecimiento cuando el agua fresca descendió por su piel. El riachuelo que pasaba por la ciudad alta se llamaba Missa, que significaba "jovial", y así era, pequeño, saltarín y luminoso, y siempre fresco. Provenía de lo más alto de la colina, donde un grupo de lagos lo dejaban caer en pequeñas y hermosas cascadas que podían verse por el día.
Su recorrido por Colmillo Sur era breve. Pasaba como de puntillas, saltando de roca en roca desde la pared del Oeste y se adentraba luego, sigiloso, a la misma ciudad alta, donde ahora estaba ella. Para su camino habían construido un dique grande que lo dirigía cariñosamente hacia abajo, mientras unas aberturas recogían buena parte de ese agua para ir hacia...
Iluubra permaneció pensativa, sin duda el Jovial podía se mucho más de lo que parecía, y no pasar tan alegre y rápidamente como parecía.
Luego, más abajo, el río se terminaba de perder, cargado ya con los restos y desperdicios de todos, hacia la ciudad baja, y allí, con más orín y alcohol que agua, bajaba a reunirse con el Milrríos, a ser uno más, diluyendo sus secretos y sus historias para salir al fin de Los Prados anónimo, oculto, hasta ser parte de un todo tan grande que ya no importaba nada.
La joven se dio por satisfecha y volvió al edificio. Allí encontró a Redd, un poco escondido, que la vio llegar con las pequeñas luces de la plaza. Cuando llegó a su altura, vio que el joven estaba sucio y sudoroso, y que llevaba con él el cubo de agua que le había prometido.
- Hola - sonrió nervioso -. Bueno, dime, ¿qué has decidido?
La chica recordó la promesa del cubo de Redd demasiado tarde. Sin dar explicaciones de cómo y dónde había mejorado su aspecto, se acercó. -Hola.- dijo sin más, cogiendo el cubo y derramando la mitad del contenido sobre su propia cabeza. Después, le ofreció la otra mitad a Redd para que pudiera a su vez limpiarse un poco.
-Está bien, acompáñame.- dijo por fin Iluubra mientras Redd se lavaba, tanteando discretamente su cuchillo nuevo. -Tienes razón, será más seguro. Pero no tienes que hacerlo si no quieres.-
Por supuesto, el chico accedió. SU oferta de echarse atrás no pasaba de ser una pura formalidad para advertir al chico que no había ningún compromiso de por medio en aquel paseo. Mientras lo iniciaban, bajando hacia la puerta más amplia de la ciudad, la destinada al paso de carretas con mercancías.
Con aire conspirativo, Iluubra se acercó un poco a Redd para susurrarle -Lo que me has contado antes es interesante. ¿Cómo habéis sabido que hay más locos? ¿Los está atendiendo alguien? ¿Os han encargado a vosotros detenerlos?-
No tengo claro qué hora es, por cierto... ¿nche cerrada? ¿a punto de amanecer?
- ¿Atenderlos? No...no, yo...no debería hablarte de esto.
Redd se quedó mirando un rato a Iluubra. Aún chorreaba después de haberse echado el cubo por encima. Al menos no olía demasiado. Bajaban por una calle oscurecida y el joven guardián parecía tenso con los ojos fijos en cada recodo.
- No...no lo sabemos explicar. No han sido...muchos. Simplemente...ha habido alarmas, y gente atacada...mordida. Algunos...bueno, algunos casos han sido graves. A esos sí los atendemos. A los otros, hemos intentado capturarlos, pero es difícil. Se mueven, no sé, como si se quemaran. Gritan y no se apartan de las cuchilladas, ni parece importarles a quienes atacan. Lo único que sabemos es que antes de volverse como animales se quejaban de tener mucho hambre.
Redd tragó saliva a medida que la luz desaparecía tras ellos. Él parecía tener una antorcha que no encendía, y volvió a hablar con Iluubra, pero aún más bajo.
- Es casi...mejor estar ahí abajo, con los salteadores...que aquí arriba. Los bandidos al menos, te respetan, o te temen, o sienten algo...a esos locos...parece que les dé igual todo...menos la carne.
Oye, ¿seguro que quieres bajar hasta tu casa? Tu padre entendería que...por seguridad, te quedaras en una posada...Yo puedo pagar una cama, por esta noche...
La oscuridad ya tapaba sus rasgos, y casi toda la calle. Sólo las siluetas permitían ver el camino, y a lo lejos una puerta que se abría con antorchas a los lados y un grupo de guardias. Iluubra la reconoció como la puerta Sur que atravesó con el noble en dos ocasiones. Las estrellas y la luna, débiles en el cielo de verano, no permitían ver mucho más. Un paisaje hermoso en las alturas, pero inquietante y negro allí abajo.
La medianoche ya...¡qué horas son éstas!
Sonrió, mirando de reojo a Redd. Había visto aproximaciones menos descaradas, pero también menos gentiles. -No te ofendas, pero lo que haría mi padre es partirme la cabeza y echarme de casa si se entera que un hombre me ha pagado una cama en una posada. Ya sabes lo que me llamaría, él y todo el mundo.- Iluubra se detuvo frente a la puerta sur. Valoró con cuidado las distintas opciones y luego al propio Redd. -¿No se te ocurre de ningún otro sitio donde pudiera quedarme por la noche? ¿Un pajar o debajo de un carro de heno que no vaya a usar noche hasta mañana? Pienso marcharme bien temprano.-
Redd hizo honor a su apodo y enrojeció como la mata de pelo que cubría su cabeza bermeja. Hubiera sido divertido de haber podido verse mejor, pero las sombras eran ya densas y no dejaban distinguir apenas detalles.
Detuvo entonces el paso y miró hacia la puerta cercana, o esa impresión le dio a Iluubra. Luego tanteó algo que sonaba a metal.
- No...no es para compartir la habitación. Sólo para que tú estés segura. Estos locos son tan idiotas que no saben ni abrir una puerta. Aquí hay buenas posadas, con cerradura, muchas de ellas. Aunque ahora con las fiestas...quizá estén llenas...Pero conozco a gente. Seguro que es mejor que estar por aquí...
Había miedo en su voz. Podía incluso olerse.
Por cierto, antes me he confundido fatalmente. No es medianoche. Quizá sean las diez o un poco antes.
Perdón.
-Vale. Vamos a ver esa posada tuya. Pero si se entera alguien, si le cuentas a cualquiera que me has pagado una habitación, no cuentes con que te vuelva a dirigir la palabra para otra cosa que no sea rompértela de una pedrada.- dice Iluubra cortante, arrepintiéndose de su tono justo después. Poniendo su mano en el brazo de Redd, sonríe para dulcificar la situación y hacer pasar su frase por una broma.
Fue ese el momento en que se dió cuenta de hasta qué punto lo ocurrido le había transformado. Ya no medía el peligro por el mismo rasero que antes. Tampoco a los hombres. Sin duda cualquier otra chica hubiera considerado a Redd un hombre valiente, pero el recuerdo de la fortísima espalda del de Nyrr, pegada a la suya mientras se defendían de una más que posible muerte... esa imagen le había invadido la sangre.
Redd pareció sonreír en la oscuridad, y aliviarse.
- Por aquí - indicó.
Sus pasos se dirigieron entonces hacia un callejón aún más oscuro y algo opresivo. Iluubra notó un cierto olor emanar del estrecho espacio. Tras un momento, Redd llegó al otro lado, donde abrió una pequeña puerta que dio a otra calle. Allí torció hacia la derecha y siguió recto un rato, para luego desviarse un par de veces más sorteando las sombras hasta alcanzar una calle amplia en la que había antorchas encendidas.
La visión de la luz animó el corazón de Iluubra. Redd la acompañó hasta la posada, cuyo nombre no supo leer, pero que tenía colgado un gran letrero con dos espadas brillantes cruzadas que parecían de verdad, clavadas en él.
Entraron. Había poca gente en la taberna, que por otro lado era pequeña y algo oscura. Casi todos eran comerciantes y miraban desconfiados a uno y otro lado mientras hablaban de sus cosas en pequeños grupos. Muchos vestían todavía de fiesta, a pesar de que por su ánimo no parecían ni la sombra de los alegres buhoneros y negociantes que ella misma había visto esa misma mañana en la plaza. El cansancio es moneda corriente.
Redd habló con el tabernero y ambos parecieron llegar a un acuerdo. Él sacó entonces lo que parecía una de bronce, a la que el hombre grueso aunque limpio no quitó ojo. Redd se dirigió entonces a Iluubra.
- ¿Tienes hambre? Podríamos comer algo antes de que subas a tu habitación. Aquí tienen buen pan con queso, que rehogan con vino dulce. Es sabroso y alimenta bien. Seguro que estás hambrienta.
-Me parece bien.- Iluubra no se relajó mucho más que antes, pero sí noto que al menos una pizca de ese sentimiento excitado que la había cubierto estas pasadas horas volvía. Nunca había estado en una taberna más que para la boda de su tía Beluwa, que criaba los cerdos más gordos de la región. Era como una pequeña aventura, al lado de un hombre pequeño.
Cuando se hubieron sentado en uno de los bancos, en una mesa común, Iluubra continuó la conversación con Redd. -Escucha, ya sabes quién era el niño de antes, ¿verdad? Sí, qué tonterías digo,- puntualizó dándole un mordisco al pan -fu mishmo lo feconofiste.-
Mientras tragaba, la joven miró a su alrededor. Ya le resultaba lo bastante vergonzoso que la vieran allí cenando sola con aquel chico, como para que lo hiciera alguien que conociese bien a sus padres. Quizá Iluubra no era la chica más casta de la zona, pero desde luego sabía ser discreta. Le daba libertad. -Los otros locos... ¿eran nobles también? ¿O es el primer noble que ves en este estado?-
Redd la observó incómodo, y se refugió un momento en la cerveza, la buena y gran jarra de cerveza que tenía a su lado.
Alrededor todo estaba tranquilo. Los clientes bebían, miraban y hablaban, pero ya lo hacían antes de llegar. Los ojeos habituales de los hombres estaban ya nublados por el alcohol y más cargados de convención que de verdadero interés. Eran hombres cansados.
El que Redd le dio a la jarra fue largo, quizá le dio valor para hablar, o más bien necesitaba aire en sus pulmones agitados.
- Sí, por ahora...han sido dos más. O eso creemos. Uno seguro. No lo conoces. Se fue vestido con ropas de fiesta, caras y ruidosas, de color azul oscuro aunque con esta noche eso ya no sirva de nada. Sus escudo es un anillo blanco en el centro. Muy sencillo. Es un hombre ya calvo...ya sabes cómo se comporta.
Se animó a dar otro trago.
- Otro es un guardia...hijo de un caballero menor, así que no es de baja estofa. Este mató a dos compañeros de su guarnición cuando le consumió el hambre. A uno le desgarró el cuello y al otro le desangró después de arrancarle una oreja. Lo he visto.
Por un momento, se paró e Iluubra pensó que vomitaría allí mismo, pero logró aguantarse.
- Hay otro...pero ya muerto. Lo encontraron en una conocida taberna de aquí. Era su animador, un trovador de buena reputación. Entró en las cocinas y acabó atacando a los sirvientes. Como el lugar estaba lleno de gente armada dieron buena cuenta de él. Fueron los que nos avisaron de lo que había sucedido. Desde entonces...es decir, desde ayer mismo, que fue cuando sucedió, justo al anochecer, la guardia ha estado en alerta.
Redd tenía la lengua cada vez más pastosa. Quizá fuera el alcohol. La cerveza casi podía comerse con cuchillo y tenedor, o quizá era la conversación. Debía tener sus pelos bermejos de punta.
-¡Pardiez! Entonces, ¿hay algunos vivos y aún enloquecidos? Supongo que en cuarentena. Podría ser una enfermedad...- posiblemente es el cansancio lo que ha hecho que Iluubra cometa este desliz. -Quiero decir... ¿dónde los tenéis? ¿Y qué se ha hecho con los cadáveres de los locos muertos.-
Redd volvió a refugiarse en la cerveza. Aparentemente, cada vez se daba menos cuenta de nada. Era un buen brebaje, y sin duda el chico estaba cansado. Apenas había probado la comida.
- No sé qué coño es. Sé que aparece gente que ataca a los demás intentando comérsenos. No parecen darse cuenta de otra cosa, ni que les importe. El cuerpo de Laagross, el hijo del marqués de Nyrr, el que mataste, está en la pequeña capilla del palacio, recibiendo el barro de la muerte. Excepto por las heridas, parece un simple chico dormido, inocente...No lo sé.
Los demás...no sé dónde están. Todos escaparon, alguno con alguna herida, pero todos huyeron. La guardia se ha redoblado con turnos triples. Ahora todo el adarve mira hacia el interior de la muralla, en lugar de hacia el exterior. Las calles ya no son seguras...y si no tenemos cuidado, si la gente se entera...
Meneó la cabeza, como queriéndose arrancar los pensamientos que le atormentaban, y volvió a callar.
-Seré discreta, descuida.- dice Iluubra terminando su pan y poniendo las manos sobre la mesa en un ademán que pareciera estar queriendo dar por finalizada la conversación. -Creo que debería subir a dormir. ¿Crees que te dejarán quedarte a dormir en uno de los bancos? No me gustaría que vagases ahora mismo por la calle, después de lo que me has contado. Y me gustaría despedirme de tí mañana.-
Un breve centelleo alegre pasó por los ojos del muchacho, quizá por la promesa, quizá por la bebida.
Pareció algo desconcertado al hablar.
- No, yo...debo dormir en la torre, en el barracón asignado. Normalmente tengo libertad, pero después de esto...tenemos que estar listos para cualquier cosa. No...no te preocupes por mí, voy bien armado...pero gracias.
Redd se levantó y pagó la comida, que había sido copiosa y sabrosa, todo había que decirlo. Allí mismo se despidió de Iluubra y desapareció por la puerta en la noche.
Sin él, la taberna pareció perder algo de luz. De nuevo sola en un lugar desconocido. El tabernero la observó y le indicó su habitación. La acompañó con la luz de una vela de sebo, delante de ella. Se rascaba la nariz a menudo, y guiñaba los ojos en un tic molesto, pero luego simplemente abrió la puerta con una llave y la dejó.
La habitación era pequeña pero individual, con lo que debía costar su dinero. Sólo tenía un colchón de plumas medio roto y una manta sucia para tapar los agujeros. A un lado había también una manta de lana, y en la pared una pequeña ventana por la que no cabía una persona, ni grande ni pequeña. Eso era todo.
No quiero decidir por ti, aunque doy por sentado que dormirás a pierna suelta. Postea la acción que sea y ya nos vemos por la mañana, bella durmiente.
Bien, creo entender que me deja la llave. Si es así, dejo cerrado con ella y me la llevo al catre. Tanto si me la ha dejado como si no, acerco el colchón de plumas a la puerta para que si alguien entra no tenga más remedio que golpear aunque sea un poco el colchón.
Y con esto (no me llames paranoica con lo que hay suelto por las calles), podemos pasar a lo siguiente que tengas pensado para mi pobre frutera.
No tienes las llaves, pero hay un pestillo interior que permite cerrar desde dentro, que viene a ser lo mismo. Sólo hay unas llaves, y las tiene el propietario (ya es de buena calidad, ya, la posada con estos mecanismos).
Mañana abro la siguiente escena, so paranoica :D Descansa bien, que te hará falta que te lo has ganado.