Te encuentras en la preciosa costa de Cabo de Gata en Almería, esa fantástica casualidad que te trajo allí, por no decir suerte, te permitió sobrevivir a la catástrofe. Llevas 37 días en aquel lugar, es un antiguo búnker construido hace más de 80 años, destinado a servir en la Guerra Civil. Aún te quedan reservas para un par de meses más, sin embargo, crees estar volviéndote loco. ¿Por cuánto tiempo podrías continuar así?. Miras el reloj que tienes en tu muñeca izquierda, las 6:11.
Te recuestas sobre la cama nuevamente, digna de estar en el mismo Louvre, no por su comodidad sino por los años que lleva de servicio e historias arrastradas tras de si. Pero hay algo que cruje, te extrañas de no haberlo oído antes pero así es, puro azar. Te incorporas velozmente y, apenas con una mano, levantas el colchón para ver qué es lo que produce ese extraño sonido. Es una carpeta, debieron de fabricarla con material reciclado pues la humedad y posterior secado, la han consumido. Rezas porque en el interior aún sea percibible algo mientras enciendes la deslumbrante lamparita que tienes sobre la mesilla. Mascullas al ver que tan solo han podido salvarse un par de frases.
"...a Algeciras en cuanto haya acabado con su misión, allí le esperará un barco que se dirige hacia ..... es probable que necesite ... Le ruego máxima discreción respecto al asunto, se desatará el pánico en poco tiempo y hemos de estar preparados"
Tras leer lo poco que queda de la carta, ¿qué harás?, ¿es posible que datase de una fecha anterior a la catástrofe más actual?, ¿o se remonta 80 años atrás?. No puedes saberlo, la carta fue escrita a mano en tinta negra desgastada, no podrías adivinar si fue con una pluma o un bolígrafo.
Te quedas pensativo unos instantes, cuando, de repente escuchas un sonido con bastantes interferencias, parecía viento o incluso una respiración. Te giras y ves que es la radio por la que te habías dado por vencido hace semanas.
Nota: a partir de ahora cada decisión influirá en el recorrido de tu personaje.
Cada día que pasaba en aquel maldito búnker, no hacía más que incrementar la desesperación del soldado, el cual no sabía si sería una buena idea abandonar su refugio, incluso si deseaba hacerlo, tan sólo para saber si su familia lo había logrado, si alguno de sus seres queridos había sobrevivido a semejante catástrofe. Sólo sabía que, cuando había sucedido... tuvo la suerte de estar dentro del antiguo búnker, o, de lo contrario, se habría sumado al resto en un horrible destino. No obstante, el encierro, el no saber lo que sucedía allí fuera, era motivo suficiente para enloquecerle durante la noche, dificultando su sueño, incluso llegando a la necesidad de golpear uno de los muros con sus puños, tan sólo para poder liberar un poco aquella frustración que se apoderaba de él mientras permanecía ignorante al exterior. Cada noche, se preguntaba siempre lo mismo. Si su querida hermanita estaba bien, si había encontrado un lugar donde refugiarse junto con su madre, o si las dos habían muertos, sin que él pudiera hacer nada al respecto. Estaba muy lejos de su hogar, demasiado lejos como para poder siquiera intentar algo. Tan sólo podía esperar, o juntar el valor necesario para salir del búnker, corriendo el riesgo de sufrir el mismo destino que muchos habrían sufrido. ¿Cómo era posible que todo se hubiera ido a la basura en cuestión de minutos? Había esperado tantas cosas de su futuro, y, en cambio, la vida le había recompensado de esa manera, arrojándole a esa situación de manera cruel.
- Si me quedo una semana más en éste lugar... - Murmuró en un tono que dejaba claro que no estaba de buen humor, y que habría deseado tener algo con lo que desquitarse, con excepción de esos malditos muros que ya se habían vuelto una rutina para él. En el caso de que tuviera que salir, aún tenía su arma reglamentaria, su SIG Sauer P320, si bien dudaba que aquella cosa fuera de mucha utilidad contra un maldito virus, o lo que sea que habían utilizado y que le había forzado a refugiarse en su refugio. Tan sólo podía imaginar los gritos de terror de sus compañeros, o de su familia, mientras él sobrevivía, ocultándose en el búnker. No obstante, tenía suficientes reservas como para continuar unos meses dentro de su refugio, por si deseaba estar seguro de que podía salir, en especial cuando no había escuchado a nadie en su maldita radio, durante todos esos días. Por desgracia, no sabía muy bien si podría tolerar otro día más en aquel sitio, no sin poder hablar con alguien, no sin algo que le ayudara a mantener la razón, sin perderse en la locura. Había notado, con el pasar de los días, el incremento en su violencia, el hecho de golpear a menudo los muros para calmarse. Aquello no era sano para su mente, ni hablar el hablar para sí mismo, tan sólo para tener a alguien con quién hablar. Ninguna persona podría soportar eso por mucho tiempo. Por eso, al recostarse sobre su cama, observando la hora en su reloj, y notar la carpeta que no había descubierto hasta ese momento, no pudo evitar sorprenderse, sin perder mucho tiempo en intentar leer el contenido de la misma, algo que resultó ser una tarea realmente difícil.
Era un mensaje que podría datar de poco antes de la catástrofe, o bien ser demasiado antiguo, por varios años, teniendo en cuenta la antigüedad del búnker y el estado de la carpeta. Sin embargo, siempre podía ser algo que le motivara a actuar. ¿Y si aquello era la solución a sus problemas? Lamentablemente, aún no sabía si era seguro salir de su refugio, por lo que sería muy estúpido que lo hiciera, sin tener algo de información. El problema yacía en el hecho de que no había logrado contactar con nadie en su radio, o al menos eso creía. Los ojos del soldado se abrieron ante la sorpresa, al escuchar aquel sonido de su radio... ¿tal vez había alguien intentando comunicarse como él lo había intentado en su momento? Sin perder mucho tiempo, no dudó en levantarse de su cama y sostener la radio con rapidez, antes de activarla para poder conversar, con la esperanza de poder oír la voz de otra persona, incluso si se trataba de una mera ilusión de su mente, un progreso de su inevitable locura. - ¡¿Hola?! - Preguntó con cierta desesperación en su voz, si bien no tardó mucho en recomponerse, intentando mantener la calma en aquel instante. - Soy Darren. Darren Brennan. ¿Alguien puede oírme? - Ésta vez, en un tono más tranquilo, dio a conocer su identidad, aunque sin revelar demasiado sobre la localización de su refugio. No sabía si podía confiar en otras personas, no cuando desconocía la situación en el exterior. - Hace treinta y siete días que estoy encerrado. Necesito saber si es seguro salir de este lugar. ¿Alguien me oye? - Volvió a preguntar, deseando con todo su ser el poder escuchar a otra persona en su radio. Deseaba regresar a su hogar, asegurarse de que su familia estuviera bien, aunque, en el fondo, algo le decía que no lo hiciera, que no encontraría otra cosa más que dolor al regresar. Sin embargo, no podía darse por vencido.
Fin de la escena individual. Siguiente escena: Escena de Darren Brennan y Komoi.
Debes esperar a que tu nuevo compañero conteste a tu diálogo