Partida Rol por web

El hombre os mira de arriba a abajo, demorándose sobre todo en las gruesas ropas del bohemio.

-Bien, veo que habéis conducido hasta aquí al grupo del acueducto. Ahora tenemos todas las tropas rodeando el alcázar, menos los pocos centinelas que vigilan los caminos. Aún no se sabe nada del ejército realista, salvo que se dirige hacia aquí. En este momento me vendría muy bien que estuviera aquí el Abate Sforza. ¿Sabéis dónde se ha metido ese maldito italiano? ¡Se supone que todo esto forma parte de su plan!

Me acerco hasta ponerme delante del hombre que acaba de hablar, y le hablo casi escupiendole en la cara

-Eso mismo me preguntaba yo, donde has dicho que podemos encontrar al abate Sforza-

El comunero parpadea, confundido por unos instantes.

-Vosotros... vosotros os parecéis a él. Tan... pálidos. Por un momento he pensado que por eso sabríais dónde estaba. Disculpadme, queda claro que no es así. Como digo, tenemos poco tiempo antes de que el ejército del Rey llegue a Segovia. He pedido refuerzos a Toledo, Ávila y Madrid, pero no sé cuándo llegarán ni cuántos hombres traerán a su cargo... por lo que es imperativo que encontremos a Sforza. Supongo que podríais buscarle por mí, y decirle que necesito su presencia aquí mismo ya, ¿no es así? ¿Quizá esté en la catedral? ¿O en las murallas, vigilando los caminos...?

Miro a Sura

-Empezemos por la catedral-

Miro al hombre con el que hemos hablado

-Gracias y que el señor os ayude en esta tarea-

Porque necesitareis su ayuda

Hace un rato que mis pensamientos me han envuelto por completo. Aquel humano parece darnos pistas sobre el paradero del Sabbat, será realmente del sabbat ? Habría que averiguarlo para continuar nuestra búsqueda.

- Que el señor les ayude. - digo inclinando la cabeza levemente.

Cuando se laleja, o nos alejamos nosotros, le susurro a Pedro Garcés.

- Creéis que ese Abad podría pertenecer al sabbat ?

Realmente la noche en Segovia parece muy agitada. Cada poco tiempo, cuadrillas de hombres descienden desde el centro de la ciudad -adonde os dirigís- en dirección hacia el Alcázar. Muchos van desarmados, y alguno que otro aun muestra en su rostro los indicios de haber sido sobresaltado en mitad del sueño. Realmente no parece que la ciudad pueda resistir si un ejército profesional se está acercando hacia sus murallas...

Los alrededores de la catedral, sin embargo, permanecen vacíos.

Es ésta una sólida edificación de piedra azotada por el viento frío de Febrero. No hay rastro alguno de movimiento en el exterior, y nada parece presagiar que dentro eso vaya a cambiar...

El camino hacia la catedral segoviana se hizo turbia y llena de silencio por parte de los vampiros. La gente corría en dirección opuesta hacia el alcázar en una deprimente intención de hacer cara al preparado ejército.

Simple ganado

Sí, solo eran cabezas de ganado de algún alma pensante, el verdadero causante del caos reinante, probablemente encajaba con el sabbat, y nos dirigíamos hacia ellos. Pero no podía apartar de mi cabeza el principal objetivo de mi misión, tan solo estamos ahí para informarnos del paradero de Alvaro Manrique, y casi acabamos liderando una rebelión inducida segurmanete por el maldito sabbat.

Llegamos a la catedral y está aparentemente vacío, aunque hago un gesto de cabeza al gangrel y examino con la vista la oscura plaza.

La catedral parece vacias, quizas demasiada vacia para todo el agetreo que ocurre en las afueras. Miro por toda la catedral en busca de un padre que me pueda informar sobre el paradero de nuestro objetivo

Nada alrededor del templo. Vuestros pasos os encaminaron a la puerta principal, la única que tenía visos de permanecer abierta a horas tan tardías. En efecto, la madera crujió al empujarla el fuerte gangrel con suavidad y os adentrasteis en la aún más profunda oscuridad del interior de la catedral. Un denso aroma a incienso, heredado de las celebraciones del día, flotaba todavía en el ambiente. Los contornos de los reclinatorios, de las capillas laterales y del altar central, majestuoso y dorado, iban cobrando forma a medida que os acercabais. No parecía haber rastros de nadie, aunque, en ocasiones sentíais movimientos fugaces en los límites de vuestro campo de visión. Si alguno de los dos se giraba con la mano en la empuñadura de su espada, en cambio, sólo encontraba calma.

Sólo tras un par de falsas amenazas divisasteis la pequeña figura que, arrodillada en el centro del pasillo central, ante el altar principal, parecía rezar en voz baja.

Me acerco un poco a la figura

-Perdon, ¿sabe donde esta el abate Sforza?-

Me acerco un poco mas

- No me gusta este sitio. - le digo al gangrel en apenas un susurro cuando agarro la empuñadura y observo a nuestro alrededor - Mantengamos los ojos bien abiertos.

Le sigo hasta el fondo y me sitúo, siempre alerta, tras él, cuando escucho que se dirige a la figura postrada de rodillas y rezando.

La figura permanece rezando, ajena a la pregunta de Pedro, arrodillada y de espaldas, aunque su postura es muy extraña. Hay algo en su posición que no parece natural. Las articulaciones parecen forzadas y el hombre, -si es que es tal-, parece en realidad un cuerpo descoyuntado al que hubieran vuelto a armar artificialmente. Aunque también puede ser un efecto de la escasa luz que hay en el interior de la catedral.

Los pasos de Pedro, que camina delante, topan de repente con la humedad del suelo, humedad que va en aumento según se aproxima con recelo hasta el altar. Un oído experto, como los vuestros, podría darse cuenta de que el líquido es demasiado espeso para ser agua. También el olor es inconfundible.

La voz quejumbrosa sigue rezando, pero sólo se hace audible cuando os acercáis lo suficiente:

-Má...mátame... Señor... mátame...

Desenfundo mi arma

-Maldición que ha pasado aqui-

Miro a mi alrededor con mas atención por si veo a alguien

La oscura letanía del hombre se hace cada vez más patética, mientras las palabras de sus plegarias se hacen cada vez más entrecortadas y suplicantes: ante él, la figura de Cristo sangrante asiste, muda, a un espectáculo grotesco.

-Domine, pietatem tuam appello, neca me, neca me, neca me...

Lo que pasa a continuación sucede muy deprisa. Con un gran estrépito se cierran los pesados portones de la catedral. Oís un ruido de pasos apresurados desde el fondo de los reclinatorios. Y entonces, por encima de las súplicas del hombre, se oye el atronante sonido del órgano de la catedral.

Alguien lo está tocando.

Sorprendido por lo que está sucediendo, agarro la espada bastarda y la desenfundo de mi cinto con ambas manos, justo cuando comienzo a escuchar el sonido del órgano invadiendo la catedral.

- Pero qué... ? - observo a Pedro Garcés y le hago un ademán con la cabeza en gesto de complicidad.

Entonces, me acerco sigilosamente hacia el punto de partida de tan atronante sonido.

Sigo a Sura hasta las escaleras que nos llevan al órgano con la espada desenfundada

El órgano sigue su atronadora música, mientras el hombre ante el altar alza su voz gutural y suplicante por encima de las discordantes notas del instrumento. La situación es macabra cuando os acercáis a las escaleras que conducen al coro y al órgano...

Justo cuando os disponéis a subir las escaleras que conducen al coro -y con ello, al órgano-, algo pasa a gran velocidad frente a vosotros y os golpea fuertemente las piernas. Tenéis que sujetaros a los bancos de madera para evitar trastabillar y caer al suelo, pero eso frena vuestro avance. Ahora hay... algo... que se interpone entre vosotros y las escaleras. Un siseo desde la oscuridad reafirma esa idea...