Partida Rol por web

     Que no hubiese hecho ningún salto de combate, no significaba que no hubiese practicado hasta la saciedad. Mas considerando el peso extra que suponía el voluminoso rifle de fusión y el equipo especializado, se había sometido voluntariamente a mas entrenamiento en su tiempo libre. Mejor perder un permiso que la vida... se dijo en su momento.

     3, 2, 1... contó mentalmente. - ¡Vamos allá! Impulsándose con las manos en la puerta del transporte se lanzó al vacío y comenzó a descender de forma controlada. Durante el descenso vio los problemas del sargento y del sacerdote sin poder hacer gran cosa para remediarlo. Solo esperaba que llegasen bien al tierra. Flexionando ligeramente las piernas, tomó tierra con precisión, completando un salto de libro. No se esperaba menos de un soldado de Eolo. Desconectó su grav-chute y se dispuso a preparar su equipo con la precisión y rapidez propias de un especialista de escuadra.

La mayoría de los componentes del 101º descendió sin problemas, un salto limpio. Hubo otros que no tuvieron tanta suerte, o no fueron tan diestros. Fue el caso del sargento Nihilus quien, en su descenso descontrolado, arremetió contra otros compañeros, rompiendo la cohesión del grupo. Algunos se separaron. El suelo se hacía más grande a cada instante, ¡allí estaba el claro! Fue relativamente fácil llegar hasta él. Flavion y Grish cayeron juntos, a pocos pasos, el sargento Nihilus se estrelló contra el suelo en un doloroso impacto, pero seguía vivo. Venria, la artillera, se desvió esquivando al sargento, vieron cómo derribaba las ramas de un árbol en su descenso, y en él se quedó. Ni rastro del sacerdote o el tecnosacerdote. Todos lo notaron, la humedad del ambiente, el fango cubriéndoles hasta las rodillas, o por completo como le sucedía a Nihilus.

¿Pero qué...? ¡Maldito idiota! ¿Quién había elegido un pantano, una ciénaga, como zona de salto? Había habido un gran fallo de reconocimiento. Alguien iba a ser investigado por este proceso, malditos fueron todos los...¡Un destello! Un haz brillante de luz iluminó el pantano, le siguieron otros. Bengalas blancas en el cielo, iluminando la ciénaga y a quienes estaban en ella. Otros soldados continuaban aterrizando en aquel acuoso terreno, enfangándose por completo al caer. Todos estaban sorprendidos, y asustados. Aquello no tenía buena pinta.

Había tropas por todos los sectores, soldados del Archienemigo, mutantes y renegados, traidores y otros seres despreciables. ¡Estaban rodeados!

En ese momento, dio comienzo la hecatombe.

Tras las líneas amigas
La ciénaga de los muertos

¡Emboscada! ¡Traición! El 101º estaba siendo completamente exterminado, el enemigo abría un fuego concentrado desde el linde de la ciénaga, con mortal y atemorizante eficacia. Uno a uno, los componentes del 101 se fueron convirtiendo en cadáveres flotantes en aquella ciénaga de muerte. Los destellos láser, cortinas de fuego de pesados lanzallamas, las explosiones y otros artefactos de muerte estaban exterminando a todo lo que una vez fue un regimiento imperial.

Cayeron más o menos concentrados en una de las pequeñas ciénagas que componían el gran cenagal, en el extremo del flanco suroeste, donde ya finalizaba la ciénaga, a sus 12 y a sus 3 había bosque, mientras que todo lo demás era ciénaga y muerte. Tan solo Venria había caído separada del grupo, sobre un árbol, lo que en el manual de instrucción era una clara desventaja se había convertido en la mejor cobertura a la que podía aspirar. Los enemigos eran cuatro renegados, siervos del caos y un equipo de ametralladora, que encañonó a los que estaba en la ciénaga, listo para desplegar plomo y muerte.

Tras las líneas amigas
La ciénaga de los muertos

¡Emboscada! ¡Traición! El 101º estaba siendo completamente exterminado, el enemigo abría un fuego concentrado desde el linde de la ciénaga, con mortal y atemorizante eficacia. Uno a uno, los componentes del 101 se fueron convirtiendo en cadáveres flotantes en aquella ciénaga de muerte. Los destellos láser, cortinas de fuego de pesados lanzallamas, las explosiones y otros artefactos de muerte estaban exterminando a todo lo que una vez fue un regimiento imperial.

El ingeniero cayó a la ciénaga, a la vista de todos, había pocos enemigos en ese sector, concretamente dos, pero había una abominación con ellos, un perro gigante, que se abalanzó rápidamente sobre el ingeniero. Su servirdo militar había caído muy cerca de él, tal vez pudiera ayudarle, pero estaba hundido en el barro, incapaz de moverse. Algo más alejado estaba el asistente sacerdotal del padre Karras, también hundido en el barro. Pero, ¿dónde estaba el padre Karras?

El padre Karras había caído alejado de la ciénaga, en una ventajosa posición tras los confiados renegados, quienes contemplaban la lucha del ingeniero contra el perro. Riendo.

Por culpa de esa variable no calculada me desvié, pero empezaba a pensar que era bueno pues estaban masacrando a la unidad... pero no conseguí aterrizar con exito, dándome un golpe interesante contra el pantano...

...y se me abalanzó un ser...

Levanté la vista y ví a un perro enorme, que mis bases de datos me comunicaron que era una mutación, mientras dos soldados se estaban riendo, asique comencé a pisarle la cabeza con la otra pierna mientras intentaba sacar la otra pierna de sus fauces, sin éxito.

Asique intenté darle un puñetazo con mi brazo mecánico para intentar soltarme, pero tampoco lo conseguí... malditas partes débiles de carne, no me estaban dejando respirar, estaba demostrado que no soy para el trabajo de campo.

Por último intenté ordenar a mi servidor que me liberara de eso, esto era el peor comienzo posible

No terminé de caer mal del todo. El descenso fue brusco y la caída larga. Fue una experiencia poco agradable, pues no tener nada solido bajo los pies siempre me había dado pocas seguridades. Pero los arboles fueron acercándose cada vez más rápidos hasta que la mochila se puso en marcha y todo pareció acercarse despacio. En un estrepito de hojas rotas entré en el claro y mis pies se hundieron en el fango y el agua estancada. Notaba la humedad en el aire saturando la atmosfera. Hummm... esto no va venir bien para las heridas. Estaba a punto de soltar la mochila de salto cuando el sargento cayó de bruces al fango salpicándolo todo y se hundiéndose un trecho en el agua. Joooodeeerrrrr. Vaya sargento, le gusta hacer entradas espectaculares ¿Eh? Esto no era lo que debía ser, había mucha agua y mucho...

Los disparos comenzaron a azotar el agua a nuestro alrededor. ¿Pero qué demonios? Pensé cuanto uno casi me roza el casco a mi izquierda. !NO ESTÁN DISPARADO! Pensé mientras miraba a mi alrededor para intentar ver hacia donde me tenía que desplazar, tal y como me habían enseñado en la instrucción. Busca una cobertura, y devuelve el fuego. Decía la voz ronca y grave del instructor en mi cabeza. !Maldita sea! ¿Dónde está Drake? Pensé mirando a mis lados buscando a mi subordinado con la mirada.

     Aquello no podía ser una coincidencia, alguien les había traicionado. El hecho de que el lugar designado para el aterrizaje fuese una ciénaga y que hubiese enemigos esperando para cazarlos como peces en un barril era un trampa de libro. La sorpresa de Grish fue mayúscula hasta el punto que quedó momentaneamente bloqueado y no supo como reaccionar ante aquel despliegue de fuego enemigo.

Ostia puta, menuda caida.

Y encima nos tiene rodeados. Pero no es momento para lloriquear. Me levante del fango, completamente sucio mientras hechaba mano de mi carabina, preparado para disparar y examinando la situación, desplazandome hasta detras de algun tronco. 

- ¡Silon, preparate para abrir fuego! - Le grité a mi compañero, para despues dirigirme a los demas. - ¡Los demas, buscad cobertura y disponeos a disparar!

Sanaia ¡Deprisa! - apremió a su ayudante mientras preparaba el bolter. Venria estaba más que lista para entrar en combate, aquel deseo se le notaba en la mirada que oteaba el frente buscando enemigos a los que agasajar con sus proyectiles inteligentes

Algunos supieron responder a tiempo, como el sargento que se incorporó aprestó su rifle e inmediatamente empezó a reorganizar la situación. El capitán Septus fue alcanzado por un impacto láser y la ametralladora describió un letal arco de fuego sobre los que estaban en la ciénaga. La salva de plomó rodeó por completo al grupo, levantando columnas de agua allí donde impactaba; aunque por suerte sin herir a nadie.

Otro de aquellos milicianos descubrió a Venria en el árbol y le lanzó una ráfaga que no le alcanzó de milagro, pudo notar el calor del haz láser en la cara, o tal vez fuera los nervios del combate. Uno de los haces alcanzó una rama que inmediatamente, con timidez, empezó a arder.

Venria preparó el bolter y lo colocó entre las ramas del árbol y disparó una ráfaga en cuanto pudo contra el nido de ametralladoras, que apriori le parecía el peor grupo... por desgracia, la premura de su actuación supuso que fallara - ¡Sanaia! - volvió a gritar con fuerza

La artillera afianzó el bólter pesado como pudo entre las ramas, listo para descargar una tormenta de fuego sobre la ametralladora enemiga, mientras tanto Grish era objetivo de descargas láser, igual que Venria nuevamente, pero los enemigos no parecían estar muy atinados, por suerte para ellos.

Despues de estar preparado, me levante y apunte a la metralladora, mientras le gritaba:

- ¡Concentrad el fuego en la ametralladora!

Segundos despues descargue un disparo, impactando este en el ametrallador.

El sargento, inmune a las adversidades, alcanzó al equipo de ametralladora, un rasguño sin importancia pero demostró a los emboscadores que ellos , la Guardia Imperial, estaban allí; y también tenían algo que decir.

¡Malnacido! ¡El de la barba! ¡Acabad con ese!

Pero el Dios-Emperador tenía su mirada muy centrada en aquel sargento de Eolo, muy centrada; el que había hablado fue a disparar contra el sargento, el cañón del arma se veía negro y siniestro frente a los ojos del sargento, sin embargo el arma no disparó, ¡se había encasquillado! El miliciano maldijo en voz alta. Por si no fuera suficiente prueba de fe una de las balas de la ametralladora salió, literalmente, rebotando al golpear a Nihilus, sin causarle daño alguno.

Venria, también afortunada, esquivó con facilidad las descargas láser de su enemigo, sin inmutarse, lista para despedazar aquella ametralladora.

¡El Emperador protege!

Los dos adoradores del Caos se reían de la desesperada situación de Phi-Rho, ignorando que tras ellos se cernía el sacerdote Karras y su lanzallamas.