En cuanto os evacuan de los túneles y salís a la superficie, el sol del medio día os quema los ojos y os veis obligados a cerrarlos de inmediato.
Antes incluso de que podáis volver a abrirlos tienes a vuestro lado a varios oficiales médicos revisando vuestro estado. En seguida el sargento Highway y el teniente Speirs que son los más graves, son subidos a un camión médico junto a Sor Maleneine. Un oficial médico le dice algo que no podéis llegar a oír.
Luego se interesa por Claypole y Samid. Tras realizar un primer examen y comprobar que estáis fuera de peligro os informa- Vais a ser trasladados a París inmediatamente. Las heridas de vuestros oficiales son demasiado graves para ser tratadas aquí.
Con un gesto de la mano hace que se aproxime un segundo camión y entre varios enfermeros os suben a los dos bordo. Cuando las camillas son fijadas, el oficial médico cierra el portón. El viaje a París son tres horas. Aprovechen para descansar. Ya están a salvo.- El camión arranca con una fuerte explosión y emprende raudo su camino.
Poco después se une a la comitiva un tercer camión en el que deben viajar la enfermera Kaplan y Altimore.
Las tres horas de trayecto hasta París trascurren de forma distinta para cada uno de vosotros. Mientras que Highway y Speirs las pasan sin darse cuenta, el viaje en el segundo camión trascurre de forma bien diferente.
Samid, pese a no recordar nada de lo sucedido ha intuido que la bala que casi acaba con la vida del sargento ha sido disparada por él. Abatido y melancólico pasa esas horas rezando a Alá por la vida de Highway. Si el sargento muere un inmigrante como él tardará en ser ejecutado menos tiempo del que se tarda en cantar el himno americano.
Por su parte, Claypole no deja de observarlo sin saber muy bien que pensar. La perdida de su pierna, y la forma en la que se produjo le atormentan y aunque el monje se ha convertido en polvo, quizás aún tenga poder sobre el argelino.
En esas estáis cuando los camiones se detienen en el mismo hospital donde despertasteis en París por primera vez hace ya algunos días, aunque por las aventuras vividas y la experiencia adquirida podría decirse que fue hace mucho más tiempo
En cuanto lo hacen, los enfermeros se aproximan rápidamente al camión y sobre las camillas os bajan. No hay ninguna explicación para ninguno de vosotros. Solo un traslado a toda velocidad por mitad del hospital hasta una aséptica sala de blancas paredes y cinco camas de hierro pintadas también de blanco.
Las monjas y el resto del personal médico que os atiende de vuestras heridas llevan también mascarillas en vuestra presencia. Os informan que por vuestro beneficio y del resto de los pacientes estáis en cuarentena hasta nueva orden, igual que lo están la enfermera Kaplan y Sor Madeleine.
Poco a poco, Speirs y Highway recuperan la consciencia. Y aunque ambos están fuera de peligro siguen gravemente heridos y les es imposible levantarse de la cama. El último de la habitación en recuperarse es Altimore, quien de repente habre los ojos, como si despertara de un sueño, hablando de un túnel por el que gateaba hacía la luz y un castillo en ruinas.
Mañana el autentico final.
A la mañana siguiente un oficial del ejercito americano sin mascarilla entra en vuestra sala y cierra la puerta después. Por su uniforme sabéis que tiene el grado de mayor.
Buenos días. Descanses. -dice casi antes de que alguno intente realizar un saludo oficial.- Lo primero de todo es que los doctores han descartado que tengan nada contagioso, por lo que su cuarentena a terminado y en breve serán trasladados a otra sala con más comodidades.
Tenemos los informes del equipo de rescate y hemos hablado con Sor Madeleine y la srta Kaplan de lo ocurrido en los túneles de Reims y la relación existente con su caso de deserción. Pero antes de continuar necesito escuchar lo que ustedes tienen que decir al respecto.
Mayor es un rango muy alto. La persona que tenéis delante debe estar entre los cinco o seis militares americanos más importantes en Francia en estos momentos.
No es muy normal que parezca en un hospital a interesarse por unos simples soldados heridos.
Estando el teniente y el sargento, Derek se mordió los labios para no hablar antes que ellos y saltarse una vez más toda la cadena de mando (y en presencia del primer Mayor que conocía en persona)
Cuando el mayor hizo acto de presencia en la sala, el sargento chilló.- ¡¡Oficial en la sala!!- y acto seguido intentó incorporarse de la cama, pero unos dolores insoportables le hicieron abortar esa opción y se limitó a saludar marciálmente al mayor.
Luego, cuando les dio opción a explicarse, el sargento miró al teniente y luego, al ver que este no contestaba habló.
- Señor. Queríamos saber por qué se nos acusaba de deserción; por qué nos habían puesto este tatuaje en el brazo- dijo enseñándoselo-; y por qué teníamos todos una pesadilla recurrente en la que aparecía parte de lo que hemos encontrado en esos malditos túneles-dijo muy erguido encima de la cama.
- Cuando descubrimos que en aquella fortaleza encontraríamos lo que nos hizo esto, no pudimos dejar pasar la oportunidad para probar nuestra inocencia- dijo.
- Lo que encontramos allí... bueno, supongo que ya lo descubrieron cuando entraron a ayudarnos. Pero, créame señor, he combatido en muchos sitios y contra muy diferentes enemigos, pero nunca había visto nada parecido. Eran criaturas demoníacas mitad hombre mitad serpiente. Y ese brujo... ese brujo nos quitaba la vida, la razón solo con su pensamiento. Era algo increíble, algo que jamás hubiera creído. Pero lo viví y por eso lo creo y lo afirmo- dijo son su voz grave sin pestañear.
Siento el retardo
El teniente seguía bastante débil y se apoyaba en una muleta al caminar. Se presentó ante el Mayor haciendo su mejor esfuerzo para mantenerse recto.
-Señor, quizás suene como algo increíble. Esas ruinas no sabemos si fueron usadas por los alemanes o no, pero alguien nos llevó allí contra nuestra voluntad en primer lugar, nunca desertamos-explicó razonablemente el teniente- Mis hombres respetaron las reglas en todo momento y gracias a ello tanto nosotros como la señorita Kaplan y la hermana Madeleine seguimos vivos. Le ruego que, de tener nuestro comportamiento alguna repercusión y ser motivo de sanción o castigo, recaiga al cien por cien sobre mi pues soy quien estaba a cargo de mis hombres en todo momento y admito la responsabilidad de los actos de mi compañía-dijo Harry con voz cansada pero decidida. Le costaba aún respirar pero hablaba calmádamente. Nadie creería la historia, no del todo por mucho que las mujeres o sus hombres lo afirmasen. El alto mando buscaría una cabeza de turco pero no dejaría que sus hombres pagasen por eso.
-De eso nada.- intervino Derek inmediatamente tratando, sin lograrlo, de mantener un tono aunque fuese parecido al militar -Si hay sanciones, que no debería, las compartiré con el teniente. Ratifico todo lo que han dicho mis compañeros aquí presentes y agrego una sola cosa más: Si hemos salido con vida después de enfrentarnos a "eso" gracias a la eficacia del personal militar puedo asegurar que ganaremos esta guerra a los Kartoffen sin ninguna sombra de duda.-
Caballeros,- os dice con el tono más marcial del que dispone.- En aquellos túneles no había nada más que un comando alemán que les raptó, torturó y grabó ese extraño tatuaje en el hombro por motivos desconocidos.
Gracias a ustedes cinco pudimos localizar ese comando y desactivarlo antes que pudiera seguir operando impunemente, además de permitir que doscientas madres estadounidenses puedan enterrar a sus hijos en lugar de darlos por desaparecidos en el frente. Serán condecorados por ello.
Deja unos segundos para que asimiléis lo que ha dicho.- Estamos ganando esta guerra y no necesitamos que inquietantes historias de brujos, desapariciones y hombres lagarto perturben la moral de la tropa justo en este momento. ¿Lo han entendido?
-Nos hemos cargado un comando de fuerzas especiales alemanas dedicadas al secuestro de soldados para minar la moral de las tropas. Entendido, señor!- dijo Derek pensando en los libros que iba a publicar alterando lo necesario para que no se sepa con certeza cuando ni donde sucedió todo aquello.
Highway entrevió lo que el Mayor quería decirles y, como siempre acató sus órdenes al instante.
- ¡Entendido, señor!- dijo marcialmente el sargento apretando los dientes.
No le gustaba todo aquello y querría haberle dado una solución, pero, por el momento, esto era todo lo que podían hacer... por el momento.
El Teniente rió ante las palabras del Mayor. Era de esperar. Sabía que aquella historia no sería algo que hacer público. Quiso quejarse, quiso decirle que el mundo tenía que saberlo pero estaba demasiado cansado.
-Si señor!-dijo sin levantar el brazo por que era con el que se apoyaba en la muleta. Ahora solo quería descansar y tratar de olvidar todo aquello. Pero los últimos días solo había tenido pesadillas cada noche en cuanto dormía y algo le decía que esas pesadillas no desaparecerían fácilmente.
El mayor salió de la habitación deseándoles buena suerte a los soldados allí reunidos.
Tal y como comentó, a las pocas horas terminó su periodo de cuarentena y fueros trasladados a la habitación que compartían con el resto de sus compañeros supervivientes de la segunda compañía, donde se recuperaron de las heridas sufridas durante la incursión en los túneles bajo la atenta mirada de Sor Madeleine y del resto del personal médico y monjas del hospital militar du Val de Grâce.
Durante los primeros días de su recuperación, compartieron un par de tardes con la enfermera Ryan, pero tras el trauma sufrido en Reims, la encontraron enormemente triste, melancólica y abatida, sin ningunas ganas de hablar de lo sucedido. Aunque lo intentaron los soldados no consiguieron sacarle ni una simple sonrisa, ni tan siquiera una palabras más allá de un si o un no mientras mantenía su mirada perdida a través de los cristales de la habitación. Días después os enterasteis que había sido enviada de vuelta a casa por heridas de guerra.
Poco más de dos meses después, el 11 de noviembre la guerra terminó y se planificó el regreso de los miembros del ejercito americano sin que los miembros de la compañía rainbow hubieran vuelto a pisar el frente.
Como prometió el mayor, los cinco fuisteis condecorados con la estrella de plata por extraordinaria valentía en acción contra un enemigo de los Estados Unidos, el solemne acto, tuvo lugar en el salón de recepciones de la propia embajada de los estados unidos en París días antes de vuestra repratriación. En él estuvieron presentes gran parte de los mandos del ejercito americano desplazados al frente europeo, el resto de vuestros compañeros de compañía y el embajador como representante del gobierno.
Veinte días después de vuestra partida de Francia divisasteis la costa este de vuestro país. En el puerto de Nueva York os despedisteis de los compañeros con los que habíais compartido más de un año de aventuras y desventuras en las trincheras. Intercambiasteis abrazos de despedida, palabras de amistad y promesas de tratar de mantener el contacto.
Pese a todas esas palabras, sabíais que estabais de nuevo en casa y vuestras vidas tomarían caminos diferentes que difícilmente volverían a cruzarse excepto en alguna reunión ocasional de veteranos.
O tal vez no.