El espectro escucha vuestras opiniones atentamente.
- Es cierto, ustedes pueden ir de forma "extraoficial", como dice el señor Clark, pero me temo que para mi la opción no es tan sencilla como ocultar mis credenciales, señorita Adina. Cualquiera que se proponga comprobar mi identidad podrá conocer mi afiliación a SPECTRE.
Se vuelve hacia Pat Dur, mirándole fijamente mientras las escamas laterales de su boca se abren y cierran un par de veces.
- El problema de esperar una autorización del Consejo es que bien puede no llegar nunca. Los sistemas Terminus están fuera de la jurisdicción de la Ciudadela, por lo que legalmente no pueden dar una autorización oficila para ir allí. - Se queda pensando un momento. - Sin embargo, SPECTRE se creó precisamente para evitar este tipo de problemas y en ocasiones debemos ser la mano oculta del Consejo.
Se vuelve hacia el salariano.
- L, ponga rumbo a Omega - sentencia finalmente. - Señorita H'Shian, me temo que la mayor parte de nosotros no va a ser bien recibido allí. Sin embargo, la misión consiste en saber de dónde han salido estos Geth y por qué siguen a Saren. Si sus pasos nos llevan hasta esa estación, no tenemos más opción que seguirlos.
Os dejo charlar un rato entre vosotros mientras la nave se dirige a la estación, por si queréis comentar alguna cosa.
Por cierto, cambiamos de escena en breve, así que subid de nivel otra vez (a nivel 10). Dado que las escenas de combate están siendo un poco jaleo, no voy a complicar más todo añadiendo nuevo equipo salvo que me convenzáis de lo contrario.
Las instrucciones del Señor Espectro estaban claras y eran terminantes. Joder, me encanta el concepto de democracia turiana... Meneo la cabeza cuando nuestro bienamado líder elimina las dudas sobre nuestro siguiente paso. Finalmente miro a la comando asari.
-No hay pruebas, claro, chica -me encojo de hombros-. ¿Cómo va a haberlas? Pero lo que está claro es que los Recolectores existen, no así las jodidas almas en pena. Perdonadme, es que tengo la misma espiritualidad que un vorcha -sonrío con los labios y la voz-, aunque me gustaría pensar que mi cerebro alcanza para algo más complejo que tener que decidir entre follar, matar o comer.
Acaricio la superficie esférica de Nefilim. El zumbido subsónico de mi ayudante es bastante relajante.
-Pero pensad, coño -exclamo-. Hemos encontrado una tecnología que no halla en los geth. No, no es geth. Y los geth, si desarrollan algo, lo usan. Los geth son programas, no máquinas, y eso muchas veces se pasa por alto. Un geth en realidad son varias centenas de programas virtuales que, juntos, adquieren consciencia de sí mismos. Cada uno, no en conjunto -miro de nuevo a la Saria-. Simplificando bastante, tu cerebro es consciente de sí mismo porque cada neurona comparte con las de alrededor. En el caso geth, sería como si tus neuronas fuesen conscientes de sí mismas porque cada una comparte con las de alrededor. El Consenso Geth, se llama -me da un escalofrío. Lo que daría yo por echar un vistazo ahí-. Y el Consenso lo es todo. Lo que hemos rescatado de este mundo humano -señalo al "exterior"- no es fruto del Consenso por la simple razón de que si lo fuera no encontraríamos plataformas móviles llenas de geth -explico, haciendo referencia a lo que todo el mundo llama geth, esa suerte de androide con un enorme sensor óptico y, normalmente, un rifle de asalto en sus brazos metálicos-, sino que veríamos materia reordenándose una y otra vez -muevo las manos caóticamente- para adaptarse a lo que quisiera. ¡Nanotecnología sin necesidad de mandos de control, coño! Cada geth incrustado en un nanobot -la verdad es que la especulación en este sentido es apasionante-. Un batallón geth son unas veinte o treinta plataformas de distintos tipos, con dos o tres de ellas como comandantes. Eso son decenas de miles de geth. Si en vez de 30 androides fueran decenas de miles de nanobots reconvirtiendo la materia a su paso y juicio... -meneo la cabeza-. No, eso no se da. No hay geth así, o todos los geth que viéramos serían así, porque el puto Consenso lo es todo. No, esta tecnología no es geth. ¿De quién, entonces? -no dejo la pregunta en el aire, claro, sino que señalo hacia el puesto de pilotaje-. ¿Salariana? -señalo a Reela-. ¿Quariana? ¿No? -señalo a Aornis, al jefe, a Pat Dur, a Zane, cada vez posibilidades más lejanas por el menor desarrollos científico-tecnológico de las razas-. ¿Asari, turiana, volus, humana? -me cruzo de brazos y sonrío tras el visor-. ¿Cómo van los batarianos ahora que han ido expulsados de la comunidad galáctica civilizada? ¿Y los krogan podrían haberlo diseñado entre berrido y cañonazo? ¿Cuántos científicos de primera línea hay entre los elcor o los hanar? ¿Alguien ha visto a un drell estudiando? ¿Los vorcha saben leer? ¿Los rachni han resucitado?
Ya no hay más opciones, ya no hay más razas conscientes. Una vez eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que pueda resultar, debe ser cierto. O eso dicen los humanos.
-Salvo que estemos hablando de tecnología proteana, sólo quedan los misteriosos Recolectores.
Posteado para hacer tiempo, no por otra cosa. Como bien hemos dicho, no hay nada más seguro que el hecho de que hay que ir a Omega.
El espectro niega con la cabeza.
- Los Recolectores no son más que rumores de los sistemas Terminus. Nunca han entrado en el espacio del Consejo ni han tenido ningún contacto con geth ni con ninguna otra especie más allá de unos cuantos tratantes de esclavos de Omega y antros similares. Personalmente, dada la escasa veracidad de las fuentes que han hablado de ellos, es incluso cuestionable su propia existencia.
Se encoge de hombros.
- De todas formas, una vez averiguado dónde se han fabricado esas cosas, hay poco que podamos hacer para descubrir el origen de su diseño. Probablemente sea tecnología proteana, pero lo único que podemos hacer es informar al Consejo - añade. - Ahora, centrémonos en la misión, porque no tardaremos mucho en llegar a Omega.
Os separáis, dirgiéndoos a vuestros respectivos camarotes mientras la nave se dirige al relé de masa más próximo que os sacará del espacio de la ciudadela.
La partida continúa en la escena siguiente:
Omega