Partida Rol por web

En el comedor había una larga mesa que ocupaba casi todo el centro del recinto. Alrededor había aparadores con vajilla y cubiertos, mesas auxiliares y varios retratos familiares colgados en las paredes.

Tres puertas daban al hall, y en una esquina había una puerta que seguramente diera a la cocina.

Poco a poco todos fueron ingresando y tomando un lugar en la mesa. La señora María Mercedes se sentó en la cabecera y su hija a su derecha. El mozo y el cocinero fueron trayendo los platillos que conformaban la cena.

—Buenas noches. Mientras disfrutamos los platos preparados por nuestro chef quería comentarles que nos se preocupen por este inconveniente climático. Si la nieve dificultara la movilidad por la mañana, aún tenemos dentro del edificio instalaciones para hacer confortable la estadía: tenemos una biblioteca muy completa, todas las habitaciones tienen vista a la cordillera, la sala de estar que ya la a han visto y justo aquí encima nuestro un salón de juegos. Espero que disfruten la estancia. Y por supuesto, tambíen la comida.

Al final nos acabamos moviendo al comedor.
Como el resto de la casa, esa habitación también era imponente y derrochaba lujo por todas las esquinas.
La anfitriona se sentó en la cabecera, para presidir la mesa, con su hija a la derecha.
Empezó a explicarnos, que a pesar de la climatología adversa teníamos de todo para entretenernos en esa casa.

En la biblioteca ya había estado pero lo del salón de juego me gustaba como sonaba. Me apetecía jugar un poco al billar; tal vez podría preguntarle a Vino si quería acompañarme.

Tomé asiento por el centro de la mesa, a una buena distancia de la Sra. Zúñiga.
Me había llevado conmigo la copa de vino de la barra del Hall, aunque ya estuviera casi vacía.
Tenía ganas de otra copa.

John se sentó a la derecha de la hija de la señora de la casa, procurando poder elegir asiento, para acomodarse sin tener problemas después con aquellos que no tenían intencion de una tertulia sosegada.

Sentado a la mesa, escucho y sonrió ligeramente a la Señora Zúñiga mientras esta hablaba y daba aviso de alternativas dentro de la propia casa.

-Y díganos, es común que nieve por aquí. Que podamos quedarnos "atrasados". -Que tuviera zonas de esparcimientos, lo veía normal y útil, pero cualquier detalle al respecto sobre la nieve y la posibilidad de incomunicación era mas que bienvenida, aunque siempre supuso que al menos el teléfono funcionaria para alguna urgencia.

Mientras esperaba respuesta, paso la mirada por el resto de comensales, uno a estas alturas pensaría que ya se había hecho con la cara de cada uno de los presentes, pero estaba muy lejos de la verdad, John apenas había reparado en un par de personas hasta le momento y le sorprendió, en parte, que solo hubiera hombres.

  Una vez en el comedor y antes de tomar asiento Guillermo observó con curiosidad los retratos familiares. Quería hacerse una composición de la familia Zúñiga; ya conocía a doña Mercedes y a su hija, y pudo distinguir claramente quien era Carlos. Pero no estaba de más saber si había otros miembros de importancia con los que pudiera coincidir en el hotel. 

 Después se sentó. Cómo se había demorado contemplando los retratos le tocó lejos de la anfitriona, casi en el extremo opuesto de la cabecera. 

 “Bueno, ya tendré ocasión de charlar con ella, parece que nos espera mucho tiempo libre que compartir aquí dentro”

 Siguió con aquel delicioso vino y trató de relajarse charlando con los demás huéspedes. 

Por mi parte había elegido sentarme mitad de la mesa.  I tan cerca de un lado ni del otro, justo en el lugar para ser capaz de escuchar cualquier pequeño chisme que se comentara (O al menos eso pensaba). Y justo como en el tren, de nuevo tenía una apariencia algo perdida, distraída, pero ahora parecía que volvía a espabilar un poco.

-Disculpe joven... ¿John, no? No pude evitar escuchar en el Hall que era de Inglaterra, y tal resulta que yo también soy de allí.- Sonreí de manera amable, antes de abrir los ojos un poco, como si me hubiera dado cuenta de algo. -Esperen un momento, creo que no me he presentado con ninguno de ustedes, perdón por ello. Me llamó William Lockhart, es un gusto conocerlos, y también muchísimas gracias por permitirnos estar en esta espléndida morada, señora Mercedes.-

—No tema por la seguridad—le respondió a John—A veces nos quedamos aislados pero eso suele ocurrir en Julio o Agosto, y tenemos una despensa y bodega bien completas. Con esta nevadita podría ser que un par de días el camino resulte peligroso para un automóvil, pero no para un burro. Y si el teléfono llegara a fallar (que ese falla seguido), tenemos un equipo de radio para emergencias.

El Doctor Vino Won alzó la mano, para llamar la atención de los presentes como si estuviera aún en la escuela; todo para rapidamente llevarse las manos a la cara una vez llamado dicha atención para volverse a achinar sus ojos. Y con esto, finalmente habló.

-Soble la nieve no es ningún ploblema. -Dijo de forma distendida- Una vez escalé el monte más famoso de mi país, el monte Fují, y ese tiene nieve pol encima. Y eso que ni siquiela es una montaña, sino que es un volcán. Apuesto a que no sabíais que los volcanes pueden echal nieve.

Tras dar esta información completamente veraz y relevante para la cena, y tras tranquilizar a la anfitriona respecto a las posibles quejas sobre la existencia de la nieve o de algún problema relacionada con este, por desgracia el Doctor también dio una pequeña exigencia.

-A la hola de comel, me gustalía podel hacel-lo con unos palillos. No me siento del todo comodo usando un tenedol, un cuchillo o una cuchala...

El mozo miró extrañado al gordinflón que pretendía ser chino. Pero estaba muy acostumbrado a no contrariar ni burlarse públicamente de las excentricidades de quienes servía.

Salió por la puerta de la cocina, se oyó una risotada, y volvió apenas un minuto después con dos varillas de madera cortadas un poco desparejas en sus puntas.

El señor Won tendría problemas para cortar la carne o tomar la sopa con palillos, pero seguramente podría dar buena cuenta de las ensaladas.

Llegamos al comedor y veo como todos los invitados van sentándose a la mesa, algunos de ellos empiezan a entablar conversación con la anfitriona o entre ellos.

Tomo asiento en una de las sillas que quedan libres y me fijo en los cuadros que adornan esa estancia y en la decoración de la sala

- Puestos a quedarnos atrapados en algún lugar por el clima, prefiero que sea en un lugar tan encantador como este. - dijo Nicolás, tomando asiento en el comedor después de escuchar la explicación de la Señora Zúñiga. Esperó que le sirvieran, y esperó a que todos tuvieran sus respectivos platos delante antes de comenzar a comer. Observó también al resto de presentes, en especial al señor que se suponía que era chino, pero no dijo nada al respecto de sus enseñanzas orientales. Sólo negó con la cabeza para si.

Al escuchar su nombre alzo la mirada para buscar el origen y ciertamente sus ojos se cruzaron con los de un hombre entrado en años y con acento ingles. Una ligera sonrisa de camaradería se esbozo en su rostro, a la vez que buscaba una copa que alzar para agradecer que se presentara al fin, alguien con sentido común y estilo.

Rápidamente volvió el rostro para escuchar a la dueña de la hacienda con sumo interés, al parecer estaban mas que preparados para contiendas parecidas o peores y eso le tranquilizo en parte, pues podrían seguir disfrutando de la estancia aun si fuera mas haya de la fecha señalada de su partid al parecer y con el servicio intacto ademas.
-Celebro esas palabras señora Zúñiga. -Alzo la copa también hacia ella, esperando un gesto similar por parte de la dueña.

Y dejo que otros siguieran presentándose, sabia que algunos no tenían el porte ingles y digno del deber presentarse ante quienes van a compartir mesa y techo, pero la menos esperaba que lo hicieran simplemente porque la anfitriona estaba sentada con ellos. Cual amargo fue descubrir que aun había impresentables incluso en lugares tan recónditos como aquella hacienda.

La señora responde mecánicamente al brindis de John Doe alzando su copa de vino rosado, y evita mirarlo a los ojos. Se ve que no aprueba la relación entre su hija con ese señor.

—Por favor, empiecen a comer, espero que disfruten la comida.

El mozo pasa por el lugar de cada uno ofreciendo los vinos que hay disponibles. Las botellas abiertas permanecen en una mesa e apoyo a un lado, de modo que quien lo desee puede servirse sin esperar al mozo.

El hecho de tener que disfrutar de la comida era una tarea lo suficientemente complicada de por sí para no solo estar manteniendo los ojos achinados, sino mantener los ojos achinados mientras trata de comer con palillos; esto era un nivel muy superior a lo que el Doctor Vino Won había entrenado para hacer... principalmente en el tren... escasas horas atrás.

-¡Blindemos! -Exclamó, olvidándose por un momento de la comida, siguiendo el hilo de John Doe- ¡Pol China!.

Por desgracia estar achinándose los ojos, brindar y levantar la copa usando los palillos fue una tarea hercúlea y Vino Won era más un Danny DeVito... por lo que terminó echando la copa sobre sí mismo en un accidente que, literalmente, todo el mundo se vio venir a la legua cuando este intentó levantar la copa usando esos mismos palillos.

-¡Oh, pol el Dios Chino!... -Una leve pausa mientras se echaba hacia atrás para dejar de mancharse más de la cuenta.- Ehhh.... ¡Buda-Chan!. ¡Ese mismo!. ¡Me he puesto todo plingoso y empapado!. ¡Disculpen!. He de il a cambialme... no hace falta que espelen pol mi... el vino suele sel dificil de quital su olol de la lopa...

Empapado de vino, en especial sus pantalones, el hombre trata de irse del comedor hacia su aposento. Todo esto sin dejar de mantener una mano sobre su rostro, achinándose los ojos.

¡Sumimasén!

   
 “Pero ¿que clase de personaje es este?” no pudo evitar preguntarse Guillermo tras el numerito montado por el doctor Vino Won. “¿Que pretende haciéndose pasar por chino?” No sabía si resultaba cómico o más bien patético, pero lo cierto es que sirvió para romper el hielo entre el grupo de desconocidos. 

 - ¿Se han fijado en que se achina los ojos? -preguntó a los hombres que tenía al lado.

Tras el brindis y el espectáculo perpetrado por el supuesto oriental, por fin pudieron empezar con la comida. Aunque la conversación no era por el momento demasiado animada Guillermo se iba encontrando a gusto en aquel lugar. Aparte de la comida o la elegante decoración, sin duda buena parte de culpa la tenía el vino, delicioso sin duda. Cuando el mozo pasó a su lado ofreciéndole otra copa, Guillermo aprovechó para preguntarle: 

 - Sí, me tomaré otra copa por favor. Me gustaría probar el que está degustando la señora Zúñiga, seguro que es un acierto. ¿Cuál es su favorito? 

A pesar de todo, no sonaba tan horrible estar aquí encerrados un tiempo.
La hacienda estaba más que provista de entretenimiento y cosas que hacer, además, podría seguir cotilleando ese sitio.
Pero ya tenía decidido que la sala de juegos iba a ser mi siguiente parada.

Entre tanto, el resto de comensales acabaron de tomar asiento mientras charlaban animosamente.

Y por supuesto Vino nos deleitará con una de sus muchas increíbles historias de hazañas, proezas y curiosidades. Siempre con ese peculiar gesto suyo de achinarse los ojos.
Me preguntaba si tendría algún complejo con sus ojos, por ser poco rasgados… O vete tú a saber.
Incluso al camarero le hacía gracia.

-La nieve no me preocupa en absoluto. Es más, me parece otro añadido más al encanto de este lugar. - comenté, desenfadado, coincidiendo con otro de los hombres. -Y sino, como ha dicho la señora de la casa, podemos salir a burro. Que suena más divertido.

La Sra. Zúñiga nos invitó a comenzar a comer.
Me rellené la copa de vino de nuevo; la cena estaba siendo más entretenida de lo que esperaba.
Incluso hubo un brindis. Alcé la copa y bebí, aunque Vino no lo hiciera por el método convencional y se acabó echando la copa toda por encima.

-No te preocupes, te guardaremos algo de postre -le dije a Vino mientras salía del comedor.
Escuché a otro de los hombres comentar: -Por supuesto. Creo que es un tick suyo.