Partida Rol por web

El cojín sale disparado en medio de la oscuridad y le acierta en la cabeza, a la vez que mueve los brazos, tomado por sorpresa, y el cojín salta entre sus manos hasta caer al suelo, a la vez que le llegan los gritos posesos de su esposa.

Al parecer la furia le da destreza, pues no era nada fácil acertar a alguien con un cojín en esas condiciones.

Escucha sus palabras anodado, sin dar crécito a esta otra humillación. Se queda un momento allí de pie, sin saber muy bien qué hacer. Con su espada y su coraza a sus pies.

¿Qué hago? Le pido perdón a  mi esposa? Voy a partirle la cara a mi padre?

Ambas opciones le parecen absurdas, así que se decide por abandonar la habitación en silencio. Confuso, dolido y furioso.

Se dirige a la cocina, meditabundo, esperando encontrar allí algún criadillo, durmiendo cerca de las ascuas de la lumbre, para pedirle algo de vino y así tragarse esa bilis que pugna por salir.

Su idea es darle un buen tiento al vino y encontrar un lugar donde dormir.

Quizás sea una buen idea ir a dormir con Bella... Está claro que los animales son mucho menos ingratos que las personas...

El caballero esperó con paciencia, una virtud que sus labores requerían en muchas ocasiones, y se mantuvo en silencio cuando el grupo se acercó a su posición. Una ligera inclinación y una mirada bastaron para transmitir sus intenciones a su señor. En ese pequeño intercambio pudo imaginarse leves trazas de lo sucedido apoyándose en varios aspectos que para otros podrían pasar más desapercibidos. 

Se unió al grupo como una sombra, ajeno a todos ellos y sin presentar ningún tipo de obstáculo para ninguno. Se inclinó ante la marcha del joven Whalen y dedico un mudo gesto de despedida para su amigo Galdrín. Había llegado el momento de intervenir...

Roshar mostró una sincera sonrisa a la persona que consideraba un hermano mayor, aunque no sin antes asegurarse de que no podría verse desde los ángulos que hubiera escogido él para espiar aquella conversación. No tardó en aseverar su gesto, tenían asuntos graves que tratar.

- Ha sido el mismo Adham Dannet quien ha tenido la osadía de difamar contra nuestra familia.- podía permitirse tratarla como suya al hablar en privado con Evan. - Mostró uno de nuestros escudos ensangrentados y aseguró que los soldados Crogall masacraron a sangre fría a campesinos y granjeros en sus tierras. 

El caballero sentía la misma rabia que su Lord estaría experimentando. No solo se trataba de engaños para manchar el nombre y reputación de la casa del Lagarto-Leon...

- Averiguare a quien pertenecía ese escudo. - 

Y habría que pensar como hacer pagar aquella afrenta... 

- Nos llevan medio día de ventaja. Temo que nos encontremos esta situación a lo largo de todo el camino.- 

Lord Evan llegó al lado de las damas, después de pararse un instante, y aseguró a la mas joven de las dos que se encargaría que su marido volviese pronto; después de un comentario sobre la buena cabeza del maestre se despidió y volvió a salir de la estancia.

Lady Varya se quedó un momento mirando la puerta por la que había salido su esposo, al fin desvió la vista e hizo un barrido por la sala; Roshar se había sentado con el hombre del parche y la señora de la casa afinó su oído, pero dado el rumor general y la media voz a la que hablaban no pudo oír nada. Se llevó la copa a los labios de nuevo y, después de vaciarla con sendos tragos cortos, se dispuso a levantarse para ir a su habitación a descansar.

El maestro de armas entro finalmente en la posada. Ahora tenia de nuevo cosas que hacer. 

Desde revisar quien dormia en que habitación por si tu viera que ir a alguna de ellas durante la noche, hasta comprobar que soldados dormian y que turnos de marcha tendrian al dia siguiente. 

Dudaba de que alguien, solo quizas Roshar, se acostara mas tarde que el mismo.
Pero no le importo, era su deber para con su familia. 

Mientras sus ojos fijaban las vigas de madera del techo en su mente, y se iban cerrando, solo podia rezar para que las intrigas menguaran hasta llegar al menos a Desembarco. 

Asintió con la cabeza mientras escuchaba la información que le confirmaba Ser Roshar.  A pesar del cansancio que sentía escuchar lo que estaba ocurriendo mostraba una expresión dura y sus ojos severos denotaban una rabia contenida. Arqueó levemente una ceja antes de compartir sus ideas.

- Por lo que se ve su número es muy superior al nuestro, no se hasta que punto seria bueno "cruzarnos" con ellos, y me preocupa que hayan sido tan...- hijos de puta - osados. Tal vez esto sea la antesala de algo más grande, tomar una iniciativa tan clara en contra nuestra no puede traer nada bueno. Y los siete saben que no he aprendido suficientes insultos en poniente para describirlos. - Ya encontraré la manera de cobrar esta nueva deuda que han contraído -  De momento he dado la orden que allá donde nos encontremos los rumores intentemos paliarlo con "buen humor" ¿Se te ocurre alguna idea?

Se tomó esta conversación con tiempo  y mientras hablaba en un tono leve iba movimiento la cabeza con disimulo, por si aparecía alguien fuera de lugar.

Posó ambas manos sobre su cadera, quedando su diestra sobre el mango de su espada.

- Un enfrentamiento directo no creo que nos fuera provechoso, ni aunque estuviéramos en superioridad. No con estos rumores esparcidos de aquí a Desembarco. - movió hacia los lados la cabeza, negando y pensando. - No me atrevo a vaticinar donde quieren llevar esto, quizás pretendan presentar una acusación ante el Rey. El escudo no debería ser prueba suficiente pero es muy posible que se guarden otras de más peso y nosotros tendremos que demostrar su falsedad. Lo que puede ser difícil dada nuestra rivalidad histórica. - Ser Roshar llevó una mano a su mentón, mesando su barba. - Pensaré en algo. Contraatacar con información contradictoria podría ser una buena baza, pero habría que conseguir adelantarse a ellos. La primera palabra siempre tiene mucha más fuerza. 

Jugaban contrarreloj y su situación no permitía cualquier estrategia, eran un grupo lento que debía de preocuparse de damas, criadas y un carromato que portaba un lagarto-leon. Estaban muy limitados. 

Rascó su barbilla y respiró hondo. Con pesar tomó la palabra.

- De momento nos tienen en jaque, espero que la almohada nos dé nuevas ideas. La verdad que no se como podríamos adelantarlos si cruzarnos con ellos.  - Se quedó pensativo durante un instante y cayó en la cuenta de una cosa - Por los siete! - Dijo mientas dio con su puño derecho en la palma de la mano izquierda - ¿Se sabe el nombre de dicho poblado? Si fuera uno dentro de nuestras fronteras podemos decir que han sido ellos quienes nos han atacado. Dudo que tengamos tanta suerte, pero algo es algo. Más información nos iría bien. ¿Qué más tenemos?

Comentó como esperando encontrar más sorpresas desagradables.

Ser Roshar puntualizó los últimos detalles del asunto Dannet.

- Yo podría intentar adelantarlos, nuestro grupo es demasiado lento para pretender una maniobra similar. En cuanto a la aldea, la situaron en sus tierras, lo tienen bien pensado. - ¿Habrían sido capaces de aniquilar a su propia gente con tal de perjudicarlos? 

Miró a los lados, cerciorándose de nuevo que aun seguían hablando en privado.

- Todo el mundo va al sur excepto ese anciano caballero que reclutó hombres para ir al norte. Ofrecía una buena paga y no quería ningún lugareño. No me consta que el caballero del zorro fuera con él, de hecho nadie supo decirme nada acerca de él. ¿Qué sucedió con el mozo de cuadras? 

El caballero casi esperaba que algún hombre hubiera sido enviado en busca del grupo que corría contracorriente. Ciertamente a él le picaba la curiosidad y no podía evitar sentir cierto recelo ante la situación...

Sin darse cuenta hizo un pequeño gesto de disgusto. Ya me temía algo así. Reflexionó durante un momento. Es su trabajo. Asintió con la cabeza.

- Bien, mira a ver que puedes averiguar. - Aunque no lo dijera en sus palabras había también implícito un "hacer" .Se mesó la barba y bajó la vista, como si no estuviera al caso, mientras escuchaba el resto de las palabras de ser Roshar.

- Si no he deducido mal ese viejo caballero, junto con su comitiva, son el grupo que nos encontramos esta mañana, esperemos que no sean nuevos problemas para el viaje - Vaciló durante un instante y volvió a asentir- En cuanto al mozo... Whalen me pidió que nos acompañara pero rechace su proposición, nos ha dado una información bastante inconexa y lo veo más como un estorbo que como un beneficio que venga con nosotros a desembarco. - Hizo una pausa al recordar una idea que había tenido hace poco - ¿Debo preocuparme por algo más? 

Desvió la mirada hacia los alrededores.

- Por el momento nada más, mi señor. - realizó una leve inclinación, dando a entender que había acabado pero antes de que ninguno se moviera prosiguió hablando. - La incertidumbre me intranquiliza. ¿Y si se tratara de hechos relacionados? Se me ocurren varias posibilidades... - volvió la mirada sobre Evan. - ¿Vas a enviar a algún hombre tras el anciano? Tomar ambas direcciones me resultaría complicado, aunque creo que tendría tiempo para sobrepasar la comitiva Dannet. Si es más numerosa que la nuestra también sera lenta. 

Se mantuvo a la espera de la confirmación de las ordenes para ordenar todas sus ideas. Pues ya estaba planificando como llevarlas a cabo y tendría que dejar parte de sus posesiones allí mismo. 

No pudo más que dar un bufido al escuchar las palabras de Ser Roshar, enarcó una ceja y contestó:

- No enviaré a nadie tras él, seguramente hayan coincidido y no nos podemos permitir el lujo de perder más hombres, nuestra comitiva es pequeña y no todos hombres de armas - Las últimas palabras sonaron algo vagas. Y tu amigo mío eres una gran pérdida, espero que valga la pena. - Si son dos hechos en común carezco de la información necesaria, mejor aguardar. Adelantalos.

Al ver que Roshar ya estaba cavilando sus siguientes acciones vaciló un momento, retomó sus pasos hacia la entrada y se paró una instante nuevamente. Le agarró del hombro y solamente pudo murmurar una palabra.

- Suerte. - Se adentró en la posada dirección a sus aposentos.

Con pesar subió las escaleras que le parecieron interminables. Llegó a la puerta de sus aposentos donde le aguardaba su esposa. Se detuvo un instante y lamentó no encontrarse en su fortaleza dónde hubiera ido mucho más adecentado. Abrió con cuidado la puerta de madera y la cerró con el mismo cuidado. Con todo el sigilo, que era bastante nulo, con el que pudo se desvistió con pesadez y al acabar se acercó a la palangana para refrescarse. Vaciló un instante y se relajó para dejar su mascara de preocupación al descubierto, todo lo que había sucedido ese día le había llegado a lo más hondo, pero no dejaría que nadie viera más que una leve mella en su dura piel de lagarto.

- Como ordene, mi señor. - Respondió con diligencia. - Dejaré la estancia pagada antes de mi marcha. 

Agradeció con una sincera sonrisa la muestra de preocupación de quien veía como su hermano mayor y dedicó una pronunciada reverencia, metido en un papel que prefería no desatender. A la marcha de Evan se apoyó en la pared de la posada, junto a la puerta, y se mantuvo mirando la negrura de la noche durante unos largos minutos antes de entrar en dirección a su habitación. Su paso por el interior del local fue renqueante, como si hubiera perdido o caído al ir a mear en las cercanías.

Lady Varya llegó a sus aposentos y, después de revisar que todo en la habitación estaba en orden, se cambió la ropa que llevaba por la de cama y se sentó en la única silla que había; le gustaba tener un momento de soledad consigo misma antes de dormir y dado que no iba a cepillarse el cabello hizo un ejercicio de relajación para la mente, ordenó y redistribuyó sus pertenencias.

Cuando la puerta se abrió Varya entreabrió los ojos, hacía poco que por fin se había ido a acostar puesto que había estado esperando la llegada de su esposo, y pensando en si habría encontrado a su hijo antes de que éste saliese a buscar al mercenario. Oyó a Evan moverse por la estancia, quitándose la ropa, para acabar echándose agua a la cara, un quedo suspiro escapó de sus labios. Con gracia felina la mujer se levantó y se acercó a su marido, posó las manos en sus hombros y, dando un beso en su espalda, lo abrazó desde atrás haciéndole saber que estaba de su lado, siempre...

Estaba tan exhausto que no se había percatado  de que se encontraba a su lado hasta que notó su cálido cuerpo sobre el suyo. Posó con suavidad la mano derecha sobre la suya.  Pensaba que dormías. En murmullos comenzó a hablar.

-Espero no haberte despertado. - Vaciló un instante, sinceramente le reconfortaba tenerla allí con él pero la cortesía que le habían inculcado le evitaba decirlo en aquel momento - Parece que todo cuadra, nos llevan ventaja y la verdad... no se que hacer - Esta última frase sonó abatido, todo lo contrario al Lord seguro que proyectaba continuamente - Ya veremos mañana. - Dudo en si comentarle las siguientes palabras. - Whalen ha querido traer al caballerizo con nosotros como premio por la información... a él le he dicho que no.

Con suavidad se giró y le dedicó una leve sonrisa a su esposa la acarició y le dio un beso. Por un instante pensó en levantarla y llevarla al lecho en brazos pero se lo pensó mejor, por su mente pasó la idea de un final más desastroso. Pero una cosa si que tenia seguro, quería dormir junto con su esposa, abrazado a ella y ya vería que haría a la mañana siguiente.  La miró a los ojos y dejó que el grisáceo de sus ojos brillaran con la tenue luz de la estancia.

- Te estaba esperando. - fué la contestación al primer murmullo del lord - De momento ya hemos ganado algo, sabemos lo que se cuece; solo nos resta estar preparados, el resto ya se verá. - apretó los brazos a su alrededor - Yo había pensado en llevarnos a la joven Giana a casa cuando regresemos, - si es que lo hacemos - sería una buena compañía para los futuros Crogall.

Sonrió de vuelta a su esposo y se quedó prendada de esos ojos que la enamoraron la primera vez que los vió; deslizó su mano hasta alcanzar la de él, y con suavidad se dirigió a la cama...

Para cuando Lord Evan y Ser Roshar regresaron a la posada, la mayoría de la gente ya había abandonado el salón principal. Bien porque se habían ido a su casa o bien porque habían ocupado las habitaciones que habían alquilado. Un grupo de parroquianos, entre los que destacaba Garth El Barril, se alejaba de la posada siguiendo el camino hacía el pueblo, un poco más apartado.

En el interior, Gianna fregaba los suelos y colocaba las sillas sobre las mesas, Dag recogía los platos y los llevaba a una pila con jabón que después fregaría y Meg estaba sentada en una silla con un montoncito de monedas de diversas formas y colores haciendo cuentas de lo que habían ganado aquel día. Poca más gente quedaba en aquel salón ya. Algún soldado de los Crogall que apuraba su jarra de cerveza y algún que otro borracho al que Dag tendría que echar después.

Galdrin era el único de la comitiva que permanecía activo, tratando de controlar quién dormía en qué habitación y qué turnos de guardias se llevaban entre sus hombres para aquella noche. Aunque descansaran a cubierto en la posada no se fiaba de bajar la guardia. Su amigo Ser Adrik, en cambio, había ido a dormir en cuanto regresaron del exterior, ocupó una de las habitaciones comunes que habían alquilado y se tumbó en su cama.

Los demás ya habían ido a dormir hacía tiempo: el maestre había sido el primero en irse, el viaje le había cansado sus viejos músculos y necesitaba reposo. Lady Crogall no había tardado en seguirle y poco después lo hicieron Lady Scarlett y su esposo Whalen. La joven pareja pareció tener algunas discrepancias con el lecho, pues se escucharon los estridentes gritos de Scarlett hacía su marido y golpes de objetos al chocar contra la pared. Así gastaba su genio la mujer del cabello rojizo.

Habían superado aquella larga segunda jornada del viaje hacía Desembarco con sobresaltos y nuevos misterios que cada vez se hacían más enrevesados. Primero habían dado con el macabro descubrimiento del grupo de hombres de armas asesinados y después al llegar a la posada habían descubierto como su buen nombre había sido mancillado por unos rumores infundados que todos creían.Y es que según se decía, los Crogall eran los autores de otra terrible masacre, esta vez contra aldeanos y campesinos de las tierras de los Dannett. El mismo Adham Dannett, como descubrieron después, se había encargado de verter esas acusaciones contra ellos a su paso por el Camino Real. Y también estaba aquel extraño caballero al que conocían por el nombre de Caballero Zorro, quien había estado reclutando hombres en la posada varios días atrás.