Partida Rol por web

Orten insistió en acompañar a la dama hasta asegurarse de que estuviese a salvo, pues aquella ciudad era peligrosa y sobre todo las zonas colindantes al torneo, donde acampaban toda clase de hombres: desde los que se decían caballeros hasta maleantes de la más diversa calaña.

Los encantos de la dama poco efecto parecían surgir con el joven Lugus, que parecía más centrado en deleitar a la dama con historias que conocía sobre el Joven Dragón por boca de su maestre y de algún libro que había consultado por iniciativa propia en la biblioteca de su hogar. Mientras paseaban hasta la tienda, Orten habló continuamente, aunque Lady Varya comenzaba a sospechar que lo hacía más para envalentonarse y perder el miedo a los rincones oscuros del camino, que por mantener una conversación con ella.

Para Whalen resultó imposible llegar a reunirse con el Gran Maestre Pycelle, el anciano se encontraba demasiado atareado con las labores del concilio de maestres y los asuntos del torneo como para dar audiencia a un joven futuro señor. O al menos eso fue lo que le dijeron, lo que Pycelle hiciese de puertas para dentro de sus dependencias era todo un misterio. Pero Whalen ni siquiera llegó a poder cruzar la entrada de la Fortaleza Roja, y cuando lo derivaron hacía otros edificios donde podía encontrarse alguien que atendiera su solicitud tampoco tuvo mucha suerte. Era ya tarde, y nadie estaba por la labor de atenderlo, todos querían dormir, emborracharse o fornicar.

Su primo se había separado de él abruptamente, no conforme con la decisión que tomaba de ir a perdonar a su esposa. Habían tenido una pequeña discusión, pero Whalen todavía confiaba en que hacía lo correcto al querer escuchar las palabras de Lady Scarlett. Para Adrik, en cambio, no había vuelta de hoja. Había traicionado a la familia, sólo merecía la muerte. Finalmente, después de mucho recorrer por las oscuras calles de la Capital, logró encontrar a un acólito del Gran Septón que decía saber dónde se encontraba la dama pelirroja, en el interior del Gran Septo de Baelor. La dama se encontraba en una de sus dependencias, pero Whalen no pudo saber en cual ni tampoco le dieron permiso para acceder hasta allí. Menos todavía siendo un Crogall y a pesar de ser su esposo. La dama sería protegida hasta que el juicio que implicaba sus serias acusaciones se celebrara.

Ya había quedado atrás la hora del lobo cuando el séquito al completo de la familia Crogall regresó a la tienda verdinegra con el blasón del lagarto-león. Todos ellos se encontraban frustrados por los escasos progresos que habían conseguido aquella noche, sentían que daban pasos de hormiga para aclarar aquel asunto mientras que sus enemigos daban pasos de gigante escondidos en las sombras. Ser Adrik regresó horas antes que Whalen, y ambos llevaban el mismo gesto de enfado, al que el heredero sumaba frustración y tristeza. Lady Varya sentía que volvía con las manos igual de vacías que cuando se había ido, y lo mismo ocurría con Ser Roshar.

La mañana siguiente llegó con calor y un sol implacable desde la primera hora, pero ya antes del amanecer cada caballero, dama y señor de cada pabellón de los allí congregados ya se encontraba despierto. Los terribles gritos de agonía que se escuchaban desde el pabellón de los Dannett podían escucharse por toda la explanada una hora antes del alba. La noticia de su muerte cuando el sol comenzaba a brillar en el horizonte recorrió el campamento velozmente. La historia que más se repetía era que el joven Dannett había fallecido por culpa de las heridas sufridas durante la justa, sin embargo, no tardaron en extenderse rumores susurrados de juego sucio que iban desde venenos hasta magia.

Whalen durmió poco y mal. A las pocas horas de sueño se tuvo que sumar que le despertaran los gritos agónicos del joven Dannett. En la soledad de su estancia lloraba. Lloraba por no poder ayudar al joven señor, por la muerte de Galdrín, por el jodido Caballero Zorro, por su esposa perdida...

Cuando coja al cabrón que está detrás de todo esto le meteré la lengua por el culo.

Se sorprendió de su propio pensamiento. Con cada aullido, se encogía de dolor. No entendía como podía haber genta capaz de actos semejantes. ¿A cambio de qué?

Se cambió y salió a la zona común del pabellón, en busca de sus familiares y aliados. Llegaban rumores de la muerte del joven lord. Aquello iba a poner las cosas muy calientes.

¿Y ahora?

Lanzó la pregunta al aire, sin dirigirse a nadie. Quizás incluso se dirigía más a si mismo que a cualquier otro.

Los gritos hicieron que Ser Roshar se levantase como un resorte. Se vistió lo más rápido posible para salir al exterior. Se le ocurrió que la joven Dannett podría estar en las cercanías para enterarse de cualquier novedad con su hermano. Ir a la tienda de su familia sería meterse sola en la trampa, de la que huyó... No sería su primera opción. Quizás en cualquier tienda cercana sirviendo a cualquier otro señor. Cerca pero lejos de la vista. El caballero se dirigió a los alrededores del pabellón Dannett. Intentó ser lo más discreto posible, mantenerse a suficiente distancia, no estaba en la mejor situación para campar por allí... Y buscaba una aguja en un pajar, no se arriesgaría ante tan poca posibilidad. 

Llegó el nuevo día, pero tiempo antes del amanecer Lord Crogall ya se encontraba de pie en el pabellón.  Su mirada se perdía en el Oeste, de camino hacia un punto lejano en el horizonte. Miraba hacia su hogar, o tal vez hacia un pasado que ya no podía cambiar y que le perseguía.

Los gritos de agonía de Dannett le acompañaban. Evan había escuchado morir a muchas personas en su vida. Convictos, enemigos, soldados, amigos, esposa, hermano, padre…  La muerte formaba parte de su vida desde donde alcanzaba su memoria. Y ahora le había llegado la hora a Dannett. Cuando por fin los gritos se acallaron se hizo un silencio en el campamento. Un instante donde lo efímero se convertía en eterno, donde la llama se apagó para tal vez encenderse en otro lugar y en otro tiempo, pero ya lejos de los allí presentes.

Evan Crogall no lamentaba la muerte del joven de la Casa Dannett, pero tampoco se alegraba del suceso. La situación de los Crogall era cada vez más complicada, y Desembarco del Rey se había convertido en una trampa para ellos.

Algunos de la familia entraron en silencio a la zona común. Vio a su hijo Whalen, con los ojos lagrimosos. En algún lugar de aquella lejanía que había estado observando un rato antes, Evan pudo haber sentido compasión, pena e incluso amor hacia Whalen. Pero ahora aquello quedaba muy lejos en el aquí y en el ahora. Tal vez nunca había existido.

-Whalen, comenzó y notó su propia voz extraña. Diferente. –No lo sé, Whalen, reconoció Lord Crogall. Se sentía incapaz de hallar la salida a esta extraña trampa que les hundía cada vez más en el fango. –Dannett ha muerto. Tú le derrotaste en la justa. Esos son los hechos. El resto son conjeturas.

Al menos de momento.

-¿Habéis averiguado algo?, preguntó a medida que iban entrando los demás miembros de la familia. Sospechaba que no, pues en caso contrario le habrían avisado durante la noche. No obstante, a veces solo se necesitaba un pequeño hilo para empezar a desenredar la madeja.

El encontrar a todos lo miembros de la familia en el pabellón, a todos los que debían estar al menos, hizo que la señora de la casa se permitiese un silencioso suspiro. Después de las noticias de la noche que hicieron que saliera apresurada de la zona, la mitad de su pensamiento había estado ocupado por lo que deberían hacer si alguno de ellos era tomado preso. Ver a Whalen en la tienda, y a ser Roshar salir discretamente, alivió su pecho, pero el estado del heredero preocupó a Varya. 

Los círculos alrededor de sus ojos, los hombros abatidos y el tono apagado de su voz hicieron que la mujer se acercase al joven. Escuchó al lord responder a su hijo y lanzar una pregunta, antes de contestar la dama acabó de acortar la distancia y posó una mano en el hombro del chico, en el estado en el que se encontraba más parecía un niño perdido que un hombre.

-Nada mi señor. -dijo en contestación para luego mirar a su hijastro transmitiendole su apoyo.

A pesar de que la derrota y posterior muerte de Adham Dannet era un sombrío comienzo para las festividades, el Torneo del Rey continuaría sin pausa, y todavía había muchos que esperaban que la Casa Crogall participara en los enfrentamientos de la justa para aquel día. De hecho ya se sabían los emparejamientos que atañían a los miembros de la casa participantes. Ser Adrik tendría como rival a ser Gennady Shanin, un veterano caballero de Dorne al que habían podido ver ya con anterioridad en la posada Árbolverde, se trataba del dorniense que había intentado cortejar sin éxito a aquella prostituta de tan alto caché que se permitía el lujo de rechazar clientes como él, con un saco de monedas a rebosar. Los demás cruces iban a enfrentarles a la casa Lugus; Ser Roshar Blackfist mediría sus fuerzas contra ser Naton Lugus, el hermano embrutecido de Orten, y Whalen tendría que medirse a ser Langley Woods, el hombre con el que Orten debía prometer a su hermana Marita. De él se decía que su título de caballero tenía más que ver con los contactos de su familia que con su valía y que había logrado pasar a la segunda ronda gracias a un golpe de suerte.

Entre tanto, alrededor del pabellón de los Dannett comenzaba a haber movimiento. Edan Ward preparaba el regreso del cadáver de Adham a tierras de los Dannett para que fuera enterrado tan pronto como resultara posible. El maestro de armas de los Dannett se había hecho cargo del séquito familiar y solicitó al maestre Ferris que pusiera en conocimiento de lo ocurrido a Lord Dannett a través de un cuervo para comenzar los preparativos del funeral. De hecho, los Dannett comenzaron a desmontar su tienda y cargar los caballos para el viaje poco después de la muerte de su joven señor. La situación de la casa quedaba en el alambre, flaqueando y con su futuro pendiendo de un fino hilo a punto de partirse y llevar a la casa a su extinción: con la salud debilitada de Lord Dannett, la muerte de su heredero y la desaparición de su hija, la única heredera viva actualmente.

Cuando el sol se encontraba en su punto más alto, un par de horas antes del comienzo de la segunda ronda de las justas, Edan Ward tenía todo listo para partir con el séquito de la familia Dannett casi al completo. Según pudo averiguar ser Roshar, no todos abandonaban Desembarco del Rey: Ruber Piper y sus hombres habían decidido quedarse en la capital del reino ya que el orondo mercader tenía más negocios que atender en la ciudad y estaba interesado en ver el resto del torneo, además albergaba la ilusa esperanza de dar con lady Iris. También el maestre Ferris había decidido quedarse en la ciudad, con él, Edan Ward decidió dejar a uno de sus hijos como escolta del maestre. El resto de la familia abandonó la ciudad sin causar ningún problema con los Crogall, ser Roshar había visto como Edan Ward había tenido que intervenir con sus hijos para evitar que estos se tomaran la justicia por su mano, pero salvo eso, los Dannett se fueron sin hacer ruido acompañados de un grupo de Hermanas Silenciosas que se hicieron cargo de velar por el cadáver de Adham hasta llegar a su hogar.

Suspiró ante las palabras de su padre y le dedicó una mirada triste, con una sonrisa cansada a su madrastra. El contacto con su mano era reconfortante. Transmitía seguridad. Se sorprendió al sentir esos sentimientos.

Este viaje está resultando ser una caja de sopresas...

Llegaban las noticias sobre el torneo. Después de lo vivido la jornada anterior, eso del torneo se le antojaba una frivolidad. Ayer luchaba por su vida, hoy tocaba jugar con lanzas de juguete. Pensó en no participar, pero eso podría generar rumores de culpabilidad en él, cosa que jugaría en su contra. Había ganado un juicio por combate. Estaban libres de toda culpa.

Al recordar la situación en la que quedaban los Dannett se le abrió una posibilidad de descubrir al maestro titiretero de ese juego macabro.

¿Quién gana con la muerte de Adham? Quien heredaría ahora, con el hijo muerto y la hija desaparecida? Quizás nosotros no somos el objetivo, sino simplemente la herramienta para que alguien se haga con el control de las tierras Dannet.

De hecho, estaba seguro que ese razonamiento ya lo había expresado con anterioridad. O así lo creía.

¿Qué sabemos de la hija? Es posible que alguien la haya hecho desaparecer... Aunque si han matado públicamente al heredero es posible que quieran sacar de un agujero a la hija durante le momento adecuado... Lo que significa dos cosas. Que o bien Piper está detrás, o bien debería ser la siguiente víctima para poder casar a la joven secuestrada con el nuevo señor de los Dannet, sea quien sea.

Era un argumento algo retorcido, pero todo el asunto lo estab siendo, así que era posible que fuera por la misma vía.

Evan asintió a las palabras de su hijo. -La hija Dannett parece ser la clave. Nos interesaría encontrarla, y también tener un ojo puesto en los hombres que se quedan en el Desembarco del séquito de Dannett.

El señor de la Casa Crogall dio unos pasos en el pabellón, pensativo. Luego siguió: -No veo otra salida que seguir con el torneo, Whalen. Debes representar la Casa Crogall, con la cabeza bien alta. Mientras tanto, debemos buscar un acercamiento a Piper. Tal vez él sí acepte una audiencia conmigo. ¿Qué opináis?

La dama miró a los hombres de su familia intercambiar pareceres y asintió a las palabras de ambos, necesitaban seguir con las celebraciones como si nada pasase, pero también debían estar preparados frente al siguiente golpe. Dado el resultado del combate de Whalen parecía que era la casa Dannet el objetivo de la conjura, pues ellos se habían quedado sin heredero, pero si los titiriteros jugaban bien sus cartas podían eliminar a las dos casa de golpe.

-Quizás un acercamiento menos formal que una audiencia pueda cubrirle frente a su suegro. Si lo estimais mi señor, puedo tantear al señor Piper en busca de sus intenciones.

Whalen asintió a las palabras de su madrastra. De golpe se sentía importante, departiendo problemas de la casa, en rango de igualdad con sus mayores. Su expresión de gravedad exagerada era un reflejo de como se sentía en aquellos momentos.

Sí. Coincido con lo que opina lady Varya. Una audiencia levantaría sospechas, aún más después de todo lo sucedido. Haría parecer a Piper como parte de una conjura que no existe. Nos interesa que sea tratado con la máxima discreción posible, aunque si se descubre cualquier contacto con Piper nos puede poner en una situación aún más incómoda.

No era algo en lo que él pudiera aportar mucho más. Después de pensar sobre las palabras usadas por Varya, no podía evitar dudar sobre quien era más intrigante, si la actual señora Crogall o el siempre fiel señor de Blackfist.

¿Y si Varya ha tenido algo que ver con lo que le ha pasado a Scarlett?

Se negaba a creer tal traición de su mujer. Quizás su madrastra la había enmarañado en alguna oscura intriga de mujeres. No era descartable. El desprecio era mutuo.

No quería seguir así. Y debía hablar con su mujer, aunque de momento había sido imposible.

Me... Me he de ir a preparar para el torneo.

Anuncia, mirando a su padre. Le ha pedido que acuda al torneo, y él opina igual.

Eso debe ser comportarse como un lord. Hacer continuamente cosas que uno no desea hacer, pero que son necesarias.

-Tal vez, -dijo el maestre que había estado pensativo durante toda la reunión, -podáis abordar a Piper durante el torneo. No sería extraño que acudiese, si todavía tiene negocios que tratar seguramente se harán allí. Os proporcionaría un escenario discreto, con toda la atención clavada en los contendientes.

El maestre se encontraba tremendamente cansado, apenas había pronunciado palabra y su gesto amable se había sustituido por otro serio que cargaba ojeras y una barba blanca desaliñada. Parecía que los últimos días hubiesen corrido por años en él, la fuerza, energía y vitalidad que le hacían parecer eternamente joven había desaparecido.

-Así lo haremos, asintió Lord Evan mirando con cierta preocupación el aspecto de Maestre Nicholas. -Creo que debéis descansar, Maestre, le dijo. Sentía un gran aprecio por aquel anciano sabio. -Nos quedan muchas batallas por librar, y la Casa Crogall os necesita a todos.

Luego se giró para estar de cara a Lady Varya. Su esposa, su confidente. Era la voz sensata que necesitaba escuchar en aquellos momentos, la cara amable que necesitaba contemplar y la mano delicada que necesitaba para poder caminar firme. -Durante el torneo, yo ocuparé el palco. Lady Varya, trata de acercarte a Piper si le ves. Y Whalen, tú mostrarás tu valía de nuevo en el torneo, ante los ojos de todos. El honor de los Crogall descansa sobre tus hombros, hijo.

Después añadió: -Ahora ve y prepárate. Era importante que el joven se diera cuenta de que no podía abandonar una reunión presidida por el señor de su casa hasta que se le diera permiso. Algún día serás tú, Whalen...

El caballero observó con cierta tristeza la marcha de los Dannett. Si su joven heredero no se hubiera mostrado tan impetuoso, si los enraizados rencores no hubieran supuesto muros casi infranqueables... Ser Roshar tenía la sensación de que ambas familias podían haber llegado a entenderse para solucionar aquella trama que los forzaba a enfrentarse de nuevo. En la que ambos bandos ya habían perdido demasiado... 

El Blackfist estudió el vacío dejado por los Dannett, atreviéndose a acercarse algo más ahora que habían reducido su número, y buscó una posible pista sobre el fin que le habían reservado a Rata. No esperaba encontrarlo con vida, no conociendo los ánimos de sus captores tras la muerte de su señor. Pero le gustaría poder darle un entierro. También tenía que volver a tomar contacto con sus chicos.

Volvió a la tienda Crogall. Entró en silencio, dedicando una rápida reverencia a los presentes y buscando un lugar apartado mientras la familia conversaba. No tuvo grandes objeciones a las propuestas, cualquier movimiento iba a tener sus riesgos. 

El torneo no tardaría en empezar. Ser Roshar consideraba que para él estaba a punto de terminar, no conseguiría derribar al hermano de Orten. Aún así justaría y eso le quitaba tiempo. 

- Iris Dannet presenció el juicio por combate. - informó antes de que Whalen se retirara. - La perdí de vista entre la multitud. Se hacía pasar por prostituta. Estuvo ante nuestras narices, en la posada, y rechazó a algún cliente. - se pasó la mano por la barba. La estancia en la capital había sido frenética. Había tardado demasiado en confirmar la identidad de la joven Dannett. Y quizás en compartir la información. - La muerte de su hermano habrá cambiado sus planes... - ¿Qué pretende? ¿se atreverá a buscar venganza por su cuenta? - Seguiré buscándola. - enseguida se sumió en sus pensamientos. 

Acabó mirando a su señor. En algún momento también tendría que ir a prepararse para el torneo. La incertidumbre le pesaba, no sabía que esperar de aquel día. 

Whalen también se sintió preocupado por el estado calamitoso de su mentor y maestro. Nicholas era viejo para esos trotes. Quizás ese era su último viaje a Desembarco.

Asintió a las palabras de su padre, entendiendo las pimplicaciones que suponía. No se debía cuestionar la autoridad de su padre. Era algo que había aprendido de pequeño, aunque también era cierto que poco contacto habían tenido padre e hijo. Había ejercido mucho más de padre el viejo maestre que el lord. 

Se disponía a abandonar el pabellón cuando ser Roshar habló. Se quedó clavado en el sitio. Parpadeó confuso.

¿Cómo? Iris había estado presente. Que no se mostrara a su hermano sabiendo lo que pasaba era una prueba más de que estaba implicada en cierto grado... O que odiaba a su hermano. Ambas cosas no decían mucho a su favor. La tapadera como prostituta unido al hecho de despreciar a posibles clientes también daba pie a cierto tufo conspirativo. O eso o Whalen veía lo que quería ver. Quería decir algo al respecto pero su padre había hablado, y su papel era otro en esos momentos. 

Asintió con fuerza ante el "seguiré buscándola" del Blackfist y co un leve saludo a todos los presentes salió del pabellón.

Willard! Willard! Vamos, prepara mi panoplia. ¿Y Bella? Ya está ensillada? Ven a ceñirme la armadura.

Las órdenes a su tarugo pero bondadoso escudero se filtraban al interior de la tienda.

Iris Dannet presenció la justa...

Lord Evan se quedó sin palabras durante un rato ante la revelación de Ser Roshar. -La tuvimos tan cerca, dijo y no pudo evitar cierto tono de reproche en sus palabras.

-Se me ocurren varias razones para que ella acuda a ver el torneo en secreto. La clave está en si sabía o sospechaba de antemano que su hermano iba a fallecer. No debemos descartar su participación directa en los hechos. También puede ser que ella se esconda de los que están detrás de todo esto. De los que asesinaron a su hermano e intentan enemistar aún más a los Dannet con los Crogall. En cualquier caso, ella ha sido capaz de burlarse de todos. No debemos subestimar a Iris Dannet.

Miró a Ser Roshar. -Y debemos encontrarla. Cueste lo que cueste.

Whalen abandonó el pabellón para comenzar los preparativos del torneo. -Creo que de momento es todo. Vamos a ver si este día nos trae mejores nuevas.

Lady Varya sonrió levemente al heredero cuando se mostró de acuerdo con ella, su mano se había deslizado de su hombro hasta su antebrazo, donde le dio un pequeño apretón, antes de alejarse nuevamente de él. Su relación no había sido muy buena antes de ese viaje y no quería imponerle su cercanía. Se aproximó hacia su esposo pero se quedó a un brazo de distancia, al alcance de su mano si la necesitaba pero lo suficientemente lejos para que no pareciese que dependían el uno del otro.

Asintió a las palabras del maestre y asintió con más vehemencia cuando el lord le dijo que fuese a descansar, luego sus ojos quedaron prendados de los de su marido. Esos ojos que la habían atrapado cuando se conocieron y que lo seguían haciendo como el primer día. 

-Seguro. -contestó dando por hecha su parte, al menos la de acercarse, lo de qué sacaba sería otro cantar.

Y entonces la intervención del caballero consiguió que sus ojos abandonasen el rostro del señor de la casa y miró a ser Roshar, una mezcla de ira y frustración apareció durante el instante que tardó en enmascarar sus emociones. Suscribía completamente todas y cada una de las palabras de su señor y esperaba que el hombre tuviera éxito en su empresa, necesitaban a esa escurridiza chica para encajar las piezas del puzzle en el que se habían visto inmersos.

-Paciente... -susurró mientras la reunión se disolvía. 

Ser Roshar sopesó las palabras de Evan. Era verdad, no debía asumir nada. Era uno de sus principios. Aunque Iris Dannett no le pareciera culpable bien podía haberlo planeado todo con su prometido. ¿Se había dejado engañar por su encanto? Quizás quería confiar en su historia, pero no tenía datos para sentenciar nada. Solo su versión de los hechos. El caballero pensó en Orten Lugus. ¿A través de quién le había llegado la información? El caballero lamentó no haberla abordado la primera noche que la vio. 

- Si, mi señor. 

Su mente se despejó y esperó a que Lord Evan le diera permiso para retirarse. Tenía claro su siguiente paso. Buscaría a Orten Lugus. 

La reunión de la familia para tratar los asuntos que amenazaban con destruír la estabilidad y el buen nombre de su Casa concluía ante la premura del torneo y sus enfrentamientos. Whalen mandó llamar a Willard y este se presentó como un rayo asintiendo a las preguntas de su señor afirmativamente. El muchacho había cumplido muy bien con las labores relacionadas con el torneo ya que para él eran muy emocionantes y suponían participar de alguna manera en la justa, su mayor deseo. Si realizase sus otras tareas con esa eficacia y entusiasmo, sería el mejor sirviente que se podría desear. 

Una nueva teoría comenzaba a tomar forma en sus cabezas a partir de que ser Roshar les hubiese revelado que Iris Dannett había estado presente en el combate entre su hermano y Whalen. Aquello resultaba sospechoso para ellos, ya que había acudido ocultando su identidad nuevamente y no conocían cuáles eran los motivos que le llevaban a actuar de esa manera, máxime cuando la identidad que había elegido para ocultarse era una de tan bajo decoro. 

Cada vez más incertidumbres, más hilos abiertos que no lograban conectar y mayor complejidad a una intriga a la que veían difícil solución, pero que cada minuto que pasaba les perjudicaba cada vez más. La niebla era densa y se sentían perdidos en ella. Y entre tanto, el torneo seguía su curso.