EL ANTIGUO MARQUESADO DE COVA DOS MOUROS
Cova dos Mouros es una pequeña ciudad amurallada en la antaño Galicia fronteriza. En su tiempo, tuvo una gran importancia estratégica militar, cuando lindaba con el reino de León. Pero esos tiempos ya quedaron atrás, y ahora forma parte del próspero Reino de Castilla.
No obstante, aunque ya no tenga una guerra a las puertas, tener una ciudad amurallada, nunca está demás, las revueltas Irmandiñas, ocurridas hace algo más de una década, son ya solo un recuerdo en las mentes de muchos, pero aún vive gente que las presenció en primera persona.
Sin duda alguna, sigue conservando su gloria o, al menos, su presencia, pues según los viajeros se acercan a la villa, se deleitan con la vista.
LA FAMILIA OURO
La familia que regenta las tierra de Cova dos Mouros lleva generaciones con tal título. Dicen que originalmente un Ouro al servicio de Sancho el Fuerte fue recompensado con el señorío de estas tierras por haber destacado en la guerra contra García, dueño y señor por aquel entonces del Reino de Galicia. Tras la muerte de Sancho, Alfonso VI le permitió conservar las tierras por su buena gestión de las mismas, a pesar del escaso tiempo que llevaba en ellas.
Al menos, esto es lo que dicen oficialmente. Sea como fuere, lo cierto es que son tierras prósperas, y los Ouro, haciendo gala de su apellido, inmensamente ricos. Nadie sabe por qué teniendo tantas riquezas, su ambición no les ha llevado a ampliarlas. Quizá la escaseza de esta ambición es lo que le ha permitido conservarlas tanto tiempo. Quien sabe.
Actualmente el señor que ostenta el Cargo de Maqués de Ouro y Castelo, lleva el nombre de Xaime. Xaime de Ouro e Castelo, ayudado en tal tarea por su primogénito, Xoán de Ouro e Castelo, y el mariscal Pardo Ferreiro.
LA REVUELTA IRMANDIÑA
Corría el año 1431 cuando los vasallos del señorío de Andrade formaron una hermandad, llamada Fusquenlla, para protestar violentamente contra su señor, por el trato recibido. Esta revuelta que se inició originalmente en las comarcas de Pontedeume y y Betanzos (zonas costeras entre Ferrol y la Coruña), se extendió por varias comarcas aledañas e incluso fueron lideradas por un hidalgo de la baja nobleza. Si bien su andanza duró unos años, fue salvajemente reprimida y eliminada del mapa en el 1435.
Parecía el "problema" resuelto, pero realmente el malestar seguía latente, y solo hizo falta un año de malas cosechas y la aparición de la peste para que el espíritu revolucionario resurgiese, y esta vez con mucho más brío. En el año 1467 se formó la llamada Irmandade Xeral, que contó con un apoyo social enorme, llegando a juntar 80.000 efectivos. Estos efectivos estaban liderados por la baja nobleza gallega, que tenía un fuerte espíritu combativo contra los abusos de los grandes señores feudales, a los que llamaban sin ningún tapujo y abiertamente "malhechores", siendo apoyados incluso por ciertos estamentos de la iglesia.
Durante 2 años arrasaron un total de 130 castillos y pusieron en jaque a la nobleza laica gallega, que huyó en su gran mayoría a Portugal y Castilla, donde solicitaron apoyo a los reyes de dichos reinos para, en 1469 volver a reconquistar sus tierras, con la ayuda de estos dos reinos y las tropas del arzobispado de Santiago de Compostela. La superioridad en armamento (los nobles contaban ya con arcabuces, mientras que los irmandiños no), y la disgregación final de las tropas irmandiñas pusieron fin a la revuelta, pero dejaron una fuerte impronta en la nobleza gallega, que nunca antes habría creído posible semejante desafío a su poder.