Después de arreglar vuestros asuntos para un tiempo incierto, partisteis en compañía de García hacia Ponferrada, el castillo de su señor, esperando que allí fuesen algo más claros con la misión encomendada. El emisario no habló mucho durante el camino, su gesto se mostraba taciturno, no por vosotros, o al menos eso pensabais, ya que os trataba con deferencia, pero parecía urgirle llegar a sus tierras.
A penas una jornada de camino, y allí estabais, ante el impresionante castillo de Ponferrada.
García os guio a una sala de audiencias. El castillo era sin duda, de los mas grandes y opulentos que habíais visto en vuestras vidas, y los ropajes de su señor, que esperaba apoyado sobre un alféizar, iban acordes. Allí ya había más gente, que, dedujisteis, serían otros hombres, y una mujer, traídos a la presencia del señor con el mismo fin.
Casi un día te llevó arreglar tus cosas y despedirte de tu prole, pero al siguiente, temprano por la mañana, tu marido, una pequeña escolta y tu misma, salisteis de las tierras donde vivíais camino de Ponferrada.
Otras dos jornadas os hacen falta, a buen paso, para llegar a tierras del Conde de Lemos, concretamente al Castillo de Ponferrada. Jornadas que aprovechas para hablar con tu marido, que escasas veces está en las tierras familiares.
Al llegar, ambos quedáis impresionados del tamaño y poderío del Castillo.
Una pequeña partida de bienvenida sale a recibiros y se hace un intercambio de escoltas. Tu marido se despide de ti, y parte de nuevo hacia sus tierras, pues tu padre le había urgido a hacerlo así. Entre la comitiva de bienvenida se presenta un tal García, que recuerdas de las explicaciones de tu madre, que os acomoda en el Castillo y os dice que una audiencia con el señor está prevista para primera hora del día siguiente.
La verdad es que es tarde, y después de tan largo camino, lo agradeces y te diriges directamente a tus aposentos, donde descansas hasta que eres llamada al día siguiente. Cuando llegas, dos hombres ya están allí, uno lleva una kipa, lo que te indica que es judío, y el otro parece un mercader por sus ropajes. El que parece ser el Conde de Lemos está apoyando en un alféizar, mirando al infinito, pero no os dirige la palabra. García os dice que esperéis. Al poco, vuelve a aparecer seguido de un par de hombres de armas, uno llama la atención particularmente por lo alto que es, descomunal en realidad, nunca habías visto uno tal alto. El otro...bueno, el otro destaca por sus aspecto, y sin duda ese nauseabundo olor que acaba de invadir la estancia, es cosa de aquel soldado.
Al ver la incipiente disputa que parece surgir entre ambos, Álvarez de Ossorio, con gesto de hastío os manda marchar. García os conduce hasta unas pequeñas habitaciones donde os dice que podéis descansar hasta la audiencia de mañana.
Pasáis lo que queda de día a vuestro aire, hasta que decidís descansar. Temprano por la mañana, García os hace llamar y os vuelve llevar a la sala de audiencias. Al poco, aparece una mujer, guapa ella y muy bien vestida, casi diríais que mejor que el anfitrión y de pose bastante más altiva. No pasan ni 5 minutos y aparecen nuevos compañeros. Es García de nuevo quien los precede, en esta ocasión son un par de hombres de armas, uno llama la atención particularmente por lo alto que es, descomunal en realidad, nunca habíais visto uno tal alto. El otro...bueno, el otro destaca por sus aspecto, y sin duda ese nauseabundo olor que acaba de invadir la estancia, es cosa de aquel soldado.
Álvarez de Ossorio, que no se había movido ni un ápice del alféizar en el que estaba apoyado, por fin parece darse cuenta de que esperan por él. García le susurra algo al oído y este desaparece tras un gesto asintiendo del Conde de Lemos. Se sienta en su trono y os dirige la palabra a todos.
-Bienvenidos todos y muchas gracias por asistir a mi llamada. Ya os ha contado García un poco de lo que nos traemos entre manos, pero antes de eso, quiero presentaros, aunque podréis hacerlo entre vosotros más adelante.
Por un lado tenemos a la baronesa Argian Julen, de Labort, cuya erudición es famosa en Castilla y fuera de ella. Al enorme caballero Gonzalo de Villalba, cuyas gestas sin duda, le preceden y...su compañero, - dice esto mientras hace un gesto de repudio, suponéis todos que por el olor que emana aquel hombre - Gonzalo, del castillo de Bullenos, un gran tirador, o eso me han contado. Para terminar tenemos a Lope de Oñes, mercader de gran valía, que conoce las tierras gallegas y su idioma, y a Abraham Moshé, gran conocedor de remedios curativos.
Sin duda os estaréis preguntando por qué tan curiosa comitiva. Veréis, el señor de Cova de Mouros, viejo amigo mío, ha caído enfermo. O al menos, eso cuentan. Al parecer, se olvida de cosas que acaba de hacer, repite conversaciones en bucle, olvida a personas cercanas a él y las trata como extraños... nunca oí de tal cosa, quizás vosotros si. El caso es que yo lo conozco muy bien, y también a su hijo, que está ávido de poder, por lo que me temo que de enfermedad poco hay, y quizá estemos ante un envenenamiento o quien sabe, si hacemos caso de lo que se dice en Galicia, algún tipo de embrujo.
El caso es que una incursión directa mía en ese territorio no creo que solucionase nada, pero si envío una comitiva para ofrecer ayuda con el estado de salud del señor, no les quedará otra que aceptarla. Argian y Abraham son gente de conocimiento, aunque de distinta forma. Si el daño realmente fuera una enfermedad podríais ayudar, y si no lo fuese, saber descartar la opción de una enfermedad. Si yo estuviese en lo cierto, los brazos armados que son los Gonzalos, os vendrán bien, lleváis mi autoridad de necesitarla. Lope es conocedor de esas tierras y sus gentes, os podrá facilitar entender lo que pasa llegado el caso. Dicho esto, lo que quiero es que salvéis a mi amigo de la situación en la que se haya metido, sea cual sea esta.
Cualquier cosa que necesitéis, os la proporcionaré. Si tenéis alguna pregunta o propuesta, soy todo oídos.
Bueno, nos juntamos todos, momento especial para autopresentarse. Cualquier pregunta que necesitéis hacer sobre la misión o equipo que queráis pedir, o cualquier cosa que a vuestros personajes les pueda venir bien, es el momento. Tras esta conversación, cambiaremos de escena.
Argia se despidió de su esposo nada más llegar a Ponferrada, había olvidado lo que era pasar tiempo con él y ahora que volvía a marcharse seguramente echaría de menos las mundanas charlas y su dulce compañía, aunque era bien cierto que cada vez que se reunían de nuevo Dios les otorgaba una nueva bendición...
Nada más llegar la noble solicitó poder acudir a sus aposentos a descansar y asearse para así poder estar fresca al despuntar del nuevo día y así cuando Álvarez de Ossorio comenzó a hablar Argia ya se encontraba reunida con el resto de personas con las que al parecer iba a colaborar en aquella curiosa "misión".
Cuando pronunciaron su nombre la noble hizo una cortés reverencia a modo de saludo y el resto de los presentes pudo contemplar a una mujer de unos 23 años de edad bastante más alta de lo que era habitual en las damas. Sus cabellos eran castaños y sus ojos almendrados, no destacaba por su belleza y podía verse que era una muchacha normal pero que al vestir con las elegantes telas nobles le daba un aire más regio. Aunque si había algo que llamaba la atención de ella es que le faltaba una mano, que allí donde debiera estar su siniestra había un elegante guante de hierro que seguramente ocultaría su muñón.
Prestó especial atención cuando Álvarez de Ossorio mencionó que el tal Abraham Moshé conocía también de remedios curativos se acercó hasta este.
- Saludos mi buen señor - Hizo una cortés reverencia - Espero que podamos compartir conocimientos en nuestro camino para así alcanzar un buen entendimiento que nos permita conocer si el mal que afecta al señor de Cova de Mouros.
Hablaba con respeto y educación sin hacer especial atención a la religión o la naturaleza de aquel hombre.
Hubimos de llegar el caballero Gonzalo al castillo de Ponferrada. Había estado yo cabalgando con el caballo que me había proporcionado el muy bueno de mi señor; pero no hubo minuto en que no maldijera a aquellas bestias, pues harto miedo le tenía desde hacía ya unos años... Además, había llegado sudando, propio de mí, y por ende que nada más entrar entre los muros de aquella fortaleza me sonrojé un poco, pues era frecuente tal hedor en mi persona.
En aquel lugar nos reunimos varias personalidades (no me contaba yo entre éstos), pero lo que más me impresionó era aquella mujer de aire señorial, porte joven y una mano... de hierro. Por mi parte no dije nada, ni tampoco traté de arrimarme a nadie, que no era yo de condición noble alguna, y poco tenía que decir más allá de disparar la ballesta en el caso de hacerse. Ahora tocaba, ver, oir y callar. Y ser mandado, claro (que uno no estaba allí para nada)
Lope hizo una elegante muestra de saludo y respeto hacia la Baronesa. Mi señora, un placer tener a alguien con quien poder compartir comentarios y dichos de la Corte. No hace mucho que mis padres, nobles vascos, me han llevado hasta compartir salón con el Rey de Castilla. Buenos hombres y mujeres conocí allí. Ahora me ocupo de los bienes de la familia mientras mi mujer se queda al cuidado de mis hijos.
He recorrido innumerables veces las tierras entre Oñes y los pueblos gallegos, espero poder serviros de ayuda.
Después miró a Gonzalo, de Villalba, con cierta admiración, y se dirigió a él con una voz menos elegante Mi padre hubiera estado encantado de contar contigo entre sus tropas, en nuestra familia siempre han valorado el uso de la lanza y la espada y parece que para ambas cosas estáis más que preparado viendo tu aspecto... imponente.
Miró al otro Gonzado y cuando iba a hablar decidió volverse al señor del lugar: Señor Don Pedro Alvarez de Osorio, pondré todo mi saber y mi vida si fuera necesario para que la ayuda llegue hasta Cova de Mouros. ¿Tenéis pensado si llevaremos monturas y viandas o pararemos en algún lugar por el camino?
Cada vez que me presentaban como alguien que sabía de remedios no podía sino sonreír humildemente y agachar la cabeza. Ahora el señor de Ponferrada me había presentado con una dama, también de alta cuna como él y por ende muy por encima de mi posición, que para colmo parecía que había sido convocada por sus conocimientos con lo cual a ella no la podría convencer de mis ungüentos y bálsamos tan fácilmente.
Obviamente seguí con la máscara de cortesía que había mantenido hasta el momento. —Muchas gracias buena dama, será un honor para mi compartir este viaje con una persona de conocimiento y tan finos modales como usted. — Dije con la reverencia adecuada a una dama de su posición siendo yo un simple judío errante.
Luego de eso me volví hacia los dos hombres de armas que habían también arribado y les hice una reverencia más corta y más seca pero también demostrando cortesía y que los respetaba mientras les decía —Bienaventurados los señores. —, aunque verlos era como comparar el agua con el aceite ya que uno de los Gonzalos parecía de muy buen pasar y bastante mozo mientras que el otro no lucía tan noble y si bien no estaba particularmente sucio tenía un olor corporal que apestaba, quizá producto del calor. Si no fuese porque tenía que mantener una fachada de que realmente sabía lo que estaba haciendo le habría intentado vender eventualmente uno de mis perfumes que se suponía ayudaban con el sudor pero en realidad era agua con hierbas aromáticas, porque eso sí no seré conocedor de medicinas como me presentaba pero al menos sabía algo de la herbolaria.
Tras despedirse de mi esposa e hijos, partió Gonzalo de Villalva junto a mi tocayo y el tal García hacia la villa de Ponferrada, allí se unió a un variopinto grupo con el que arribarían a su destino final. En el grupo se encontraba una Baronesa ante la que se inclinó nada mar presentarnos dada su posición y fue en ese momento cuando notó que a la muchacha le faltaba una mano y que llevaba un guante de hierro para disimular su perdida; Un mercader y un curandero judío ante los que hizo una simple inclinación de cabeza. -Curioso grupo desde luego el que me toca comandar- pensó Gonzalo y tomó nota de intentar averiguar más sobre el resto, sobre todo de como una joven de cuna noble había podido perder una mano.
Gonzalo Guardó silencio durante la presentación, ya que su defecto del habla le impedía mantener una conversación larga y además le avergonzaba profundamente. Prefería las conversaciones de uno a uno, donde se desenvolvía mejor, sobre todo si portaba un arma en la mano.
Hechas las presentaciones por el noble Álvarez de Osorio, el grupo empezó a conocerse algo más y Lope de Oñes, el mercader se dirigió a él alabando su porte - Gra- Gra- Gracias señor - dijo viendo que el joven portaba ropas de cuna noble si bien no demasiado elaboradas, baja nobleza quizá - Pue-Pue-Puedo pre-preguntar que es aquello con lo que-que-que mercadeáis?.
El señor del Castillo, y Conde de Lemos, asintió ante los gestos de todos, y contestó directamente a Lope, aunque el mensaje, en parte, era obvio que se dirigía al grupo:
Me alegra ver buena disposición para tal tarea, y que nadie parezca tener problema alguno. Por las recomendaciones que tenía de vuestras personas, tampoco esperaba menos - dice mientras luce una sonrisa afable, destensando por primera vez su faz, demasiado metido como estaba, en los pensamientos sobre su buen amigo -.
-Lope, haces bien en preguntar. Cuando partáis, García os dispondrá todo lo necesario, monturas, viandas para el camino y todo aquel equipo que veáis necesario y os podamos proporcionar desde el Castillo de Ponferrada. También partiréis con un documento de que actuáis bajo mis órdenes y protección, por si llegase el caso de necesitarlo, pero preferiría que no lo usaseis si podéis evitarlo. Confío en vosotros. En cuanto a si coméis por el camino o paráis, os dejo tenerlo de vuestra mano. Aunque el tiempo apremia, no creo que una pausa a comer y descansar un poco cambie el resultado de la misión.
Al poco de contestar el noble a vuestra única pregunta como grupo, aparece García. Que os hace un leve gesto invitándoos a acompañarle.
Aunque narre que García aparece y os hace acompañarle, podéis estirar la escena para hablar entre vosotros o incluso hacerle alguna pregunta extra al señor Álvarez de Ossorio. En offtopic os cuento más, por no soltar el tostón aquí.
- El placer será mío - Le respondió a Abraham - Siempre es agradable contar con un hombre de letras instruido en las hierbas y remedios de sanación.
Cuando el denominado Lope hizo la reverencia ante ella la joven noble le correspondió con un educado y cortés saludo acorde a la posición de él.
- Mis raíces son de tierras navarras mi buen Señor Lope y mis hijos han quedado al cuidado de mis amas y las de Madre, aunque una parte de mi desearía hacer como vuestra esposa y quedarme con ellos, otros deberes me encomiendan hasta estas tierras. - Sonrió con elegancia - Seguro que sus conocimientos y contactos nos son de mucha ayuda.
Esperó educada y pacientemente a que el resto terminasen sus conversaciones o que volvieran a preguntarle a ella, aunque tomó uno de sus pañuelo perfumados y lo pasó por debajo de su nariz con elegancia y sutileza.
Una vez que se había retirado Don Pedro, Lope respondió a Gonzalo después de escuchar su peculiar habla:
No quería yo contrariar al señor pero no soy mercader pues soy de noble cuna. Soy responsable de gestionar las tierras, los bienes que producen nuestras tierras y hace tiempo que gracias a la buena reputación de nuestros antepasados y las gestiones que hizo mi padre y sus hermanos ahora estamos en buena relación con varias gentes de la tierras gallegas.
Producimos lana en abundancia de la mejor calidad y algo de metal de una mina de los tiempos romanos.
Antes de partir me gustaría preguntar a García si hay noticias del camino que vamos a seguir, no es mi ruta habitual y siempre me gusta saber qué nos espera por delante.
Lope buscó un momento para acecarse a García y preguntarle: ¿Perdón, sabéis si hay alguien en el castillo que nos pueda dar noticias recientes del camino que vamos a recorrer?
Escuchando estaba las intervenciones de los allí presentes; hombres y mujeres de alta y media alcurnia que sabían de lo suyo, a cada cual su campo, y entendía yo que mi presencia en tal lugar no era por el olor corporal, precisamente, que siempre hube de desprender; ni tampoco en que destacase en cosa más adyacente que la ballesta, que eso sí que dábaseme bien.
Entonces observé presto que García nos hacía un gesto para seguirle. Presto, como buen mandado que era, hice en seguirle, pero no el primero (que no quería yo que me tomasen por desacatado ni desprovisto de modales); y tal que así, hice mental recuento de virotes, de cecina, de queso, pan y líquido en el pellejo del odre, por su fuera menester el pedir algo más para el viaje. Tan sólo esperaba que no hiciésemos las jornadas a caballo: montar de nuevo en los cuartos de una bestia me haría destartalarme la mente y los estómagos...
Tras las últimas frases que el grupo intercambiaba en la sala de audiencias, se percataron de los gestos de García y lo acompañaron.
Uno de los hombres del grupo, Lope, se acercó al emisario buscando respuesta a sus incógnitas, encontrado en García la propia respuesta:
-Yo mismo, don Lope. Como emisario de Pedro Álvarez, fui yo mismo quien trajo las noticias aciagas de aquella tierra hace un tiempo, y puedo deciros que el camino, en cuanto a su forma, es bueno, caminos amplios y con opciones de parada frecuente, no por algo, es el camino de Santiago, lleno de peregrinos todo el año. Por contrapartida, está lleno de truhanes que, de una u otra manera, se malganan la vida. No es la primera vez que un bandolero, o banda de ellos hace de las suyas, ni será la última vez que algún mercader ambulante o vendemilagros estafa a algún inocentón en pleno camino. No obstante, los primeros suelen cuidarse de los grupos, mas si van bien defendidos - dice mientras mira a los Gonzalos- aunque nunca se sabe hasta donde el equilibrio riesgo/botín es asumible para estos malhechores. En cuanto a los segundos...no creo que seáis un grupo crédulo e inocente ¿no? - dice mientras sonríe afablemente.
Tras el breve intercambio de inquietudes, Lope os lleva a las caballerizas, donde un grupo de mozos estaban atendiendo y disponiendo vuestros caballos para el viaje, y os percatáis de que a todos les han puesto añadidas unas pequeñas alforjas, que al comprobarlas, veis perfectamente envueltas, lo que parecen ser viandas para el camino.
Cuando todos estáis subidos ya a los caballos, García se despide, acercándose en última estancia a Argia, y extendiéndole un objeto cilíndrico de cuero, que le guarda en las alforjas, tras intercambiar unas breves palabras que el resto no alcanzáis a escuchar.
-Debo dejaros ahora, tengo más tareas que atender para mi señor, tened buen viaje, y volved por aquí al término de la misión. Aunque no lo haya expresado, Don Pedro Álvarez esta deseando solucionar esta situación y está verdaderamente preocupado por el señor Ouro e Castelo de Cova dos Mouros.
Dicho lo cual, sin esperar respuesta, se gira y se va a paso apresurado.
Fin de escena.
García se acerca en última instancia a ti, y te tiende un cilindro de cuero, que deposita en tus alforjas tras enseñártelo.
- El el señor me ha pedido que os entregue a vos, como persona de mas rango del grupo, este documento. En él se especifican vuestros nombres así como vuestro rango, y que sois autorizados y enviados de Don Pedro Álvarez de Ossorio, primer Conde de Lemos, y que contáis con su beneplácito para aquello que fuese menester. Insistir en lo ya dicho, os reconoce como a su servicio, pero al mismo tiempo os pide que no hagáis uso del documento a menos que os sea necesario. Buscad cualquier tapadera para evitar ser conocidos como enviados, ya que la relación con mi señor, seguramente os pueda complicar investigar cualquier cosa. Confío en vuestra capacidad y la suya- dice señalando hacia el resto del grupo - para saber que y cómo hacer.
Dicho lo cual, se despide fugazmente de todos, y se marcha a sus quehaceres sin dar turno de réplica.
La noble Argia subió a su montura ayudada por algún sirviente y posicionándose de forma que tomó las riendas del animal con su mano sana y con la otra se apoyó para mantenerse sobre la montura, demostrando que era más que capaz y hábil de hacer una vida normal aún faltándole una mano.
Cuando García se acercó hasta ella agachó ligeramente su cuerpo para escuchar lo que el hombre tenía que decirle y cuando él terminó ella asintió con una sincera sonrisa.
- Así se hará.