Partida Rol por web

No hubo interrupción alguna en su descanso en aquel espacio interdimensional formado en el truco de cuerda, sin duda uno de los conjuros más útiles y utilizados por los aventureros alrededor de todo el multiverso. El escenario seguía siendo el mismo, aunque un poco más oscuro. Además, había cambiado que los aventureros habían recuperado gran parte de su salud y los lanzadores habían vuelto a prepara sus conjuros y estaban listos para afrontar cualquier desafío.

Allí estaba, frente a ellos, la barbacana del foso.  Seguía hediendo a muerte en el interior de la gran estancia que tenían frente a ellos, donde la enorme mesa seguía estando polvorienta y rodeada de sillas.

Un pasillo hacia el oeste, da acceso a cuatro puertas. También al oeste se hallan unas escaleras. En la esquina noreste hay una nueva puerta y en la esquina sureste se abre paso un nuevo pasillo con tres puertas y que desemboca en una nueva sala.

Lissandra descansó bien gracias a la seguridad que le ofrecía su conjuro. Nadie los encontraría, salvo algún ente maligno con capacidad para ver a través de espacios intersticiales entre planos. Cuando se levantó, comió algo de lo que llevaba en su mochila y preparó sus conjuros.

-¿Cómo habéis descansado? Antes de salir de este rincón, tengo que preparar mis conjuros. En vista de que todo lo que hay en este lugar parece peligroso, ¿tienes alguna preferencia para sobrevivir a esta experiencia?

Lo malo de la seguridad del truco de la cuerda es que no había intimidad para dar rienda suelta a sus necesidades carnales. Payne se había levantado, por tanto, de mal humor.

—¿Que es peligroso? —repitió Payne, y soltó una risotada—. ¿Auril ha enviado a su campeona o a una cestera timorata? 

»No parece haber mucho movimiento en esta parte de la Barbacana. Vayamos explorando en orden, pues. Empezando por esas puertas dobles. 

Acheron había dormido bien y de no haber estado tan agotado y malherido, sin duda hubiera cogido a aquella mujer vestida de blanco y tras ponerla a cuatro patas, le hubiera dado una lección de humildad en barra. Desde luego no aceptaría su piedad en forma de sanación divina. No se rebajaría a ello y desde luego que no pensaba deberle nada a esa furcia. No la necesitaba, pues el era un elegido y su señor le protegería de todo mal.

- He dormido bien. - Dijo de forma seca y tajante. - Aunque hubiera preferido hacer otra cosa.

Glacis no dormía cuando todos despertaron. De hecho, no había dormido en ningún momento. Él estaba hecho de agua. De agua congelada más concretamente y el agua, bueno... el agua no duerme, aunque eso sí, el espíritu elemental que dotaba de vida a aquel ser, si necesitaba descansar o más bien meditar al estilo que lo hacían los elfos, aunque no exactamente como ellos.

- Quieto. - Respondió de forma escueta a su ama. Y es que aquel trozo de hielo era bastante literal y ciertamente había descansado quieto. No le extrañó la pregunta, aunque tampoco se planteó si era extraña o no, simplemente le dio bastante igual. 

Cuando repartieron los objetos mágico, Grune le ofreció la maza. Glacis la miró y no la cogió. No hizo ningún gesto y finalmente Grune se la ofreció a Acheron, quien negó con la cabeza.

- ¿Sinceramente? - Le dijo sonriente a la mujer helada. - ¡Estoy mucho mejor! - Exclamó alegre.

Y es que la magia divina acompañada del reposo, habían sanado la mayor parte de sus heridas y las horribles quemaduras que había sufrido por el aliento del dragón, habían desaparecido casi por completo. Tener aliados así, era una gran ventaja a la hora de una vez regresado a Hommlet, poder encontrar alguien con quien acostarse. Y también resultaría mas fácil salir vivo de aquel lugar de muerte, claro...

Grune guardó sus nuevas armas tras examinarlas de forma superficial. La espada larga le sería de utilidad y la maza... bueno, no solía emplear ese tipo de armas, pero en según que momentos podía serle de mucha utilidad. El arco, bueno, no solía tampoco usar demasiado armas a distancia, pero tener un arco de tal manufactura, siempre era una buena notica.

- ¿Hacia la puerta doble entonces? - Preguntó. 

Acto seguido se encaminó hacia la misma y examinó la cerradura. 

- Todo correcto. - Dijo mientras abría con sumo cuidado.

La puerta que impedía el paso a aquella sala, prácticamente se desmoronó cuando Grune la empujó para tratar de abrirla. Sin embargo, seguía bloqueada y parecía evidente que había sido bloqueada por alguien tiempo atrás. Acheron dio un empujón a Grune y de una patada logró que las dos hojas de la puerta se separasen dejando ver que escondía la habitación.

La pared estaba llena de tapices de colores algo maltrechos, descosidos y algunos hechos jirones, mientras que el suelo estaba lleno de restos de muebles de madera astillados hechos pedazos. En medio de los escombros se podía ver un escudo roto, el mango de una espada, un par de calaveras y algunos huesos humanos que debían llevar allí mucho tiempo. Parte del techo se ha derrumbado y la luz exterior penetra desde el agujero del techo.

Enseguida Grune empieza a buscar entre los escombros y alrededor de la sala, aunque no parece ponerle demasiado empeño. Finalmente determina que allí nada hay que sea de utilidad.

—Oh por el sagrado flagelo. ¡Por ahí! —dijo Payne, señalando las puertas dobles. 

- ¡Oh! - Grune sonrió. - Entiendo... - Se puso algo más serio.

Avanzó hacia aquella estancia a la cual se accedía por una bonita puerta doble de color rojo. Grune se agachó frente a ella, examinó la cerradura y se levanto. Abrió la puerta y se descubrió lo que contenía.

Una bañera rota en su base, una alfombra que olía a humedad y cubierta de moho y dos letrinas que olían peor aún que la propia alfombra.

- Hemos dado con el cagadero. - Dijo Grune. - ¿A quién se le ocurre poner una puerta así, para un cagadero? - Frunció el ceño confundido.

-Por peligroso me refiero a mortal. Si prefieres suicidarte, no tengo incoveniente, querida. Pero no he venido a morir por Auril ni por nadie. Puro instinto de supervivencia, si prefieres llamarlo.

Lissandra leyó sus conjuros, tratando de prevenir qué era lo que necesitarían durante su exploración en este lugar. Estaba fuera de su elemento, de todas formas, poco podía predecir.

-En realidad es un lugar para lavarse, se llama bañera, es normal que no lo sepas. Vamos por ese pasillo de ahí. ¿Este lugar tiene algo de interés?

Lissandra guió al grupo a través del pasillo que les llevaba hacia el sur dejando atrás algunas puertas. Primero quería descubrir lo que escondía aquella estancia. Lo que  pudieron descubrir allí no distaba demasiado de lo que ya habían descubierto hasta ese momento. Se trataba de una estancia con pinta de comedor. Mobiliario viejo, astillado y comido por la carcoma constituían el testigo silencioso de lo que antaño fue aquel lugar. En una esquina pudieron ver una antigua zona con butacones, cuyos cojines estaban prácticamente desmenuzados por el paso del tiempo.

El techo se había derrumbado parcialmente también en aquel lugar y las vigas que lo sujetaban todavía se mantenían horizontales en lo alto. Ésta se habían convertido en el hogar de no menos de una veintena de palomas y de ahí se explicaba que el suelo estuviera cubierto de excrementos de ave. Otra zona similar se encontraba en la esquina sureste, donde se abría paso un torreón. 

Allí, las escaleras que daban a la parte superior se habían derrumbado aplastando parte del mobiliario y una masa vegetal formada por extrañas enredaderas y ramas habían empezado a ganar terreno a la construcción. Nada aparentemente de utilidad se podía encontrar en aquel lugar y sin duda toda aquella desolación llena de ruinas y basura, minaría la moral de cualquier aventurero.

-Mm... -la hechicera observó la habitación con ojo crítico y señaló a la planta-. Que nadie entre ahí. Es un zarzículo, no queremos enfrentarnos a esa cosa. Posee regeneración y lo más problable es que nos agarre y nos engulla. Vamos a otra sala.

—Quizá la podamos usar para algo —rumió Payne—. ¿Esa cosa puede moverse? Deberíamos asegurarnos de que no nos sigue. Grune, Glacis arrastrad el par de cadáveres que hemos visto a la entrada hasta aquí y dárselos de comer a nuestra nueva amiga. Eso la mantendrá ocupada un rato.

Payne era una experta en darle a cada cual lo que necesitaba para ganarse su apoyo, ya fuera comida, curación o buen latigazo. Si todo iba según la Señora del Látigo esperaba, investigarían las dos estancias aledañas.

- A sus órdenes, mi Señora. - Respondió Grune poniéndose en marcha.

Golpeó con la palma de la mano el hombro del helado Glacis, pero éste no hizo caso alguno. Tan solo giro muy lentamente la cabeza para mirar de reojo al joven humano. No fue hasta que Lissandra intervino con un leve movimiento con la cabeza, reiterando la orden de Payne, cuando el ser elemental se puso en marcha.

Entre los dos transportaron los cuerpos de los fallecidos hasta la extraña planta carnívora y como bien había adelantado la arcana, los zarzículos atraparon con sus zarzas ambos cuerpos y fueron arrastrados hacia la maleza y cubiertos por ramaje y zarzas hasta quedar totalmente ocultos mientras eran devorados.

- Creo que no voy a aficionar a la jardinería. - Dijo Acheron disfrutando del espectáculo. - Cuando tenga una fortaleza, pondré zarzículos de esto en los jardines. - Sonrió bajo su casco, pero no fue hasta que soltó una carcajada cuando todos se dieron cuenta de su buen humor, algo que no abundaba en aquel extraño y perturbador humano.

Mientras Acheron y Grune se deleitaban con el almuerzo de la plana carnívora, Lissandra y Payne se pusieron manos a la obra y comenzaron a abrir las puertas más cercanas. 

Tras la primera de las puertas tan solo pudieron encontrar una mesa partida por la mitad, una estantería de madera llena de polvo y nada más y excrementos de rata por doquier. Por lo demás, la habitación parecía vacía.

Otra de las estancias no presentaba un aspecto mucho mejor. En el centro una gran cama que otrora fuera digna de un rey, pero que ahora yacía en el suelo hecha trizas y con una gran rata siendo degustada por los insectos sobre el podrido colchón. Se fijaron no obstante, que del dintel de la cama, colgaba enganchado a un clavo, un trozo de tela de color ocre. Salvo olor a humedad, poco más había allí dentro.

La tercera puerta era todavía peor. Al abrir, una bandada de murciélagos empezó a revolotear por el techo. Salvo un montón de escombros y desechos, no había mucha cosa más. Se podía intuir por los restos maltrechos de mobiliario y de unos tapices mohosos, que posiblemente la estancia estuviera bien decorada tiempo ha.

-Ah, vaya pérdida de tiempo. No sé qué estamos haciendo aquí. Vayamos por el noroeste, a ver si encontramos algo relevante.

—Las respuestas están bajo tierra, asumo —aventuró Payne—, pero no es mala idea terminar de investigar el resto de este nivel. Vamos.