Partida Rol por web

Sangre y Oro

Prólogo: De Pizarra a Torremar

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14/10/2011, 11:55
Director

La niebla ya ha comenzado su retirada mañanera, y los aldeanos de Pizarra están empezando a salir de sus hogares para trabajar. El sol asoma junto a Torremar, trazando un brillante halo alrededor de la torre para disfrute de vuestros ojos. La residencia está tranquila, al contrario de la ajetreada torre con toda su corte, aunque el día no asegura ser en absoluto apacible.

Como cada mes, es el momento de viajar a visitar a nuestros señores Áuryn. Tedioso viaje, aunque sea breve; realizado innumerables veces por Romal, durante sus más de 50 años de mandato sobre los Nakken. Presentar cuentas, saludar a Rickard, sonreír a nobles y damas. Y visitar al joven Hakon. Eso es lo que más anhela el anciano, y lo único que mitiga el deseo de no salir de casa para poder seguir disfrutando de la tranquilidad de la aldea.

Probablemente ya hayan comenzado los preparativos en Torremar, y esperarán que os reunáis con ellos allí. El viaje es breve, y pocas son las cosas que empaquetar, pero desde que el hogar del señor de Torremar se encuentra en Pizarra, siempre hay mucho revuelo por la Torre, y seguro que todos estarán preguntándose desde primera hora si el señor de los Nakken se ha acordado del evento. Será mejor no hacerles esperar. Tras todos estos años, y aún se preguntan si se le olvidará el viaje.

Quizá no les falten motivos. Pero el hecho de haber trasladado la residencia y delegado funciones en el mayordomo no significa que Romal haya perdido la cabeza. Claro, que el único que pasa todo el día junto a Romal es Dyn, y solo él es consciente (e incluso estando todo el día con él no es capaz de saber todo) de lo que se le pasa por la cabeza al anciano señor de Torremar.

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18/10/2011, 18:59
Dyn Mallister

- Mi señor Lord Nakken. Me he tomado la libertad de preparar nuestro equipaje para el viaje. Está todo dispuesto en la entrada, y nuestros caballos ensillados.

Dyn observó el rostro surcado de arrugas de su señor. Los años no pasaban en balde, y más aún desde la última guerra. Tal vez se acercaban los últimos días de su señor... pero eso llevaba crellendo mucha gente durante demasiado tiempo, y Lord Romal seguía vivo. Y mientras fuera el señor de los Nakken, debería seguir viajando.

- El viaje será largo. Quizá sería mejor que partiera hacia Torremar, y volviera con un carruaje. Así podríais hacer el trayecto más llevadero.

En el rostro de Dyn se dibujaba la preocupación por su señor. Desde su retiro, cada vez era más huraño, y se desplazaba menos. Aquí en Pizarra había tenido tiempo para descansar, pero este mismo descanso parecía hacerle envejecer más rápido. Si por él fuera, mandaría al infierno la dichosa reunión para no darle más quebraderos de cabeza a Romal. Pero sabía que eso no podía ser, y otra parte en él deseaba también el contacto con la corte y el resto de gente conocida. Pizarra era un sitio tranquilo, sí, pero también muy aburrido.

"Tenemos que hacer ese viaje. Quizá a ambos nos venga bien".

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18/10/2011, 19:26
Romal Nakken

El anciano deja que los rayos de sol le caigan encima como una caricia para despertar. Sus ojos tardan en acostumbrarse un poco al cambio de luz pero allí está el bueno de Dyn para guiarle con cuidado hasta su caballo. Poco a poco las gentes de Pizarra comienzan a agolparse para despedirse de su señor, lanzándoles besos, tocando sus arrugadas manos o vestiduras, o gritando su nombre para que salude y sonría.

- Adiós hijos, adiós, rezad por la salud de Lord Rickard Áuryn, que los Siete velen por su bienestar como él vela por el nuestro.

Su sonrisa arruga toda su cara y muestra la nobleza de su recién descubierta bondad cuando escucha a su buen amigo.

- No, Dyn, no, iremos a caballo. Deseo sentirme vivo cuando llegue a casa de los Áuryn y nada te hace desear tanto estar muerto como unas buenas agujetas.

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18/10/2011, 22:18
Dyn Mallister

- Como deseéis, mi señor. Vos sabéis mejor que nadie de lo que aún sois capaz.

Dyn lleva una última bolsa de equipaje a los caballos, y la mete en sus alforjas. Se acerca a su señor, y le ayuda a subir a su corcel, una tarea difícil cuando se viven tantos años como Romal.

- Aún es pronto, así que podemos permitirnos ir a un ritmo tranquilo. Viajaremos codo con codo, para evitar sorpresas. Las tierras aún no son todo lo seguras que nos gustaría, y no deseo que los bandidos se aprovechen de un despiste.

Dyn salta sobre su caballo, y lo dirige junto al de su señor, para luego tomar el camino que sale de Pizarra. Contrario a Lord Nakken, Dyn solo hace un gesto de despedida a los aldeanos, para luego centrarse en la seguridad de su líder.

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18/10/2011, 23:09
Director

El pueblo va encogiéndose según avanzáis por el camino, y en poco tiempo las almenas de Torremar se hacen visibles. Aún queda un largo trecho, pero seguramente el guardia apostado allá arriba ya os ha visto.

Podéis imaginar el jaleo que habrá ahora mismo en el hogar, con los criados corriendo de un lugar para otro: "¡El señor ya viene!"; "¿Está todo listo?"; "¡Rápido, acabad de sacar todo el equipaje!". El cambio de Pizarra a Torremar va a ser muy drástico. Al menos, ya hace unos cuantos meses que os acostumbrasteis a ello, y no os va a coger por sorpresa.

A pesar de la cercanía, cada roca en el camino parece poder contener una amenaza, un peligro para el señor. Atrapar a lord Romal Nakken para luego solicitar un rescate sería la delicia de cualquier bandido, y toda medida de seguridad es poca. Y por añadidura, sólo sois dos personas: un anciano y un soldado. Al menos, la reputación y fiereza del caballero era bien conocida en la región.

Despertando vuestros temores, un ligero movimiento detrás de una región de arbustos densos llama a vuestros sentidos.

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19/10/2011, 00:25
Romal Nakken

Con gesto de concentración y apretando los dientes, como si padeciese un súbito achaque, el señor de Torremar hace un gesto a Dyn para que no se apresure en lanzarse sobre quien sea que se halle tras los arbustos. Con la voz de padre orador que ha cogido en este último año, muy diferente a la de un señor del castillos soberbio y lleno de ira, hace saber a quien le oiga que sabe que no están solos.

- ¡Eh, vosotros! Vosotros de allí, sí, liebres, gamos, jabalíes u hombres ¿cómo os atrevéis a asustar así a un anciano? Guardaos de cometer insensateces ahora que habláis con un hombre muerto de miedo y quedaos donde estáis, ya en lo alto de Torremar avisto con estos ancianos ojos la melena rizada de Desmond Lefford, cuya espada ha hendido los escudos y yelmos de un centenar de Greyjoy ¿y no son aquellos caballos cercanos a la entrada los de Lancel y Owen Crakehall? Ese niño mató a su primer pirata hace menos de un año aunque todavía faltan otros cinco para que le pueda nombrar paje sin que crean que he perdido del todo la cabeza. Entre vosotros y yo está Dyn Mallister, el hombre cuya cara está marcada por el deber hacia mi casa. Los dioses os conminan a pensar un momento.

Poniendo de nuevo su caballo en marcha y con el corazón en un puño el anciano añade.

- No sobreviviré al próximo invierno por mucho que Los Siete deseen incordiar a mi hijo, de manera que no permitáis que lo último que vean mis ojos sea la sangre de más gente verterse por estas tierras que tanto amo. Pues no os quepa duda que si suena el cuerno de Torremar será vuestra sangre y no la de mis hombres la que sembrará el campo de muerte. ¡Id a la casa de Rickard Áuryn! Decidle que venís de mi parte y que deseáis servir y ganar con vuestro sudor el pan para vuestra familia. Decidle que en Torremar hay gente de bien, temerosa de los dioses y dispuestos a trabajar. Si sois liebres, gamos o jabalíes veréis el buen servicio que proporcionáis dando vueltas sobre el asador de leña... pero si sois hombres, si sois hombres os veré allí en breve y os abrazaré como los hijos que han precedido al padre a la hora de presentar sus respetos a su señor.

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19/10/2011, 12:52
Director

Los arbustos quedan súbitamente quietos, como si el tiempo se hubiera detenido en ese punto. Solo podía percibirse el movimiento de las hojas serosas, mecidas por el viento. El discurso del anciano parecía incluso haber calado en los tallos y ramas de los densos arbustos de Piedrasviejas, aunque el posible efecto en lo que fuera que estaba tras la cobertura de sus hojas era aún desconocido.

Puede sentirse la tensión en el ambiente, en el aire que separa los dos jinetes de aquello que les acecha desde detrás de la vegetación.

Un ligero movimiento de uno de vuestros corceles, y la tensión estalla en un brusco movimiento, que agita todas las ramas que observabais. Un zorro corre nervioso, recorriendo la distancia de campo abierto que le separa del siguiente grupo de vegetación, unos metros más allá del camino. Un salto, y desaparece una vez más entre las ramas más alejadas. Sin embargo, podéis sentir como os observa desde su nuevo escondrijo.

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19/10/2011, 13:10
Romal Nakken

Sorprendido, el gesto del anciano se torna tormentoso. Romal Nakken se aferra a las riendas de su caballo con una mano y desenvaina su espada con la otra mientras persigue al zorro con un un trote ligero. Sus barbas al viento y su esquelético cuerpecito que se mueve como el de una marioneta colgada de hilos recuerdan muy poco a la poderosa figura de sus antepasados.

- Bestia malvada ¡Que te lleven los Otros!
-increpa al menudo animal- Atrévete ahora a enfrentarte al señor de Torremar, descubrirás que quien resistió a los Greyjoy todavía puede ensartar con su acero a pérfidos seres como tú ¡Te desafío!

Al llegar al grupo de arbustos donde se ha escondido el zorro comienza a castigarlo con furia justiciera, podando sus ramas hasta que la aterrorizada criatura, no viendo otra salida huye de nuevo hasta perderse de vista.

- ¡Y no vuelvas!

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19/10/2011, 18:08
Dyn Mallister

Dyn sonríe ante la acción de su señor. A pesar de la edad, debe admitir que sigue teniendo una gran fortaleza. Avanzó hasta el "campo de batalla" y se detuvo junto a Romal.

- No creo que ese zorro vuelva a incordiarnos. Si fuera un Greyjoy, ahora mismo estaría corriendo para llevar a su flota de vuelta a Pyke. - Dyn hizo una reverencia a su señor, y le acompañó de vuelta al camino - Un combate digno de elogio, señor - dijo con una sonrisa.

Al volver al camino, echó un último vistazo al arbusto destrozado, y al lugar por el que el zorro había huido. No pudo sino reír sinceramente a su señor por la escena. Después, espoleó a su caballo para continuar a su ritmo tranquilo hacia Torremar.

- Una lástima que la gente de la torre piense que estáis perdiendo la cabeza, señor. Deberían saber cuan fuerte seguís siendo.

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19/10/2011, 18:30
Director

El camino se hacía lento. Era como el pasar de los años para Romal. Con calma, uno detrás de otro. Así caminaba el caballo. Despacio, con paso firme. El torreón se iba acercando poco a poco, y cada vez se vislumbraban más detalles de Torremar. Los pendones ondeando en las almenas de la torre, el tejado de la residencia, tropas que venían por el camino... Tropas. Habían decidido mandar un destacamento para recibiros. Ahora ya pensaban que incluso aquí podrían atacaros. Las cosas podrían estar mal, ¿pero tanto?

Aún así, siempre se agradece algo de compañía, y cuando llegaron a vosotros, se pusieron a vuestra retaguardia para acompañaros hasta Torremar.

- Mi señor - dijo uno de los soldados, un hombre eficiente que había luchado en la guarnición del castillo durante varios años -, lord Crakehall nos ha enviado para daros la bienvenida a ambos, y acompañaros hasta Torremar. Me ha solicitado que os diga que todos están ansiosos por que lleguéis, que siempre se os echa de menos allí.

"Están ansiosos por que lleguéis"; "se os echa de menos"... Formas suaves de decir que ya pensaban que no veníais. Obviamente, lo habían creído otra vez.

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19/10/2011, 19:01
Dyn Mallister

- Vaya, tendré que darle las gracias a lord Lancen cuando lleguemos. Bienvenidos, compañeros. Vuestra compañía nos hará bien hasta Torremar.

Dyn se situó otra vez junto a su señor y sonrió.

- Parece que cada vez andamos más lentos... Ahora, hasta necesitamos una escolta a pie para que nos marquen un ritmo más rápido. Quizá nos estábamos tomando el camino con mucha calma... - mueve la cabeza de un lado para otro, como negando algo - Para la próxima ocasión, tendremos que olvidarnos de cortejar a doncellas en el camino, señor.

Mallister puso a su corcel a un ritmo adecuado para los soldados y su señor, tratando de agilizar lo máximo posible la llegada. ¿Acaso Lancel Crakehall pensaba que les iban a atacar tan cerca de Torremar? ¿Y que en caso de que sucediera no iba a ser capa de proteger a su señor? Pasaba con él todo el día en Pizarra, y nunca habían tenido problemas... Tendría que hablar a solas con el Maestro de Armas cuando tuvieran un rato.

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19/10/2011, 21:28
Director

La torre se acercaba más y más, y ya se podía ver la caravana junto a la residencia, y la gente esperando en el exterior vuestra llegada. En pocos minutos el ambiente se llenaría de saludos, cálidos abrazos, y conversaciones. Los guardias apretaban el paso para mantenerse al ritmo de vuestros caballos, mientras conversaban tranquilamente. La ligera brisa agitaba vuestros cabellos, y las crines de los caballos, refrescando vuestros cuerpos.

Un viaje tranquilo, sin duda. Ahora, tan solo aguardabais que el viaje hasta la torre Áurea fuera igual de tranquilo... al menos en cuanto a sorpresas en el camino, puesto que la gente no dejaría de hablar durante todo el trayecto.

La última cuesta era corta, y ya se podían distinguir las caras conocidas. La pequeña Geneve, el Maestro de Armas y su mujer, el caballero Desmond Lefford, criados, guardias... Pronto todos se abalanzarían en un aluvión de voces alegres.

No había la misma tranquilidad que en Pizarra, pero también era bueno estar en casa y ver a las personas queridas.

Notas de juego

Dejo la escena abierta un poco más por si hay algo más que decir, y voy abriendo la siguiente.

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19/10/2011, 23:42
Romal Nakken

Conforme se iban acercando el anciano fue sintiendo como su espíritu se iba alzando, aquel manchurrón rubio debía tratarse de su preciosa hija, a quien sería capaz de ver una vez estuviese a unos pocos metros más cerca. Si se quedasen a hacer noche en el castillo echarían aquella extraña mezcla al fuego del faro para representar la dichosa llegada del Señor a Torremar, llamas azules sorprenderían a los marineros cercanos en el horizonte y brindarían por la salud de su familia en idiomas que no conocía.

Tantos colores hermosos que podía emitir aquel faro y que se correspondían a situaciones tan curiosas como las feria, para las cuales se usaba sal marina que originaba una llama amarilla y nítida o, gracias a Los Siete, tan puntuales que nadie en generaciones había visto al Faro de Torremar alumbrar con llamas púrpuras, pues ese color estaba destinado a alertar a medio Dominio del ataque de dragones.

Quizás a la vuelta descansase sus huesos allí y tuviese uno de sus premeditados arranques de capricho, obligase al boticario a que las llamas lamiesen el firmamento de los colores que hiciesen gritar a su pequeña de ilusión y juntos preparasen perrerías que pudiese hacerle al servicio para mantener la charada de su locura, pues solo a ella le había confiado el secreto de su lucidez.

- Mi pequeña, -decía para sí Romal Nakken- mi niña pequeña.

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20/10/2011, 00:36
Dyn Mallister

- Mi señor...

Dyn depositó la mano sobre el hombro del anciano, sonriendo. Luego giró la cabeza hacia el hogar de los Nakken, ahora reducido a poco más que una torre y los hogares de nobles y guardias.

- Ya llegamos. Que el Guerrero te de fuerzas para soportar la embestida de familiares y amigos.

Y enfiló a su caballo para que recorriera el último tramo del camino, los pocos metros que les separaban de Torremar.