La intervención de Geneve no podría haber sido más inoportuna. La mayoría de guardias en el exterior; Lancel con los mercenarios-bandidos de los Nakken y Agen vigilando la manera de trabajar de esta particular guardia, además de investigando qué ha ocurrido para los Áuryn. Desmond ocupado con todo este asunto; estará reunido un buen rato con el mayordomo Nakken para debatir gastos y pérdidas por el incidente. La residencia iba a estar prácticamente vacía, e ibas a poder ir de un lugar a otro casi a tus anchas para investigar... y Geneve interviene para tenerte entretenido. Casi parece que lo haya hecho a propósito...
Desmond niega con la cabeza cuando Agen se pronuncia, evidentemente preocupado. La intervención del valyrio en todo esto le daría más quebraderos de cabeza que ayuda, puesto que si algo ocurría en las minas, iba a ser muy problemático explicárselo a Rickard... Pero Lancel había dejado caer la propuesta, y ya no había nada que hacer.
- Como deseéis, Maestro Abyss. No seré yo quien os impida realizar una tan noble labor. Sobra decir que mantengáis los ojos bien abiertos, y que os cuidéis bien de lo que podáis encontrar. Si necesitáis algo que yo os pueda ofrecer para el viaje o la visita - "aunque con el arma que tienes, creo que poco puedo ofrecerte de aquí" - no dudéis en pedírmelo - dice más para Agen que para Lancel, que obviamente cogerá lo que crea necesario.
Cuando Geneve casi arrastra al maestre hacia dentro, Desmond suspira aliviado. Iba a ser difícil ejercer de anfitrión correctamente teniendo que discutir con Fred cómo se iban a ver de acusadas las cuentas Nakken tras los destrozos ocasionados.
- Maestre - le dice sonriendo -, espero que nuestra hermosa Geneve sea amable y delicada con vos - al cambio de rostro de la joven, visiblemente ofendida, añade: - como por supuesto lo es y ha sido siempre con toda persona que nos visita.
"Gracias, pequeña", parece decir con la mirada por un momento a Geneve. Entonces se gira, y otorga algo de tiempo a Lancel y Agen a prepararse mientras agrupa a los bandidos escogidos para investigar la mina.
El valyrio se pone su armadura negra, la que anteriormente llevara su padre. En principio duda, pero también se pone el tabardo dorado de los Áuryn por encima de las escamas de metal. Envaina Colmillo marino y se echa la targa a la espalda. No se olvida su casco, del mismo color que las escamas de metal.
Suspirando, y deseando pasar tiempo con la doncella que le ha robado el corazón, en vez de estar rastreando la tierra circundante como un sabueso entre criminales condonados por la locura de su señor, se dispone a salir afuera para reunirse con Lancel y sus hombres. Pero antes de eso se ciñe el casco, una labrada pieza que imita a cabeza de un dragón, surgiendo el rostro de Agen por las fauces de la bestia, enmarcado por colmillos de metal. Quiere que su figura resulte lo más ominosa posible, una figura inquietante que amedrente a quienquiera que vayan a encontrarse. Y también a la escoria que les va a acompañar.
Ya listo, sale a la luz del sol y se dirige hacia Lancel. Hace una señal para que le traigan su caballo.
-¿Están listos tus hombres, Lancel? Me gustaría volver antes de que anochezca...
Escucho con atención las noticias de la mina. Si había mucha gente dentro, las posibilidades de un accidente al caerse una lámpara de aceite eran mayores de lo habitual, pero parecía demasiada coincidencia. Pese al cansancio viaje, no me extraña que el maestro Abyss se decida a ir a investigar.
- Por supuesto, caballeros... - contesto a Agen y Desmond. - Estaré en buena compañía - añado volviéndome hacia Lady Geneve con una ligera reverencia.
Camino hasta su lado y me despido rápidamente de los guerreros. Si tienen suerte, encontrarán a la mayoría de los trabajadores aún vivos en el interior de la mina. El derrumbamiento se puede arreglar, pero la pérdida de mineros experimentados podría ser aún más dura para los Nakken que el arreglo de los túneles.
- Milady - saludo formalmente a la hija de los Nakken. - Soy todo vuestro... - Digo esperando que me guíe al interior.
Lancel, ataviado con una hermosa y sobre todo práctica armadura, de forja excelente, sonríe cuando ve salir al valyrio.
- Agen, creo que te has confundido. No vamos a desfilar por el patio de palacio, vamos a unas minas húmedas y desagradables - dice con una sonrisa en el rostro, su mano apoyada sobre la empuñadura de su espada -. Quizá preferirías no mancharte las ropas de lujo.
Agarra la empuñadura de su espada y con un fluido movimiento, ejecutado miles de veces durante su vida, la lleva al cinto, donde descansará hasta que sea necesario. Se da la vuelta y mira a los bandidos-mercenarios, mucho peor equipados y con una formación bastante torpe, comparada a la de las tropas entrenadas durante años por los Nakken. A su lado se encuentra Kim, con dos perros de caza a su lado, babeando y ansiosos por salir a buscar posibles presas.
- Bueno, he aquí nuestros hombres. No parecen los mejor instruidos de Poniente, pero son fieros y han mostrado lealtad por nosotros. Chicos, ¿estáis listos?
Los quince hombres alzan sus armas, espadas que anteriormente fueron empuñadas por auténticos soldados Nakken y gritan orgullosos. Por un momento parecen iguales que los dos perros que lleva amarrados Kim, y el nombre de "Sabuesos de Kim" se te antoja perfecto para el grupo de bandidos.
- Pues ya ves - dice Lancel girándose de nuevo hacia ti -, todos listos. Monta tu caballo y pongámonos de camino; quiero estar de vuelta antes de que anochezca.
Los hombres se giran mientras Lancel se encarama a su corcel de un brinco. Kim se pone a la altura de los bandidos, acompañado por sus dos canes.
Abro una nueva escena para nosotros, para que sea más cómodo y no se nos mezclen conversaciones.
Geneve toma el brazo del maestre con delicadeza... no porque le parezca un ser frágil (quizá sí desgarbado, pero no frágil), sino porque está en su naturaleza ser así con todo el mundo... y le conduce hasta un asiento cómodo dentro de un salón de estar acogedor con vistas al mar, dentro de la residencia.
- Acabamos de comer prácticamente, pero no dudéis en pedirme cualquier cosa de beber si es vuestro deseo -dice con voz aterciopelada-. Descansad aquí si queréis... incluso puedo llevaros hasta vuestra alcoba si preferís dormir -sonríe con un gesto angelical que recuerda a las pinturas más célebres de los Siete Reinos.
Geneve carraspea y acerca unas ornamentadas sillas de madera barnizada recubiertas de paño rojo para su hermano y para ella. Hakon podría hacer de anfitrión en calidad de heredero (y a ella no le molestaría lo más mínimo), pero su mano impedida le devolvía al estatus de "hermano pequeño" y mientras no se sintiera incómodo, Geneve no iba a importunar el desarrollo de los acontecimientos.
- También puedo ofreceros visitar la residencia a fondo. Hace mucho que no pisáis nuestras tierras. Hemos añadido algunas piezas a la casa -sonríe-. Y algunos libros a la colección de nuestra biblioteca -añade ensanchando su sonrisa, ahora cómplice-. Algunos tratados son tan vulgares que cualquier casa que se precie los tiene y seguro que habéis visto mil tipos de ediciones distintas en el lugar en el que os ordenaron, pero algunos son exclusivos -se inclina hacia adelante, tratando de añadir inconscientemente sensualidad y tentación a su ofrecimiento-. Y si os encontráis suficientemente descansado o... mejor dicho -dice ruborizándose e irguiéndose en la silla- cuando os encontréis suficientemente descansado, podéis atender a Hakon, que parece deseoso de volver a su espada -parece decir en silencio "con lo interesantes que son los libros que tiene a su alcance..."
Sonrió en dirección a la joven.
- ¡Oh! No os preocupéis, el viaje ha sido duro pero sobreviviré... - O eso espero, pensó para si mismo estirando disimuladamente una pierna. ¡En qué momento se le ocurrió a mi señor mandarme a caballo! Al menos todo el trayecto lo hemos hecho por el camino, porque no creo que mis partes nobles hubieran aguantado una cabalgada campo a través.
- Si no es molestia, me encantaría ver vuestra residencia. Y, aunque haya visto decenas de ediciones de algunos libros, siempre es bueno encontrar una más... ¡En ocasiones las notas de alguno de los maestres que lo transcribió son tanto o más valiosas que los textos originales! Os sorprendería saber los cambios que alguno de esos ejemplares que todas las casas poseen tienen con respecto a la versión original guardada en la Ciudadela de Antigua. Aunque en ningún caso diría que uno de esos libros es "vulgar"... - Se emocionó hablando de libros con la joven Nakken. Al fin y al cabo era una de las pocas cosas que le unían con su pasado y encontrar a alguien que disfrute de la lectura tanto como él era cuanto menos sorprendente.
- Luego le echaré un vistazo a la muñeca de Hakon. Espero que haya seguido mis indicaciones y mantenido la mano en reposo... Sé que estará ansioso por coger una espada y salir con los soldados a investigar esas minas, pero un señor tiene que aprender otras cosas además de a manejar un arma - concluyó con una triste sonrisa. Si los nobles se dedicasen exclusivamente a la guerra y no a gobernar a su pueblo el mundo estaría sumido en una eterna batalla hasta que alguien se diese cuenta de que ni siquiera quedarían alimentos para comer.
Editado para ponerlo en 3ª persona.
- ¿En serio? -Pregunta Geneve con un entusiasmo jovial y casto, tan agradable como contagioso- ¡Qué curioso! Nunca le había prestado excesiva atención a las notas al margen... algunas están incluso en lenguas desconocidas para mí -la franqueza con la que se dirige al Maestre es extraordinaria. No tiene nada que ver con el resto de las damas de la corte que hay por los alrededores... claro que no hay mucho donde comparar-. Una vez leí una que decía "tengo ya calambres en la espalda de tanto transcribir y quisiera poder descansar"... desde entonces no les hice ni caso.
Sonríe y le tiende la mano para ayudarle a levantarse. Después le lleva del brazo, paseando lentamente, con zancadas no muy largas y cadenciosas. Antes de salir de la sala, se dirige a un criado:
- Por favor -pestañea con suavidad-, agua de limón fresca para cuando volvamos. Maestre Nymos, le vendrá bien estirar las piernas. Iremos a las habitaciones... ¿qué tal todo por Costadorada? ¿Cómo están los Señores?
El maestre asintió mirando a la joven con una sonrisa amable.
- Pero, ¡incluso en esa frase puede encontrar una gran verdad! Escribir durante demasiado tiempo inclinándose sobre un pergamino provoca dolores de espalda. - Dijo animadamente mientras tomaba el brazo que le ofrecía la primogénita de los Nakken. - Una vez conocí a un anciano maestre que era incapaz de mantenerse erguido, pues su espalda sufría daños crónicos por todas las horas que pasó sentado escribiendo... Claro que no creo que el peso de su cadena le ayudase a enderezarse - bromeó señalando los eslabones alrededor de su cuello.
Se dejó guiar por su anfitriona, mirando curiosamente a su alrededor.
- Desgraciadamente - dijo recuperando el tono serio - no hay muchas novedades que contar desde su visita. Aún no han contestado los mensajes de Roca Casterly y no hemos descubierto nada más sobre el incidente del mensajero...
Miró a la chica, preguntándose hasta qué punto estaría interesada en esa noticia o, mejor dicho, en la ausencia de las mismas.
- ¿Y vos? - preguntó un momento después. - ¿Qué novedades hay en Torremar? ¿Siguen teniendo problemas con los bandidos de los que habló Lord Romal? - preguntó en tono neutro observando a su acompañante.
Geneve ríe las bromas del Maestre y aprieta su brazo contra su costado con un cierto aire de compañerismo.
La niña ajusta sus pasos a las exigencias del cuerpo dolorido de su acompañante. Geneve es muy consciente de lo que la piel siente después de una cabalgada intensa y, en cierta forma, se identifica con el hombre sabio y se compadece de él, ya que está tan poco acostumbrado a esos trotes como ella. Sabe que mañana será mucho peor.
Aun así, las noticias -o más bien la ausencia de éstas- enfrían un poco la confianza, y la postura relajada y confidente se endurece. Aprieta los labios y escucha atentamente, mirando al frente más que a su interlocutor.
- Es cuestión de tiempo que se averigüe quién asesinó al heraldo -dice más secamente de lo que hubiera querido-. Porque algo así no debe quedar impune -añade algo tarde, pero con voz más suave-. Aquí va todo como siempre... salvo por el hecho de que somos más -sonríe-. El bandidaje no ha desaparecido, pero las gentes están relativamente tranquilas. Podría ser mucho peor. Claro, que hay que esperar las noticias que traiga Ser Desmond sobre el accidente...
Suspira. Su actitud taciturna, como si todos los malos presagios se cumplieran y se pudiera tocar la desgracia de la familia, se borra automáticamente al llegar a una puerta.
- Ésta es mi habitación... -abre y entran en una estancia que, a pesar de la austeridad, está decorada con buen gusto y esmero. La mano femenina está presente en cada rincón y hasta el aire parece distinto. Floral- y aquí... -avanza hacia la cama y saca no sin cierta dificultad de entre los colchones y las sábanas un ejemplar de un libro con las cubiertas de cuero un tanto ajadas, que desentonan con el aspecto pulcro de su escondite. Mira nerviosa a todas partes y susurra- aquí está mi pequeño... nuestro pequeño secreto. Es del Maestre Ambrose, que sirvió a los Targaryen hace ya casi un siglo, así que tampoco está muy actualizado.
Le tiende el tomo, no demasiado grande, sin título en la cubierta.
- Es... un ensayo sobre los matrimonios de los Targaryen visto desde la perspectiva del Maestre. Este libro le costó la vida y se mandaron quemar todos sus ejemplares -sonríe tendiéndoselo, con una felicidad singular, como quien ofrece una golosina a un niño-. Pero si la Septa Mordaine se entera de que está aquí, seré yo quien arda.
Nymos titubeó un momento antes de entrar en la habitación de la chica. No solía frecuentar las habitaciones de ninguna mujer y entrar a solas con la joven Geneve en su cuarto le parecía inapropiado. Sin embargo, era el invitado en el castillo, así que siguió a su anfitriona tratando de no dejar entrever su ligera incomodidad.
La sensación desapareció súbitamente cuando la joven noble le mostró el libro del maestre Ambrose. Con un cuidado casi reverencial, extendió las manos para tomarlo y lo abrió para observar la pulcra letra del maestre. Con el gesto experto de quien está acostumbrado a tratar con valiosos manuscritos, paso un par de páginas leyendo algún fragmento al azar.
- Impresionante... - dijo al mirarlo. Era probable que en la Ciudadela se guardase alguna otra copia de ese libro, aunque desde luego él nunca había tenido acceso a los volúmenes prohibidos de la biblioteca de Antigua. El hecho de que los Nakken mantuvieran un ejemplar del ensayo del maestre Ambrose era, cuanto menos, sorprendente.
- ¿Cómo...? - empezó a preguntar, aunque se quedó callado un instante, dubitativo. - ¿Cómo lo habéis conseguido? - dijo finalmente. No sería la septa Mordaine quien le daría más problemas a los Nakken en caso de saberse que poseían una copia de un libro que se había ordenado quemar por todo Poniente.
Satisfecha con la sorpresa del maestre, Geneve bailotea y sonríe con toda la cara. Sus ojos se reducen a dos ranuras azules de pura dicha. Las manos le tiemblan de la emoción.
- ¡Ya sabía yo que os iba a gustar! -Aplaude y vuelve a tomar del brazo al maestre-. Mi buen padre se lo regaló a mi hermano William cuando cumplió los quince años, cuando nuestra Casa y la Casa Áuryn eran lo que deberían seguir siendo. Luego... -La alegría abandona poco a poco el rostro de Geneve, que sonríe con cierta melancolía, clavando sus pupilas en la tapa del libro- bueno... Will murió. ¡Pero no es momento de hablar de esas cosas! ¿Verdad? -Añade rápidamente, con serenidad y dulzura, más como si temiera incomodar al sabio que por sentirse incómoda ella al recordar a su hermano muerto.
Los ojos de la niña se clavan en los del Maestre Nymos. En ella existe una mezcla extraña de infantilidad y madurez, de jovialidad y melancolía. Y el gesto de muñeca de porcelana que tiene ahora mismo es absolutamente hermético, pero le sonríe con algo que podría llamarse calor.
- Os seguiré enseñando la residencia... y os presto el libro si queréis. Yo ya me lo he terminado y seguro que vos le sacáis más provecho que yo -acentúa su sonrisa y aprieta el brazo contra su cuerpo con camaradería-. ¿Vamos?
Geneve ha sido tremendamente inoportuna. La mayoría de la gente está preocupada con el incendio de las minas, y Desmond ha dejado de actuar de anfitrión para gestionar el accidente. Era el momento perfecto para recorrer la residencia y evaluar el trabajo de los Nakken, si habían desempeñado bien sus funciones e incluso si se habían comunicado con alguien antes que con vosotros.
Es muy agradable, tremendamente atractiva, todo calor... pero teniéndola a tu lado, llevándote de un lugar a otro del palacio, te será casi imposible poder desempeñar por ahora la función que Rickard te ha ordenado.
El Maestre se deja guiar por la juventud y energía de la joven, mientras observa el libro, sujeto ahora mismo por ambos. Niega con la cabeza y se lo devuelve a Geneve.
- Creedme si os digo que estaría encantado de poder disfrutar leyendo cada página de este libro, pero... - hace una pausa momentánea, que se antoja eterna para ambos - pero si el castigo de vuestra Septa por encontrar el libro en vuestra habitación podría ser grave, imaginad si descubre que se lo habéis entregado a otra persona. Será mejor que mantengáis este libro aquí; ya tendré ocasión de volver a Torremar y ojearlo en vuestra biblioteca.
Cuando Geneve le propone mostrarle el resto de su residencia, el maestre asiente, cansado por el viaje pero motivado por lo enérgico del comportamiento de la primogénita Nakken.
- Está bien, si así lo deseáis. Hacía mucho tiempo que no estaba aquí, y no me vendrá mal recordar las salas de esta residencia.
Aunque la presa que la niña le hace con el brazo le incomoda ligeramente, no lo deja entrever, y Nymos se deja guiar por Geneve mientras observa cada rincon del hogar Nakken, comparando el estado actual con el que presentaba muchos meses atrás, antes de que los Greyjoy llenaran toda la costa de sangre y horror.
Visiblemente contrariada, Geneve devuelve el libro a su escondite y luego lo tapa todo bien.
- Aun así, si cambiáis de opinión, hacédmelo saber, ¿eh? -Le dice con voz dulce-. Os enseñaré ahora la Sala de Reuniones de este piso. Es amplia y confortable...
Con naturalidad, se suelta del brazo del Maestre para cerrar la puerta e indicarle el camino. A unos escasos metros, se detiene unos segundos, murmura unas palabras y sigue con la marcha hacia una puerta de doble hoja hecha de madera de roble envejecida de color tostado.
- Es aquí...
Puesto que Bran está bastante ausente, y la escena de Agen está terminando, pasamos unas horas hacia delante. No he podido hacer una parte que tenía pensada para Nymos, pero quizá la pueda hacer más adelante.
Damos por hecho que Geneve se dedica a enseñar la casa y a entretener a Nymos un rato, mientras Lancel y Agen están fuera. A primera hora de la tarde, un rato después de que partieran, un caballo llegó con uno de los Sabuesos de Kim y un hombre malherido, que fue trasladado directamente a una sala para dejarle reposar y curarle. El joven venía con un fragmento de madera clavado en el cuello, y será difícil que sobreviva. Nymos se tiene que dedicar por completo a él, y el resto de la tarde Geneve se queda sola.
A última hora de la tarde aparecen en el horizonte Kim, Agen y Lancel, acompañados solamente por dos perros de caza de Kim y guiando un caballo cargado con tres hombres atados. Ninguno de los mercenarios-bandidos que se quedaron con ellos para explorar la mina han vuelto con vida.
El grupo se acerca despacio hacia los restos de la fortaleza que son ahora la residencia Nakken, visiblemente cansados, aunque parecen no tener ninguna herida. Sin embargo, el hecho de que no vuelva ninguno de los Sabuesos os permite deducir que la visita a la mina no ha sido especialmente agradable.
Desde la ventana de tu habitación, aburrida mientras Nymos se ocupa del hombre herido y con la residencia Nakken en completo silencio, no te cuesta escuchar las voces de Lancel en la distancia. Se le escucha reír y bromear, como cada día. Agen permanece más callado, y Kim está guiando al caballo.
Antes de que te de tiempo a salir de tu habitación ya ves a alguno de los guardias salir a recibir a los tres hombres.
Al ver en la distancia, por fin, la torre de la Casa Nakken, Agen se siente aliviado. Desde que salieron esta mañana todo han sido sorpresas, una detrás de otra. No puede esperar llegar y darse un baño en la cala cercana. Igual que no puede esperar para...
Suspira.
Necesita algo de descanso. Y se supone que han de volver a Costadorada... Tal vez baste con mandar uno o dos cuervos a su Señoría. El valyrio espera poder descansar esta noche después de toda la sangre que ha derramado. Al día siguiente ya se verá, y lord Áuryn tendrá su informe directo de su boca, pero primero lo que ansía es reposo. Aunque lo que ansía de verdad ni siquiera se lo puede decir en voz alta, no vaya a despertar a quien acaba de adormilarse después del festín de sangre y fuego.