Partida Rol por web

-No, mi señor. Simplemente... -duda, tal vez durante una milésima de segundo-... no querría dejar abandonados los proyectos que me requieren aquí. Tal vez lo mejor sea... estar yendo y viniendo cada poco. La construcción de las atalayas es importante, así como el entrenamiento de las tropas. Aunque creo que Desmond lo podría hacer bien durante mi ausencia -aconsejo.

- Seguramente - afirma Rickard -. Pero prefiero confiar ciertas tareas a gente de la Casa.

"Gente de la Casa". Sí, tienes un hogar, y Rickard no duda en recalcarlo. Pero ojalá tuvieras tierras para tener algo que ofrecer por Geneve.

- En caso de que viajes allí, harás una primera expedición en una semana, para ver qué han decidido hacer y cómo ejecutan sus primeras acciones. Pero pasarías allí solo una noche y volverías al día siguiente por la tarde. Así no dejarás sin atención el proyecto de las atalayas.

Da un paso más hacia la puerta, y sostiene el picaporte con su puño, aunque no termina de girarlo.

- Meditaré esta noche sobre ello, y mañana te daré una respuesta.

Permanece un momento más a la espera, aguardando tu confirmación y cualquier consejo antes de retirarse a sus aposentos tras el día más duro de los últimos meses.

Hakon mira hacia la ventana, con algo parecido a la nostalgia. Sin embargo, no sabes si es realmente sentida, pues parece ensimismado en mil pensamientos a la vez.

- Eran otros tiempos, y tanto tú como yo hemos crecido - suspira -. Ahora, Geneve, nos aguardan cosas más hostiles. Padre está asustado, incluso a pesar de su caracter demente lo he visto. Y Rickard también parece tenso. Los días de juegos se nos acabaron, como si la vida, para lanzarnos a la madurez, nos tuviera preparado todo este escenario de dificultades.

Repentinamente te parece un hombre mucho más adulto de lo que es, sensato e inteligente. Sus cabellos despiden brillos dorados como respuesta a la titilante luz de la lámpara de aceite. Entonces gira su rostro hacia ti, y ves el resto de una lágrima, como si el último resto de su infancia escapara de un mundo al que ya no se le permite pertenecer, abandonando ya por completo al adolescente.

- Y algún día yo seré señor de Torremar y tú la esposa de algún noble. Si todo va bien. Si no...

Y no concluye la frase, a sabiendas de que ambos conocéis el final si las cosas no van bien.

-Será como deseéis, mi señor -le contesta el valyrio, conciso.

Una vez se va, Agen se queda meditabundo, pensando en la necesidad de ser armado caballero. Así, al menos, tendría alguna oportunidad de llevarse a Geneve. Tiene un apellido, sí, pero no una familia reconocida y con tierras. Tal vez si los acontecimientos se resuelven favorablemente, eliminado a los bandidos, recolonizando las aldeas mineras y reorganizando el ejército de la Casa Áuryn, lord Rickard tenga a bien nombrarle caballero y, quizás, un pequeño lote de tierras. Así, como caballero hacendado, tal vez podría contar cuando llegue el momento en que la joven haya de tomar marido.

La sonrisa de Geneve se congela unos instantes contemplando la nueva faceta desconocida de su hermano. Un torbellino de pensamientos aparece como de la nada en su cerebro, amenazándola con venirse abajo. "Podrás ser grande... pero para eso tenemos que aleccionarte bien. No dejaré que te aparten de mi lado hasta que crea que has madurado lo suficiente como para valerte por ti mismo y ser el Señor de Torremar que espero que llegues a ser. Igual que tampoco dejaré que Padre te elimine".

Como por impulso, baja una pierna al suelo y se acerca a él. Pone la mano delicadamente en su mejilla y aplica sus labios con mucha ternura sobre la lágrima, sorbiéndola. Retiene el cálido contacto un rato más, para después apartar los labios, pero no la mano.

- Todo saldrá bien. Al menos, todo lo que de nosotros dependa saldrá bien -sonríe dulcemente y le acaricia la mejilla con el pulgar-. No hay que tenerle miedo a las situaciones que no podemos controlar, porque a fin de cuentas... no podemos mejorarlas. Hay que temer a las situaciones que dependen de nuestro control, para hacernos conscientes de todas sus consecuencias.

Se vuelve a acercar a él para depositar otro beso en su frente. La trenza se agita sobre el pecho con el movimiento.

Eres consciente de cuánto turba tu feminidad al adolescente. No está acostumbrado a un trato muy cercano, y hasta él, tu hermano, ha reparado en tu madurez, y es presa de tu encanto. Sientes como el calor aflora a sus mejillas cuando depositas el suave beso en su rostro, y por un momento te parece que incluso se vaya a abalanzar a tus labios. Pero simplemente asiente, como si siguiera absorto en sus pensamientos.

- Es posible. Pero las situaciones que dependen de nuestro control debemos afrontarlas, como el guerrero aguarda el combate. Las situaciones descontroladas, pueden desembocar en cualquier mar.

Hakon suspira, y te mira por un momento, aunque con esa mirada perdida, casi carente de amor filial. Sin embargo, ves un destello de aquel pequeño tras un parpadeo, solo un momento. Esos ojos que te adoraban como un dios protector, que te seguían allá donde fueras. Esboza una sonrisa, y continúa.

- Quizá... Quizá se nos esté haciendo muy tarde, hermana. Si quieres... - duda un momento, como si se planteara si debe continuar la frase -. Si quieres, puedes acompañarnos en el entrenamiento mañana, si no tienes otra cosa que hacer.

Geneve sonríe con dulzura, toma su mano aún asida al pañuelo, y la besa.

- Me encantará ver tus progresos. Me hace muy feliz tu ofrecimiento, Hakon -dice con felicidad genuina. Ahora no tendrá que excusarse ante Agen por no poder asistir-. ¿Entonces te marchas ya?

Baja de la cama para despedirse. El camisón, en cambio, se queda apresado bajo su cuerpo al deslizarse, haciendo que se muestren las piernas. Los blancos muslos quedan al aire durante unos instantes y después el camisón vuelve a cubrirlos mágicamente.

- Te deseo buenas noches, hermanito -le tiende la mano para que se levante y luego lo abraza sin forzarle. Cuando él quiera dar por concluido el abrazo, se separa tranquilamente, para que no se sienta cohibido. Sonríe-. Gracias por venir, gracias por aceptar el pañuelo y gracias por tu invitación. Allí estaré.

Todavía pesaroso, ni siquiera repara en tu camisón cuando bajas de la cama para despedirle. Sonríe cuando le deseas buenas noches, y responde a tu abrazo con menos emoción de la que te gustaría, pero con afecto.

- Igualmente, hermana. Descansad, hoy ha sido un día duro - dice, como si fueras tú la que necesitara consuelo, en lugar de él.

Te hace una ligera reverencia, y se dirige hacia la puerta. La abre suavemente y sin hacer ruido, por si alguien duerme ya en las habitaciones contiguas, y te hace un gesto de cabeza desde allí.

- Hasta mañana - dice simplemente. Y tras cerrar la puerta, la habitación se sume en el silencio de la noche.

- Hasta mañana, Hakon -dice con una sonrisa melancólica y se acomoda dentro de la cama, echándose las sábanas por encima.

Saluda desde su nidito con un gesto infantil y se tumba y se arropa como si fuera una niña pequeña, antes de que él cierre la puerta del todo. "Hmmm... si yo me atreviera... iría sigilosamente a la habitación de Agen. Pero queda muy lejos de aquí".

Una vez Hakon se marcha tantea bajo los cojines y encuentra la tela que llevaba oculta en su corpiño. El retrato de Will con su madre, una auténtica joya al óleo, parece hacer revivir al muchacho bajo la luz de la lámpara de aceite. Geneve acaricia el pintado rostro de su hermano, lo besa y lo vuelve a poner a buen recaudo.

Suspira y se echa a dormir en confusos sueños en que Agen parece abrazarla... pero luego bien de cerca resulta ser un chico más corpulento, de cabellos rubio-dorados y alegres ojos azules, que la miran con ternura.

- William... -murmura ya dormida.

Y cuando vas a desvestirte para ceder al sueño, tu mano roza algo entre tus ropas. Entonces recuerdas aquello que Geneve te entregó cuando os encontrasteis con Hakon en el exterior y la llevabas en volandas. Hurgas en el bolsillo, y extraes el pequeño objeto.

En tus manos tienes un diminuto pañuelo de un blanco puro como no hay otro igual, del tacto de la seda, con finos encajes en los bordes. Bordado en hilo de oro, en una esquina, hay unas preciosas GN floreadas en su justa medida. Al moverlo para observarlo algo más te llama la atención y te lo acercas a la nariz: huele a playa y a jacinto... y con tal intensidad que, con suerte, tarde unos días en perder el olor.

Agen lo llevará junto al pañuelo que le dio su padre.

La noche se ciñe sobre Costadorada, mientras sus habitantes se dejan llevar por esta. Atrás quedan los ominosos acontecimientos del día, apartados por los sueños, donde vuestras mentes se permiten un tiempo de descanso.