Partida Rol por web

La opción de entrar en la Feria es una con la que no contaba y prefería evitarla, pero no dejaba de ser una de las posibilidades… Mejor descartarlo cuanto antes y seguir…

Mientras abría la puerta para salir del coche y sacar al chófer del maletero, tuvo que detenerse. No podía creer que no supiera quien era la banda de Carmelo…¿Acaso no había visto u oido ninguno de los comunicados de Carmelo? En fin… - La Banda de Carmelo son unos... "rebeldes antisitema" que quieren acabar con La Purga, porque piensan que es un instrumento de las clases dominantes para tenernos sometidos. - Dejó a Wendy que pensara en eso y, mientras ella comprobaba el móvil, abrió el maletero, encañonando al chófer para que su actitud fuera "la correcta". - sal, y no hagas gilipolleces, o te vuelo las rodillas -

Escuchó la pregunta de Wendy… - es de... Un viejo conocido - Dió un empujón al chófer para que avanzara, lo de Colton no había salido como hubiera deseado, pero si por lo menos era de alguna utilidad con los contactos del teléfono, pues bien estaba…

Se encaminó hacia la zona de entrega guiando al chófer. Iba detrás de él, agarrándole por las bridas que sujetaban sus manos a la espalda. Lo entregaría, daría el nombre de Candy para que ella cobrara la recompensa y luego irían a aparcar para esperarla dentro de la Feria.

Echó un vistazo al lugar automáticamente, como deformación profesional, no dejaba de vigilar a cada momento. El chico de la máscara roja que les había preguntado antes seguía rondando por allí, parecía fuera de lugar, despistado, buscando algo o alguien…

No le quitaría ojo de encima, por si acaso.

Emergió de un coche abollado, cuya puerta del copiloto y parte del techo estaba cortado con una motosierra. Tampoco habia cristal en la ventanilla. Su falda blanca estaba manchada de la sangre que seguramente habia manado de la herida que tenia en un costado y que aún estaba al aire. Parecia una herida abrasión, como si una bala hubiera querido abrirse camino por la pálida piel.

Sus coletas estaban algo mal hechas, como si se hubiera despeinado y se las hubiera rehecho a toda prisa. Sacó a un tio de detrás. Incosciente. Comenzó a arrastrarlo por el asfalto desde la atadura que le habia hecho en los tobillos. Iba lenta, pero no se detenia. Y se dirigia a la zona de las mercancias.

- Por supuesto- respondió el segurata cambiando las esposas por ligaduras desechables. La chica se dejaba hacer pero que fueras a retrasar el momento de su muerte parecia ponerla nerviosa por momentos

- Que sea rápido, por favor - te suplicó - estoy con la NFFA. Creo en el sistema y en la Purga, pero... no quiero sufrir - su voz se le quebró al final y te miraba con ojos suplicantes esperando, o más bien rezando, que no fueras un sádico cabrón.

Saliste con ella y pudiste ver al de la máscara roja y a la pareja formada por la chica vestida de novia y el grandullón, ambos grupos llevando a un par de tipos a la zona de mercancía.

Con el cuerpo al hombro y esperando que el sitio no estuviera muy lejos, hice caso al pelirrojo y le seguí un par de pasos por detrás, por lo que pudiera pasar. Todo aquello estaba preparado para alterar los sentidos, los mas sádicos claro, pero sentidos humanos después de todo. Incluso yo, que no disfrutaba con aquello, estuve tentado a probar eso del laberinto, pero esa noche era para ganar pasta no para divertirse, ademas matar por diversión tampoco entraba en mis planes, seguramente todo aquello valía dinero y no era como con las peleas, esto eran solo perdidas. En la zona de entregas espero paciente a terminar con la transacción, esperando que fuera rápido, después de todo parece que no soy el único que venia a lo mismo, al ver como uno de las dos personas estaba de pie con otro "paquete".

- Ohhh de esos, vale, vale... - asiento con la cabeza cuando me explica lo de la Banda de Carmelo y luego me encojo de hombros - Lo siento, no me gusta meterme en todos esos rollos de politica. Lo único que me interesa es que esta noche todo vale.

Le sonrío y casi se me escapa una risilla al ver como amenaza al pobre tipo del maletero. Como se nota lo amable que es... cuando quiere. ¡Ay, Wendy si es que los vuelves loquitos! Con la respuesta del móvil, decido no preguntar más. No es que hubeira encontrado nada interesante y ya se sabe, cada loco con su tema, así que no iba a hacer más preguntas sobre ello. 

Bajo del coche con mi escopeta bien a mano y siguiendo a John, vigilando un poco que ningún otro loco nos salte encima. Me paro un momento al ver al de la mascara roja y le miro de arriba a abajo, dedicándole una sonrisilla divertida al final. Qué ocultará bajo esa máscara? Si es que mira que les gusta ir de misteriosos. Sin decirle nada, sigo avanzando con mi compañero, mirando la feria con la ilusión de una niña pequeña en los ojos.

El Profesor se queda escondido en la cocina, agazapado en el suelo, esperando a que los chicos lleguen y se encuentren con el estropicio montado. Es al oír la exclamación de uno de ellos, cuando el Profesor se levanta y apunta hacia el pecho de uno de los chicos, disparando sin ningún tipo de duda.

— ¿Sorprendidos de verme, mis apreciados estudiantes? —dice, apuntándoles desde la distancia indistintamente de si ha acertado o fallado.

— Esta pistola que parece de juguete y que he tenido que recuperar del cuerpo de vuestro querido amigo es una pistola de bolsillo Liliput, creada en Alemania por Rudolf Frommer en mil novecientos veinte. Pesa trescientos cincuenta gramos descargada y tiene una longitud total de ciento ocho milímetros. Actualmente me quedan cinco balas en el cargador, pero me quedan dos cargadores más, suman un total de diecisiete balas del calibre cuatro coma veinticinco milímetros Erika Auto. Es una pistola semiautomática con un sistema de disparo de acción simple, así que debo apretar el gatillo cada vez que quiera realizar un disparo.

— Ha llegado la hora de empezar el examen tipo test de vuestras vidas. Pregunta: ¿sois más rápidos que una bala que se mueve a más de dos cientos metros por segundo? ¿Cuántas veces seré capaz de disparar antes de que alcancéis mi posición? Vuestras opciones son:

a) No, pero si atacamos todos a la vez, sólo uno o dos de nosotros morirá como máximo. Obviamente, uno pierde seguro. Probablemente acertaré a dos, puede que hasta tres. ¿Quién de vosotros se arriesgará a ser el que pierda y quién el afortunado que llegue a golpearme?

b) Sí, somos más rápidos. Ya os digo yo que eso es imposible, es una opción trampa de las que tanto os gusta caer en los exámenes. Es imposible que un humano que como máximo se desplaza corriendo a diez coma cincuenta y cinco metros por segundo supere en velocidad a un proyectil de pistola.

c) Ninguno de vosotros desea morir tan jóvenes y siendo vírgenes, así que sin hacer ninguna estupidez, todos os quedaréis bien quietecitos, haréis todo cuanto vuestro profesor os ordene sin rechistar y ninguno de vosotros saldrá herido.

— Bien, ¿qué elegís? —pregunta con una sonrisa que no se puede ver por la máscara, mientras apunta a los chicos. — Dispararé al primero que se mueva sin mi permiso.

El chico cae de espaldas sin remedio, totalmente fulminado y recibiendo el disparo en plena frente. Los otros cuatro se giran hacia él y luego hacia ti. Tal vez no puedas ver sus caras con esas horribles máscaras encima, pero está claro que ninguno se esperaba eso. Tal vez sea por eso que te dejan dar tu discurso, sin apenas moverse. Se giran los unos hacia los otros, cada vez más nerviosos según vas planteando todas las posibilidades que se les pueden haber pasado por la cabeza. 

En cuanto dejas caer esa pregunta trampa y levantas el arma, uno de ellos se mueve más rápido y echa a correr hacia la puerta, huyendo de tu campo de tiro por el momento. Apenas un instante después, otro echa a correr también hacia la puerta, empujando a uno de sus compañeros hacia ti, medio usándole de escudo humano para llegar a las escaleras. Y aún quedan dos no tan rápidos que está claro que no saben dónde meterse en ese momento...

El guardia pelirrojo al que estaba siguiendo Jo-Ming hace un gesto a los dos recién llegados para que le sigan también. La chica que llevaba se la deja a otros dos guardias que la arrastran hacia lo que parece una zona de jaulas en la que hay como poco una treintena de personas gritando y sacudiendo los barrotes. Más al fondo, sacan a algunos de ellos para llevarlos a un escenario en el que parece que se están subastando sus vidas. El asiático con la tableta se os acerca y os mira a los tres un momento, señalándoos con un bolígrafo. 

- ¿Venís juntos? ¿Y alguno es Cazador habitual? - pregunta en general. El pelirrojo levanta al enorme tipo que ha traído Jo-Ming y empieza a inspeccionarle, comprobando para empezar si está vivo y qué aspecto tiene. 

Emergió de un coche abollado, cuya puerta del copiloto y parte del techo estaba cortado con una motosierra. Tampoco habia cristal en la ventanilla. Su falda blanca estaba manchada de la sangre que seguramente habia manado de la herida que tenia en un costado y que aún estaba al aire. Parecia una herida abrasión, como si una bala hubiera querido abrirse camino por la pálida piel.

Sus coletas estaban algo mal hechas, como si se hubiera despeinado y se las hubiera rehecho a toda prisa. Sacó a un tio de detrás. Incosciente. Comenzó a arrastrarlo por el asfalto desde la atadura que le habia hecho en los tobillos. Iba lenta, pero no se detenia. Y se dirigia a la zona de las mercancias.

En la zona de entrega, el pelirrojo, al que ya había visto de años anteriores, les preguntó si iban todos juntos. John respondió negativamente moviendo la cabeza. - Yo soy Cazador, pero esta presa ponla en la cuenta de...- Justo vio llegar el coche y salir a Candy de él. 

Visiblemente herida, comprendió el retraso. Se maldijo, si no se hubiera entretenido, hubiera podido ayudarla… Pero sabía que ella era orgullosa, una tía dura, así que no le diría nada sobre eso. Ya sabía el riesgo al salir esa noche.

Aún así, bajo su máscara se dibujó una sonrisa y una expresión de alivio al verla aparecer. Si no hubiera llevado el chaleco táctico y todo su equipo, se le hubiera notado una posición más relajada en sus hombros…

Hizo una seña a Wendy para que cogiera al chófer, quería observar la reacción de Wendy al ver las jaulas y cómo trataba al chófer tras comprender el destino que le esperaba. Levanto el índice, diriendose al pelirrojo - Un momento...-

Se dirigió hacia Candy mientras buscaba en uno de sus bolsillos un paquete de gasas y un botecito de desinfectante. Se los tendió cuando llegó hasta ella. Toma...Estás ensuciando esa falda. - dijo en tono mordaz -Trae eso, yo te lo llevo. Luego miraremos ese nuevo adorno - Agarró a su presa y volvió a la zona de entrega con Wendy para terminar con la entrega.

William ignoró a los cazadores que llegaban para vender sus mercancías aparentemente logradas con trabajo en equipo. Aquella forma de aprovechar la Purga no le gustaba demasiado. Pervertía todo lo que representaba y ayudaba a alimentar una fecha ya desvirtuada de por si. Pero aquello tampoco era asunto suyo. Y menos aún en aquel recinto en el que cualquier acción hostil contra algo que no fuese el ganado era poco menos que un suicidio.

-No me des mucho trabajo y tendrás suerte con eso...-Se limitó a contestar a la muchacha que llevaba atada con una soga que mantenía sus muñecas unidas a la espalda, como si de una correa se tratase.

Antes de salir se agachó y ató con una nueva cuerda los tobillos, dejando una separación de unos 35 cm. Lo justo para poder caminar y en cambio no poder salir corriendo. El encapuchado era un hombre que le gustaba tomarse la molestia de ser previsor.

Con un trapo amordazó le amordazó la boca, acompañando la acción de un aviso. -Ahora te quiero en silencio. Cumple con tu parte y yo lo haré con la mía.

Una vez con todo asegurado, le puso una manos sobre el hombro y le dió un pequeño empujón nada más que para dirigirla hacia la salida de la feria.

-Andando.