Bianca, mientras revisas las pertenencias de Arthur, este no mueve ni un músculo. Sus ojos siguen perdidos en la distancia y no parece percatarse de tu presencia. Lleva una sudadera negra larga con capucha y un bolsillo central en el que no encuentras nada. En los bolsillos de los pantalones de chándal negros encuentras un puñado de monedas, unas llaves y dos balas. Cuando las examinas más de cerca, en una de ellas pone EH y en otra SY.
-La paciencia es una virtud finita. Cualquiera que use las mismas tácticas por un siglo podría explotar y cambiar de tácticas. Si bien no estoy acusando a nadie, no es prudente descartar una sospechosa solo porque esto – hago un gesto vago con la mano en dirección a Alba y su ropa cubierta de sangre- no es su modus operandi. [Najla]
—Sí, está claro que no podemos descartar ninguna posibilidad a la ligera —admite Smahane.
- Coincido contigo en que falta ese otro tirador, pero sigo sin creer que nadie se asegurase la muerte de un Vástago de poder con sólo un disparo - respondió Rebeca
Sanz se encoge de hombros.
—Probablemente esperara poder acercarse a su objetivo lo suficiente para vaciarle el cargador a quemarropa y asegurarse su muerte.
- ¿Y si esto fuera un intento de desestabilizar la Hegemonía, o al Príncipe, y vos solo fuérais un daño colateral? - pensó en voz alta-. Mmm. Hay infinidad de posibilidades. Vamos a tener que ser muy sistemáticas para empezar el descarte. [Rebeca]
—Pues en ese caso y si os parece adecuado, podemos continuar las pesquisas en mi hogar —dice el Marqués. Está visíblemente ansioso y aliviado.— Debemos dejar aviso a Madame Lafont de que partimos.
—O podemos llamarla por teléfono —señala Smahane un poco condescendiente— para no hacerla venir hasta aquí en vano.
—Cierto, cierto. ¿Puedes encargarte tú?
Smahane saca el teléfono y se aleja un poco para hablar. Mientras tanto, el Marqués pasea la vista por la sala y se gira hacia Sanz.
—Héctor, por favor, ¿serías tan amable de buscar a alguien de la casa para que nos pida unos coches? No vamos a caber todos en el mío.
—Por supuesto, ahora mismo —responde Sanz saliendo por la puerta.
La sala queda en silencio a excepción de ruido que hace Bianca registrando a Arthur. El hombre no se mueve. Si no fuera porque se mantiene en pie, su aspecto maltrecho junto con la palidez de su piel lo harían pasar por un cadáver. Cuando mete la mano en el bolsillo del pantalón, algo tintinea.
—Probablemente esperara poder acercarse a su objetivo lo suficiente para vaciarle el cargador a quemarropa y asegurarse su muerte.
No, no. Ni hablar. ¿Esperaba? Qué tipo de atentado se basa en un "si hay suerte, lo consigo y de paso muero en el intento"? No, si vas a montar un ataque kamikaze, te aseguras de llevarte por delante a quien sea. Rebeca sigue pensativa, dándole vueltas a todas las piezas que no cuadran.
- ¿Señora? -se acerca con cautela a Bianca, quien está cacheando al hombre. A saber qué es ese tintineo, desde unas monedas hasta otro puñetero arma. Y Sanz se ha largado. Maravilloso.
Observo la conversación desde un lateral, perdiéndome completamente en las políticas internas de la ciudad y admirando en parte la oratoria de mis compañeras. Aunque si me dedicara a prestar atención a las intrigas sociales no tendría tiempo de sacar tantas… un momento… Saco rápidamente la cámara y busco la foto que saqué justo después de que se produjera el ataque. Si tuviera suerte igual he capturado a alguien llevándose a Madame Hohenzollern.
Mientras la galería se carga, me arriesgo a romper el protocolo y me acerco directamente al Marqués.
—Excelencia, antes de vuestra llegada estuve sacando fotografías de los invitados a la velada, tan vez sería útil que las revisarais por si reconocéis a alguien que no debiera haber estado aquí.
—Héctor, por favor, ¿serías tan amable de buscar a alguien de la casa para que nos pida unos coches? No vamos a caber todos en el mío.
-¡Oh! Yo tengo mi propio auto, puedo llevar a un par.- agrego con un tono entusiasmado, porque me encantaría viajar lejos del marques y su comitiva. Llevar a un par de las chicas es un mal menor.
Meto la mano en mi bolso y tiro discretamente el último pañuelo con sangre dentro. Mi mano vuela cuidadosamente sobre la pistola tocándola lo menos posible mientras busco las llaves del auto. Luego recuerdo que se las deje al hombre que nos aparcó el auto. ¡Fantástico!
Ya que estoy reviso mi celular. ¿Mi búsqueda habrá terminado? Necesito esos nombres.
[Najla] Vas a estar bien. Pero deberías cubrirlo con una bufanda o algo, porque se ve fatal. Literalmente.
Asentí, reconociendo que aquellas no eran pintas con las que se pudieran ir por la vida. De hecho, no sabía qué hacer en aquel estado: Entre la debilidad de la pérdida de sangre y el aspecto, estaba llamando a gritos un ataque inminente por mi vulnerabilidad, como un potrillo recién nacido. Algo me sacó de mis cavilaciones, sin embargo: La expresión del Marqués al decir que no sabía por qué podrían haberse llevado a Eugènie parecía tener un pequeño cartel en la frente que rezaba sí, lo sé. Y perfectamente además. ¿Por qué querría ocultarnos información, si en aquellos momentos éramos claramente su alianza más poderosa?
Me cuesta encontrar entre mis enemigos a alguien tan codicioso como para secuestrar a madr... Eugènie por él.
Madre mía, y nunca mejor dicho. Había estado a punto. ¿Quién era? Podía ser su Sire, su madre biológica Abrazada a las tinieblas, ¿una madre espiritual? No creía que pudiera sostener el misterio durante mucho mas tiempo. La situación era peligrosa, y hasta cierto punto, desesperada.
El teléfono de Madame Lafont sonó, al parecer para comunicarle que madame Tonerre no estaba dispuesta a declarar. Quise evitar reírme. Honestamente, no parecía que esa mujer tuviera nada que ver con este lío, y asumí a medias que la terquedad que manifestaba se debía a la irritación por el numerito de Dubró. Por lo visto estaba retenida en la carretera, y Lafont se marchó para ver qué podía hacer allí.
Como si estuviera viendo una película, observé cómo Rebeca desarrollaba sus pesquisas, y también me fijé en cómo se daba cuenta (por conocerla como hermana, ya que su discreción era máxima) del pequeño desliz del Marqués. Tenía ganas de hablar de todo aquello con ella, y sobre todo, de un detalle aún más preocupante que aquel. Smahane la miraba con fijeza, y su expresión era claramente no de agrado. Podía percibirlo. No estaba segura de si era porque le disgustaba que Rebeca estuviera acercándose al fondo de algo o si le molestaba que gestionase toda la situación con tanta astucia y entereza, pero fuera lo que fuese, no me gustaba nada. Sabía que en mi estado poco podía hacer, pero iba a ser la sombra de las dos.
En ese momento entró un criado, y me invitaron a aceptar ropa nueva. Aquello resolvía al menos uno de mis problemas, y les agradecí el gesto. Era un vestido, de esos que jamás llevaba puesto, pero a caballo regalado no le mires el diente. Me alivió que pudiera deshacerme de la ropa de la carnicería.
Al ofrecerme ir al vestidor improvisado, sin embargo, dudé. No me hacía gracia irme del círculo; no quería perder ni un detalle de las interacciones de Smahane ni del Marqués, aunque por motivos muy distintos. Tampoco sentía ningún pudor, así que no encontraba el problema de retirarme un poco del grupo para cambiarme con toda la naturalidad pero sin aislarme en la habitación. Así seguía oyendo y observando, con toda la sutileza de la que era capaz.
Para cuando se disponían a un tour, yo ya estaba lista.
Sintió acercarse por detrás a alguien, aunque no quería perder detalle de lo que estaba haciendo para girarse y ver quién era. Todavía no estaba suficientemente familiarizada con las chicas para reconocerlas por su olor, y la sangre que cubría el cuello de Alba no ayudaba en demasía.
- ¿Señora? [Rebeca]
Rió para sus adentros. Había que reconocerle a la muchacha que era educada, a pesar de su aspecto. Sonrió ligeramente y ladeó la cabeza.
-Mira lo que tenemos aquí... -Abrió la mano y dejó ver las dos balas que había encontrado en el pantalón de ese pobre desgraciado. Se veía claramente que estaban, ambas, grabadas. En una ponía EH y en otra SY. - El que ha hecho esto sabía lo que hacía. Sabía lo que quería hacer. Y no creo que el Marqués no sepa lo que está pasando. Tampoco creo que Smahane haya hecho esto a sus espaldas. Algo raro está pasando aquí. Me da la sensación de que todos están ocultando algo...- La última parte la dijo susurrando muy bajito, para que solo Rebeca la escuchase. La miró con mucha intensidad. Seguro que ella tenía algo que decir, después de haber demostrado todas sus dotes en la conversación con el Marqués.
Najla, cuando compruebas tu teléfono, descubres que te ha devuelto una lista de nombres más corta de lo que esperabas habiendo tanta gente. Tan solo aparecen cuantro nombres en ella: Edgar Lafont, Martin Arnald, Gaspard Ulliel y Mélanie Laurent. El resto de rostros no parecen corresponder a ningún perfil registrado en la plataforma de Facebook.
Edgar y Martin son dos jóvenes que aparecen juntos en casi todas las fotos. Incluso en una de ellas se los ve de fondo muy acaramelados en un rincón, probablemente creyendo que nadie les estaba prestando atención. Son dos jóvenes bastante apuestos. Edgar es rubio, de tez clara y delgado. Martin parece un poco mayor que él, es moreno y atractivo. Por lo visto, son bastante activos en la red social y acaban de anunciar su compromiso. Es la publicación del anuncio hay más de doscientos comentarios y cerca de mil me gustas.
Gaspard Ulliel por su parte tiene un perfil de actor profesional en la red. Es un hombre moreno, de ojos azul intenso que ronda los cuarenta. Ha recibido algunos premios pero no parece haber participado en grandes producciones.
Por último, Mélanie Laurent es también actriz. Es una mujer rubia muy guapa que debe de andar por los treinta y pico, casi cuarenta. Tanto su perfil como el de Gaspad Ulliel son profesionales. Sus fotos son la mayoría de estudio, de galas y de promoción de sus películas. No hay apenas información profesional.
Te llama la atención de los perfiles de todos ellos que en sus últimas fotos aparecen en exeriores en pleno día.
Sabine, abres la galería y aparece la foto. En ella puedes ver en el centro un borrón negro en el suelo que debería ser Alba abalanzándose sobre Arthur. Aunque ocupan la mayor parte de la foto, tras ellos puede verse el piano. A la derecha en primer plano aparece un brazo que podría ser de Rebeca o tal vez de Sabine; y a la izquierda, al fondo, puede verse parte de la comitiva del Marqués. De hecho, ves al Marqués echándose las manos a la cabeza mientras se agacha y a su izquierda un borrón grisáceo. No está desenfocada. Es, literalmente, un borrón gris.
-¡Oh! Yo tengo mi propio auto, puedo llevar a un par.- agrego con un tono entusiasmado, porque me encantaría viajar lejos del marques y su comitiva. Llevar a un par de las chicas es un mal menor. [Najla]
—Que sea uno menos en ese caso. ¿A quién llevarás contigo?
—Excelencia, antes de vuestra llegada estuve sacando fotografías de los invitados a la velada, tan vez sería útil que las revisarais por si reconocéis a alguien que no debiera haber estado aquí. [Sabine]
El Marqués mira a Sabine con cara de confusión y luego asiente.
—Diría que Madame Lafont sabría mejor que yo a quién invitó, pero dado que no está aquí, sería una observación absurda, así que estoy a su servicio. ¿Qué queréis que vea?
-Mira lo que tenemos aquí... [Bianca]
Bianca le muestra algo a Rebeca, pero desde donde estáis no podéis ver sus manos.
El que ha hecho esto sabía lo que hacía. Sabía lo que quería hacer. [Bianca]
Su voz se va apagando hasta convertirse en un susurro. Le dice algo más a Rebeca, pero no lo entendéis.
—Alteza... —dice Smahane con cautela echando una mirada de soslayo a Bianca y Rebeca—, detesto entrometerme pero, ¿no deberíamos aprovechar el tiempo e interrogar a Arthur?
—¿Sin Héctor ni Alexander? Me parece salirse demasiado del protocolo, Smahane. —No se lo ve nada convencido.— Prefiero llevarlo con nosotros a casa e interrogarlo allí. Es más, preferiría que nos fuéramos ya.
—Pero señor...
—Smahane, por favor.
—Por supuesto, alteza. —Smahane se retira con expresión dolida.
En ese momentola puerta se abre y Sanz entra.
—Ya están los coches. El de madame —dice señalando a Najla— también. ¿Quién viene con nosotros? Yo conduzco, Alexander no está y madame Hohenzolern tampoco, así que tenemos cuatro asientos disponibles.
Ante la mención de Eugènie el rostro del príncipe se crispa de dolor un instante. Enseguida se repone y echa a andar hacia la puerta, pero en su frente se puede ver una arruga de preocupación. Aparentemente ajeno a ello, Sanz pasea la mirada por los presentes y se detiene en Arthur.
—Tres asientos—se corrige—, si tenemos que llevarlo a él, aunque podría ir en el maletero.
Para esta semana necesito que os dividáis en los coches y que la interacción de esta semana sea la conversación en ellos. Hay dos posibilidades, ir con el Marqués o con Najla. No es necesario que describáis el camino de la casa al coche a menos que queráis hablar con alguien en concreto.
Fruño el ceño molesta. Luego activo la alarma del mi celular para que suene en cinco minutos y lo guardo.
—Que sea uno menos en ese caso. ¿A quién llevarás contigo?
Miro a las chicas calculando si llevarme a Rebeca o a Sabine. La decisión no es difícil, Rebeca será más útil en defendiendo al Marques.
-Sabine ¿vamos?- pregunto casualmente.
Me contengo para no rodar los ojos cuando Bianca y Rebeca empiezan a confabular, en público, mientras son el centro de atención. ¡Genial!
Madame Yoma está en problemas con el Marques por montar este numerito, asumo.
—Ya están los coches. El de madame —dice señalando a Najla— también. ¿Quién viene con nosotros? Yo conduzco, Alexander no está y madame Hohenzolern tampoco, así que tenemos cuatro asientos disponibles.
Mi celular suena justo en ese momento. Lo saco y miro la pantalla, teniendo cuidado de ocultar la a pantalla a todos. Simulo reconocer el número.
-Perdón tengo que contestar esto. –Digo, mientras camino rápido hacia la puerta donde entro Sanz, sin esperar permiso de nadie. Apago la alarma y “contesto” con seriedad– Hola
Es lo único que digo antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Busco un rincón apartado donde no haya gente y hago una llamada.
Por alguna extraña razón la Regente no tiene un teléfono propio y eso limita mucho mis opciones. Para ser tan inteligente mi clan no es el más astuto.
Llamo a la capilla.
-Hola ¿hablas ingles? –Pretendo mantener la voz baja. Esto seria mucho mas fácil si hablaran latín pero bueno.
-Sí, madame -responde una voz de hombre en inglés con acento francés-. ¿Puedo saber quién llama y lo que desea?
-Soy Najla, quiero que le des un mensaje a la regente Madame Sagnier. Dile que atacaron al Marques y -bajo la voz hasta convertirla en un susurro- secuestraron a su madre la señora Eugènie. ¿Crees que puedes hacer eso?
Pregunto con un tono neutral, nunca se sabe si el criado es de los que saben o de los que no, y es mejor no arriesgarse.
-Por supuesto, madame. -El teléfono solo lo tenemos los miembros de la capilla, así que no me extraña que no me haga más preguntas.- ¿Desea alguna cosa más?
-No eso es todo. Voy a dar una vuelta por la casa del marques. Gracias. Adios. -Y cuelgo.
lo que esta en negrita Najla lo dice en perfecto ingles, porque mi personaje es de Inglaterra pero yo no
Máster: Najla, he copiado nuestra conversación prácticamente tal cual. Solo he añadido algunas modificaciones. Si alguna parte no te convence, dímelo y la modifico.
No me gusta la idea de abadonar la mansión para ir a un lugar del que no sabemos nada. Y la compañía de Sanz no hace que el viaje pinte mejor. Me pone los pelos de punta. Y no quiero estar rodeada de gente que me mire constantemente. Pero supongo que esta es la única manera de seguir avanzando y desentrañando el misterio que tenemos entre manos. Quizá en el coche pueda obtener más información acerca del marqués y su sádico guardaespaldas.
Por otro lado, tampoco me gusta la idea de llevarnos al tal Arthur con nosotros; sigue como catatónico y temo que los efectos del hechizo al que está sometido aún no se hayan disipado. No quiero ni pensar qué ocurriría si quien lo domina decidiera ordenarle que hiciera algo extremo mientras estamos encerrados en los vehículos en movimiento..
Ante la mención de Eugènie el rostro del príncipe se crispa de dolor un instante. Enseguida se repone y echa a andar hacia la puerta, pero en su frente se puede ver una arruga de preocupación. Aparentemente ajeno a ello, Sanz pasea la mirada por los presentes y se detiene en Arthur.
Tengo mucha curiosidad por descubrir la naturaleza exacta del príncipe con esa mujer.
No se me pasó por alto que Bianca y Rebeca estaban observando algo entre ellas, en el registro a Arthur. No me pareció una buena idea acercarme sin más y ver qué hacían, ya que quizás no quisieran llamar la atención sobre lo que habían descubierto. Algo había tintineado, ¿sería alguna moneda grabada? "Sabía lo que quería hacer". Desde luego no era ningún accidente.
La voz de Smahane interrumpió el momento, sugiriendo interrogar a Arthur allí mismo. Estaba ostensiblemente tratando de lanzar una bomba de humo respecto a lo que acababan de descubrir Rebeca y Bianca. El marqués se encargó de cortarle las alas antes de que despegara.
—¿Sin Héctor ni Alexander? Me parece salirse demasiado del protocolo, Smahane. [Charles]
- Y no es ni el momento ni el lugar - añadí con cierta frialdad.
No me gustaba nada el cariz que estaban tomando las cosas con Smahane, y para ser honestos, yo también estaba deseando salir de allí. Sanz no tardó mucho en aparecer, haciéndonos saber que los coches estaban listos. Con el vestido ya puesto y los botines (una estampa, no lo voy a negar), y habiendo dejado un tiempo prudencial para que ambas invitadas hubiesen advertido lo suficiente respecto a Arthur, me acerqué a Rebeca y la tomé con suavidad por encima del codo.
- ¿Vamos? - pregunté, refiriéndome también a Bianca.
Las dirigí entonces hacia uno de los coches que había preparado Sanz, al que no pude evitar lanzarle una mirada no muy amigable. No sabía dónde iría Arthur, ni el Marqués. Llevarme asimismo a Bianca no fue sólo una maniobra necesaria para saber (o intentar saber en el coche) qué diablos estaba pasando, sino también ocupar el mayor número de sitios posible para poder hablar con confianza sin Smahane. Busqué a Najla con la vista, pero había salido a hablar por teléfono y no la pude localizar.
El coche era cómodo (desde luego más que el mío, que recuperaría en algún otro momento), y lo más importante es que nos daba la oportunidad de poder poner en común lo que sabíamos.
- Smahane no parece de fiar - dije bruscamente -. La he visto en más de una ocasión mirándote con una expresión que no me gustaba nada, Rebeca, como si estuvieses acercándote demasiado a algo. Es más, quiso interrumpir vuestro registro, o lo que sea que estuviéseis hablando al respecto.
Hice una pequeña pausa, meditando sobre lo que acababa de decir. Era mucho que procesar, pero seguramente no mas de lo que ellas sabrían.
- ¿Que habéis encontrado? Algo tintineaba en el bolsillo del mediocrudo.