Anochece en Burdeos como cualquier otra noche. Despiertas a oscuras en tu habitación con esa horrible sensación de hambre en tu estómago. No importa el tiempo que pase, esa ansia no desaparece. Con el tiempo has aprendido a relativizar la horrible sensación que te provoca hacer daño a cualquier otro ser, justificándote en que lo haces por sobrevivir y en realidad, ellos disfrutan de cada uno de tus Besos. Pero en el fondo, no puedes evitar tener que repetírtelo una y otra vez para convencerte de ello cada vez que tienes que cazar.
Apenas ha caído el sol pero ya estás completamente despejada. Cuando sales de tu habitación, ves sobre la mesa del estudio el periódico y escuchas a lo lejos el sonido de la ducha. Annelise sabe cómo prefieres el desayuno. Cuando sale de la ducha, no puedes dejar de admirar cómo el cabello mojado le cae desordenadamente a ambos lados de la cara mientras una gota de agua recorre su clavícula y muere en el borde de la toalla. Es preciosa y su actuación la noche pasada fue sublime. Tiene un talento natural para la actuación que no deja de asombrarte.
—Deberías dejar de mirarme así o me voy a sonrojar —dice, lo cual teniendo en cuenta que lo único que la cubre es una fina toalla azul, te resulta bastante gracioso.
Tiendes una mano hacia ella, que toma sin duda alguna y la atraes hacia ti. En ese instante suena el timbre. Annelise se marcha corriendo entre risas y escuchas la puerta de una de las habitaciones cerrarse. Entonces, te levantas con parsimonia y algo de fastidio y te acercas a la entrada. Antes de que termine el segundo timbrazo, abres la puerta y ves a un muchacho joven, de unos veinte años, de piel tostada y facciones agradables que sostiene una carta ante sí. El sobre no lleva nada escrito, pero está cerrado con un sello de lacre cuyo escudo reconoces al instante: es el escudo del Marquesado, una banda horizontal sobre la que descansan tres aves sin pico ni patas. Tomas la carta y rompes el sello.
Querida Sabine:
Espero que la llegada de esta carta no te haya despertado. Te escribo para evitarte la molestia de acudir esta noche a mi hogar como sueles hacer, puesto que ni yo me hallaré en ella ni encontrarás la puerta abierta. Ha surgido algo que ha llevado al Marqués a acudir a la tertulia de Madame Lafont y debo acompañarlo por su seguridad. Sin embargo, y en parte para compensar el agravio que supone privarte de una noche de diversión, le he pedido a Madame Lafont que te invite para que te unas a nosotros. Confieso que no es una invitación desinteresada por mi parte puesto que quiero tratar contigo un asunto urgente. Espero que ello no te cause un problema. Te ruego confirmes tu asistencia con la mayor prontitud posible entregándole una misiva al señorito Asaz.
Quedando a tu entera disposición,
Smahane Yora
Senescal del Marquesado de Burdeos
P. D. Te recomiendo que lleves la cámara. Habrá muchas caras interesantes esta noche.
Casi no cabes en ti de alegría. En casa de Madame Lafont se reune la crème de la crème de la sociedad bordelesa y si encima esta noche va a estar el Marqués, no hay mejor lugar en el que pasarla. El joven te observa atentamente sin dar muestras de impaciencia. Los correos de Smahane tienen una educación exquisita.
—Ein Moment —murmuro rápidamente hacia el joven intentando contener un poco la sonrisa que se me forma en la cara.
Mi escritorio no está muy lejos de la puerta, y por suerte no toda la superficie está cubierta de guiones, fotos o baterías, así que busco rápidamente en el cajón papel decente y me pongo a escribir una respuesta. Lo hago un poco más lentamente de lo que me gustaría, pero quiero asegurarme de que la redacción es cuidada y educada. Al fin y al cabo, por muchas noches que haya pasado con Smahane en su casa en un ambiente distendido, no deja de ser la Senescal de la ciudad invitándome a lo que tiene toda la pinta de ser uno de los eventos del año.
Vuelvo a leer mi respuesta revisando bien la ortografía (Estimada Smahane… sería un honor… agradezco la invitación… espero verte entonces esta noche… a tu disposición…) y espero que si se me escapa algún eror la excusa de que el francés no es mi lengua materna me disculpe lo suficiente. Satisfecha con el resultado, meto la carta en un sobre nuevo y se la entrego al joven.
—Aquí tienes mi respuesta, gracias.
Él (Asaz decía la carta que se llamaba, ¿no?) responde con un pequeño asentimiento y le veo marcharse por el callejón antes de cerrar la puerta. Me doy unos segundos para organizarme mentalmente y empiezo a poner a cargar un puñado de baterías de forma algo frenética. Al ser un evento social no necesitaré demasiada variedad de lentes, pero los terrenos son amplios e igual se pueden hacer algunas fotos interesantes a través de las ventanas o desde algún balcón o terraza. Será mejor ir con algo que tenga cierta versatilidad. Con un par de gestos impacientes hago pilas de papeles y libero espacio en la mesa para distribuir el material que me puede interesar llevar.
No sé cuanto tiempo ha pasado cuando oigo la voz de Annalise llamándome desde la puerta de la habitación. Me había olvidado completamente de que estaba aquí.
—Perdona, Schatz, pero me ha surgido un plan importante para esta noche.
En el momento en que me giro para mirarla recuerdo de golpe porqué estaba yo despierta tan temprano. El hambre regresa con fuerza y no puedo evitar centrar mi mirada en su cuello.
¿Vas a querer hacer algo de camino o vas allí directamente?
Quiero alimentarme primero para no ir con hambre a la tertulia, pero nada más.