Partida Rol por web

   Anochece en Bureos como cualquier otra noche. Al despertar, notas que el hambre te asalta, como cada una de las noches desde tu abrazo. Y sientes un pinchazo de culpabilidad al caer de nuevo en la cuenta de que una noche más, tendrás que alimentarte y arrebatarle parate de su vida a otro ser. Ha pasado ya casi una década, pero no consigues quitarte de encima la sensación de que estás haciendo algo malo. Sin embargo, no tienes más opción y cada noche sales a la ciudad en busca de esa persona tan especial que hace que te resulte imposible resistirte a darle el Beso. El único consuelo que te queda es que parecen disfrutar de tu Beso hasta el éxtasis. 

  Ensimismada como estás en tus pensamientos, no oyes el timbre de la puerta hasta la segunda vez que suena. Caminas a ciegas por la casa tanteando el entorno con las manos hasta que llegas a la puerta y enciendes la luz del recibidor. Por la cámara del portero ves a una joven morena que lleva una carta en las manos. Cuando preguntas quién es, ella responde que trae una carta de madame Yoma.

   Intrigada, abres la puerta y esperas a la chiquilla en la puerta. No debe de tener más de diecisiete o dieciocho años y es dolorosamente humana. Sin mediar palabra, te entrega el sobre que viene lacrado con el sello del principado, un escudo de armas con una banda horizontal y tres merletas en la parte superior. Rodeando el escudo puedes leer el lema de la familia: Autre ne sers. En la mano de la joven distingues un sello con el mismo escudo. Debe de ser uno de los correos de Smahane Yoma. Cuando abres la carta con cuidado de no romper el lacre, descubres la pulca caligrafía de la senescal, elengante y directamente salida de otra época.

   Querida Artemise:

   Espero que la llegada de esta carta no te haya despertado. Te escribo para evitarte la molestia de acudir esta noche a mi hogar como es tu costumbre, puesto que ni yo me hallaré en ella ni encontrarás la puerta abierta. Ha surgido algo que ha llevado al Marqués a acudir a la tertulia de Madame Lafont y debo acompañarlo por su seguridad. Sin embargo, y en parte para compensar el agravio que supone privarte de una noche de diversión, le he pedido a Madame Lafont que te invite para que te unas a nosotros. Confieso que no es una invitación desinteresada por mi parte puesto que quiero tratar contigo un asunto urgente. Espero que ello no te cause un problema. Te ruego confirmes tu asistencia con la mayor prontitud posible entregándole una misiva a la señorita Vaudet.

  Quedando a tu entera disposición,

   Smahane Yora
   Senescal del Marquesado de Burdeos

   El lenguaje te resulta un poco ajeno, demasiado formal para el trato tan cercano que suele darte en persona y el hecho de enviar una carta mendiante una mensajera sellada con lacre es, cuanto menos, anticuado. Pero según la carta debes escribir una respuesta y entregársela a la joven, que espera de pie en la puerta con los brazos tras la espalda, observándote.

Creo que todo aquel que ha sido estudiante conoce la vida nocturna, la utilidad de las largas horas en que el sol se acuesta, y también el miedo al amanecer y a lo que pueda traer el nuevo día. Que la mayoría de los que siguen ese estilo de vida no tengan que beber sangre es un detalle de importancia solo parcial. 

A veces me cuesta creer que hayan pasado casi diez años desde que mi sire me guió a esta nueva vida, y mucho más imaginar cómo será haber visto pasar siglos de ciencia y conocimientos. Es tan aterrador como emocionante, aunque a veces temo que arrancar tantas vidas sea un precio algo elevado. Al menos, considero, no parecen sufrir, sino todo lo contrario. Perdida como estoy en mis recuerdos e ideas no oigo el timbre la primera vez, y me apresuro a ver quién me busca. Encontrar la luz del recibidor me cuesta unos segundos, pero una vez la enciendo y la cámara del portero me muestra a una joven, sus palabras hacen que la prisa se torne curiosidad. 

No puedo evitar reparar en que es humana, y en cómo esto me tienta, pero tengo la suficiente educación como para no morder a un mensajero y agradezco que me tienda la carta con un asentimiento. Le sonrío, intentando no intimidarla mucho, aunque quizás habría sido mejor si no hubiese abierto la puerta con pantuflas rosa. Al menos me ha dado tiempo a cambiarme del camisón de los planetas sonrientes a una camisa y pantalones formales. 

Que Smahane Yora me envíe una carta es bastante inusual, y su tono extrañamente formal me intriga, pero la leo con rapidez y dos veces antes de asentir para mí y echar mano de una pluma y el papel que guardo en un cajón del recibidor, por las raras ocasiones en que debo escribir una nota antes de salir o justo al entrar. Y aunque preferiría mil veces la comodidad de utilizar un bolígrafo, ciertas costumbres son cuestión de maneras. 

Agradezco de corazón su misiva y la invitación, y es para mí un honor aceptarla. Allí estaré, pues, y confieso que vuestras palabras me causan una gran curiosidad. 

Leo mis palabras un par de veces, añado un encabezado y una despedida adecuados y compruebo que mi caligrafía sea legible y hasta bonita. Tengo asumido que jamás será la obra de arte que era la de algunos otros Ventrue, pero es funcional, así que dejo secar la tinta, le entrego la nota al correo de la Senescal y la despido. 

Hora de ponerse un calzado más adecuado, elegir lo más aseado del armario y ponerme en camino a la tertulia sorpresa. Traten los temas que traten, muy rara vez he salido de una sin aprender algo nuevo.