Anochece en Bureos como cualquier otra noche. Al despertar, notas que el hambre te asalta, como cada una de las noches desde tu abrazo. Has aprendido a vivir con esa sensación de vacío perpetuo en algún punto entre el estómago y el corazón. Aguzas el oído pero no parece que Alba se haya despertado. Otra cosa te habría parecido extraña ya que no es normal que madrugue. Le gusta demasiado dormir y aún tienes al menos media hora hasta que decida levantarse.
Te desperezas y levantas como de costumbre y estás decidiendo qué ponerte para salir a cazar esta noche cuando suena el timbre. Escuchas a lo lejos el gruñido molesto de Alba y te diriges a la puerta. Allí te espera una joven humana que te resulta sin embargo bastante familiar. Tardas unos instantes en caer dónde habéis podido coincidir y si estarás en un lío por ello, ya que tus relaciones con los mortales han quedado casi exclusivamente reducidas a la comida, pero al final lo consigues: es uno de los correos de Smahane, la Senescal. Al más puro estilo de doña Gabriela, no ha abandonado la costumbre pretecnológica de enviar misivas a través de mensajeros. Las pocas veces que habéis tratado de convencerla de que un email es más rápido y menos dado a que lo intercepten, le ha quitado importancia bromeando con que esos cacharros electrónicos están en su contra y no quiere arriesgarse a morir electrocutada.
Cuando regresas de tus divagaciones, la joven sigue en el umbral, esperando. Siguiendo la costumbre, la haces pasar y cierras la puerta tras ella. Te tiende una carta sellada con el símbolo lacrado del Marquesado, un escudo de armas con una banda horizontal y tres merletas en la parte superior. Rodeando el escudo se puede leer un lema escrito en una elegante caligrafía: Autre ne sers. El contenido de la carta es más bien breve en ese tono tan formal y tan distinto de su trato en persona que la caracteriza:
Apreciadas Rebeca y Alba:
Espero que la llegada de esta carta no os haya despertado. Os escribo para evitaros la molestia de acudir esta noche a mi hogar como es vuestra costumbre, puesto que ni yo me hallaré en ella ni encontraréis la puerta abierta. Ha surgido algo que ha llevado al Marqués a acudir a la tertulia de Madame Lafont y debo acompañarlo por su seguridad. Sin embargo, y en parte para compensar el agravio que supone privaros de una noche de diversión, le he pedido a Madame Lafont que os invite para que os unáis a nosotros. Confieso que no es una invitación desinteresada por mi parte puesto que quiero tratar con vosotras un asunto urgente. Espero que ello no os cause un problema ni a Alba ni a ti. Os ruego confirméis vuestra asistencia con la mayor prontitud posible entregándole una misiva a la señorita Lafargue.
Dignaos admitir, señoras, el fiel tributo de mis respetuosos homenajes. Quedando a vuestra entera disposición,
Smahane Yora
Senescal del Marquesado de Burdeos
A tu espalda, escuchas los pasos de Alba.
Anochece en Burdeos como cualquier otra noche, pero algo te despierta de tu sueño. El sonido desagradable y estridente del timbre. Maldices una y otra vez a quien se atreve a armar semejante escándalo a estas horas. Aún te quedaba por lo menos media hora de disfrutar de tu sueño, pero está claro que no te van a dejar. Notas que el hambre te asalta, como cada una de las noches desde tu abrazo, pero desechas la sensación a un lado. Has aprendido a vivir con ese vacío perpetuo en algún punto entre el estómago y el corazón. Ya cazarás más tarde.
A lo lejos escuchas a Rebeca abrir la puerta y saludar a alguien. No distingues las palabras, pero poco después se cierra la puerta. Te desperezas y te pones algo de ropa para salir a ver quién ha llamado. En la entrada descubres a Rebeca de espaldas a ti leyendo una carta y a una joven morena, de poco más de veinte años, cuyo delicado olor hace que te rujan las tripas de hambre. Sin embargo, te percartas justo a tiempo [Percepción + Alerta] de que hay un anillo en su dedo que te resulta familiar y te invade el alivio por no haber cometido una estupidez. Es el sello del Marquesado: un escudo de armas con una banda horizontal y tres merletas en la parte superior. Si te acercaras lo suficiente, podrías incluso leer el lema de la casa Beauharnais escrito alrededor: Autre ne sers; pero no lo vas a hacer.
Frente a ti, Rebeca levanta los ojos de la carta.
Motivo: Percepción + Alerta
Dificultad: 6
Tirada (6 dados): 7, 1, 1, 6, 10, 6
Éxitos: 2
Desde el Abrazo, la sensación de despertar es más bien la de levantarse con una resaca intermedia. No tiene hambre, pero siempre tendrá Hambre; y el sueño y la vigila han cambiado aunque no tenga nuevos términos para definir ese sopor de cerebro amortajado y esa superconsciencia de depredador que ahora son los únicos estados de su existencia. Uno de los gatos dormitaba a los pies de su cama y la observa fijamente, un cazador contemplando a otro. Alba sigue enredada en los brazos de Morfeo, o donde coño vayan los no-muertos a pasar las horas de narcosis.
Otra persona se habría sentido más sorprendida que molesta ante la aparición de una mensajera - a la que solo le falta la librea-, pero Rebeca está hecha a estos asuntos. De manera automatizada tras reconocer a la correo de la Senescal, inclina la cabeza, realiza un plongeon menor como muestra de decoro hacia la remitente y la permite pasar. El siglo VII ha llegado a la ciudad, señoras y caballeros.
Abre la misiva con el gesto mecánico de quien lleva los últimos cincuenta años familiarizándose con la acción - comprobar lacre, coger abrecartas, punta en abertura, corte rápido, guardar abrecartas-. Emails, SMS, Whatssaps: eso es algo que le ocurre a otra gente. Suspira agradeciendo que Alba sepa utilizar emoticonos. Joder, de qué te sirve controlar media ciudad si la actualización de estado de Facebook te hace cortocircuitar.
Cualquier otra persona -cualquier persona NORMAL- se habría girado hacia la correo y sin más, habría dicho : " Dile que sí". Doña Gimena tenía unas ideas muy contundentes sobre lo que tendría que pasarle a alguien capaz de semejante incorreción, y Rebeca se frotó inconscientemente la nuca recordando aquella colleja lejana.
- Un momento - pidió, entrando en la salita enana donde tenían los ordenadores. Hacía las veces de despacho, si es que un montón de cartas, unos puñados de bolígrafos de colores pulcramente ordenados y una torre de CDs podía llamarse despacho. Miró la Montblanc con la expresión aliviada de quien ha esquivado una bala: al menos doña Gimena había cedido en eso. Si le llega a tocar tener que escribir con una pluma de ganso tallada, abre la ventana a mediodía.
Se sentó en el escritorio y rebuscó en un cajón. Rebeca no tenía TOC, pero le faltaba el canto de un duro. Todas sus posesiones estaban pulcramente ordenadas y clasificadas. No le costó encontrar la latita cobriza con la barrita de lacre y el sello -recargado y un tanto hortera, al menos para Rebeca- que doña Gimena le había encasquetado junto con una charla sobre la responsabilidad del linaje. Prendió una vela en la que aprovechó para encender tanto el lacre como un cigarro.
Ilustrísima Señora:
Agradeciendo vuestra invitación, confirmamos nuestra asistencia con gran regocijo, y nos personaremos donde habéis solicitado con ánimo de tratar los asuntos que consideréis.
Aprovechando la ocasión para testimoniaros nuestro respeto,
Rebeca y Alba.
Le hubiera gustado que Alba leyera la carta antes de entregarla, pero seguía dormida. ¿Qué estaría pasando en casa de Madme Lafont? ¿Y para qué querría la Senescal que se apuntaran a la fiesta? Para encasquetarles alguna tarea desagradable, fijo. Suspiró. Ni Alba ni ella misma se podían permitir el hacerle peinetas a nadie.
A tu espalda, escuchas los pasos de Alba.
- ¡Eh! - sonrió y se giró-. Échale un ojo a esto. Tengo a la chica esperando en el hall, hay que despacharlo deprisa.
Le ofreció la carta original y la respuesta.
Lo pongo para todos a pesar de que Alba siga frita porque hay información sobre cómo es y cómo se comporta mi personaje que el suyo debería conocer.
Os ruego confirméis vuestra asistencia con la mayor prontitud posible entregándole una misiva a la señorita Lafargue.
Esto es una errata? Lafargue es Lafont? O si son dos personas distintas, a quién tengo que enviarle la carta?
No es una errata. "Señorita Lafargue" es lo que pone en la carta. Entiendes que es la muchacha que te acaba de entregar la carta porque la Senescal siempre trata a sus correos con mucha deferencia.
Es difícil despertarme, lo reconozco, y a veces eso me ha traído más de un problema. Siempre digo que el sol se pone demasiado pronto: La que es vaga es vaga en la vida y en la no muerte. Si no fuera por el hambre de lobo feroz que me consume, como un temporizador hasta que reviento, podría quedarme hasta medianoche holgazaneando en la oscuridad del cuartito en el que dormía, y en el que soñaba sueños que luego no podía recordar. Del de este día no me acuerdo, sería por el timbre estridente que me acaba de sacar de la inopia como si se hubiera desatado la Gehenna. Maldita sea, lo quiero ignorar, pero Rebeca está abriendo la puerta.
Con un gruñido, me froto los ojos y me levanto despacio, buscando a tientas un pantalón aleatorio para que no me vean en bragas. Que bueno, tampoco es que me importe mucho, pero no quiero incomodar a nadie. Pero entonces... ¿Me tendría que importar incomodar a un plato de lentejas? El olor a sangre viva y a juventud me golpea la nariz al abrir la puerta de la habitación, y la pulsión de la sed se me dispara. Esta chica, pobrecita mía, había ido a parar a uno de los peores sitios de Burdeos para hacer sus cosas de humanidad. La verdad es que no sé con qué cara se tiene que estar encontrando por mi parte, me siento como el que está a dieta y pasa por delante de un Burguer King, pero por casualidad me da por echarle una visual completa. Aaaamiga. Ese anillo me dice muchas cosas, pero la primera de ellas es que esa muchachita no se toca.
En ese momento caigo en que Rebeca tiene que estar encargándose de lo que sea que haya venido a hacer aquí, y me acerco a la salita de los ordenadores. Creo que nunca me voy a acostumbrar a que su rincón esté tan ordenadito y el mío sea una pocilga. Que a ver, no es que esté sucio, pero dos tercios de los bolígrafos no pintan y tengo que buscar cualquier cosa en dos pilas de papeles cuya mayoría no me servía absolutamente de nada. Saliendo de mi ensimismamiento, tomo las dos notas y las leo con el ceño fruncido, con una sensación de que nada de eso me da buena espina.
- Bueno... - murmuro, procurando que la chica no me oiga -. No es algo a lo que uno pueda decir que no.
Miro a Rebeca y le devuelvo las misivas, haciendo un gesto discreto con la cabeza señalando en dirección a Lafargue.
- ¿Ha dicho algo más, o solo te ha dado esto? Me imagino que es solo la mensajera.
- ¿Ha dicho algo más, o solo te ha dado esto? Me imagino que es solo la mensajera.
- Ciertamente. Espera un segundo.
Toma el mensaje de manos de Alba, lo sella y se lo entrega a la mensajera, acompañándola a la puerta tras despedirse cordialmente y darle las gracias. Y ahora, a solas, es cuando se explaya.
- "Ha surgido algo que ha llevado al Marqués a acudir a la tertulia de Madame Lafont y debo acompañarlo por su seguridad". -citó frunciendo la nariz, mientras releía el mensaje-. Algo que hace que el Príncipe -educada en España, el asunto de los marquesados le resulta tan raro que en privado casi nunca usa el título- tenga que ir donde Lafont y tenga que llevarse a Smahane, y no puedan esperar a convocarnos a la noche siguiente para mangonearnos. Porque imagino -sonrió, sabiendo de sobra que Alba no tenía un pelo de tonta- que nadie se cree que la Senescal sufre por nuestra falta de ocio anticuado. El "asunto urgente no del todo desinteresado" va a ser mandarnos limpiar lo que quiera que esté apretando a Lafont o al Príncipe -anticipó con pesimismo.
Suspiró. Continuamente suspiraba, respiraba, exhalaba, resoplaba e inspiraba como si se le hubiera olvidado que estaba no-muerta. Aunque con el Hambre dándole pataditas continuamente en la nuca, era imposible olvidarse.
- Odio que no podamos permitirnos escoger -miró a su hermanastra en la Sangre con auténtica pena-. Por evidente que sea que esto es de todo antes que una invitación a beber chupitos... -en realidad se estaba poniendo en lo peor. Siendo Cainitas, lo peor era bastante probable; pero aún así-. Tienes razón: no podemos permitirnos decir que no. Nosferatu... joder. Sólo me daría más mal rollo -agitó la carta en el aire- si la firmara un Setita.
Se dejó caer en un asiento, el cigarro ya prácticamente convertido en colilla. Era joven, y como los jóvenes, podía estar nerviosa, preocupada y divertida a la vez.
- ¿Te imaginas que Lafont en realidad es viscosa? - dijo abruptamente- ¿Que va dejando por ahí un reguerillo de baba de caracol pero no podemos verlo porque su poder es infinito? - medio rió medio tosió-. En Barcelona había un tipo que prácticamente parecía una placenta con piernas. Daba todo el asco, pero no era mal tipo. A ese la no-vida sí que le ha jodido bien -concluyó con contundencia-. Hablando de jodiendas, tengo que escribir a casa -"casa" seguía siendo el Refugio de doña Gimena.
¿Vais a querer hacer algo por el camino o vais directamente a la casa?
Por mí, directamente. Puesto que estamos con la reserva llena no se me ocurre qué podemos necesitar hacer por el camino. Como mucho asume que cambio las pintas para arreglarme un poco más. Peinarse y eso XDD
Perdón, que se me mandó sin terminar.
Al lío señoras
Para que quede constancia de esta información, la dejo aquí:
El hombre que está junto a ella asiente. Y Madame Lafont continúa dirigiéndose a Najla:
—Es una lástima que madame Sagnier no haya podido venir. Le hice extensiva tu invitación pero supongo que tiene demasiadas cosas que hacer. Lo comprendo. Ser la Primogénita da muchísimo trabajo.
Esto sugiere que la tal Najla es la chiquilla/protegida de la Primogénita. Ojo cuidao atención.
Autonota: cuidado con Koch. Esta es capaz de sacarme una foto y se vería que no tengo reflejo.
Me está costando moverme por el edificio sin extraerla de su funda, pero tampoco me atrevo a sacar fotos todavía sin haber saludado antes a la anfitriona.