Partida Rol por web

Por la mañana todos se levantaron muy temprano tras pasar una noche sorprendentemente tranquila. El cansancio, la mezcla de emociones y la tensión sumieron a los viajeros en un profundo sueño del que se levantaron al día siguiente agradecidos. Incluso Calmidorian, que hizo guardia toda la noche a la puerta del aposento de su hermana, pudo dormitar al espartano estilo de los Hermanos en Guerra: de pie en una posición de meditación, atento en su duermevela a cualquier movimiento sospechoso. No era el que mejor había descansado, desde luego, pero para él saber que Hysteria estaba a salvo era el mejor de los estados.

Horas más tarde el grupo estaba en lo alto de una colina nevada donde el viento golpeaba sin clemencia. Con ellos nuevamente iba Drim como guía, escoltado por dos soldados del Duque. El Duque Blanco había quedado en el castillo dando órdenes y la mayor parte de los efectivos militares viajaban entre el castillo y la misteriosa sala de control encontrada en la caverna de los Sin Nombre. El grupo de incursión, después de todo, debía ser pequeño si querían alcanzar su objetivo sin llamar demasiado la atención.

Y parecía que su objetivo estaba cerca porque ahora, detenidos en lo alto de la colina, observaban con unos prismáticos como dos soldados hacían guardia en un camino que ascendía. No eran unos zaparrastrosos como los Sin Nombre que hasta el momento se habían encontrado: vestían armaduras de cota de malla y portaban rifles de asalto. Su cabeza estaba protegida por cascos con extraños visores: probablemente infrarrojos. Aquello no era lo que los viajeros se esperaban en primera instancia después de ver las condiciones en las que vivían los Sin Nombre. Los dos soldados, sin insignias visibles, permanecían inmóviles en su posición pese al viento y la nieve.

Mientras observaban a los soldados Elgast no podía dejar de darle vueltas a algo que había pensado anoche: Drim había mencionado éste lugar como si la idea fuera sorprendente incluso para él, pero el Decados sabía cuando alguien mentía. Y el albino había mentido: no mencionó este lugar al azar ¿por qué? ¿sabía quizás algo que ellos no sabían? ¿tenía alguna pista adicional?

Calmidorian observó a los soldados con ojo militar. Aquellos no eran palurdos milicianos: se situaban de forma estratégica en el camino de forma que podían cubrir el área que estaba ante ellos. Sería difícil alcanzarlos, pese a la ventisca, sin que se percataran. Ambos tipos tenían entrenamiento marcial y era bueno: no se les notaba perezosos ni despistados. Eran soldados haciendo un trabajo... y lo estaban haciendo muy bien, para pesar del Hermano de Batalla.

El Decados se acercó a Drim dándole una sutil palmada en la espalda.

—Premio, amigo mio, por muy aventurada que fuera su propuesta de anoche ha resultado ser acertada —dijo marcando algunas palabras revelando cierto sarcasmo—. ¿Hay algo más que, por azar, quieras tratar de aventurar?

La insinuación velada que había iniciado en la primera frase vio su culmen en la segunda desenmascarando el velo del sarcasmo. Elgast llevaba mucho tiempo dándole vueltas a la cabeza, rumiando la forma correcta de acusar al Valiantor.

—Somos todo oídos, caballero.

La presencia de Elgast se manifestaba ahora en todo su esplendor. Estaba claro que la pregunta no era eludible, fuera una buena respuesta o una nueva mentira Drim tenía que dar una respuesta, no valdría con una simple sonrisa o dejarlo pasar. Elgast había conseguido lo que quería: que todos esperaran la respuesta.

Drim frunció el ceño, aparentemente confundido:

- ¿Qué? Bueno... La base está más allá de ese camino,- dijo señalando a los soldados - y supongo que estos dos estarán comunicados con radio con nuestro objetivo. Si los vamos a eliminar deberíamos hacerlo de forma que no pudieran dar la alarma...

Miró a Calmidorian:

- Pero imagino que el Hermano de Batalla os podría haber dicho lo mismo.

- Y cualquiera - contestó Seth -. Sus asuntos personales deberían quedar en el castillo, aquí preferiría que estuvieran concentrados en lo que importa, es decir, de momento en esos guardias. Yo atacaría también, pero tendríamos que esquivar el asunto de su visión mejorada. Parecen muy disciplinados. Necesito algo que anule eso. ¿Alguno de vosotros tenéis algún disruptor o dispone de algún tipo de camuflaje? Si no, habrá que hacerlo a la antigua.

No penséis que no me gusta. Me encanta hacerlo a la antigua, pero no quisiera ponerme a ello si supiera que podría haberse evitado. Estas cosas traen sus riesgos.

- Yo me mantendré en retaguardia, en estos menesteres soy completamente inútil..

Elgast miró al Ukar con desaprobación.

—Mi querido Ukar, no estoy hablando de mis asuntos personales —nuevamente había utilizado esa repelente técnica de enfatizar ciertas palabras—. Más bien hablo de los asuntos que a todos nos atañen. Es evidente que el señor Drim sabe más de lo que cuenta y que, por algún motivo, se muestra esquivo a decirnos más. ¿Me equivoco Drim?

La mirada acusador caía directa sobre el Valiantor esperando una respuesta.

- ¿Yo? No sé a que se refiere señor Beck. Y estoy de acuerdo con que nuestro principal problema ahora sería librarnos de esos dos soldados... Luego, si lo desea, hablaremos de lo que quiera.

En esta ocasión quedó patente para los presentes que el nerviosismo de Drim iba más allá de la tensión por tener que sobrepasar a dos guardias armados. Estaba claro que el Decados había tocado alguna fibra sensible del albino.

Una sutil sonrisa de éxito se dibujó en el rostro de Elgast mientras desenfundaba su elegante espada.

—Como quiera caballero. Señores, yo también me quedaré en la retaguardia por si al señor Valiantor se le viniera a la cabeza alguno de esos datos que inexplicablemente ha olvidado. No se preocupe, Drim, no me quedo para vigilarle, en absoluto. Le creo.

Una vez más se ponía de manifiesto el elegante sarcasmo de la casa Decados transmitido a través de su representante. Elgast se colocó al lado de Drim mirando hacia abajo donde se encontraban los dos guardias sin quitar ni un solo momento la atención sobre el Valiantor. No se fiaba de él y trataría de prevenir todos y cada uno de sus movimientos.

Recuperada hasta un punto bastante aceptable una Hysteria silenciosa y algo retraída siguió la marcha hasta la cima de la colina, donde se detuvieron. Con los prismáticos aún ante sus ojos, escuchó la cortante conversación del noble Decados con el albino. No conocía demasiado a Elgast, pero por lo que podía ver, la fama de su Casa tenía en él un buen representante. Sin embargo, había dado en el clavo, porque la reacción del hijo del Duque Blanco había sido cuando menos extraña.

Siguió oteando en silencio, resiguiendo el camino perderse en la nieve, intentando vislumbrar algo más que los dos soldados.

- Con tanta retaguardia no quedan muchas opciones para dirigir el ataque. Supongo que no tenemos una granada de pulso magnético para inutilizar los comunicadores, ni nada que se le parezca.

La mueca de Justin indicaba que no esperaba respuesta. Se detuvo un instante a buscar una zona por la que acercarse hasta estar al alcance de su pistola sin ser visto. No parecía fácil.

- Es usted un lince - respondió el ukar imitando el acento enfatizador del hombre -. La tensión de mi compadre se huele incluso bajo todo este frío. Pero sigue sin importarme de momento. Lo que me interesa ahora, vista la cantidad de gente que se propone amablemente para quedarse atrás, es quién me acompañará para librarnos de esos individuos.

El ukar siguió mirando los alrededores, buscando un lugar por el que acercarse sin ser visto, al menos lo suficiente para hacer valer sus habilidades. Él sabía pasar desapercibido, pero no si no había un lugar donde ocultarse.

-¿Cual es tu plan, Seth?. Estaba pensando en acercarnos para tener una mejor posición de tiro y neutralizar a ese tipo, pero no lo veo nada claro. Supongo que podría intentarlo desde aquí usando el fusil, pero solo dispondremos de una oportunidad. Si fallo el disparo, se dará la alarma.

Calmidorian observaba unicamente a aquellas dos figuras inertes sin moverse, perturbadoramente eficaces en su vigilancia.
Miro extrañado al noble cuando escucho las palabras "querido" refiriendose al alienigena. Su espina dorsal tembló de frio por un momento, no estaba acostumbrado al sarcasmo y escuchar esas palabras venidas de un Decados, no hizo mas que perturbar su concentracion.

-Son hombres muy bien preparados, hacercarse a ellos de frente no es una opcion viable. Uno protegerá al otro para que pueda avisar y hacer su trabajo al ver que los superamos en numero. Sus vidas no son importantes tienen prioridades mas altas. Debemos acabar con ellos simultáneamente sin ser detectados por ninguno de los dos, y sus cascos de infravision no son una ayuda para nosotros.

Con la ayuda de los prismaticos, oteo el lugar para descubrir los mejores lugares donde parapetarse, que la visibilidad fuera buena y poder acabar con los vigilantes en tan solo un segundo.
-Pero jugamos con la baza de la sorpresa y rifles de alta precision. Todo lo que cuenta es que ellos no saben que nosotros estamos aqui, un por cada uno, es importante saber quien esta dispuesto a disparar sin fallar. Justin, Hysteria, Elbrian, Ello.-Refiriendose a Seth mas por necesidad comun que por gusto.-Y yo. Dividir el fuego concentrado en dos puntos uno para cada hombre y disparar todos al unisono, no dar tiempo a reaccion, y si falla, perdida la sorpresa solo queda el cuerpo descubierto, tambien tengo granadas de fracmentacion llegada la necesidad, pero no es el mejor lugar para hacer gran estruendo.

Dos grupos de asalto ocultos, un aviso por el lider de ambos y cinco disparos simultaneos que fulminen a esos dos hombres.-Resumio sus intenciones.

El plan era lógico, probablemente el único lógico. No tenían tiempo, y tampoco medios para otra cosa. Hysteria asintió.

-Yo seré uno de los tiradores, sí. Por cierto, esos soldados son sin duda como los que me persiguieron cuando estuve en ese laboratorio...

Su rostro agudizó sus facciones, las endureció. Por un segundo estuvo allí de nuevo, y eso la conmocionó. El laboratorio. Su acoso, la criatura blanca. Y la... pérdida. Abrió la boca, como pez fuera del agua, y boqueó. No le faltaba aire, no le faltaba oxígeno. Pero sí, algo vital se había ido de ella, dejando una sima profunda en su alma. Una sima vacía, a la que asomarse conllevaba auténtica desesperación...

Hysteria cerró la boca de golpe. No añadió nada, sólo se percató de que un sudor frío, helado, perlaba su frente, y agarrotaba su nuca. Movió el cuello como para desentumecerlo, aunque lo que necesitaba era sentir la sangre correr en sus venas, sentir el crujir de sus huesos. Sentirse viva.

Lo estaba, estaba viva. Tomó su fusil, y se preparó. Obedecería órdenes, ella era ingeniero, no estratega. Dejaría eso para su hermano, él era el mejor.

-Mas razón para abatirlos sin compasión.-Dicto el Hermano de Batalla al escuchar las palabras de su hermana.

Cuando se giro para mirar a su hermana esta parecia ausente, pero no tardo en volver con el resto, Calmidorian intento sonreirla sin resultado, la formacion y su caracter no le permitian ese tipo de gestos. Sin mas volvio la mirada al la cumbre intentando divisar los mejores lugares para el ataque.

Calmidorian sopesó la meseta: podrían desplegarse a ambos lados del camino, desde lo alto, quizás sin que los guardias se percatasen. La ventisca azotaba el lugar: eso tenía ventajas y desventajas. Por el lado positivo podrían alcanzar sus posiciones sin ser vistos por los guardias. Otra de las ventajas es que el viento acallaría los disparos. La mala es que había mala visibilidad: sin la ayuda de los visores de infrarrojos las probabilidades de acertar disminuían...

Elbrian asintió ante las órdenes del Hermano de Batalla: 

- Yo dispararé al de la derecha. Soy un buen tirador, no creo que falle pese a las malas condiciones. Creo que deberíamos repartirnos el peso del disparo entre los dos equipos. No se ofenda padre,- dijo mirando a Valkian - pero no tiene usted aspecto de practicar mucho el tiro.

- No he disparado en mi vida, soy el que intenta curar a las víctimas de los disparos -dijo con un tono extraño, entre cínico, si algo así podía ser posible en aquel santón, y resignado.