A Remington no le importaba quién había salvado a quién, ni qué demonios estaba pasando en ese sitio. Sólo pensaba en dos cosas: su vida y, más importante aún, lo que podía ocurrir si aquella... cosa, lograba abrirse paso hasta la ciudad.
- Tenemos que detener esto como sea -dijo-. La pólvora de esos barriles es insuficiente, pero si llegamos a la santabárbara deberíamos encontrar explosivos en abundancia y luego preparar una especie de mecha, como dice el negro. Eso si el barco no salta antes por los aires con nosotros dentro, claro...
Lo mirase como lo mirase, las perspectivas eran de todo menos halagüeñas. Había que decidirse y moverse con rapidez.
- No tenemos mucho tiempo -terminó, mirando al resto.
-Una cosa, veamos... -Revere intentó rearmar un poco la situación. Explosionar un símbolo es como dinamitar una vida. Un símbolo no es más que el ente que custodia un pensamiento, una ideología, una idea. Sólo que ese barco, aparte de estar lleno de macabros rumores y extraños sucesos, era un navío más en la flota del ingles... una doble razón para este honorable acto revolucionario.
-La santabárbara suele estar en los estamentos más profundos, con los pañoles de munición... no creo que encontremos algo con lo que aguantar una mecha desde allí, en caso de que esté, hasta cubierta, lugar por donde saltaremos al mar o escaparemos por donde sea... Sólo quedaría transportarlo por el barco, colocarlo en un estamento superior o en la misma cubierta y detonar desde ese lugar más cerca, sea donde sea... ¿No es un poco difícil señores...?
-Si al menos tuviéramos que volar algo en tierra firme, las posibilidades de éxito se multiplicarían... -musitaba el orfebre pensativo.
Sepherd no sabía demasiado de barcos, pero estaba dándole vueltas al asunto.
- Se podría levar el ancla, alzar una vela y bloquear el timón apuntando a tierra... - cavilaba en voz alta - O... el barco es de madera... si no hay nadie que apague un fuego irá consumiéndose. - dijo lanzando una mirada a la linterna de aceite - Y los ingleses de los demás barcos no subirán a un barco en llamas...
Mirando sorprendido hacia el Reverendo. Segun lo veia el cuanto mas lejos del agua mejor, asi que varar el barco y luego quemarlo desde tierra le parecia una buena idea.
-Podemos hacer las dos cosas- Dijo finalmente- Varar el barco y prenderle fuego. El problema es que luego tendremos que escapar y no creo que el Reverendo pueda mantener el ritmo.
La picardia de años de fugas volvio a brillarle en los ojos. Podian bajar a la barca a Revere y Sepherd, Remington y el mismo, vararian el barco y lo quemarian. Remington no tendria muchas dificultades para huir, era un soldado ingles, por lo que habia oido un lider de soldados, el Padre le dijo que les llamaban Oficiales y que no solian hacerles muchas preguntas. Por otro lado Otombo se haria pasar por su esclavo personal.
Apurandose, explico el plan a los demas para ver que les parecia. Quedaban unas horas hasta que amaneciese, pero cuanto antes hicieran algo y se fuesen mejor.
Algo le decia que pronto alguien se daria cuenta de que faltaban los guardias del barco al tener que hacer estos el cambio de guardia. En la hacienda solian hacerlo entre las 2 y 3 de la madrugada. No podia calcular la hora exacta, pero la media noche ya habia pasado hacia un buen rato.
Un par de detalles que con el parón largo igual se os despistan:
- Habéis estado en la santabárbara del barco, que fue donde apareció la oscuridad. Está en la planta intermedia del galeón (la superior era la de las cocinas y barracones, media santabárbara, inferior bodegas-celdas).
- El barco está en medio de una flota enorme, rodeada de galeones de iguales dimensiones, unos cientos de barcos... sería imposible totalmente maniobrar entre ellos por espacio ni por profundidad. Aunque la niebla no os los permite ver ahora mismo sabéis que los otros buques están cerca, a unas pocas yardas de distancia unos de otros, formando un terrible escenario frente a los muelles de Nueva York.
Por varar me referia a estrellarlo sin mucha sutileza contra tierra o el puerto y prenderle fuego. Obviamente hacer fuego en un barco militar en un puerto militar tiene sus riesgos, pero la cosa es volar cosas por los aires ¿no? :P
Rectifico el post para que se refiera al puerto e vez de la playa, fallo mio.
Edit: No puedo editarlo T_T
-Es muy arriesgado lo que haces hijo -dijo mirando a Otombo-. Parece difícil que os descubran si Remington te toma por prisionero, pero... ¿qué otra cosa podemos hacer? Está claro que lanzarse al agua desde cubierta, con el Reverendo presente, y no se ofenda por favor, parece difícil...
El orfebre creía que la idea de Otombo no era del todo descabellada.
Al recordar que sería imposible volar el barco, Remington lanzó un gruñido de frustración. Y el plan de Otombo era bueno, pero...
- ¿Qué pasará si al varar el barco esa cosa sale de él? Si eso pasa, ya no habrá forma de detenerla. No podemos dejar que esto se extienda -exclamó.
Si fallaban, no sólo ellos estarían perdidos. Y tampoco podían simplemente hundir el barco. Tal vez nada impidiera a la oscuridad abrirse paso a través del agua hasta el puerto. No tenían ni idea de qué era, ni de cómo actuaba.
- Tenemos que parar esto... ¡Hay que buscar algún modo de parar esto! ¡Otombo...!
Miró con desesperación al negro. Él era el que estaba más en contacto con lo sobrenatural, y el frío que sentía en la mente le impedía ya pensar en nada más que en la huida.
Si no podemos volarlo ni escapar, estamos bastante jodidos... xD
Revere notaba que Remington ponía toda la carne en el asador para con Otombo, pues aquí las estrategias de guerra no valían. Tampoco era nada fácil hacer una voladura o estancamieto, como varias veces había hecho contra los hijos de la Corona. Quizá Otombo, tuviera algo que decir...
-Otombo... -le dijo el orfebre-, ¿Po...por qué te eligieron? Es decir..., ¿estás aquí por ser el más precavido en todo este misterio? ¿Acaso ya conocías los designios que estamos viviendo? Será mejor que pongamos las cartas sobre la mesa si queremos actuar... Veamos...: el prisionero, ese tal Judah... tenía cierta información de un grabado de orfebrería... no importa que haya muerto, lo tengo todo aquí -y se tocó la cabeza con un dedo-. ¿Y vosotros... es más... qué hace un Reverendo y un soldado inglés en este sitio? -la pregunta era retórica, pues trató inmediatamente después de responderse-: uno puede tomar un arma o incluso introducirse entre sus propias filas sin ser considerado una sospecha, y el Padre puede que le hayan enviado para rezar por nuestras almas e intentar protegernos de tal forma -miró a uno y a otro sin esperar a que le respondieran si sus suposiciones de razones se acercaban lo más mínimos-... Pero tu Otombo... si estás aquí... ¿conoces alguna otra forma de librarnos de todo esto?
El sacerdote miraba a uno y otro lado sin saber qué añadir. Si el mal que en él parecía anidar era inmaterial, nada que se hiciera físicamente le podría afectar. Únicamente podría intentarse un gesto, un símbolo, y era sólo una posibilidad...
De todas maneras, el pragmatismo se imponía por momentos, una lámpara de aceite podría iniciar un fuego si el grupo podía abandonar el barco. - ¿Sigue el barquero ahí abajo? - dijo meditabundo, asomándose por la barandilla por donde había colgado la escalerilla. - Si seguía ahí el marinero, sería la ruta de escape que les habían preparado los extraños enmascarados que les habían enviado a aquel infernal buque. - Pssst! - llamó entre dientes, esperando alguna débil respuesta que le indicase que seguía ahí.
Un silencio sepulcral parecía ser la contestación a los peores presagios del sacerdote, pero de pronto un golpe de remo contra el agua pareció contestar al silbido. ¡El barquero seguía abajo! Aunque probablemente no se atreviera a hablar por miedo a que lo escuchase algún guardia.
Otombo se quedo dubitativo. No sabia realmente que decirles para que la situacion no empeorase aun mas.
-No se el porque... pensaron que seria util para localizar a Judah y por eso estamos aqui. Pude localizarle..- El tono era pesado, denso- Ahora creo que no deberiamos de estar aqui. Lo que paso abajo... nunca me habia pasado nada igual y escapa a lo que conozco o mejor dicho creia conocer del otro mundo.
Abrio los brazos intentando abarcar el barco entero. La imagen era lo menos inquietante, semidesnudo y pintado con sus extrañas lineas.
-Todo esto esta mal. El barco, la niebla, las almas... Esto no son ritos antiguos, esto es mas viejo. Aveces Los Otros hacen que nuestro mundo cambie ligeramente; ruidos, gritos, sensaciones, pero esto... esto no deberia ser posible.
El silencio se hizo unos segundos. Prefirio dejar de lado por el momento sus motivaciones para haber accedido a unirse a la "revelion". Oyo el remo chapoteando en el agua y lo saco se su ensimiamiento.
-Ahora no podemos pararnos a hablar de esto. Primero quememos esto o huyamos y cuando estemos a salvo respondere a lo que querais.
- No se hable más. - zanjó el reverendo, resoluto. - Rápido, vayan bajando. -Tomó la linterna de aceite y se dirigió a la portezuela del castillo de proa, dispuesto a arrojarla escaleras abajo. El fuego tardaría algo en extenderse por el resto del barco y ser visible desde los demás barcos, con suerte estarían en tierra antes de que nadie sospechara nada... si no se apagaba el fuego 'sólo', como las lámparas de las paredes al entrar ahí por primera vez.
-Usted primero Reverendo -Paul recordó la dificultad que había pasado al tener que subir al buque infierno-. Le compañaré, ¡aprisa!
Sin más dilación, Revere tenía pensado con el mismo hasta el lugar de la portezuela, comprobar que podría extenderse y acto seguido agarrar al clérigo del brazo, para ayudarle a andar lo más deprisa posible al descenso.
-Reverendo -dijo el orfebre-, ¿y cree que los ungüentos extraños de Otombo podrían arder bien...?
El sacerdote lanzó la lámpara de aceite que se rompió en pedazos esparciendo por el suelo de madera el líquido inflamado. Las llamas hipnotizaron momentáneamente a Sepherd hasta que el brusco tirón de Revere lo sacó de su ensimismamiento. Los otros empezaban ya a descender por la escala y eran engullidos en la niebla.
Todo parecía un sueño, o quizás mejor sería decir una pesadilla. A través de la húmeda niebla llegaba el inconfundible olor de la madera quemada y algo más intenso, agrio... el olor a carne quemada. ¿Carne quemada? Pero no había nadie en el barco ni en el pasillo ¿no?
Pisar la superficie del bote donde les esperaba su particular Caronte les devolvió a todos un punto de realidad. Por un breve instante volvían a ser un grupo de rescate... aunque por desgracia dicho rescate fuera fallido. ¿Fallido del todo? No. Tenían la información necesaria para encontrar la misteriosa biblioteca, aunque quizás no supieran interpretarla. ¿Quién conocía todas aquellas constelaciones? Quizás sus reclutadores. Y luego estaba la construcción del nuevo sello de apertura. En ese punto Revere no albergaba ni asomo de duda en que podría replicarlo gracias a las detalladas instrucciones del cautivo fallecido.
Y entre estos pensamientos el grupo se aproximaba a la orilla mientras tras ellos, entre la niebla, se vislumbraba un resplandor intenso y resonaban campanas de alarma. ¡El buque estaba finalmente ardiendo!
Continuamos en 'Un camino de estrellas'