Sinceramente, en momentos como este, incluso sabiendo que nunca ha sentido una especial afección por la Armada, incluso si después lo que quedase de aquella batalla lo único que quedará era una historia donde de nuevo vidas inocentes no volverían a casa, incluso si después de aquello tenían ciertos problemas por desacato a la autoridad, aún con todo, allí abrazado por todo el mundo, con Marlene restándole de nuevo a un duelo que iba a aceptar encantado, con el monstruoso gigante derrotado, Xen solo podía sentir júbilo. Habían ganado. Habían sobrevivido.
Con una risa difícilmente contenida por la sonrisa de Marlene, lo único que hizo cuando todos de apartaron finalmente fue coger una bandera que había por el suelo: una bandera de la Armada, probablemente llevada por alguno de los incautos que habían perecido allí y se habían llevado aquel trozo de tela como una especie de amuleto. Para que pensara que, después de todo, habían ido por un motivo mayor allí
Bueno, al menos me encargare de darla el uso que se merece.
Estare encantado de aceptar ese duelo- Dijo, mientras anudaba la bandera a la lanza- Quizas tras...una temporada en cama, y haberme recuperado del todo de esta isla del demonio, o al menos lo que pueda, ten por seguro que estaré dispuesto. Ahora, si no les importa, como rastreador que soy, tengo que enviar un mensaje.
Dicho esto, y escalando y saltando a una posición elevada, en uno de los edificios más altos que quedaban de aquel condenado lugar, Xen lanzó un potentisimo aullido, al mismo tiempo que agitaba la bandera, esperando que todos los que se hubieran quedado aún en tierra entendieran el mensaje.
La batalla había terminado.
La mision habia acabado.
Volvían a casa.
El comodoro fue a decirle algo con disgusto a Tunad, pero el cabo Titán fue más rápido.
—Sargento Williams, si vuelve a abrazarme le arrancaré las piernas y me haré un tataki con ellos—dijo con cara de pocos amigos—. Espero haber sido claro.
A continuación el cuatro brazos se dio media vuelta y encaminó sus pasos al lugar de dónde había venido el cañonazo, pues allí era donde tenía que estar el buque. Mientras se marchaba, un muerto viviente solitario se arrojó sobre él, pero Dan le arrancó la cabeza de un puñetazo.
El comodoro Beheit se quitó las gafas y las limpió.
—Traed a Sir Igul al barco—ordenó—. Inmediatamente
No había hablado ni de calabozos, ni de castigos, ni de pérdidas de rango. Quizás (sólo quizás) podrían librarse de todo este embrollo sin (muchas) consecuencias.
Marlene dio un paso al frente y alzó el mentón.
—¡Sí, señor!—dijo en señal de que se responsabilizaba de todo lo ocurrido. Depués miro a su pequeño escuadrón e hizo un gesto con la cabeza para que la siguieran—. Sé que estáis cansados, pero podemos con esto. Seguidme tropa.
Unas horas más tarde, el buque de la Gloriosa Armada desplegaba sus velas mientras cruzaba el cerco marítimo roto por el capitán Utgardian. El equipo de extracción no tardó en dar con Sir Igual y escoltarlo hasta el navío. Allí, sin mucha ceremonia, fue encerrado en un ataúd de sacrometal.
De los sesenta y dos marines que habían abandonado Befehlgard, cuarenta y dos volvían a casa. Era menos de un tercio de la tropa. Teniendo en cuenta de que la misión se había desarrollado en una zona catastrófica, las pérdidas podían considerarse relativamente bajas (lo que daba buena cuenta de la efectividad de los trajes de Techie). Con esas pocas bajas y objetivo cumplido, la misión se podía considerar un rotundo éxito. Incluso el comodoro y la capitana estaban trazando para terminar de reconquistar la isla.
Los marines se reunieron en la cubierta para ver como Nibana se alejaba cuando una fina llovizna comenzó a caer sobre ellos. Una sensación de alivio se apoderó de los marines al ver como ese lugar infernal se alejaba. Savant aderezaba la escena con una bonita e inspiradora canción.
Entonces un grito del bueno de Vermú, rompió la calma.
—¡COGED A ESE NIÑO!—dijo mientras corría detrás de Lianid—¡LO HE PILLADO COGIENDO GALLETAS EN LA COCINA! ¿Y DE DÓNDE DEMONIOS HA SALIDO?
El grupo continúa aquí.