Partida Rol por web

La niña te mira y al verte armado se para en seco y corre a tu espalda, donde se agarra a tus ropas. Los campesinos parecen menos agresivos ahora, ya que uno de ellos, al oirte, les ha recordado que llegaste sólo y trabajaste en los campos con ellos. Pero el caballero galopa amenazante hasta donde estáis y aunque de rostros curtidos, los campesinos, muestran expresiones de angustia, y alguno maldice la cria.

El caballero frena su caballo. Y mira a campesinos, que se postran humildemente, y a tí, para después preguntar a sus siervos. -¡Donde esta aquesta ingrata fija de bruja..!?-

Entonces la ve detrás tuyo y se aproxima...

- ¡A la paz de Dios, noble señor! - espeta más como un ladrido que como un saludo el mercenario al caballero, de modales bajunos ya per se- ¿A quien busca vuestra merced con tanta prisa?

El mercenario hace un suave gesto con los hombros ara que la muchacha lo suelte. La punta de su azcona apunta al suelo y su escudo sigue en su costado, pero la actitud ha cambiado respecto a antes. No tenía intención de enfrentar a una turba labriega, pues sabía que podía ser su muerte y la idea no le era de agrado; más luchar contra un sólo hombre, por noble que fuera su cuna, parecía algo más abarcable. 

Así, ante el avance del noble, el almogávar dió un leve paso de su pie diestro, avanzando el hombro siniestro para quedar levemente más ladeado ante su interlocutor. La lanza que seguía apuntando al suelo, lo hacía con unos grados más de inclinación hacia el frente aún sin llegar a suponer amenaza. Lo único que lamenta el aragonés es no llevar puesto su capacete de cuero, pues no lo hacía falta recibir ningún golpe más en la cabeza después del último...

-¿Et quend es aqueste insolente que su arma empuña frente al Señor de Calatañazor..?- 

Comienza a decir el caballero que montado tira de las riendas de su caballo poníendolo de lado a tí, sin dejarte de mirar, pero dirigiéndose a sus siervos. 

A pesar de la barba, ves claramente que es joven, puede que impulsivo y no parece estar acostumbrado a la más mínima muestra de desafío. 

- Mi señor- acierta a decir el campesino que te reconoció.  - Aqueste es un aragonés que vino a laboral vuestros campos, a buena fe sabielo yo ca a mi vera femos trabajado. Et puesto que viniera de aquel reino, por seguro non conocía a los vascones que robaron vuestros caballos-

- La niñuela dijo verle con ellos compartiendo vino al anochecer, más desque habémoslo despertado completamente ignorante aquesta mañana, nada sabe de los felones aquestos et non es digno de vuestro yerro.- 

-¡Cogedla et llevadla al castillo! ¡La niñuela va a vivir en las porqueras hasta que recupiere mis caballos!- 

- ¡Vos!- Te señala -sabed pues, et mis siervos son testigos, que 500 maravedíes daré a aquel que trajere de vuelta  mis caballos. Vos parecéis omne de armas et... ¡Habéis visto a los ladrones!- 

- ¡A fe de Dios que sois generoso, mi señor! - respondió el mercenario a la suma ofrecida por el señor de Calatañazor- ¡Encantado acometo la maldita empresa, pero debo antes pedir a Usía clemencia para esta moza!

El almogávar dejó el escudo y la lanza en el suelo e inclinó la cabeza ante el noble, sabedor del lugar que le correspondía ante un noble de esa categoría. No obstante, el gesto es acompañado de una actitud, un gesto característico de esos mercenarios aguerridos e indomables. No eran tanto la bajeza de sus palabras o sus gestos, sino la actitud y la compostura de alguien que muestra respeto, pero lo hace sin convicción y por la obligatoriedad del rango, no por creencia u obediencia.

- ¡La muchacha vio a los villanos por última vez, mi señor! -explica Diego- ¡Es ella quien puede dar pista de su paradero y ponerme en su rastro, nadie más!¡En todo Savignaneco , que es de donde vengo, se conoce al señor de Catalañazor por su gallardía y su bondad, amén de la valentía de quien desciende de los que derrotaron al sarraceno Almanzor! ¡Pido a Usía que haga honor a su fama y permita a esta niña ayudarme en mi cometido!

- ¡No!. He dispuesto que aquesta golfina quedase morando entre puercos, fasta que yo no tenga de vuelta mis caballos et si non ocurriere, por siempre. - ¡Prendedla!- Ordena a sus siervos, que se apresuran a cumplir sus ordenes.

Notas un tirón del pelo y te vuelves. La niña te ha arrancado un mechón que sujeta en su puño. Y te mira con ojos de terror. Y susurra: - Jurad que volveréis ...- a lo que añade algo ininteligible.  Antes de echar a correr en vano, pues tres campesinos la atrapan nada más iniciar la carrera y se la llevan. 

El Señor de Calatañazor tira de las riendas de su caballo para girar y salir al galope. Ya lo ha dicho todo. 

Y cuando los campesinos se dispersan, el que te reconocío, que está a tu vera, te dice. 

-Señor, por Díos que aquellos ladrones vizcaínos, venían de Burgo de Osma. Que así dixole el tartamudo al grande. Quiera el señor que allí adivinare que camino fazían...-