Transcurrido un buen rato, te comienzas a preguntar porque diablos te hizo llamar el obispo a sus aposentos si no iba a presentarse. A través de la ventana puedes oir un jolgorio inmenso, gritos de niños, de vendedores, risas, relinchos y ladridos, así como fragmentos de conversaciones. Después puedes captar un silencio extraño, que se rompe poco después por gritos y carcajadas, seguido del tañir de las campanas. Aún esperas más rato, antes de decidir levantarte a curiosear por la habitación.
- Es Ucero un condado sin Cristiandad. Bien creed, don Tancredo, que si hay lobos en las montañas, es por seguro un castigo divino por mostrarse tan alejados del Señor..- Desde que yo llegara et descubriera que non hay párroco en Ucero, he fecho llegarles tres ya. El primo, desapareció sin dejar rastro, el secundo volvióse acusando de paganos a los parroquianos et el tercero fizo voto en un monasterio, porque decía que allá non necessitaban de él.-
El obispo está a tus espaldas, y te ha comenzado a hablar inadvertidamente, como si no le importara que husmearas en sus aposentos.
-Fuesse causa de llamar al orden al conde y a sus vasallos, si non fuesse el conde amigo del Rey pues prestóle buenos servicios en varias contiendas. La iglesia tiene, no obstante, otra opinión, et cree que debiera dicho condado volver a ser regido por el obispado de Burgo de Osma. Non tiene muchos dineros el Conde, et si hay hambre en el reino, desfallécense por ayunar en demasía los campesinos de Ucero. La desesperación apoderóse del pueblo, et contagia los humores del resto de la región..- Non credo que los conjuradores acabaren con la plaga de lobos, et si las mestas non pastan en sus montañas, a las gentes de Ucero sólo les quedará rezar, si fuerzas han. -
Coge el manuscrito que estaba extendido en su escritorio, lo enrolla, y lo sella vertiendo cera, con su anillo, golpeándolo con más fuerza de la necesaria con su puño. El golpe resuena en la habitación y el escritorio tiembla.
-Vigilad a los conjuradores et auxiliarles si lo necessitaren.Debéis dar esta carta al señor de Ucero cuando la situación empeore, et non retornar sin respuesta. Hay en esta carta una oferta generosa para el conde Gregorio.-
-... Et yo accederé a la petición de vuestro señor.-
Con gesto adusto oigo las instrucciones del obispo y asiento con firmeza cuando extiende el pergamino hacia mi. Así se hará, monseñor. Una única pregunta, ¿a qué se refiere vuesa santidad al decir si las cosas empeoran? Disculpad mi torpeza pero prefiero que las cosas queden claras desde el primer momento para poder ejecutar vuestros designios de la manera más acertada posible y no errar en mi tarea y no fallaros a vuesa santidad ni a mi señor...
Guardo el pergamino con cuidado y espero la respuesta del obispo.
Entiendo que los conjuradores ya salieron, ¿verdad?
El rollo de piel en el que está escrito el mensaje que has de llevar, está ahora en tus manos, y puedes ver el que debajo se hallaba extendido sobre la mesa. Reconoces el sello de Santiago, es el escrito que traías.
-Si el descontento de los siervos de Ucero, tornarase en algo más, fazed entrega de la misiva. Si non ocurriere tal cosa, más la región non fuera de lobos librada et los rebaños apareciessen, dad la carta sin dudar, pues también promete asistencia para las fieras. -
Si quieres intentar echarle un ojo a la carta que traías, tira por sigilo, para que el obispo no se percate y por Leer y Escribir, que está complicado leer disimuladamente de reojo.
Asiento con firmeza. Así se hará su santidad, partiré de inmediato tras orar en la capilla. Espero ser portador de buenas nuevas a mi regreso. ¿Algo que haya que reseñar de esos conjuradores et de esos lobos?
No voy a intentar leerlo, es muy poco lo que tengo en sigilo como para arriesgarme a quedar como un cotillo delante del obispo jejejeje
-En efecto, don Tancredo, es el lobo una criatura de Diós reseñable.-
Dice con una sonrisa que sus ojos entrecerrados transforman en gesto irónico.
- En cuanto a los conjuradores, non ví nada en ellos que les ficiera reseñables, más allá de su habilidad de embaucar a los paisanos, con la ayuda de potingues en la ordalía..-
Si partes, postea ya en el foro de Ucero. Sólo para el director, que estás sólo por el momento.
Vale, pero no veo la escena de Ucero, solo la de la Ordalia.
Pensándolo mejor, postea aquí. Vamos a intentar mantener el efecto sorpresa.
Asiento con la cabeza. Monseñor, no le inoportuno más. Prepararé mi partida et si non es molestia, oraré antes de partir para solicitar la gracia del Altísimo en aquesta misión.
Sin más dilación, abandono los aposentos del obispo y busco a mi escudero, Tiago, para darle las instrucciones de que prepare todo para nuestra partida en un par de horas, que prepare las monturas, haga acopio de víveres para el camino et todo lo que pueda sernos necesario, incluido el camino que hemos de seguir. Tras ello me dirijo a la catedral para rezar al Señor y encomendarme a Él para que nos favorezca en el viaje que vamos a realizar.
Pasadas las dos horas me reúno con Tiago y si nada lo impide, partimos hacia Ucero...
Mi buen Tiago, puede que nos esperen pruebas que superar en aqueste camino pero se que juntos, con la ayuda de Dios, podremos con todo lo que el maligno nos tenga preparado. Adelante, hacia Ucero...
Y pongo mi montura al paso para ir uno junto a otro...
Muy bien, perfecto.
Al atravesar la puerta del norte os abrís a un paisaje desierto de casas. El camino deja de estar empedrado, pero está seco, a pesar de la humedad de la niebla que comienza a levantar según avanza la tarde. A vuestra izquierda, campos y bosquejos, a vuestra derecha, no perdéis de vista el río Ucero, escondido entre cañas.
Hasta ahora, no os habéis cruzado ningún alma. Un ligero viento comienza a hacer sonar el trigo y las ramas de los chopos, como si anunciara algo, e insufla de vida al escenario inerte.
En un montículo al fondo, lejano, con la Sierra de fondo, se puede divisar un torreón naranja. Es el castillo de Ucero, alumbrado por un sol de invierno que se está poniendo.
Al cabo de un rato cabalgáis Tiago y tú en la oscuridad de una noche sin luna. Sólo se oye el ruido de ramas movidas por el viento, hasta que en un momento dado, creeis oír el ruído vago de unos cencerros tras un requiebro del camino.
Va cayendo el sol mientras nos acercamos al castillo de Ucero, nuestro destino, de tal manera que, al rato, apenas distinguimos el camino por el que van nuestras monturas debido a la oscuridad. Nuestro ánimo, sin embargo, no decae, pues estamos cerca de llegar y poder descansar como es debido.
Tras un recodo, entre los sonidos típicos de la noche y del viento que nos acompaña, creo oír unos cencerros, algo extraño pues no son horas para que los rebaños anden por ahí a esas horas. Con mis sentidos alerta hago una seña ya convenida con Tiago para que frene su paso y deje distancia entre los dos por si hubieran problemas y me adelanto, al paso, en busca del origen del sonido...
Tras girar en el requiebro ves una débil luz. Un candil ilumina la cara de un omne que conduce su carro tirado por bueyes en la oscuridad. La luz solamente ilumina los lomos de los bueyes que pero parecen inmensos. El omne, tocado con un sombrero, del que levanta el ala al oirte, se vuelve y te mira con el ceño fruncido. Espera a que te aproximes, antes de atreverse a sonreir enigmáticamente alumbrado por la luz vibrante del candil que cuelga de su carreta cubierta por una tela blanca.
-Buenas noches, buen señor.-
Tranquilizóme al ver que es un simple carretero, aunque me extraña las horas a las que circula por aquestos caminos de Dios.
Buenas noches tengáis vos también, buen carretero. Veo que, al igual que a nos, se os ha echado la noche encima. Por casualidad, ¿viajáis hacia Ucero?
Intento darle a mis palabras un tono cordial y desenfadado pero me mantengo alerta por lo que pueda pasar.
-Hacía Ucero traenme aquestos bueyes, más en realidad siguen a una carreta cargada de religiosos que va delante et que creo que fatigosen de esperarme en cuanto recodo hay en el camino...-
El carretero parece un hombre afable, y habla con una sonrisa, mientras saluda tocándose el ala del extraño sombrero que luce. Resignado al paso tranquilo de sus bueyes, parece que no les dirigiera, sino que fueran a su aire. Tiene aún la boca abierta cuando un viento helado, proveniente del río, trae un extraño ruido.
El carretero se queda absorto mirando al vacío y dice misteriosamente, y ahora con semblante serio.
-Diríase almas en pena, más me temo que son mis compañeros..-
Mezclado con el viento, oiste un grito de terror tú también. Viene de más adelante en el camino.
Frunzo el ceño ante esos gritos de pánico absoluto y sin ni siquiera pensarlo ya estoy listo para ir a brindar socorro a esas pobres almas. Tiro de las riendas de forma que mi montura recule unos pocos de pasos, los suficientes para alejarme de la carreta y desenvaino mi espada.
Tiago, a mí, protege a este homme hasta mi regreso...
Clavo mis espuelas en mi caballo que sale disparado hacia el origen de tales ruidos, mi cuerpo echado hacia delante, mi mano izquierda jalando las riendas y mi diestra enarbolando el acero.
Señor Dios y jefe nuestro, arma mi brazo con tu justa ira protectora y ayúdame en estos aciagos momentos...
Galopo lo más rápido posible hacia el origen de los sonidos en feroz carga de caballería, con la garganta presta a gritar el ¡¡¡Santiago y cierra España!!! de mi orden.
Pasamos al siguiente capítulo.