Partida Rol por web

Astérope

La Ciudad de los Muertos

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28/10/2021, 23:33
?#1

Muy cerca de él estaba la figura de los velos, que debía medir dos metros y pico. Se quedó un segundo observando el vuelo de los ibis, como anonadado, para luego, con una reverencia centrada en Adam, invitarles a seguir con su camino.

Subieron la escalinata y vieron el foso y un puente que conectaba la parte de la columnata del templo con la torre de su centro. Comenzaron a cruzarlo con Serafín a la cabeza. El guardián que les había dado el paso no les siguió.

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28/10/2021, 23:34
Serafín

No habían avanzado más que unos pocos metros cuando los cables que sostenían el puente se movieron pasando por unas chirriantes poleas y éste comenzó a bajar como si fuera un ascensor primitivo. La sensación era la de estar en uno de los platos de una balanza.

Cuando habían descendido lo equivalente a diez o doce pisos pudieron distinguir el fondo del foso, una especie de lodo rojizo poblado por lo que parecían hipopótamos, algunos de los cuales aprovechaban los lomos de sus compañeros para apoyar las patas delanteras y mirar hacia arriba abriendo sus enormes bocas hacia ellos.

Serafín les apremió a que no temieran a las bestias, pero se notaba asustado.

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28/10/2021, 23:34
Cantante

Luego el puente volvió a subir, aunque no tanto, y paró junto a una puerta de la torre similar a la que habían visto al llegar. Por ella entraron primero a un corto pasillo en el que dejaron colgadas las capas y las máscaras que les habían protegido en su viaje, y luego a una sala grande y cuadrada, presidida por dos enormes tronos de oricalco en los que había sentadas dos figuras marmóreas similares a Nikita en su forma feer pero de cuatro o cinco metros de altura, desnudas —eran un hombre y una mujer— y con los rasgos suaves y lisos, como si hubieran sido desgastados por el paso de los siglos. Su cabello también era de metal.

Unas diez figuras envueltas en velos estaban de pie junto a ellos. Sus tocados eran muy diferentes entre sí. También había una persona con la cara descubierta, una mujer sin ningún pelo en la cabeza que vestía una túnica dorada y estaba descalza. Bryony la había visto cantar la noche del maremoto. Salvo por la ausencia de pelo y una cierta calma en su faz, a Adam le pareció la mujer del piano con la que había hablado en la casa del paseo marítimo.

Se acercó a ellos unos pasos y habló con un tono dulzón.

—Bienvenidos a la corte de la Antigua Ciudad de los Muertos. Yo soy Oshemín y mis señores querían conoceros.

Gesticuló hacia las estatuas.

—Por favor, presentaos ante ellos.

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29/10/2021, 12:24
Nikita Pontecorvo

La aparición repentina de la bandada de pájaros le pareció a Nikita un buen augurio. No le dio la sensación de que fueran espíritus, sino verdaderos pájaros desorientados, probablemente por lo mismo que se había desorientado él, por esa sensación de que habían cambiado de lugar los polos de la Tierra. O bien habían encontrado un lugar que no estaba en sus mapas mentales, aquella ciudad nueva-vieja que había aparecido de pronto en la marisma. Y si unos pájaros podían llegar hasta allí, es que no se encontraban más allá del lugar al que los vivos pueden llegar. Resumiendo: le pareció una señal de que salir no era imposible y de que lo lograrían.

Vio la figura de Adam adelantarse decidida. No sabía si pensaba presentarse al Pescador o algo así, de modo que cuando lo vio dirigirse a los pájaros y empezar a hablar en árabe, se quedó absolutamente anonadado. Uno de los ibis se mantuvo volando frente a su amigo, como absorto también en sus palabras (no más que el propio Nikita, eso podía jurarlo), y en cuanto Adam levantó la mano para indicar una dirección, salió en desbandada junto a los otros.

Una sonrisa alucinada se formó tras su máscara cuando vio que el Pescador, a pesar de los velos que cubrían su rostro, parecía mostrar la misma sorpresa que sentía él. Como fuera, la figura se inclinó ante su amigo y les conminó a continuar. Pero antes de hacerlo, Nikita se volvió para mirar a Mariam (no por última vez, se repitió a sí mismo), y se despidió de ella con un asentimiento de cabeza, una especie de “fidati di me”1 como el que le había dedicado a su padre aquella otra noche que parecía ya tan lejana. Después siguió a los demás hasta el puente.

¿Qué ha sido es..?  —preguntó a Adam, pero el chirrido repentino de las poleas le hizo enmudecer.

Nikita se agarró con fuerza a la barandilla por reflejo. Descendían y descendían y todo le recordaba a una de esas pesadillas en que sueñas que bajas en un ascensor y éste no se detiene nunca. Digamos que lo que tardaron en llegar al fondo se le hizo eterno y cuando vio lo que moraba allí abrió mucho los ojos, infinitamente aliviado de que no hubieran descendido más. Pero si era una especie de prueba parecían haberla superado porque el puente volvió a ascender y él a respirar. El hecho de que no fuera hasta la misma puerta que habían visto al principio le preocupó, pero cuando alcanzaron la sala del trono, la maravilla y la perplejidad barrió por completo aquel pensamiento junto a todos los demás.

Los Pescadores no eran los Señores de los Muertos después de todo. Las figuras gigantescas parecían estatuas, pero él mejor que nadie podía entender lo vivas que en realidad estaban. Y aun así daba la sensación de que tenían milenios y habían sido pulidas por el paso del tiempo. La mujer de aspecto humano habló presentándose, pero Nikita apenas pudo observarla un instante, porque su mirada, tal vez demasiado indecorosamente, se había quedado fija sobre aquellas dos figuras. Cuando se dio cuenta de esto, bajó la vista mientras pestañeaba varias veces y respiraba hondo. La mujer les pedía que se presentaran, pero él prefirió esperar a que lo hicieran antes sus amigos, preferentemente aquellos de sangre real por quienes habían sido convocados allí.

Y así se mantuvo por el momento, mirando al infinito a través del suelo mientras tomaba aire como quien espera despertar de un sueño. Mientras, su mente no podía eludir preguntarse por qué su naturaleza era parecida a la de aquellos seres. Pero él había nacido de su madre, se dijo mientras agarraba con fuerza el reloj de su abuelo que llevaba colgado al cuello. Él no había salido de una piedra. Ni de una grieta bajo tierra, ni de un abismo. Ni de donde fuera que hubieran salido los reyes de los muertos.

Notas de juego

1. "Confía en mí" en italiano.

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30/10/2021, 21:35
Bryony J. White

No le gustó ni un pelo que Mariam y Carme se quedasen atrás, pero cuando llegaron a la escalinata los ojos de Bryony se quedaron fijos en la figura cubierta de velos que los recibía. Su piel que ya era bastante blanca palideció un poco más. ¿Era aquel el Pescador que había visto la noche del tsunami? Le parecía que sí, pero en realidad no sabía cuán diferentes eran unos de otros, ni siquiera cuántos eran, así que no se sentía capaz de asegurarlo con certeza. Se asemejaba lo suficiente a aquel como para que tragase grueso y sintiese el corazón palpitando en sus sienes con fuerza. 

El encuentro entre los pájaros y Adam le vino bien. Contuvo el aliento, pero esta vez fue porque su espíritu sensible a la belleza se estremeció al ver aquella imagen, el chico cubierto por sus velos color arena con el brazo extendido y las aves, comprendiendo aquella extraña jerigonza y volando en la dirección de su gesto. Aunque si ella utilizase aquello para un vídeo lo haría con un paisaje de dunas de fondo. Se refugiaba así en el arte que siempre le servía como ancla para no perderse a sí misma, antes de que siguieran avanzando. 

Se le escapó una risa nerviosa cuando el puente empezó a descender y contempló los hipopótamos desde la barandilla, preguntándose si querían jugar con ellos o comérselos. Imposible de saber y tampoco deseaba comprobarlo, así que agradeció cuando llegaron al nivel adecuado y pudieron entrar a la torre. 

Ya liberada de la máscara y la capa que la habían protegido en el camino contempló aquel lugar con curiosidad y cierta reverencia inevitable. Había visto demasiado la noche de la fiesta como para no sentirse incómoda ante aquellas presencias. La cantante atrajo su mirada y un escalofrío recorrió su espina dorsal con ecos de dolor, muerte y belleza. 

—Gracias, Oshemín —dijo, con una leve inclinación cortés hacia ella—. Escuché tu canción, estremecía los sentidos. Gracias también por ella. 

Tras aquellas palabras intercambiadas, respiró profundo y se adelantó un paso hacia las estatuas, que eran como Nikita, pero en gigante. ¿Podría él tomar ese tamaño también? Trató de no pensar en aquello y centrarse en lo que tenían delante. La responsabilidad, el riesgo que corrían, la necesidad de salir de allí sin perderse. Carraspeó, tomó aire y alzó la voz. 

—Mis señores custodios de fronteras y Pastores de Almas. —Se inclinó, esta vez con una reverencia más pronunciada y esforzándose por no parecer una imitación de películas, sin conseguirlo del todo—. Soy Lady Bryony, portadora del anillo de Neptuno. Me presento ante vosotros con mi séquito, como me fue solicitado hace dos días. 

Se movió entonces para poder señalar a los demás uno por uno mientras los presentaba, como había hecho en casa de Sirizne, pero con mucha, muchísima, más formalidad. 

Os presento a Lady Branwen, aspirante al trono de Neptuno y su consorte, Lord Adam. Lady Frida. Lord Nikita y su consorte, Lady Bediviere. Y a mi lado, Lady Ingvild, mi zanni y consejera principal. Agradecemos de corazón vuestra invitación a visitar vuestro reino. 

Su mirada se fijó entonces en Bran y dio un paso hasta quedar a su lado. Llevó una mano a su espalda y le dio un empujoncito suave, invitándola a ser ella la que hablase en representación de todos. Al fin y al cabo, esperaba que pronto el trono fuese suyo.

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31/10/2021, 22:59
Bediviere Lafayette

Abrió mucho los ojos, tras la máscara, al ver la bandada de Ibis. Los pantanos de Luisiana estaban llenos de ibis blancos. Se decía en su tierra que eran las últimas aves en guarecerse de la tormenta, y las primeras en aparecer tras la misma. Así había sido en el Katrina, y por ello habían protagonizado más de un titular informativo.

Bediviere no podía evitar preguntarse si ahora marcaban el final de una tormenta o el principio de un huracán aún mayor. Tenía la esperanza de que reflejasen lo primero. De que la amenaza decreciese y los vientos amainasen en pos de la recuperación. Que la gente pudiera reconstruir sus vidas y lamerse las heridas bajo el sol de un mundo distinto, en el que, pese a todo, volvía a amanecer. 

Vio cómo Adam se acercaba. Le habría dicho que tuviera cuidado, pero no pudo hablar. Lo vio tan seguro de lo que hacía, tan decidido, que prefirió mantener silencio. Y cuando lo escuchó hablar con aquella ceremonia y lo vio señalar al este, provocando que las aves volasen, además de los ojos abrió los labios, en un gesto mudo de asombro convenientemente escondido tras la máscara neutra que llevaba sobre el rostro. 

El vuelo de los Ibis descubría el camino hacia el foso y el templo. Avanzaban, sin los difuntos, sin Sirizne, y sin Mariam. La plataforma sobre la que subían cedía bajo sus pies, y Bediviere contenía la respiración, mientras buscaba dónde agarrarse. Miraba hacia el fondo, como quien mira hacia abajo en el borde de un acantilado por el que podría caer infinitamente, y aquel lodo rojo similar al que había llovido sobre Sassaneva, plagado de extraños hipopótamos de fauces enormes, se le recordó al agua de los pantanos, cuando los guías de los barcos turísticos tiraban pedazos de carne para hacer asomar la cabeza a la numerosa población de cocodrilos y caimanes e impresionar a los visitantes. Solo que la carnaza, esta vez, eran ellos. Eran carnaza siendo juzgada en una balanza. Y si bien no hizo a penas ruido mientras bajaban, cuando llegaron al otro lado, notó que las manos le temblaban, y dio gracias a que Mariam y Sirizne no hubiese ido con ellos. Tenía la sensación, de que siendo jóvenes y estando vivos habían pesado lo justo, y no por cuestión de masa. 

Trató de mantener la compostura, siguiendo la comitiva, quitándose la máscara y el velo. Se descubrió a si misma, de nuevo, llena de asombro ante lo que era una reunión de Pescadores de almas que sin embargo no parecían ser los Señores de los Muertos. Ese título, implícito en el seno de los enormes tronos de oricalco, lo ocupaban dos imponentes figuras marmóreas, un Ella y un Él. Como una Eva y un Adán preternaturales y eternos, esculpidos como estatuas. 

Dejó que la británica hiciese las presentaciones, considerando que era lo mejor dado que ella era la invitada principal. Ser nombrada consorte la dejó algo extrañada, mientras realizaba una reverencia al ser nombrada. No obstante, esa era una sensación nimia en comparación con la que le producía la de intuir que aquellos seres provenían de las profundidades de la Tierra. De las antiguas profundidades de la Tierra. Y que eran como piedra que había sobrevivido eones contra el viento. 

Sus cuerpos, y sus cabelleras metálicas le resultaban, sin duda, familiares. Y no pudo evitar buscar a Nikita con la mirada, temiendo, intuyendo también lo que aquella visión pudiera hacerle sentir a él. Tomó su mano al contemplar su rostro pétreo y asombrado, apretándola suavemente durante un instante, como si con aquel gesto pudiera deshacer cualquier idea desafortunada y peregrina que pudiese estar paseándose entre sus pensamientos, y acto seguido posó sus pupilas inmensamente negras sobre la figura humanoide y calva que se hacía llamar Oshamín. 

Bryony alababa su canción. Ver a aquel ser de apariencia femenina entre los Pescadores, la hizo preguntarse si sería ella la cantante que flotaba de la que habló su compañera el día que habían vuelto a las clases. Y con aquella pregunta vino también la duda de si aquel canto de voces que armonizaban sobrepasando sus sentidos que habían escuchado la noche del tsunami, sería su canto.

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01/11/2021, 00:08
Branwen Glyndwr

La bandada de Ibis le ofreció la sensación del inicio del final de un ciclo, y con la determinada actuación de Adam, el inicio de otro.

El vuelo de las Aves le ponía a la i de su aventura de Asterope el necesario punto. ¿O era un signo de admiración? Cinco seguidos de esos era claro síntoma de locura. ¿Había llegado a esa cantidad? Lo cierto es que no se había sentido más cuerda en toda su vida.

La realidad entraba por sus sentidos y su consciencia de ellos con la profusión de, ya no solo estímulos, si no también símbolos, y las preguntas y respuestas que acudían por ellos.

Contempló el batir de alas, cuantificó los movimientos y contorneó con los labios las palabras de su amor, imaginando los labios de él pronunciándolas. Remarcó la diferencia entre aquella otra mañana y esta noche. El porte, la seguridad y la confianza y se sintió contenta y también nerviosa. Esas emociones, reflejando el crecimiento del propio poder personal, llevaban unidas responsabilidades.

Vio a la bandada, encaminarse hacia donde Adam les había aleccionado a ir, desde un ligero paso atrás a su lado, y lo cubrió con admiración desde detrás de su rostro metálico toda vez que sus ojos se cruzaron. Él debía intuir que detrás estaba sonriéndole. Pero lo dejó que se concentrara. Ese era su momento y con la pleitesía que le dedicó el Pescador que los esperaba, así lo creyó  confirmarse.

Eran pasos hacia un mundo que se les ofrecía sorprendente en cada uno de ellos. El suelo ladró cuando el puente por el que discurrían se empezó a deslizar hacia abajo y una instintiva necesidad de mirar le hizo buscar hacia la profundidad. El muestrario de extraña fauna (por lo desubicado de encontrar hipopótamos allí) alzo su mano para señalarlos, aun a pesar de su aspecto feroz, inundada de la efervescencia adrenalínica de la excitación. Algo le dijo que  aquello guardaba un significado, pero en aquel instante no se le ofreció.

El leve ascenso hasta la puerta a traspasar le sirvió para respirar y domar el subidón y surcarlo. En la antesala (eso debía ser) de su destino, posibilitados a despojarse de las protecciones, guardó las suyas con respeto (la habían llevado hasta allí sin un mordisco) y agarrando suavemente a su más intimo cómplice en el crimen (Sabios ¿Relucía o era el sudor Feer), le susurró con toda la pasión avivada 

- Te quiero - dijo con voz de nuevo a su Amor, inclinando ligeramente con la cabeza la insinuación de la artífice del hecho de volver a tenerla en orden,  en dirección a Bry, para añadir serena y menos intima, pero casi igual de ferviente - Os quiero a todos. ¿Sabéis?

Pareció frustrada de no tener más tiempo, pero un brillo de inteligencia en el que vislumbrar su comprensión de que a veces cuando menos eran mejor las palabras, la rodeó.

Cogió la mano de su novio (larga y hermosa, y ya con recuerdos que atesorar) y lo acompañó hasta lo que le pareció la sala de la recepción. Aunque no estaban solos, la imponencia de los monarcas capturó su ojo y la dejo anonadada. Casi, que por muy poco, no la llegaron a atropellar las presentaciones (tenía que pedir que los denominarán los consortes, al fin y al cabo Adam era príncipe y ella la hija del conde y no al revés) y si no llega a ser por la diligencia de Bryony y su amable guía (no lo llamaría empujón, más bien fue un achuche) se hubiera quedado clavada pensando.

Era verdad que los muertos tenían Custodios y los Pastores (un calificativo sutilmente diferente al de Pescadores) eran unas figuras palpables (hasta ahora solo habían estado en las narraciones de sus amigos y no se habían convertido en una posesión de sus retinas). Subrepticiamente por una fracción de segundo barrió con la mirada a Nikita, a Bedi, Bry, Frida, Ingvild y Adam. El aire parecía estar en otra parte. Lejos de donde debería estar y esquivo.

El hecho de llegar hasta ellos se había consumado (¿En algún momento pensó en echarse atrás? La verdad es que si) y las vueltas, que como una peonza, le había dado a la razón por la que los habían llamado ante su presencia, se confesaron que igual tenían una respuesta y esta estaba relacionada con la Yumeko. Se le antojó que la dichosa máquina se había metido en el jardín ajeno y que muy quizás algo se iba a pedir al respecto. Tal vez se equivocara, pero algo se iba a pedir. O dar. No sabía bien por qué lo estaba intuyendo.

Se aclaró la voz mientras el frufru de la agradable voz de Bry se disipaba suavemente. Había ocho siglos de genética social bregando en contra de la reverencia monárquica dentro de su cerebro, por lo que, la cortesía de actitud y gesto que les dedicó fue de admirar por su sinceridad. Habló con calma y celo. Llena de acento gales a la conquista de sus palabras.

- Sus majestades... Soy Branwen, la menor del linaje Glyndwr. Hija de Creirwy y del Conde

onsejo si es posible - se mojó los labios resecos -  La verdad siempre.

- Os agradezco de corazón la oportunidad.

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01/11/2021, 12:40
Director

Branwen había visto en el vuelo de las aves un significado, un presagio, como la presencia de Adam extendiéndose en el tiempo mucho más allá de ese momento. Se dio cuenta la galesa que el Pescador había hecho lo mismo, había leído el futuro en ese vuelo, y que parte de la reverencia que en efecto había expresado hacia el príncipe de Derl se debía a lo que fuera que había averiguado de los pájaros.

En la sala, las figuras de los velos estaban atentas, como si cada gesto que hicieran pudiera suponer un mundo.

Uno de los titanes, la mujer, agachó la cabeza y se dirigió a los recién llegados. Su voz sonaba como una roca cayendo al agua en una cueva, hablando en un idioma extrañísimo, tonal, lleno de golpes y de cadencias sinuosas. Fonemas imposibles para unas cuerdas vocales humanas. Aun así todos la entendían, al igual que ella los entendía a todos.

—Este mundo no nos es del todo ajeno. Por las cosas que no cambian en los hombres. Quisiéramos saber por qué vivís y por qué morís. Qué está a nuestro alcance revelaros y qué es aquello que alimenta vuestros sueños.

Las bestias que nadaban en el foso parecían estar muy lejos de allí, más que la marisma, que podía olerse, o incluso que Sassaneva.

La cantante apostilló.

—Por favor, sed escuetos para no abrumarlos y que os puedan entender sin mi intermediación.

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01/11/2021, 21:20
Nikita Pontecorvo

El contacto momentáneo de la mano de Bediviere hizo que Nikita alzara la mirada del suelo. La observó durante un instante en que pudo ver la mezcla de preocupación y fascinación que brillaba en su ojos, y luego vio a Bry presionar levemente la espalda de Branwen.

Si Bry se sentía incómoda —impresionada era imposible que no estuviera—, supo desenvolverse a pesar de todo y de cierta rigidez inevitable en la reverencia que les dedicó. Pero ninguno de ellos había sido preparado para algo semejante, ni siquiera ella o Frida cuyos padres habían pactado el intercambio, y sabiendo todo lo que allí se jugaba y el tablero mortal en que las habían abandonado a su suerte, se preguntó si aquella ignorancia no sería tal vez un tanto a su favor. La prueba al cruzar el puente, la inocente espontaneidad… Tal vez solo un corazón puro podía atravesar la puerta estrecha, motivo por el que ni Sirizne ni Mariam podrían haber llegado hasta allí.

Así que si de inocente pureza se trataba, nadie como Branwen para interceder por ellos. Acababa de escuchar su voz con total claridad por primera vez en su vida diciendo a Adam que lo quería, extendiendo su cariño después a todos, y Nikita le había devuelto una sonrisa de alivio profundo al saber que había recobrado la voz. Ahora lo hacía de nuevo, sonreír como pudo a la vez que la animaba con un leve gesto de la cabeza cuando ella le cruzó la mirada. La chica parecía repasar una vez más la presencia de todos ellos, seguramente sintiendo en sus manos la responsabilidad de que salieran de allí con vida. Así era la pequeña Branwen, de esas personas que tienen la seguridad de que el mundo no se sostiene solo.

La voz de la chica y aquel acento suyo lleno de música resonó con claridad en la sala. Y con todo lo que más claramente sonó a oídos de Nikita fue su humilde sinceridad. Los matices de la voz humana le resultaban fascinantes. Había podido aprender de nuevo mucho sobre ellos al ser capaz de escuchar a Bediviere. Ahora que podía oírlos a todos, la voz de Branwen le sonó delicada como una brisa. Le pareció que flotaba en la sala casi pidiendo permiso para abrirse paso en el aire. Y aun con semejante suavidad, a Nikita le dio la impresión de que podía taladrar toda aquella piedra y penetrar hasta el corazón de los Señores de los Muertos. Él se sintió conmovido de una forma que le pareció que iba más allá del saber que su amiga había recuperado la voz o de imaginar cómo debía sentirse al tener que hablar ante semejante audiencia. De modo que allí, y de nuevo en presencia de los Pescadores, recordó que le había dicho al de la Guadaña que era un caballero de su alteza Branwen Glyndwr y Rákóczi,y en ese momento especialmente, con gran intensidad, sintió la verdad que revelaban aquellas palabras.

Pero a la voz cristalina de la muchacha siguió una muy diferente. Nikita sintió como la superficie de su cuerpo se cubría por esa sensación de estática que lo recorría ante lo que realmente le impresionaba. Tanto fue así que a pesar de la maravilla que tenía ante los ojos, Nikita los cerró para poder escuchar mejor cada uno de aquellos sonidos que parecían transmitirse a su interior como si de hecho le brotaran de dentro. La voz le recordó al calor que podía sentir en las piedras del muro del campo de amapolas, o la sensación de ser acunado por el vaivén del Cotone cuando viajaron por las profundidades. Y le dio la sensación de que sería capaz de aprender a entender los sonidos de la tierra al igual que era capaz de entender aquellas palabras. Que en realidad todo hablaba todo el tiempo, de un modo u otro.

Abrió los ojos cuando la voz de Oshemín sustituyó la de la monarca. Y solo entonces se dio cuenta de que debían responder a aquella petición que era en realidad como un regalo.

Sentía que cada palabra, cada gesto, era absolutamente determinante. Y en el silencio que siguió a las indicaciones de la cantante casi podía notar como se tensaba la urdimbre del destino dispuesta para recibir los trazados de la trama.

Por eso mismo pensó que no debía hablar antes de que lo hicieran otros cuyo derecho y voz allí se consideraban superiores. Él tomó aire despacio y profundo y lo soltó con idéntica parsimonia mientras cerraba los puños tratando de contener la tensión que sentía. Irguió su postura y pasó la mirada por sus amigos. Había llegado el momento de la verdad.

Notas de juego

Edito algo que sonaba raro. No releer.

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01/11/2021, 23:04
Branwen Glyndwr

'Esto es lo que siente el ápice de la convergencia' pasó por su cerebro, elevado sobre la punta de sus pies metafóricos, por los estímulos y sus resonancias. Le arrancó un quedo gemido enmarcado en un 'Ah' y le abrió mucho más los ojos.

Entendió varias cosas y las entendió de golpe. El calado de Adam interviniendo y la vibración en la cuerda del Futuro de esa acción, aclarándose como una onda. Tan intensa como la profusión de la penetración del habla de la Titanide sobre Branwen. O la lucidez de la confirmación de todo el cambio que se había ido labrando en ella desde ese primer día tan 'extraordinario'

La estela del 'Lenguaje de los Entes y la Cosas' bajó sus ecos muy profundo en su espíritu, y la llenó con él, además de con el significado. Asintió casi sin aliento a las preguntas. Aspiró y supo que, si se las hubieran hecho semanas atrás, su respuesta hubiera sido muy prosaica: 'No ser pobre'. Ahora se había 'enriquecido' de una manera que no hubiera pensado en primer lugar y creia saber decir lo que correspondía a cada cuestión. Viniendo todas ellas de no tener miedo.

-¿Vivir? Vivo por conseguir una Vida menos Ordinaria - confirmó con calma y libre de infulas.

- ¿Morir? Moriría por ellos - los señaló a los otros seis y luego lo abrió más alrededor y luego igual, pero hacia arriba - Mis sueños, se alimentan de esto mismo - se señaló mutuamente a ella y a los Titanes - de la naturalidad de la conversación en la que ambos buscan compartir sus respuestas. Del intercambio en paz. No el belicoso.

- Por encima de todo me gustaría - se filtró afán en las palabras y el ánimo de quien cree en la magia a los niveles más íntimos y cotidianos y siente esa magia en lo más pequeño y lo que se desprecia por insignificante o inferior y cree que una Nacion es una criatura con consciencia* - me gustaría saber si me podéis instruir que Soberano desea, para sí el Reino de Neptuno. O necesita.

- Pero mi pregunta no será plena sin las de mis compañeros. Son una parte de mi misma y mis intenciones no valen mucho sin ellos.

Notas de juego

*Editada esa frase no hace falta leer el resto.

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02/11/2021, 01:50
Bryony J. White

Los labios de Bryony se curvaron en una sonrisa al escuchar la voz de Bran. Aquel sonido era fuente de alivio y calidez, se dio cuenta de que lo había añorado en verdad, a pesar de que muchas veces le costase seguir el hilo de los discursos de la galesa. 

Sintió que con todo en su lugar las cosas irían mejor, más suaves y rodadas, y tras la voz dulce de Bran habló la mujer estatua gigante, con una modulación que le dio ganas de cerrar los ojos para sentir mejor sus sonidos y recovecos, como esos graves tan graves que te mueven las tripas sin que los oídos puedan percibirlos. Recordó el invierno anterior en Londres, una performance sobre espacios sonoros que había resultado ser una fumada total, pero en la que había recibido sonidos extrañísimos que ahora parecían encontrar su eco de algún modo en la voz de la titana. 

Las cuestiones que planteaba hicieron que la mirase con un destello de curiosidad y la cabeza ladeada. No se planteó si había una respuesta correcta o una que les ayudaría a salir de allí, simplemente escuchó las palabras de Bran y encontró cierta conexión con su primera respuesta, que le hizo mirarla con complicidad. 

Miró a sus compañeros un instante mientras ella hablaba, pero al final fue Bry quien tomó la palabra a continuación.

—Vivo por el arte —declaró, sin dudar, pero con cierto ensoñamiento en la mirada—. El arte en su esencia más pura. Sudo, respiro y sangro arte. Me alimenta y me nutre como nada más es capaz de hacerlo. 

Hizo una pausa y cuando siguió hablando su mano acompañó a su voz, en un gesto leve. 

—Muero por el tiempo, que no deja de avanzar, aunque no siempre en la misma dirección. Su corriente me lleva aunque trate de resistirme. El tiempo es tan inexorable como la muerte. 

«Y como Hacienda», pensó inevitablemente, pero se guardó aquella broma para sí. Con un pestañeo se centró en la siguiente cuestión para desgranar algo que llevaba carcomiéndola desde hacía tiempo. 

Necesito saber quién soy. Quién, qué y por qué. —Tragó saliva—. Y me gustaría saber si el poeta Josean está en vuestro reino.

Se detuvo apenas un instante antes de llegar al final.

—Son las emociones lo que alimenta mis sueños. La pasión. Sentir, por fuera y por dentro. No desperdiciar ni un segundo en la irrelevancia o la apatía.

Se inclinó en una reverencia al terminar y guardó silencio, dejando que fueran otros los que tomasen la palabra. 

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02/11/2021, 12:26
Adam Dyer

No eran muchas las veces que Adam se había sentido así en su vida... capitán general. El que da el paso al frente y dice, "ey... está todo controlado". Por eso cuando lo hizo y, aciago destino, no supuso un desastre total sino que funcionó como un reloj suizo, el muchacho no pudo evitar que se le rieran todos los huesos bajo la piel. Una sonrisa de par en par iluminó su cara que, aunque quedó parapetada por los velos, bozos y máscaras, resplandecía por entre las rendijas de su alma. Devolvió el asentimiento de buen rollito al dementor que le reconoció su labor y siguió el ritmo de la comitiva. No dijo palabra sobre lo que acababa de hacer ni admitió comentario alguno. Eso sí, el tacto y el contacto, físico y del otro, de Branwen sí fue admitido, agradecido y devuelto con todas las multiplicaciones posibles dadas las circunstancias pero, el truco de los Ibis le dejó un regusto de poder en los labios que tuvo que luchar para que no se le subiera a la cabeza como un licor en exceso dulce.

Honestamente, si de analizar el asunto con calma se tratase, no tenía la esperanza de saber hacerlo bien. La primera vez le salió de chiripa y las palabrejas del viejo aún le sonaban a chino mandarín, pero de algún modo había leído que aquello era lo que había de hacerse y, sin dudas ni miedos, cómo tener miedo de un pájaro cuando uno se encuentra literalmente a las puertas de la Muerte, se lanzó al ruedo sin dilación. Pero, insisto, si de analizar el hecho se trata, aquella segunda vez había sonado más asertivo en sus palabras. La mirada al alfa, no desafiante, pero sí de igual a igual le había dejado el corazón a mil por hora de adrenalina. ¿Y si había conectado con aquella forma de vida? ¿Y si Mariam tenía razón y ahora podría usar la brea del Capitán Tentáculo para transformarse en ibis? —Nota mental... probar esta movida en salir de aquí. Tampoco se pierde nada.

Los rugidos sordos de los hipopótamos pillaron por sorpresa a Adam que, imbuido en sus pensamientos, apenas había percibido lo mucho que aquel ascensor les había bajado hasta la estancia dónde les esperaban los señores de los M...

—¡Anda.... un pene de piedra gigante! pensó con risas entre dientes. Sin embargo pronto se reprendió por aquella ocurrencia infantil y, cuando pudo desprenderse de la máscara y observar cuánto allí se encontraba, se sintió pequeñito y ligeramente asustado. Branwen seguía allí, como junco bajo el vendaval, al final de su brazo adosada mano con mano. Compartiendo una mirada cómplice de "así que consorte, ¿eh?" a tenor de las presentaciones de Bry.

La cantante le recordó a quién él había confundido con Plixenia y ya no sabía si ella era Plixenia que aquí se presentaba con otro nombre o si Plixenia era también una cantante de la Corte de los Reyes de la Muerte que compartía look por una cuestión de dress code profesional. De cualquier modo, se la quedó mirando un rato con cierta intriga mezclada con descaro. No quería resultar intimidante, pero sí esperaba a que si ella le reconocía le pudiera dar más señas de su primer encuentro. Aunque todo apuntaba a que esa información, en caso de llegar, no sería en aquel momento. Oshemín parecía presta en sus labores como intérprete de sus amos y, lo otro, habría sido impropio del momento y del lugar. El tiempo marcaba las pautas y ahora lo que tocaba era desnudar el alma ante los titanes marmóreos. ¿Qué te hace vivir y qué te hace morir? Era como los tres deseos del genio de la lámpara, la visita al Mago de Oz y la carta a Papá Noel, todo junto y con plausible consecuencias fatales si uno no medía bien las palabras y los actos. Sin embargo, sus amigos tomaron con arrojo la encomienda y expusieron sus motivos.

Yo vivo por ser quien soy... lo que soy. Vivo para aprender a serlo... en toda su dimensión. Cada día prácticamente descubro una nueva faceta de mí. Humano, hada, príncipe, amigo, amado, amante... una mirada llena de amor y deseo viajó hasta Branwen. Y muero si no consigo desempeñar todos esos roles que el destino me depara. Necesito aprender. Necesito mejorar.

Adam suspiró pesadamente, sentía miedo y la voz le temblaba. Aún así, esta sonaba fuerte y cantarina al entrechocar por los recovecos de aquella estancia magnífica. 

Quisiera saber cómo confrontar con valor el poder que anida en mí. Otra de mis facetas... un poder primigenio, oscuro pero cálido. Ancestral. Al que quiero ponerme a su servicio para que también este sirva a mis propósitos. Hasta la fecha, este poder ha estado en mis sueños... robándome el descanso por culpa del miedo. El miedo ha dominado mis sueños... el miedo a que ese poder me consuma si yo no soy capaz de dominarlo.

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03/11/2021, 04:57
Ingvild Hoem

Aún no salía de su asombro por los poderes animalísticos demostrados por Adam,  o por las figuras de dos metros que les habían escoltado o por los hipopótamos que parecían sacados de un cuadro del Bosco, cuando se les pidió por fin tomar la palabra.

Ingvild escucha con atención las respuestas de sus compañeros y se da cuenta que, aunque de forma un tanto oblicua en algunos casos, mal que bien había intuído los deseos de cada uno, realización que la sorprende y le hace sentir cercana a su grupo de afinidad, como un cosquilleo de amistad, algo que por otra parte no podría afirmar de las seis o siete o tal vez cuatro personas en su lista de "amigos" que aún le responden los whatsapp (tres).

Y si bien aquella era una ocasión especial,  nadie había dicho nada de confidencias y discursos. ¿Porqué debían revelar deseos y miedos personales? Nadie nunca había hablado de eso. Ella ni siquiera figura en el mapa por la guerra de tronos fae, apenas era una anomalía familiar, una extravagancia que ocurre cada doscientos años en la línea de sangre Hoem, como la aparición de un tercer brazo (u ojo), y no está para nada dispuesta a abrir su corazón así como así ante extraños enmascarados cuyos encefalogramas probablemente no registren más que una línea recta (y ya no hablemos de electrocardiogramas), menos aún de aquella manera, como si fuera un concurso para dilucidar quién sería la próxima reina o rey de la belleza fae,  lejos de su intención está el caer en una situación de entrevista a la candidata top model, en primer lugar porque Ingvild no es candidata ni es top ni es model, aunque podría serlo si se lo propusiera (not), en cuyo caso sería una sofisticada modelo consciente de lo absurdo de su trabajo, una Paulina Porizkova pero aún más punzante (not), pero en todo caso no era lo uno ni lo otro y la posición en la que se encontraba demandaba que como una modelo de pacotilla dijera "Lo que más deseo es la paz mundial", y aunque por un instante consideró hacerlo, en tono de cancioncilla,  tampoco era idiota, aún conservaba cierto instinto de autopreservación tal vez un tanto exacerbado tras el encuentro junto a Bry con la Gran Dama.

¿Qué es lo que más desea en el mundo Ingvild? Dar con el paradero del Vermeer robado en 1990 del Stewart Gardner Museum y así completar su avistamiento personal de la obra completa de su pintor favorito. Absoluta y completa sumisión maternal. Bajar un poco de peso (ver caso Paulina Porizkova). Aprender Muay Thai. Convertirse en la curadora principal del Musée d'Orsay. La paz mundial. Que se vuelvan a juntar las Spice Girls. Etc, etc.

Pero desde poco tiempo antes de Astérope aquella lista debía ser actualizada. Se aclaró la garganta.

—Deseo que exista la paz entre los pueblos fae y los humanos —OK, a diferencia de un tribunal de viejos verdes de concurso de belleza aquellos seres sí tenían potestad sobre el asunto— Deseo entender mis poderes de manera de controlarlos y no ocasionar daño innecesario. Y ehm... deseo entender porque puñetas mantenéis como esclavos a los muertos del desembarco en Astérope cuando fuistéis vosotros en primer lugar quienes los matastéis, un caso que parece violar aquello de tener tu pastel y también comértelo— Esteeee, eso es todo —añadió corriéndose un mechón detras de la oreja— Por ahora.

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03/11/2021, 11:04
Bediviere Lafayette

Atendió la presentación de Branwen, expectante, preocupada, pero erguida. Era contradictorio, verla ser tan pequeña y tan grande a la vez. Tan joven y tan vieja. Tan inocente y tan sabia al mismo tiempo. Le pareció que Branwen era una contradicción hecha materia. Una hermosa y rara contradicción con cuernos hechos de piel de melocotón. Asintió tras ella, aunque no pudiera ver su gesto. Tenía su apoyo, y eso debía quedar claro en un momento tan crucial. 

Al responder, la voz de la enorme mujer de piedra hizo vibrar cada célula de su cuerpo. Cada milímetro de su piel porosa la sintió reverberar, surcando sus huesos, casi introduciéndose en su carne como intuía que quizá podía hacerlo aquello lo suficientemente incisivo como para sobrepasar aquella fina porcelana de la que estaba hecha. 

La petición, que era concesión a su vez, de la gran estatua marmórea, la dejaba con mil palabras tras los labios. Mil palabras de las que debía hacer un resumen escueto. Mil preguntas de las que debía escoger unas pocas. 

Desconocía tanto de si misma, y tenía tantas dudas sobre todo lo imaginable, que no fue capaz de hablar primero. Se vio en la necesidad de escuchar antes a sus compañeros, encontrando en tal acto además una buena idea. Las formas y el protocolo eran importantes. Y aunque ella supuestamente era hija de una ninfa con una suerte de título, no sabía hasta qué punto eso la ponía en una posición de poder o nobleza a ella. 

El discurso de Branwen se le antojaba humilde, aunque ella habría protestado al oírla decir que moriría por todos ellos. Uno no debía decir esas cosas a la ligera, ni ante entes que podían tomarse las palabras al pie de la letra. Morir por alguien era algo extremo, pensó, con la voz de la consciencia. Con la razón que da la experiencia. 

Bryony intervenía a continuación. Su discurso profundamente hedonista no la sorprendía, quizá incluso hasta sonaba tan artístico como el arte del que hablaba, pero no podía evitar sustituir eso de "No desperdiciar ni un segundo en la irrelevancia o la apatía" por "Huir del dolor y de mis propias emociones negativas a cualquier costo". Eran profundamente diferentes, pensó. Su relación con el dolor era profundamente diferente. Pero en cualquier caso, patológica, por ambas partes. 

Adam sonaba realista. Podía identificarse con sus palabras como si las hubiese dicho ella misma. Ella también tenía algo dentro. Algo antiguo que podía descontrolarse. Algo que la hacía temer y sufrir a partes iguales, aunque empezase a demostrar tener un potencial flexible, que no tenía por qué ser dañino de por si. 

- Soy Bediviere, tal y como ha dicho Lady Bryony. Soy hija de Láveda, Señora de las marismas. -dijo, presentándose ella misma, aunque ya lo hubiese hecho la británica. Iba a tener que conocer a su supuesta madre, por necesidad. Y si no le quedaba más remedio que marcharse a la otra punta del océano para enfrentarla, se podía permitir nombrarla. Después de todo, la sangre azul y el abolengo tenían peso entre los feer. Mucho más que entre los humanos, al parecer. Si por casualidad tenía algo de eso, aquel era el momento de aprovecharlo y hacerlo valer. 

- Yo vivo simplemente porque la vida es un regalo. Estar vivo es maravilloso, aunque uno no sepa la razón exacta por la que lo hace. Y un obsequio como ese, no debe menospreciarse. -dijo, notando cómo se le tensaba la garganta. Podía sonar irónico que precísamente ella dijera algo así. Pero sabía de lo que hablaba, a la perfección, y por eso hubo determinación, en sus palabras, a pesar de todo. 

- Muero por la culpabilidad. Por la tristeza profunda. Por la ignorancia. Y por ver mi mundo, mi casa, bañados en sangre. Esta guerra, que se me antoja fratricida, me mata por dentro.-expresó, poniendo su mano izquierda sobre el corazón. 

- Quisiera entenderme a mí misma, majestades. Entender mejor qué y quién soy, y por qué las sombras atienden a mi llamada y llenan mis venas. Quisiera saber si es verdad que el alma de un hombre joven y humano llamado Bryan me pertenece, y si puedo liberarlo de algún modo del vínculo estrecho que ha adquirido conmigo. Si puedo ayudarlo a transitar definitivamente, a descansar al fin. -pidió, sin poder evitar que le temblase la voz en aquel punto. 

- Lo que ahora alimenta mis sueños es la posibilidad de aprender a controlar lo que soy. De vivir en relativa paz. De ver un mañana en el que no tema por el fin de todo lo que conozco. 

 

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03/11/2021, 11:23
Nikita Pontecorvo

Si quisieras conocer de verdad a alguien —pues era aquello para lo que se suponía que habían sido convocados—, ¿qué preguntas deberías hacer? Por qué motivo vivir o morir. Cuáles son tus sueños y, no menos determinante, qué me pedirías si pensaras que puedo hacer mucho por ti. Y puede que además tener un olfato infalible para saber si se es totalmente sincero al responder. Aquellos que pesan las almas de los que ingresan en sus salones sin duda debían tenerlo, y eso mismo pensaba Nikita mientras escuchaba a sus amigos abrir sus corazones. ¿Quién soy? era la pregunta fundamental que reverberaba una y otra vez en la sala. Cómo saber de qué soy capaz y alcanzarlo, cómo no hacer daño a nadie.

Buscó de nuevo la mano de Bediviere una vez ella hubo terminado de hablar y la atención se desplazaba hacia Ingvild. La duda que la carcomía y de la que tanto dependía era expuesta por ella junto al resto de lo que anidaba en su corazón. Saber cómo liberar a Bryan era algo que anhelaba conocer también Nikita y la apretó levemente, tomando igualmente fuerzas de ella. Solo él y Frida faltaban aún por contestar y mientras buscaba aplomo, no pudo evitar esbozar una levísima sonrisa al escuchar a Ingvild.

Ella no habló de por qué vivía o moriría, probablemente nerviosa ante la situación, razonó el asteropés, pero se puso a demandar lo que deseaba como si hubiera frotado la lámpara maravillosa y ahora estuviera delante del genio. No se le escapó que incluso, como había hecho ya dos peticiones, parecía guardar la tercera para más adelante. Solo Ingvild era capaz de hacerle sonreír mientras eran observados por lo que parecían las estatuas vivientes de los dioses del Inframundo y la guardia de élite de sus espectros.

Pero Nikita aprovechó ese impulso ligero y la fortaleza y decisión que habían imprimido en el ambiente los demás para tomar aire y lanzarse él mismo. Apretó una vez más la mano de Bediviere antes de soltarla lentamente y buscando en su corazón se dio cuenta que prácticamente todo se podía resumir en una palabra. Más tarde Bediviere podría reírse de él y decirle de esa forma suya cariñosamente reprensiva, que era un cursi.

Mi señora —antes de seguir hablando se inclinó levemente hacia ella con una mano sobre el corazón—. Es una misma cosa la que me hace vivir, por la que moriría o alimenta mis sueños. El amor. Todo lo que hay de bueno en el mundo, en todos los mundos —se sintió en la necesidad de aclarar—. Proteger el Paraíso. Por ello querría pediros algo.

Habló mirando ahora a ambos soberanos. Buscar sus ojos hizo que se le desbocara el corazón presa de una suerte de exaltada excitación y del pavor que le provocaba pensar en aquello de lo que iba a hablar. E iba a hacerlo precisamente frente a los Soberanos de la Muerte. Pero de alguna forma compartían su naturaleza, pensó. Sus voces eran como las de las profundidades. Tal vez ellos...

Antes de venir hasta aquí hemos visto corrientes de magma avanzando para provocar el mayor desastre en milenios. Todos sufrirán, sin distinción. Se nos dijo que aún podía detenerse, pero no sabemos cómo. Si sus majestades pudieran hacerlo, o supieran quién o cómo…

Volvió a inclinarse, esta vez con mayor énfasis.

Os lo suplico.

Notas de juego

Edición sin importancia, no hace falta releer.

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04/11/2021, 20:24
Frida Farkas

Frida, pensativa, había esperado para hablar la última.

—Yo también vivo y muero por la pasión. El arte es mi forma de expresar el amor arrebatador y la congoja. Mi vida es un tributo a la belleza, un agradecimiento.

Suspiró. Caminó un paso hacia los titanes.

—¿Cómo hay que vivir para evitar esta parada en el camino?

Señaló con la palma de la mano, hacia afuera.

—¿Qué tabú han roto nuestros amigos? —y señaló a Adam—, ¿y su madre? ¿Qué han hecho o qué no han hecho, por lo que tienen que serviros?

Se cruzó los brazos.

—Joder, me gustaría tener una familia y ser feliz. Eso sería genial. No es que sea algo que me obsesiona pero si algo me gustaría que ocurriera. Así de simple.

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04/11/2021, 20:25
Director

Hubo un largo silencio, hasta que el titán hombre se levantó y caminó hacia Branwen, la de los cuernos de piel de melocotón. El suelo reaccionaba a cada uno de sus pasos como si estuviera pisando la piel de un tambor sin llegar a dar la impresión de que se fuera a hundir bajo sus pies. Se acuclilló agachándose hasta mirarla con su enorme cabeza directamente a los ojos.

Su voz sonaba análoga a la de su compañera, dando la sensación de que el aire que traía el sonido de sus respuestas llegaba a esa habitación después de un larguísimo viaje en el tiempo y en el espacio.

—Morir por ellos sería vano así que vivirás por ellos y añorarás tener una vida ordinaria, pero ésta te será vetada. El Reino de Neptuno no es para quien lo desea, será tuyo cuando llegue el momento. Así está escrito.

Se sentó con naturalidad, cruzando las piernas, y tendió una mano hacia Bryony ofreciendo su palma para que la tocara.

—La vía de la emotividad, de la pasión, te arrojará a la tristeza condenándote a la incomprensión. Tu camino lindará a la nada y allí, en esa soledad, las musas te hallarán y te enloquecerán y tu locura será el fermento del mundo. Grandes obras manarán de tu boca y de tus manos y de nutrirte el arte pasará a aniquilarte en su realización pues tu esencia es la del sacrificio humano. La inmolación te trerá la paz que te falta y solo así hallarás tu perfección.

Miró a la figura de los velos que había visto el vuelo de las aves y después a Adam.

—Tu destino es ser pastor de almas, caudillo. Guerrero. En esta era de oscuridad tu brillo señalará el camino, en tus manos estará que éste sea el camino recto. Has de conocer el desfiladero para ser el guía y levantar las columnas para que sostienen el puente que han de cruzar los muertos. El miedo, aprenderás a montarlo como un corcel fiel y con él podrás sembrar el mundo de destrucción o de paz. Vuestra unión —miró a Branwen—es la del día y la noche, en ella hallaréis la sabiduría que buscáis. Nada os seprará. La muerte no separa, une.

La mujer se levantó de su trono y se acercó a Bediviere. También se sentó junto a ella. Los tronos estaban labrados con pictogramas irreconocibles y la sala era prácticamente diáfana.

—Ese apego por la vida te hace inmortal y ese amor por ella es el origen de tu oscuridad. Esa persona que dices está unida a ti como tu lo estás a la vida. Es tu corriente la que le arrastra. En la quietud de tu profundidad se esconde el lodo de la creación, en esa oscuridad obran la vida y la muerte. Tu guardas la sustancia del mundo. Has de dejar que las formas se transformen en tu fondo. Deja de alimentarle, deja que sufra y cuando ese último vínculo, el del dolor, se rompa, serás libre. Y él tembién. Entiende al mundo y te entenderás a ti. Conócete a ti y conocerás a Tu Señor. Aprende que todo Le pertenece y serás libre.

Las guerras pasan, la muerte se lleva a los suyos, y todo sigue el curso. No ha de haber culpa en ello. El tiempo —paseó la mirada por todos—. El tiempo no existe, es solo una ilusión fruto del miedo.

El hombre volvió al trono y habló sentado en él. Miró a Nikita pero contestó primero a Frida.

—El mundo se ha llenado de fantasmas. Almas separadas del Espíritu caminan enloquecidas condenadas al olvido por la falta de sacrificios a los dioses. El canal que une el Cielo y la Tierra está roto. A vosotros corresponde reparar el templo ruinoso. Será eso o solo la muerte. Esta ciudad es la zanja en la que caen los desposeídos. Olvidados los pasos al otro lado los muertos de vuestro mundo vagan solitarios ¡Eso tiene que cambiar o pronto desbordarán nuestras murallas e invadirán las tierras de los vivos!

Dicho eso le habló a Niktia.

—El apocalipsis del que nos advertiste no ocurrió. La guerra que llorásteis en nuestra morada acabó.

Señaló al asteropés.

—Yo soy el guardián del paraíso. Tú me sucederás cuando mi forma se marche.

Varios de los hombres de los velos caminaron hacia Ingvild. La titan mujer se sentó como había hecho el hombre. Habló refiriéndose a Ingvild.

—No podemos mirar en un corazón que guarda silencio.

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04/11/2021, 20:25
Cantante

Tras unos segundos de silencio los señores de los velos se pusieron a correr una cortina, enorme como un telón, para tapar la visión de los titanes. La cantante les habló, dirigiéndose a Ingvild.

—Nuestros augures temen que te precipites al abismo cuando cruces al otro lado. Por seguridad, para no poner en peligro a ninguno de tus compañeros, cruzarás el puente sola, la última. También puedes quedarte aquí, el tiempo que estimes necesario.

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05/11/2021, 01:13
Bryony J. White

Mientras sus compañeros iban desgranando sueños, preguntas y anhelos, Bry los contemplaba, aunque solo una parte de ella estaba escuchándolos en realidad. Gran parte de su mente le daba vueltas a que todos ellos sabían ya de dónde venían, ya fuese que sus padres eran quienes los habían criado como sus hijos o se tratase de hadas que habían logrado encontrar en el camino. Todos, salvo Frida y ella misma, que solo tenían una sangre de un color inusual como signo de un origen desconocido. 

Reconectó de nuevo precisamente cuando Frida intervino y sus palabras le sacaron una pequeña sonrisa de entendimiento. En el largo silencio que siguió a sus palabras, Bryony empezó a impacientarse. Su mirada se movió por el lugar y se detuvo en la cantante algunos segundos, para después regresar a los titanes, y hasta jugueteó con la idea de hablar de nuevo, solo para que algo sucediese de una vez. 

Cuando ya estaba a punto de decir algo, el gigante se puso en pie y cortó aquel impulso que se desdibujó en la expectación que cosquilleaba bajo su piel. 

Escuchó con atención lo que le dijo a Bran, encontrando una belleza evocadora en la poesía de sus palabras, pero también disconforme con lo que le vaticinaban a la galesa. Cuando se sentó ante ellas y le ofreció la mano, no se lo pensó ni medio segundo, alargó los dedos para tocarla, con cuidado, casi con reverencia, dejando que su tacto la llenase desde los poros de las yemas de sus dedos hasta dejar un estremecimiento sensorial en su espalda. 

Se bebió las palabras que le dedicaba a ella, con los ojos fijos en sus labios de piedra y el aliento contenido en un nido a la altura de su garganta. Sin embargo, a medida que aquella criatura le prometía tristeza, locura y sacrificio, una fina arruguita se fue formando en el ceño de Bryony. No tenía claro qué había esperado, pero aquello no se parecía en nada, eso seguro. Y sus preguntas no habían encontrado respuestas. Apretó los labios cuando los ojos del titán se fueron hacia Adam, aún con su mano sobre la de él. 

Se concentró en escuchar lo que le decían a los demás y negó con la cabeza en silencio, un gesto pequeño, casi imperceptible, con el que negaba las palabras que le había dedicado a ella. Pero a pesar de esa negación, sintió frío por dentro cuando el hombre se levantó y regresó a su trono. 

El telón se cerró, el espectáculo había terminado y no les habían pedido nada. Pensó en las advertencias de Mariam y estas encontraron su eco cuando la cantante habló a Ingvild diciéndole que debía quedarse atrás. Se acercó a ella y puso una mano en su brazo, apoyándola. 

—Entramos todos y debemos salir todos también. Gracias por la preocupación, pero si es peligroso, yo me quedaré con ella y pasaremos las dos juntas. Conmigo estará bien. Puedo llevarla en un bolsillo y prevenir así cualquier tentación de precipitarse por ningún sitio. O puedo esperar aquí con ella hasta que esté lista para pasar. —Miró a su amiga y le dedicó una sonrisa cálida—. Me quedo contigo, Ing. No te dejaré sola. 

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05/11/2021, 11:20
Nikita Pontecorvo

Uno no viaja a las Puertas de la Noche, se encuentra con los soberanos del Inframundo y vuelve siendo el mismo. No hay impunidad en un viaje semejante y quienes lo han emprendido, a lo largo de los siglos, tal vez descubrieran demasiado tarde hasta qué punto esto era así. Ellos, a diferencia de otros, no lo habían emprendido voluntariamente, pero eso había sido así solo en un principio. En un último momento se les había ofrecido no adentrarse hasta el salón donde los velos caen. Y fuera por inconsciencia, fuera por curiosidad, por sentido del deber, compañerismo o verdadero afán por conocer lo que allí les esperaba, todos lo habían hecho.

¿Nikita se arrepentía de haber entrado? Lo que se había expuesto allí era de tal magnitud que el concepto de arrepentimiento no podía entrar en su cabeza. Es como si a uno le dijeran si estaba arrepentido de saber que el sol salía cada mañana o que un día iba a morir. Conocer una verdad que no es una mera información sino un acto transformador, era en realidad tan necesario para ellos como el aire. Hubieran escuchado aquellas palabras o no, lo que allí se les exponía era su propia verdad, de algún modo, y aunque tal vez no fuera completa, más valía conocerla si uno quería ser capaz de enfrentarla desde la posición del que no se deja simplemente arrollar.

Y aunque la impresión ante el sonido de sus voces fuera tan profunda, cedió pronto ante el sentido de sus palabras. A Nikita le dio la sensación de que a Bryony le mostraban que no se puede vivir por el arte si no se está dispuesto a morir por él. Y aunque esta aniquilación pudiera ser simbólica, prometía un camino arduo de dolor a cambio de un poder creativo que estaba seguro que no era capaz de calibrar.

El destino de Branwen y Adam se imbricaba más y más y la misión que se les encomendaba era de tal magnitud que observó a sus amigos con preocupación y un destello de admiración en los ojos. Sintió que se necesitaban profundamente el uno al otro y quiso estar ahí también para ellos.

Las palabras para Bediviere le resultaron hermosas. Después de tanta revelación terrible en casa de Sirizne, allí se perfilaba al fin la verdadera profundidad de su naturaleza, y aunque el proceso no estaría exento de dolor, también el camino para liberar a Bryan.

La respuesta para Frida y la que le dio a Adam le pareció que se complementaban. Se le había dicho a su amigo que debía afianzar las columnas para el paso de los muertos, a ella se tenían que reconstruir el “templo”, los lazos entre el cielo y la tierra. Parecían cosas destinadas a un rey una, a un sacerdote la otra, pero recordó las palabras de Mariam acerca de la conexión de Adam con la fuerza ancestral de aquellos que habitaban la isla antes que hombres y feer. Tal vez él pudiera alcanzar el conocimiento para restañar lo que una vez existió y se había roto. Y no estaría solo.

Y luego se dirigieron a él. Saber que la devastación había sido detenida le permitió llenar sus pulmones. Y sin embargo, en las palabras del soberano le pareció entender que, efectivamente, volverían y un tiempo habría pasado. ¿Cuánto? Su familia lo habría dado por muerto, pensó con angustia. Pero no, eso nunca. Seguirían buscando mientras hubiera una mínima esperanza, y de pronto se puso mucho más tenso y deseó poder salir de allí cuanto antes, llamarles, decirles que estaba vivo. Todo ello en una fracción de segundo, hasta que aquella ansiedad se quebró en un millón de astillas ante la revelación posterior.

Se podría decir que entendió las palabras pero su mente se cerró a nada más. “Tú me sucederás”, pero aquello no tenía sentido. ¿Quién era él? Solo Nikita. Solo el chico sordo del barrio portuario de Morrisley. Un Pontecorvo. El hada que quería aprender a construir maravillas como el Cotone.

Hasta que las palabras dedicadas a Ingvild lo sacudieron con la fuerza necesaria para enterrar por el momento aquello en su interior.

No… no…

El velo se alzaba de nuevo y lo Invisible volvía a su lugar.

Miraba a la noruega y a Bryony mientras ésta respondía decidida a la cantante. Pero no cabían trucos, pensó él. No era simplemente una tentación a precipitarse ni valdría que se convirtiera en una pequeña hada que cupiera en un bolsillo. Con el rostro desencajado por el temor, extendió el brazo y sin pensar si aquello estaba bien o no, tomó la mano de la cantante.

Oshemín, ¡por favor! Ha habido algún error. ¡Díselo, Ingvild! Solo estaba nerviosa, todos los estamos. Y asustados. Ella es la misma persona que entró. La misma persona que entró…

Negaba con la cabeza buscando con mirada suplicante los ojos de la mujer. Con la mano libre señaló hacia el telón.

Díselo, ¡por favor!