Partida Rol por web

Astérope

La Ciudad de los Muertos

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05/11/2021, 11:45
Bediviere Lafayette

Los gigantes de piedra se levantaron de sus respectivos tronos. Conversaron con ellos, poniéndose a su nivel. Un detalle que no pasó desapercibido ante los ojos de Bediviere.

Tomó aire, una bocanada profunda y espesa, cuando escuchó de nuevo aquellas voces profundas, cargadas de revelaciones.

Lo que decían a Bryony de algún modo, no la sorprendía. Algo en su interior intuía que la manera en la que se aislaba y huía de todo sumergiéndose en el arte, acabaría con ella de manera literal o figurada. Era frágil. Valiente, pero frágil.

A Adam y a Branwen se les colocaba sobre los hombros una carga. Una responsabilidad fundamental. Una tarea digna de una historia de Homero. Sin embargo, aquella era una tarea imposible si uno miraba el tiempo con ojos humanos. Y ellos no lo eran. El tiempo, como bien decía Ella, era tan solo una perspectiva infundada en el miedo. Era difícil asimilarlo, cuando habías vivido anclado al tiempo desde que tu memoria era capaz de recordar. Pero comenzaba a ser consciente. La guerra había terminado. El cataclismo no había sucedido. La sensación de haber pasado mucho tiempo en aquella ciudad no debía ser una percepción subjetiva. Habría pasado mucho tiempo, en términos mortales y mundanos, cuando abandonasen aquella ciudad. ¿Podría ver ella las consecuencias de ese avance inexorable antes de tener que enfrentar a la feer que la trajo a la vida y a su propia naturaleza?

La Eva de piedra se sentó a su lado. Bediviere la contempló, con respeto, admiración y asombro. Las palabras que le dedicaba a ella, humedecían de nuevo sus pupilas. Esta vez con una suerte de alivio ancestral, que aligeraba la carga que soportaba a sus espaldas y que pendía de su corazón. Entendió de súbito muchas cosas, aunque no comprendiese otras. Entendió que no había muerto cuando había intentado dejar de existir, porque en el fondo, su esencia, su naturaleza, se aferraba con uñas y dientes a la vida. La oscuridad que emergía del lodo de la creación, y el agua en la que podía respirar, la habían salvado. Habían sido la diferencia, el pequeño paso que separaba la agonía de lo incierto. 

 

Saber además que la libertad de Bryan dependía de ella, y no de nadie más, la tranquilizaba. Sabía que sería difícil, y que los dos sufrirían, pero sería el dolor que sentía uno al despegarse un vendaje para limpiarse las heridas. Un dolor necesario, que a pesar de todo la hacía tragar saliva en aquel instante. 

 

Se volvió a preguntar quién era Él, que sin duda debía ser el mismo dios del que había hablado Sirizne. La había llamado hija de Zeus. Le había dicho que todas las ninfas eran hijas del mismo dios. Al parecer, tendría que comprenderlo a Él también, para entenderse a si misma, pensó, antes de que el hombre de piedra respondiese a Frida y a Nikita. 

 

Saber que había un motivo, que aquella gente se encontraba llenando las calles de la Ciudad de los Muertos porque no tenía otro lugar al que ir, habiéndose roto el camino por el que podían transitar, también le ofrecía alivio. Tenía una causa. Podía resolverse, aunque fuese difícil. Y cuando lo hicieran, muchos descansarían, al fin. Incluído Bryan. Incluída Carme, quizá. Y Frida, y todos sus compañeros, y todos los que habían perdido la vida en la guerra, ya fuese en Sassaneva, en Nueva Orleans o en cualquier otro lugar. 

 

Aún mantenía una de sus manos, sobre el corazón, cuando el hombre de piedra se llamaba a si mismo Guardían del Paraíso, y nombraba a Nikita su sucesor. Decir que aquello la dejaba aún más pálida de lo que era, habría sido una sentencia escueta, para la impresión que le causaba esa revelación. Pero tras el impacto inicial, de algún modo, supo que así era. Ellos mismos habían jurado proteger el Paraíso. Juntos. Y un día habría otro Adán de piedra. Otra Eva.Quizá ellos. ¿Quién sabe? No era algo que pudiera ocurrir pasado mañana. Seguramente, para entonces, y si seguían presentes en el mundo, su perspectiva habría cambiado absolutamente. Habrían visto eones pasar, quizá, porque ella era inmortal, y él era indestructible. Y si eso era así, su propio viaje sería un suspiro, o eso quiso pensar. 

 

Vio a las figuras de los velos acercarse a Ingvild y se tensó involuntariamente. No había que ser muy observador para entender que ella había decidido no ser del todo honesta. Que había respondido con palabras vacías que no sentía a las preguntas de los titanes. Y quizá eso había añadido peso a su alma, a su corazón, que al fin y al cabo era lo que había inclinado la balanza hasta el punto correcto.

 

Bryony entraba en un nuevo bucle de negación de la realidad, aunque su intención fuese la de no dejar a Ingvild sola. Nikita, sin embargo, entendía que lo que proponía la británica no solucionaría nada. A la realidad de una posible precipitación, se añadía lo que ya les había advertido Mariam. Los Señores de los Muertos iban a querer hacer un intercambio. Y aquella era la excusa perfecta. No podían dejar a Ingvild allí. No podían dejarla sola. Y no podían desdeñar la posibilidad de que esa fuese una prueba más. De que si actuaban de manera egoísta y dejaban sola a su compañera, fuesen sus almas las que adquiriesen mayor peso y fuesen ellos los que se precipitasen al abismo.

 

Se acercó, a Ingvild Bryony y Nikita. Posó la mirada sobre Oshemin, al ser consciente de que el asteropense sostenía ahora su mano. La miró, tratando de soterrar la amenaza, pidiéndole, con su gesto, que permitiese aquel atrevimiento. Que no se lo tomase como una ofensa.

Ella, por su parte, miró seriamente a las chicas- Esa balanza no mide el peso de nuestro cuerpo. Si fuera así, el simple peso material de Mariam, de Sirizne, o de los difuntos, no habría afectado a penas nuestro paso hacia la sala del Trono.-apuntó- Miden nuestros corazones, o nuestras almas. No estoy segura de qué exactamente, pero sí intuyo que no es algo que se pueda solucionar con una reducción de tamaño. -explicó, tratando de sonar serena. Atrás quedaba, en su cabeza, cada palabra cruel que le habían dedicado. Ahora ellas también sabían que podían hacer daño sin pretenderlo. Que podían ser la belleza o el horror. Y que podían poner en peligro a sus compañeros. No estaban en posición de juzgarla, y Bediviere no iba a juzgar tampoco. Eran compañeras. Habían llegado juntas, y se habían ido juntas.

- Esto es serio.-determinó, apoyando una mano sobre el hombro de Ingvild, mientras la miraba, seria, determinada- No has sido honesta, Ingvild. Era el momento de ser honesta. Sé honesta antes de pasar. Descarga el peso de tu alma. ¿Qué es lo que no has dicho? ¿Qué has callado? ¿En qué has mentido? Si no lo vas a hacer delante de los Señores de los Muertos hazlo al menos ante sus emisarios. Ante nosotros. Sincérate, y tu corazón pesará menos. Habla ahora, o caeremos todos al abismo, contigo.

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06/11/2021, 03:47
Ingvild Hoem

El aire, que al principio olía a narciso y a pino, a esperanza y ansiedad, súbitamente comenzó a tornarse tórrido, pesado, polvoriento, conforme cada palabra caía como una sentencia dirigida a sus amigos. Ingvild, testigo silenciosa de como las nubes oscuras comenzaban a acecharlos,  por una vez se alegró de no abrir (demasiado) la boca. Si no abres la boca no puedes liarla, más claro echarle agua, no había grietas en el pavimento sobre el que pisaba, y si bien hasta entonces había compartido un sentimiento de desesperación por los presagios, no había sentido aún la mordaz caricia de la crisis hasta que varios de los hombres velados comenzaron a aproximársele y la cantante se dirigió hacia ella. Un frío como de ventisca se extendió por sus extremidades. Abrió y cerró la boca, aturdida, como si de repente todo su organismo se hubiera congelado en una extraña pausa interior. Ingvild compone una expresión de cara de galleta,  el labio superior oculto por el inferior, gesto involuntario que no logra reprimir toda vez que se encuentra verdaderamente aterrada o avergonzada, e intenta no ponerse a temblar como una idiota.

Por fortuna Bry se acercó, apoyando una mano sobre su brazo, Ingvild no se cree la resolución ni la valentía ni la hermosa sonrisa que su amiga le dedica mientras procura mejorar su situación, más aún después de todas las cosas horribles que acaban de informarle que le depara el destino, y tiene que hacer un esfuerzo descomunal para no ponerse a llorar ahí mismo, como una tonta, y de hecho una lagrimilla escapa unos breves instantes antes de ser rápidamente limpiada por el dorso de su mano.

—Oh, Bryyy... gracias... eres un sol.

El resto de sus amigos también reaccionan y el miedo que sentía hasta entonces se transforma en gratitud, gratitud por todos ellos que aún procesando el reciente golpe de sus respectivos destinos están ahí para apoyarla, un apoyo que ella no cree merecer, menos aún en el caso de B., a quien apenas alcanza a musitar un confundido "Lo siento" al sentir su mano en el hombro. Pero a la hora de la verdad Ingvild no tiene cojones de hormigón armado como Bediviere, ni la desfachatez y audacia de Bryony, ni la honestidad implacable de Nikita, ni la encantadora luz de Branwen, ni la honesta vulnerabilidad de Adam. No, lo que tiene es un baúl lleno de inseguridades que camufla con varias mantas de diversos colores, mantas cuyas etiquetas rezan arte, responsabilidad social, política, solidaridad, etc. y conforme una va destapando cada manta se encuentra que la siguiente está cada vez más sucia y deslucida, deshilachada, hasta que al final no queda nada más que envidia y verguenza y vacío.

—Miren  —explicó a los señores de aquel reino— No iba a hablar, porque siempre que hablo en situaciones así la lío. Cosas malas suceden. Una hada poderosa me quiere borrar del mapa. Un árbol ajeno termina dañado —aguarda dos alientos antes de continuar— ¿Qué queréis que os diga? ¿Que me gustaría ser más como Bry, quien es arte y musa al mismo tiempo? Yo no soy más que una farsante que apenas se expresa mediante triquiñuelas tecnológicas... Yo creo que es la envidia la que explica mi capacidad de apropiarme de lo ajeno. ¿Qué queréis escuchar? A veces creo que soy como una sombra, una sombra que se alimenta de la luz ajena, ni siquiera una sombra, más bien una nada. Un desperdicio de espacio. Tiempo. Espacio y tiempo —vuelve a guardar silencio, con el rostro bañado en lágrimas, pero al continuar lo hace como si hubiera cogido carrerilla y hasta se nota cierto enfado en su tono de voz— Pero ahora que he escuchado lo que depara a mis amigos, más convencida estoy de que debo callar, no quiero vivir el resto de mi vida angustiada. Y si mi retención en este reino no es más que un chantaje para que sea franca con vosotros,  o alguna clase de retorcido experimento social, me corto la lengua antes de decir esta boca es mía —dijo en tono desafiante pese a las lágrimas— Pero si de verdad creéis que puedo ser una amenaza para mis amigos... entonces sí... acepto vuestras palabras, y permaneceré aquí el tiempo que haga falta... para arreglar lo que sea que está roto en mi.

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06/11/2021, 16:40
Adam Dyer

Adam sintió de pronto tanto peso sobre sí mismo que sus rodillas tambalearon y tuvo que recolocarse. La sola presencia de aquellos dos seres le había dejado sin energía. Eran demasiado grandes en un sentido no físico del término como para no sentirse a su merced. Demasiado sabios, poderosos, peligrosos, ominosos... pero también magníficos y rutilantes. Eran, en un sentido absoluto, demasiado. Punto. Sin duda, el chico no podría haber estado jamás preparado para aquellas revelaciones que le aterraban y le magnificaban a partes iguales. Se esperaban grandes cosas de él... er... de ellos. Locura, sacrificio, reinado, sucesión, reconstrucción. Tenían grandes personajes que interpretar en la super producción que se estaba rodando. Y sus respectivos representantes se habían tomado el día libre. Estaban jodidos y tenían todas las cartas en su contra. Y aún así, de un modo extraño, saber hacia dónde va tu vida, aunque sea algo tan terrible como ser Pastor de Almas, otorgaba cierta tranquilidad. El miedo, una vez más, hacía presa de su víctima atenazándole para susurrarle al oído que ya jamás podrían estar separados. Él mismo, el propio Adam, habría de convertirse en miedo, asumir su naturaleza y aprehender a quienes le temieran para, piadosamente, otorgarles la paz que la muerte promete. No era fácil de asumir. Si bien aquel asunto de fuerza primordial cuya negrura podía ser maleada para transformarse en animales sonaba a superpoderes de los molones, ser una alegoría de la Parca era, básicamente, una puta mierda. 

Sus amigos debían de estar más o menos como él. Se había abstraído unos segundos pensando en todo aquello y no había percibido que a la pobre Ingvild le había tocado bailar con la más fea. ¿Qué era aquello? ¿Su destino... un castigo... un secuestro? Adam, particularmente no se sentía prisionero de los titanes de piedra. Sentía de verdad que podía irse en cualquier momento. Es más, incluso sentía que a la propia Ingvild tampoco le habían prohibido volver al mundo de los vivos. Había sonado más bien a la advertencia de Vito Corleone a sus capos... cuidado con lo que dices, con lo que piensas, con lo que sientes. Sonaba chungo... pero no era una sentencia de muerte. Lo que no quitaba que la reacción de la noruega y del resto se le antojase lógica. Propia. Humana. "Vivir juntos... morir solos" que decían en Lost.

Y una polla como una olla. —pensó Adam súbitamente resuelto. —Yo me quedo. —anunció calmado. —No hay nada que me apetezca menos en mi vida que convertirme en un Pastor de Almas. Esa es la verdad. Pero según parece no hay opción. Es lo que hay, ¿no? —el tono del chico sonó capcioso. Casi desafiante. Era consciente que la corte entera estaba escuchando a pesar de que los titanes hubieran cerrado las cortinas en una especie de pantomima al estilo El mago de Oz. ¿Y si tras aquellas marionetas pétreas había un hombrecillo, hasta el culo de complejos, que manejaba los hilos de forma torticera? ¿Y si aquella teoría de Branwen de la mano siniestra tras los velos era en verdad más acertada de lo que pudiera haber pensado en un principio? —Pues eso. Que me quedo y aprendo el oficio de primera mano. Y de paso que me expliquen cómo he de hacer eso de reconstruir el puente que une ambos mundos, orillas o lo que sea. Si además me tengo que sacar una ingeniería pues así sea. Joder... será por tiempo.

El chico se acercó al grueso de la gente. Todos se arremolinaban a Ingvild tratando de consolarla, apoyarla y, by the way, empujarla con cariño pero sin pausa a tener aquella epifanía que los Señores de la Muerte le habían pedido. Ya estaba a mitad de camino... en mitad de una buena llantina y sacando mierda de las tripas.

Tranquila Ing. Respira y controla, tía... no te vuelvas loca. Ni tu, ni yo, ni nadie... ni estos—apuntó señalando cuanto allí había—opinan que eres "nadie". Si no sabes quien eres, qué eres o de qué palo vas, no pasa nada. Para, respira, piensa... siente. Y tómate todo el tiempo que necesites. De eso va esto. Estamos en un limbo en el que el tiempo va a otro ritmo. Yo voy a estar aquí hasta que tu alma sea tan ligera como sea necesario. Pero no creo que esa catarsis pase por pasar un mal rato. Joder... ni que esto fuese una sesión de psicoterapia. He hecho muchas de esas, créeme. He llorado mucho un descosido y, hazme caso, no sirve para nada. 

Adam sonaba agrio. Sabio. Anciano. Hablaba de tiempo y eso parecía que había pasado por encima de él. Mil años, nada menos. Seguía hablando de más. Seguía sonando superficial. Seguía ladrándole al viento y casi con toda seguridad, seguía mereciendo la hostia que Mariam había estado a punto de soltarle en casa de Sirizne para que se callara. Al menos allí, aún sonando a gilipollas, quejicoso y pusilánime, marca de la casa AdamTM, lo hacía intentando dar apoyo, consuelo y un sólido hombro sobre el que llorar a su amiga. Ingvild y él no habían tenido demasiado contacto a lo largo de aquellas semanas tan intensas. Sin embargo, Adam no iba a hacer distinción. El concepto "grupo de afinidad" había trascendido la terminología universitaria. Eran una jodida familia. Y la familia se espera en el Reino de los Muertos a que el que no esté del todo preparado para partir, lo esté. Y punto.

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06/11/2021, 21:17
Bediviere Lafayette

Las palabras de Ingvild le resultaban demasiado familiares. Demasiado propias, como para que no fuesen, de alguna manera, difíciles de escuchar. La veía, queriendo enrocarse y derrumbándose al mismo tiempo, y apretaba con algo más de fuerza su hombro. 

Escuchaba a Adam, y lo miraba a él, a los demás, y a Oshemin- No. No... Ingvild no se está volviendo loca. Nadie se está volviendo loco. Estamos siendo jodidamente valientes. Estamos enfrentando cosas que la mayoría de la gente es incapaz de enfrentar, y estamos aquí, y ahora, de una pieza.-dijo, determinada- Toda catarsis pasa por un momento de dolor. No hay alivio si no hay dolor. ¿Quiénes seríamos, cada uno de nosotros, si jamás hubiésemos llorado? ¿Quiénes seríamos si nunca hubiésemos sufrido? ¿Seríamos capaces de apreciar lo más mínimo nuestra vida? ¿Seríamos capaces de sentir empatía sin saber lo que es el dolor? ¡No! Maldita sea, ¿es que no lo veis?-añadió, sin poder evitar teñir sus palabras de cierto tono indignado.

No hemos venido hasta aquí para dar la espalda a lo que nos come por dentro. Hemos venido hasta aquí porque hemos tenido los santos cojones de enfrentarlo. A todos nos ha tocado. Deja que Ingvild pueda hacerlo también. Deja que pueda enfrentarse a sus propios demonios. Tiene todo el derecho.-dijo, dirigiéndose específicamente a Adam. Sonaba tajante, pero aquello era tan solo producto de la necesidad del momento. No había ira en su voz. Había tristeza, temor y preocupación, pero no ira. 

No huyáis de vosotros mismos. Miráos al espejo. Admitid lo que pensáis. Lo que creéis que sois y lo que sois de verdad. Lo que os asusta y lo que os apasiona. Porque de eso va crecer, madurar y vivir. De observarnos, aprender, y avanzar. De caernos, una y otra vez, reír y soñar entre caídas, y ser capaces de levantarnos una vez tras otra.-abarcaba a todos los presentes, con un gesto de su mano- Si Ingvild no hubiese dicho jamás que se siente como una nada, como una sombra, la sombra quizá se la habría comido. Pero nos lo ha dicho... Y ante eso... Sólo puedo decir que la entiendo. -aseguró, tragando saliva- Pero ninguno de nosotros es una nada ni mucho menos. Y ¿sabéis qué? Ser una sombra es jodidamente asombroso. -especificó, abriendo más los ojos.

-  Y todos hemos hecho cosas increíbles en estas últimas semanas. Si alguien aquí es una sombra, es una sombra jodidamente espectacular. -incidió, mirando fijamente a la noruega- Ingvild, eres libre de hacer lo que creas mejor para ti. Pero lo que deban decirte no está escrito en piedra. Ninguno de nuestros destinos está escrito en piedra. Habrá cosas que no podamos evitar, seguro. Pero habrá otras que dependan absolutamente de nosotros. Y el dolor... El dolor es el mejor profesor que existe en esta vida. Porque sin él, no sabríamos valorar nada. No hay que tenerle miedo. Hay que mirarlo a la cara. Hay que hablar con él. Hay que aprender a darle la mano sin que nos agarre del codo y nos arrastre.-determinó, respirando hondo, soltándose de la chica- Y una revelación. Una jodida revelación, después de todo lo que hemos pasado... De todo lo que hemos visto... ¿Qué es, al fin y al cabo? Es sólo algo con lo que debemos contar de aquí en adelante. Algo que nos permitirá administrar mejor nuestras decisiones. Pero no la vida entera que nos quede, ni algo que vaya a suceder mañana mismo.

Guardó silencio, durante un instante. No sabía qué mosca la había picado. O sí. La cuestión es que ni siquiera pensaba lo que decía. Le salía de dentro, fluído como el agua.

Ingvild, eres una chica divertida, molesta en el sentido más hermoso de la palabra. Jodidamente adorable. Justiciera. Rebelde. Soñadora y valiente a pesar del miedo. Hermosa como mujer.-la tomó de la mano, apretándola entre las suyas, que eran del tacto de la porcelana fina y porosa- No tienes que ser más como Bry, ni como nadie más. Porque tú eres tú. Y encima eres capaz de volar, literalmente. ¿Crees que una nada podría volar? ¿Que una sombra podría? ¿Que si no fueras tú, podrías hacer algo que ninguno de nosotros es capaz de hacer? Ya te digo yo que las sombras no vuelan, ¡maldita sea!. -dijo, con las pupilas, negras como ala de cuervo, empañadas y fijas en ella- ¡Mírate y atrévete a decirme otra vez a la cara que eres una nada! ¡Una sombra, como si eso fuera cualquier cosa! ¡No! 

 

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06/11/2021, 21:21
Nikita Pontecorvo

Nikita soltó la mano de Oshemín mientras escuchaba a Ingvild vomitar el dolor que llevaba dentro. Miedo, nervios, vergüenza. La incapacidad de saber si era mejor o peor hablar ante una situación tan terrible y magnífica como aquella. Todo la superaba, al igual que al resto. Nikita miró momentáneamente a la cantante tratando de ver qué decían sus ojos ante lo que estaba oyendo. Si los Señores de los Muertos habían hablado de un corazón que no se abría, en aquel momento Ingvild lo estaba abriendo infinitamente más de lo que había hecho el resto.

Escuchó atento también las palabras de Adam. Al igual que Ingvild y Bryony antes, se ofrecía a quedarse, y ante aquella perspectiva, Nikita notaba cómo se le encogía el corazón. Temía perderlos para siempre, que si llegaban a salir algún día hubiera pasado tanto tiempo que ya no estuviera allí para verlos. Y había tanto que hacer. Tanto que aprender. Astérope y la Atlántida, el reino de Branwen, no estaba en aquel lugar. Y no sabía si lo estaría el conocimiento para volver a conectar el cielo y la tierra como pensaba Adam. Aquello era en realidad una muralla que mantenía separado el reino de los vivos y los muertos. Un dique de contención que protegía el mundo de una inundación infinitamente peor que la del maremoto tras un cataclismo de niveles cósmicos.

Al final has dicho cosas mucho más difíciles que las que se te pedían —añadió tras las palabras de Bediviere hablando a Ingvild con cariño—. No tengas miedo a lo que se te pueda revelar aquí. Yo no sé qué implica y qué no lo que se me ha dicho. Pero sé que como sea haré lo que piense que deba hacer en cada momento. Y que si he de ser un guardián cuando el rey desaparezca, pues… —miró un instante hacia la cortina tras la que se habían retirado— . Ya ha desaparecido para mí. Así que mi tarea empieza ahora.

Nikita se acercó un poco más a la chica. Un destello de complicidad despuntó en sus ojos.

No te imagino a ti tampoco haciendo algo diferente a lo que pienses que debes hacer en cada momento, se te diga lo que se te diga. Somos nosotros los que averiguaremos quiénes somos, Ingvild. El mundo se encargará de ayudarnos o de enfrentrarnos con ello, por la fuerza muchas veces. Pero huir de eso, aunque pudiéramos, no nos hará felices.

Nikita desvió durante un instante la mirada hacia los Pescadores. Ellos parecían ser los augures allí. Después se giró de nuevo hacia Oshemín y le preguntó con verdadero convencimiento y franqueza.

¿Está preparada ahora?

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08/11/2021, 19:10
Ingvild Hoem

Branwen: 

- ¡Cielos! - espetó con suavidad maravillada de la respuesta de todos, rebosante de intensidad, sentimiento e inspiración. Le puso cimientos a su sonrisa, no con diversión (si alguien estaba sacando un buen rato en general debía ser de un modo extraño) pero si con satisfacción. El agradecimiento sin adornos de la camaradería y ya un poquito más.

Ya que había tomado puerto en una de sus manos lo naturalizó entrelazándola con sus pequeños dedos con la de ella y luego más allá un brazo con otro. Casi como si lo que viniera fuera a ser un paseo sin embargo realmente como también una declaración de que donde vas tú voy yo.

- Lind di Long , Hermosura, Ling di Long y respiremos hondo - le comentó tomando calma del aire  al inspirar y creyendo que lo corto era lo mejor después de todo lo que se había dicho - Lo que es, Es, Bellezon - asintió con pausa y una consciencia real de la magnitud de esa coletilla en su tono. - Cymry am bith, Amigos por Siempre - reformuló el lema patrio que se había quedado pequeño para lo que el mundo está dándoles - No estoy siendo graciosa. Si tú te quedas y él se queda, ella se queda, ellos - señaló a Bry. Bedi, y Nikita con interrogación afirmativa en el gesto - ...yo me quedo. O me subo al puente contigo - confirmó relajadamente siguiendo la lógica - no lo pongas a dudar.

Abriendo el brazo libre llamo a su otro costado a Adam. Si la chispa prendía iba camino de hacer una piña espectacular.

- Te amamos, Tía. De una forma que aun esta por darnos los detalles - le aseguró buscando el calor de cadera con cadera - hemos sido y somos valientes desde que nos conocimos y a gota aquí o gota allá nos hemos ido dando la confianza y abierto el corazón. Igual te ha parecido poco en el tiempo, pero, joder mi Dwti Ingvild, que no eres un pozo vacío o cualquier misera metáfora parecida. Bedi tiene razón, no te hace justicia ni se parece a ti por asomo la nada. Es todo lo que ella te ha dicho.

- Por eso si las tornas dicen que te tienes que quedar yo me quedo. Y ya abriremos un sendero para enderezar de nuevo el futuro.

Se puso de puntillas y la besó en la comisura del labio. Y no por timidez. Si no porque haberla besado en la boca no le parecía correcto sin permiso. Aunque ahí hubiera preferido sellar su contacto de amiga.

- Ahora dejemos a las esferas respirar y dar su respuesta. Mas no podemos esperar.

 

Oshemín: 

Frida guardaba silencio y cuando Ingvild habló, Oshemín paró al pastor que estaba cerrando las cortinas y habló algo con los Señores de los Muertos. Luego las cerró ella misma y caminó hacia ellos.

Se puso frente a la noruega, que estaba arropada por sus compañeros.

—Los Señores no pudieron leer en tu corazón porque lo tenías cerrado con malos pensamientos. A eso se referían con lo de no poder leer un corazón cerrado. Luego los augures —señaló a los pescadores— han visto eso como una señal sospechosa, y han propuesto que fuerais separados por prudencia. Hay momentos en los que lo que hay dormido despierta, para bien o para mal. Esta segunda opción es la que temían, pero vuestras últimas palabras han bastado para disipar ese temor. Podéis marcharos juntos —miró a todos—. Las revelaciones no han añadido peso a vuestro corazón. Haré todo lo que pueda para que siga siendo así.

Les hablaba a todos.

—Tenedme como aliada en el mundo de los vivos y en el de los muertos pues vuestro papel en esta Obra me incumbe y vuestra tarea quiero proteger. No me importan los reinos de los vivos, pero el puente que cruza es mi territorio. Lo que hagáis con lo que mis señores os han dicho es responsabilidad vuestra. No es mi intención interferir en vuestras decisiones sobre qué haréis con lo que os ha sido revelado. Ni la de los augures enseñaros su camino, que no es el mismo que el vuestro —esto último lo dijo mirando a Adam—. Aquello todavía es un sueño en la niebla. Pero tengo la responsabilidad de proteger su realización de los que lo quieren disipar ese sueño en el olvido. Tened en cuenta que las palabras de los titanes son en realidad la apreciación de un esbozo de lápiz muy fino en un lienzo que sois vosotros y de un cuadro que es os corresponde pintar a vosotros.

Los de los velos se pusieron con la cortina como un telón de fondo, mirando hacia la cantante como si fueran un coro.

—Por mi parte yo soy humana y mortal. Mi intercambiada feer también aspira al trono, pero ella sirve a intereses mundanos y no pasaría la prueba del puente. Tened precaución con ella. Si lo queréis, sería un honor para mí cruzar el puente con vosotros. No sería en absoluto una ofensa que optéis por cruzarlo en intimidad. Sea como fuere, id en paz.

 

Tal vez en otro momento Ingvild se hubiera indignado ante lo que consideraba como una policía del pensamiento, una intromisión inexcusable a su intimidad, pero afortunadamente para ella los sentimientos que prevalecieron eran los de la verguenza por lo que había confesado delante de sus amigos, y alivio por poder marcharse de ahí como una más. Asintió en señal de reconocimiento a Oshemín, y luego se volvió hacia su grupo de afinidad.

—Gracias, chicos —dijo emocionada, limpiándose las lágrimas.

Sentir como Branwen la arropaba y besaba sus labios. Bediviere, con quien se había portado tan mal en lo de Sirizne, la consolaba de una manera tan efusiva y decía tantas cosas bellas e inesperadas que creyó que se hundiría con la tierra bajo ella. Nikita como siempre la miraba con esos ojos de pintor que la atravesaban como rayos X y que entablaban una complicidad aún más fuerte que las palabras, y Adam la ayudaba a sentirse un poco menos idiota al compartir sus propias experiencias, y en definitiva el chico tenía razón: en realidad Ingvild no tenía en claro muchas cosas y su cabeza a menudo era un lío. Por último miró de reojo a Bry con una expresión un tanto culpable, no sabía como se tomaría ella sus palabras, pero en su interior agradecía que no la hubiese empujado a confesar cosa alguna, incluso cuando sincerarse era lo que la había sacado del lío, a veces una tiene que jugar según las reglas, aunque éstas fueran desconocidas o cambiaran constantemente. No dejaba de producirle cierta gracia el hecho de que, abriera o cerrara el pico, siempre parecía meterse en problemas. Lo que en verdad la preocupaba era que hasta el momento no había sido capaz de sortear los obstáculos por sí misma; siempre era uno de sus amigos quien la sacaba del lío.

A continuación Oshemín les explicó un tanto más sobre su rol en aquella frontera, ofreciéndose a cruzar el puente en su compañía. Ingvild miró al resto, asintiendo tentativamente, pensando que necesitarían de todos los aliados posibles en aquella encrucijada.

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08/11/2021, 23:08
Branwen Glyndwr

Tenía la cabeza a mil y el batir del pecho justamente calmado, lo que podía decirse le daba la tibieza suficiente.

Con el firme contacto de sus amigos y la dedicatoria especial en ese momento a Ingvild, empezó a imaginar las posibilidades a seguir si caían a tener que quedarse allí o hacer puenting con la balanza de la entrada.

¿Cuál sería el peso equivalente? ¿Con qué combinación estaría menos cargado? ¿Se podría hackear un equilibrio aligerando el alma cantando? ¿Y qué canción iría mejor? ¿Cuál sería el equivalente armónico al número Pi? ¿O al menor Irracional? Si tuvieran que quedarse ¿Habría comida allí? ¿O pasarían un suplicio de hambre?

Estaba nerviosa como una caja de alfileres y había una duda de fondo en el pico de sus sensaciones, empezando por las de ese estresante instante de incertidumbre actual, que cuando la interprete se acercó con las buenas nuevas su suspiro fue patente, a ser seguido por el abrazo tierno de quien tuviera a mano.

Lo que Oshemin les contó, lo tenía por asegurado, pero estaba bien oírlo. Si no hubiera sido así se hubiera emprendido a hachazos con la causalidad y el determinismo y haber quien quedaba en pie.

En algún hueco entre las explicaciones susurro a Ingvild - Ni te lo platees tía. Gracias a ti - se arrulló en ella - Eres un verso libre y lo sigues siendo - y le dedico un guiñó cómplice, en el que el pensamiento de que la noruega era la única sin una dedicatoria Real, trataba de ser compartido al venírsele a la galesa a la cabeza.

La última petición y su contexto, la hizo ponerse melancólica, pensando en Denis y Anastasia y de ahi subiendo a la superficie tirada por una repentina mancha del Hiraeth* más templado y se preguntó por Deian, por sus colinas de Y Bremo y por las vistas al mar. Y se volvió a preguntar si la mujer a su frente tenía también esa emoción. Y más aún se preguntó si ella encontraría el lugar que sus huesos Feer y el espíritu que los insuflaban reconocerían como propios, igual que Adam, creía, estaba segura, había sentido con Derl.

Le compartió a su Amor una mirada vivida, ensalzada en esos sentimientos y en otras imaginaciones y con serenidad y amabilidad se dirigió a la mujer con naturalidad

- En paz, es una muy buena intuición de nuestro deseo. Y vos si os servimos como oportunidad de franquear el 'Paso'. Por mí sois bienvenida. 

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09/11/2021, 10:12
Bediviere Lafayette

Bediviere asintió a las palabras de Branwen, así como a las de Nikita. Los dos hablaban desde el corazón, y la mirada del asteropense, compuesta por aquellas geodas grises y nobles, se le antojó cristalina y fresca, como el agua que en el interior de una cueva se conservaba en su esencia, sin perder un ápice de su pureza.

 

Contuvo la respiración, al ver que Oshemín se acercaba de nuevo a los Señores, tras el velo. Y exhaló, larga y temblorosamente, al escuchar su respuesta- Plixenia… -dijo, más para sí que para los demás, al escuchar aquel nombre pronunciado por la que sorprendentemente era una mujer mortal y humana. Recordaba lo que había estado a punto de ocurrir con Adam, y fruncía el ceño, casi sin quererlo, pero apartó aquellos pensamientos de su cabeza. No era el momento, se dijo. No cuando iban a cruzar- Sí, creo que deberías venir con nosotros.-respondió, aunándose a la petición de Branwen.

 

Ingvild se secaba las lágrimas, les daba las gracias. Bediviere posaba una mano sobre su hombro- Alguien me dijo una vez que las restauraciones eran difíciles. Me habló de un cuadro de Vermeer que ocultaba un cupido bajo las capas de pintura.-recordó, mentando aquella escueta conversación que ambas habían mantenido, junto a la piscina, la noche del tsunami- Tú eres como ese cuadro de Veermer, Ingvild. Hay algo más, mucho más, bajo tus capas de pintura. Acabas de quitarte el barniz viejo, y ahora tus colores son más nítidos. Y quizá hay otra figura, otro patrón, oculto, bajo tu apariencia. Quizá no un cupido, pero sí algo igual de significativo. -dijo, soltándose de ella, para mirar a los demás, con el corazón encogido.

Para ella volver al otro lado significaba seguramente marcharse. Pero en cualquier caso, ¿qué era el tiempo, ahora? Su partida no sería un adiós, sino un hasta luego. Esperaba que un hasta luego temprano más que tardío, se dijo, mientras buscaba de nuevo la mirada de Nikita y tomaba su mano, sin decir nada. El tacto de sus dedos de piedra era cálido y le encogía el pecho- No me sueltes hasta que lleguemos al otro lado, por favor. - le pidió, procurando que la voz no le volviese a temblar.

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09/11/2021, 11:40
Adam Dyer

Adam se sentía ligero y esperanzado. Tras aquel momento de catarsis vivido por parte de Ingvild daba la sensación de que algo nuevo estaba a punto de comenzar. Tenía sentimientos encontrados en lo tocante a aquel momento decisivo para la nórdica. Estaba de acuerdo en que liberarse de aquel peso le había venido bien... aligeraba el alma, como decían los Señores de la Muerte. Pero también sentía que lo había hecho a marchas forzadas y no cuando su corazón sintiese que debía abandonar esa carga. Seguía dándole vueltas al asunto del Tiempo. Si allí sucedía a otro ritmo, ¿por qué aquella premura con que sucediera aquella confesión purgante? La chica lo había pasado mal y, aunque había servido para que el grupo entero demostrase lo mucho que la quería y valoraba, le pareció poco sensible por parte de aquellos titanes pétreos. —No se les puede exigir humanidad a quien no es humano... como con Sirizne. Bastante bien nos ha ido. —concluyó el chico para sí en sus propios pensamientos. Y aún así, sus ojos miraban a la pobre Ingvild tratando de mandarle un mensaje cariñoso de "tu lo vales, tía". Ya sobraban las palabras y las metáforas... y Adam, quien otrora sentía que se expresaba muy bien con la palabra escrita, ahora no se sentía capaz de pergeñar algo que sonase poético y sincero a la vez. Su cara habría de bastar como mensaje. Y su sonrisa ladeada.

Sin embargo había otro asunto que al chico le reconcomía. Su destino. Nada menos. Le habían hecho una especie de tirada de cartomancia los mejores en el oficio de todo el Universo. Y lo que le aguardaba era ser Pastor de Almas. La idea le ponía los pelos de punta y, a la vez, desde que había escuchado aquellas palabras en boca de los titanes, no había podido quitarles ojo a cuántos allí había. Porque los augures eran precisamente eso, ¿no? Los había observado con mimo en cada uno de sus gestos y movimiento y ahora se preguntaba si aquel aspecto que tenían, con las capas y los velos, no serían muy diferentes del modo en el que a él mismo se le vería con aquellos ropajes que le habían protegido de la marabunta. ¿Y si bajo aquellas capas no habían esqueletos putrefactos como la literatura y el cine nos hacían creer, sino personas que, como él, se habían puesto al servicio de la Muerte. Rápidamente, tras este pensamiento le vino a la mente lo que sintió en el umbral de aquella sala unos minutos antes de atravesarla. Estar al servicio de la Muerte es como estar al servicio de DIOS. Y siendo como era el propio Adam de un ateísmo recalcitrante, entendió que probablemente este era el único y verdadero dios del que se podía dar fe de su existencia y de su poder. Y con esas entendió que aquel destino probablemente no fuese tan malo. De algún modo extraño, casi morboso, le resultó incluso atractivo. 

Pero ahora su destino a corto plazo era otro. Si Branwen estaba destinada al trono de Neptuno, llegado el momento, su lugar sería a su lado. La apoyaría y la impulsaría con todo su calor a un lugar que, ya no solo merecía, sino que no le cabía duda de que fuese absolutamente idónea para el mismo. La miró y le envió una sonrisa honda.... tranquila y feliz. Así se sentía. Tranquilo y feliz. Conforme. Como quien hace un trato y sabe que le han pagado lo justo por cuanto él mismo ofrecía. Aquellos ojos castaños que tanto expresaban le devolvieron la mirada y sintió que la Muerte podría esperar. Que si algo tenía esta en cantidades infinitas, era tiempo. Y que toda una vida al lado de la Reina de la Atlántida, su Reina, sería un buen preludio para desempeñar su trabajo eterno... el puente que une los mundos acabaría siendo su obra magna, cuando estuviese llamado a tal encargo, lo asumiría sin rechistar, a cambio de su vida junto a Branwen. Nada les separaría... ya lo había dicho el titán. Y ahora sabía que era la mayor de las certezas, el mayor de los compromisos que pagaría con placer inagotable.

Volvamos... —convino a la petición de Oshemín de unirse a la comitiva a golpe de asentimiento.

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10/11/2021, 01:58
Bryony J. White

A Bryony le gustó ver cómo, uno por uno, todos los demás apoyaban a Ingvild. Cada uno lo hacía a su manera, pero todas ellas tenían a sus ojos un mismo mensaje de cariño hacia su amiga y, a ojos de Bry, si alguien se merecía ese gesto, esa era Ingvild. Se quedó a su lado mientras iban hablando, dejando espacio para que todos pudieran tener un trocito de la noruega, pero sin alejarse demasiado, porque no pensaba dejarla sola hasta que estuvieran al otro lado. 

Sin embargo, cuando la escuchó empezar a hablar y decir que quería ser como ella, una arruguita frunció su frente y se acentuó cuando siguió derramando unas emociones con las que no estaba nada de acuerdo. Había muchas cosas que quería decirle, pero no ahí, no delante de toda esa gente y ni de coña mientras le soltaban sus discursos. Así que dejó que sus ojos hablasen por ella y buceó en su mirada durante algunos segundos, que terminaron con un guiño cómplice que prometía una charla para después. 

La situación parecía encauzarse de nuevo y cuando Ingvild pudo respirar un poco, volvió a pegarse a ella y entrelazó el brazo con el suyo. No dijo nada, pero se elevó sobre las puntas de los pies para darle un beso en el hombro. Asintió a la oferta de la cantante de cruzar con ellos y se dispuso a caminar en cuanto llegase el momento. Estaba lista para regresar, incluso impaciente por ello. Tenía mucho que vomitar en un lienzo y también mucho que ahogar en alcohol y drogas, pero una sonrisa permanecía curvando sus labios, como un ancla a la que aferrarse ella misma. 

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10/11/2021, 08:15
Nikita Pontecorvo

Muy lejos de que su cabeza fuera capaz de ordenar todo lo que se les había dicho allí, Nikita expiró con lentitud mientras alzaba el rostro hacia los techos del salón de trono buscando con su gesto el cielo más allá. Saldrían y lo harían todos juntos. Sentía un alivio infinito por no dejar allí a ninguno de sus amigos y escuchar por boca de Oshemín que ya no había peligro para Ingvild o que no era aquel el lugar donde Adam debía buscar su destino. Asintió con solo un gesto al sentir general acerca de que los acompañara y la miró con ojos diferentes al saber que era humana. Y sin embargo había tenido que pasar su vida en lugares como aquel. Respecto a su intercambiada, esperó que se tratara de Plixenia, quien era ya una enemiga declarada desde que intentara liquidar (puede que incluso licuar) a Adam, de modo que no sumaran un  peligroso rival más a las aspiraciones (y destino) de Branwen primera de Astérope y la Atlántida. Y por primera vez en horas, su mente fue capaz de hacer una pequeña broma privada al pensar lo que iba a decir su abuelo Massimo cuando se enterara que el soberano de la isla tendría que ser una británica. Algo mucho peor posiblemente a que tuviera que ser un hada. No quiso pensar en que pudiera no encontrarlo cuando salieran de allí.

Pero una vez su mirada volvió a recorrer a sus compañeros, el peso que había relegado momentáneamente al fondo de su corazón tomó posesión completa de él. Bediviere se aferraba a su mano y Nikita la apretó con fuerza. Quiso dedicarle una sonrisa, pero en sus labios solo bailó un pálido y trémulo conato, preludio del instante en que tuviera que soltarla. Ella le pedía no hacerlo hasta pasar al otro lado, él no se planteaba hacerlo hasta el momento en que tuviera que verla partir dentro de horas, tal vez minutos.

Incapaz de decir nada, besó su sien y aspiró el aroma de su pelo mientras rogaba poder encontrarla de nuevo muy pronto.

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11/11/2021, 12:14
Serafín

El paje se acercó a los pastores de almas y estos le rodearon sin llegar a cerrar el círculo. La cantante se reafirmó en su decisión de acompañarles y luego señaló al niño con la palma de la mano. El muchacho —o la muchacha— entró dentro del círculo de estudiantes y les miró con curiosidad y una sonrisa de emoción.

Se vistieron todos los vivos y entraron en el puente, que fue elevándose mientras caminaban hasta dejarlos en el mismo lugar por el que habían entrado. Los seres del abismo parecían tranquilos. Frida los había observado, atónita.

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11/11/2021, 12:14
Cantante

Allí se despidió la cantante, no sin antes darles el regalo que el pastor de almas les había prometido.

—Aquí tenéis un presente de parte de nuestros señores: no puede haber una corte del Trono de Neptuno sin un paje que conozca los ritos de los necromantes y Serafín está ansioso de conocer el mundo de los vivos, que le ha sido vetado desde su más temprana niñez hasta ahora. Podéis confiar en él plenamente, él confiará plenamente en vosotros. Ahora sois su familia. Dejamos su vida en vuestras manos.

Le puso la mano sobre el hombro

—Es un regalo que sabréis apreciar. Os ruego que me dejéis visitarle con asiduidad.

Frida objetó, utilizando la palabra "esclavitud", pero la respuesta fue tajante. Era una decisión irreversible y solo podían deshacerse de él abandonándolo, con la ofensa que eso supondría a sus antiguos dueños. La alegría de Serafín era patente incluso llevando la máscara y los velos. Estaba de acuerdo y les dijo que aunque ellos no lo entendieran, se sentía libre y dichoso de poder vivir en su mundo natal, que todavía no conocía y del que solo tenía vagos recuerdos.

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11/11/2021, 12:15
Mariam Daquino

Mariam era la única que les esperaba junto a la torre, con los velos cubriéndola y una vara de la que colgaba un farol en una de sus manos. Paseó su mirada por todos e hizo un pequeño ademán.

—Quizá debiera decir que lo que cada uno escucha en esa torre es íntimo y personal pero, ¡qué demonios! Ardo en deseos de saber lo que ha pasado allí adentro.

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11/11/2021, 12:15
Sirizne

Su nuevo paje los guio por entre los palacios que se escalonaban en aquella ladera de la Ciudad de los Muertos. Cuando llegaron a casa de Sirizne la encontraron en el primer patio, de pie, junto a Brian y Farhiya, que les ayudaron a quitarse los ropajes que los cubrían. Carme esperaba junto a la limusina.

Sirizne llevaba el mismo vestido —uno con mangas anchas, que parecía renacentista— que el día en que, siendo éste niño, ahogó a Nikita en el lago.

—Aquí termináis un viaje y empezáis otro. Vuestros caminos se separan pero volverán a unirse. La próxima visita os la haré yo, a vuestra casa, para llevaros noticias de vuestra hermana, mi sobrina.

»Ahora, querida, tienes que despedirte de ellos.

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11/11/2021, 12:20
Nikita Pontecorvo

Esta vez, sin la amenaza de no saber qué podría pasar, Nikita entró al puente con confianza. Cruzaban el segundo de los abismos que habían atravesado para llegar hasta allí. El primero tendría que cruzarlo sin Bediviere.

Tras las máscaras resultaba imposible ver los gestos de sus compañeros, pero imaginaba que el estado de ánimo general sería muy parecido al suyo después de aquellos augurios que les prometían una vida llena de retos y dificultades. Ahora más que nunca comprendía también el augurio que la propia Branwen hizo antes de que todo empezara, aquel que decía que estarían en el ojo del huracán. Una aspirante al trono y su corte. Un caudillo que habría de guiar a los muertos por la verdadera senda ahora perdida. Un universo roto que restañar. Suspiró y apretó un poco más la mano de Bediviere. Antes de alcanzar el otro lado habló a sus amigos.

El último día de clase nos planteábamos qué podíamos hacer para liberar a Ada y los demás. Ahora ya lo sabemos —guardó un momento de silencio. Su mirada estaba perdida al frente.

Lo que no sabemos es cómo, pero lo averiguaremos. Adam está conectado al poder ancestral de la isla y Bediviere guarda una energía en bruto muy poderosa, puede que incluso más antigua. El arte de Bry puede llegar a tener un potencial creador que no somos capaces de imaginar. Y Branwen es nuestra reina —Y empezaba a darse cuenta en verdad ahora de todo lo que aquello podía significar—. En cuanto a ti, Ingvild, tal vez tengas el poder clave, porque eres capaz de devolver a su lugar aquello que se ha robado o perdido, ¿no es así? Por mi parte os puedo llevar a dar una vuelta por las profundidades cuando queráis —dijo para intentar restar peso a sus propias palabras.

Una vez al otro lado habría querido abrazar a Mariam, pero prefirió esperar a cuando se desembarazaran al fin de aquellos velos y máscaras. Por ello se limitó a apretar el brazo de su bruja madrina y responder con un “luego” a su petición de información. Cada uno sabría si quería compartir con ella lo que se le había dicho. Ahora escuchaba en qué consistía el regalo de los Señores de los Muertos y abrió mucho los ojos mientras observaba de nuevo la figura menuda de aquella criatura que a pesar de todo lo que la tapaba, podía notarse que saltaba de alegría.

Encargarse de una persona, de un niño específicamente, por mucho que su vida no hubiera sido normal, no era cualquier cosa. Por no saber no sabían ni si tendrían un techo cuando salieran de allí. Escuchó la objeción de Frida y la réplica siguiente sabiendo de antemano que no tenían otra opción que llevarlo con ellos. Pero lo cierto es que tampoco habría querido otra cosa.

Cuidaremos de ti, no te preocupes —le dijo mientras le tendía su mano libre.

Fuera humano o hada sus padres seguirían buscándolo. Para Nikita, aquello era una oportunidad para que el pequeño encontrara a su familia.

Y fue a este nuevo paje, guía y probablemente futuro consejero, a quien siguieron en su camino de vuelta hasta la casa de Sirizne. Y aunque no sabía muy bien qué habría esperado —tal vez pasar allí lo que quedaba de la noche y partir al alba—, encontrarla en el patio pidiendo que se despidieran de Bediviere en aquel mismo momento lo sacudió por entero. La ninfa llevaba el mismo vestido que el día en que la encontró. Si quería darle un mensaje o solo provocarle algo así como una especie de melancolía de la forma más retorcida imaginable, no estaba seguro. Como fuera, en un momento como aquel el detalle no le importó.

Nikita soltó la mano de Bediviere para quitarse la máscara y luego retirar despacio la que cubría a la chica. La dejó caer y acarició su rostro con delicadeza mientras se perdía en los pozos sin fondo de sus ojos.

Suspiró y dio un pequeño paso atrás para permitir que los demás se despidieran de ella. Él necesitaba hacerlo en último lugar.

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11/11/2021, 23:57
Branwen Glyndwr

Backup Bedviere.

Cruzó el puente tomada de la mano de Nikita. Lo observaba, tras su máscara, al hablar. Se decía que parecía haber una necesidad intangible de pronunciar palabras determinantes y finales en el aire. Asintió, cuando mencionó la sustancia que guardaba en su interior. Aquella que la había ayudado, y aquella por la cual tendría que partir. 

- Hablas como si tú sólo fueses a llevarnos en tu flamante vehículo subterráneo. Y digo yo que ser el guardián de un Paraíso es algo más que un título. -apuntó, antes de que vislumbrasen lo que había más allá del puente.

Notó que apretaba su mano, y le devolvió el gesto. No quería pensar que no debía quedar mucho para que tuviese que decir adiós, pero la certeza de que tendría que hacerlo en algún momento, la asaltaba, al pisar el otro lado. 

Allí Mariam esperaba, y Oshamín se despedía, no sin antes dejar a su cargo a Serafín, que no cabía en si de alegría al saber que su destino se encontraba en la tierra de los vivos. De los que quedaban vivos, pensó, mientras suspiraba. Para ella, era mejor que estuviese con otros vivos que en aquella tierra en la que la muerte saludaba en cada esquina. Tenía que vivir, si estaba vivo. No creía que supiera lo que era vivir de verdad, junto a los Señores de los muertos. 

Dejó que Nikita se encargase de tomar su mano, y ella le dedicó una sonrisa breve, tras la máscara. 

El camino hacia la casa de Sirizne la fue encogiendo por dentro, y para cuando se encontraron a la ninfa de frente, de algún modo se esperaba sus palabras. Y casi que prefería que fuese tan repentino. Tan pronto, aunque se sintiese repentinamente revuelta. 

El asteropense descubría su cara, tras destapar la propia. Se perdía en sus ojos, y ella se perdía en las geodas grises de luna que eran los suyos. Comenzaba a sentir un nudo en la garganta, cuando retrocedía. 

- Debo irme.-dijo, mirándolos a todos- No sé cuánto tardaré en volver. Pero voy a volver. Ya lo habéis oído.-dijo, con la voz temblorosa, desprendiéndose de los velos color arena que llevaba encima. Saber que Sirizne los visitaría para dar noticias suyas la hacía pensar que pasaría tiempo. Y que sería difícil comunicarse con cada uno de ellos. Quizá incluso con Nikita. 

No se movió del sitio. Sentía que se encontraba a punto de quebrarse, de nuevo. En su lugar, dedicó un asentimiento generalizado, reparando en la presencia de Bryan cerca de la ninfa.

- Mis últimas horas no han sido las mejores. Lamento haber enturbiado el ambiente. Lamento... Haber pagado mi malestar con vosotros.-pronunció, notando que de nuevo, se le salían las lágrimas, irremediablemente- Joder, soy una llorona de mierda. Ya lo sabéis.-dijo, antes de acercarse para abrazar a cada uno- Estoy orgullosa de vosotros. De nosotros.-aseveró, aspirando, almacenando en su memoria el olor de cada uno de ellos- Sois parte de lo poco que me queda en este mundo. Así que ni se os ocurra no estar ahí cuando vuelva.-dijo, apretando a Branwen en aquel instante. Su cuerpo, a pesar de ser el de una criatura casi mitológica, seguía siendo igual de pequeño y cálido que la noche en la que ambas habían vuelto a nacer, en el coche de Nikita

- Puedes quedarte con el tabaco que hay en mi maleta. Y coger todos los libros que quieras de mi piso, si sigue siendo mi piso y está entero y todo eso, que a saber...-dijo, apretándola contra su pecho y dedicando entonces una mirada a Adam- Cuídala. Es capaz de defenderse sola, pero me la cuidas, y te cuidas tú también. Y te planteas por mí que ayudar a las almas a encontrar su sitio es un regalo. Una carga... Pero también un regalo, una oportunidad de hacer algo verdaderamente bueno en el mundo -pidió, seria

- Y vosotras... -dijo, mirando a Ingvild, Bryony y Frida- Cuidaos las unas a las otras. No voy a estar ahí para ser el maldito pepito grillo que os joda la fiesta. Así que de eso os libráis. Pero tratad de pensar en lo que yo diría... Cuando se os ocurra hacer algo de lo que no estéis seguras.-pidió, dedicando una petición muda a Frida. Entre las tres, parecía ser la cabeza más amueblada y responsable.

Tomó por último las manos de Mariam- Sé el jodido pepito grillo de Nikita, por favor. No dejes que ande inmolándose por cualquiera en plan kamikaze. Lo necesito de una pieza cuando vuelva. -pidió, dedicándole un asentimiento, y una de aquellas miradas de mujer a mujer, de Doncella a Bruja, que se dedicaban desde que se habían conocido.

Dedicaba finalmente su atención de nuevo a Nikita, y se le abrazaba, poniéndose de puntillas para aferrarse a su cuello, escondiendo el rostro en su hombro. Sollozaba- Voy a volver. ¿Me oyes? Tienes que estar aquí, y entero, cuando vuelva. 

 

La percepción cuantitativa con la que, antaño, llegaba a desentrañar  las emociones de los demás, era ahora más empática que valorativa aunque, desgraciadamente, no implicara que hubiera cogido maña para actuar con lo que llegaba a entender.

Quizás alguno lo podría sospechar (seguro que Adam si) bajo el salto de su mirada, como muy decidido entre unos y otros, cuando en verdad era titubeante. No podía llamar júbilo al sentimiento de la permanencia junto a ellos de Ingvild si no, más bien, un alivio lívido, como el que te dan entre obtener susto o muerte.

Era difícil el celebrar, ya que se sentía como regodearse y la reminiscencia de la estancia frente a sus majestades seguía ahí como el sabor de las medicinas amargas.

Buscó aliarse en las impresiones que fuera captando, aquí y allá, por encontrar un centro en el que mantener el equilibrio, pues un enfurruñamiento silencioso estaba por intentar medrar y cambiarle el pulso. Aun sin pensarlo sus adentros intuían que no iba a acabar del todo fenomenal. Solo aceptable.

Supuso que se lo fue rumiando mientras desandaban el recorrido que le había bajado hasta la profundidad. Mal lo pasó cuando pasaron a los velos y el enmascaramiento. De vuelta a aquella sensación de aislamiento, necesario, pero abrumador, sintió con fuerza el apremio de ser uno con Adam, mal suplido, pero era algo con el contacto de manos.

Si algo la reconfortó fue el aroma exaltado que el jovencísimo paje emitía con la emoción de acompañarles. Esa expectación le hizo desear algo bueno para él al llegar, lo mismo que le vino para Denis y, si hubiera podido ser, Anastasia. No podía negar que a ella le habían pulsado clavijas que le disponían diferente a cuando todo aquello empezó, pero se dio cuenta de que no había naufragado y estaba hundida, solo curtida por el sol. Seguía pudiendo pensar en lo que brillaba en toda situación. Aunque fuera duro. Como la medida de malestar que crecía al avanzar.

El hecho consumado de que el chiquillo les fuera entregado como obsequio la aparto momentáneamente de los pensamientos más pesados. Se hizo pareja con Frida en su concepción de lo que aquello le parecía, no obstante después fue muy sincera en decir que eso no quitaba que Serafín le era bienvenido y que no tenía que preocuparse. Y que sería un honor que se enseñaran mutuamente. Fue evidente aun bajo la rigidez de la máscara que estaba conmovida.

Que no cubriera la balanza del 'intercambio' no era culpa del paje y nunca se le iba a remarcar. En este lance él era un igual.

Lo vio ligar las sendas para guiarlos entre la espesura de construcciones en dirección ascendente hasta que lo que se les mostró fue la comitiva de despedida. La contemplación del rostro de Sirizne a la espera y su presentación de palabras la puso en ese estado de ineptitud social en estas situaciones que le venía de fábrica y también por el peso de su verdadera edad.

Menos mal que Bediviere se decidió a adelantarse. Ya fuera cuajo o necesidad de gritar aunque fuera en voz calma. Ella se había conjurado a no llorar. Pero eso no borro el que la interrogara silenciosa con la mirada. Preguntando si estaba segura. Si lo necesitaba. Que si la respuesta era no a su lado la tenía.

Bedi, estaba abierta en caída y la fluidez de su tableteo vocal era menor que el de sus lágrimas. Sintió Branwen cada dedicatoria como un vaivén removiendo el dolor, en el que se lanzaría a decir tonterías subversivas. Por eso se acurrucó en su amiga para enterrar en la oscuridad, de la momentánea intimidad del abrazo, su expresión taciturna y el runrun de sus palabras - Bedi no cambies. Quiero decir que no te cambien 'Chwer'. Mide lo que te pida lo que quieres hacer y que siempre sea tuyo. Hay muchas formas de atarse un zapato. ¿Vale? ¿Si? - y no pudo aguantar más - Ych-af-i! Es un asco.

Pero se recompuso un poco y sacó su carácter confiante - Voy a arremangarme e ir arreglando y después mejorando cosas. Cuídate, porfa, sea lo que estés haciendo para lograr lo que buscas y estoy segura de que lo consigues antes que yo. Te quiero 'Merchyn'

La dejo acudir a los otros y sobretodo a la última y necesaria parada con Nikita.

En el ajetreo y cuando hubo un momento de calma de Adam le pasó la zurda por la cintura y la diestra volvió a su gesto instintivo de amparo sobre su propio abdomen, mientras descansaba sobre las líneas fibrosas del costado de su pareja. Su puerto a salvo. 

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13/11/2021, 18:55
Ingvild Hoem

Se alegró de alejarse por fin de las miradas letárgicas de los seres del abismo, temía que de un momento a otro se arrepintieran y la apartaran del grupo. Cruzar el temido puente de regreso fue menos un desafío con el brazo de Bry entrelazado al suyo propio, circunstancia que aprovechó para estrecharse aún más a su amiga.  No necesitaba más, el contacto epidérmico y el aliento en forma de guiño le aportaron la serenidad que las palabras jamás podrían. De camino asintió a las palabras de Nikita sobre sus respectivos poderes y responsabilidades, aunque no sabía qué pensar sobre eso de ser la dueña del poder clave. Sinceramente creía ser la menos indicada para algo así, pensó mientras se mordía los labios debajo de la máscara. Pero de todas formas seguramente el chico se equivocaba.

Al llegar al umbral recibieron una sorpresiva noticia: serían padres y madres adoptivos, compartiendo la custodia de un niño o niña iniciad@ en la necromancia. La perspectiva era emocionante, en especial para Ingvild, quien detectó una oportunidad para tantear ciertos terrenos delicados. Agachándose hasta quedar a la altura del pequeño enmascarado, apoyó las manos sobre las rodillas, hablándole en un tono de voz que traicionaba la sonrisa de oreja a oreja que se dibujaba bajo su máscara.

—Bienvenido, bonito. Puedes quedarte en mi casa, si quieres. Cuando volvamos.

Mariam se ponía en modo cotilla, y si bien había mucho para compartir aquel no parecía ser el momento más oportuno. Desde que Bediviere les acompañara a la asamblea Ingvild había asumido que el asunto de su despedida quedaba postergado, tal vez indefinidamente, pero las palabras de la ninfa del mar la devolvieron a la realidad: el puño repleto de arena que creía haber apretado con firmeza se había desvanecido hacía rato entre sus dedos. Bediviere tenía que partir, y lo haría en aquel preciso instante. Se acercó a la chica y puso ambas manos sobre sus hombros.

—Yo... lo siento, B. Lo que dije antes... sobre Nikita y tú, no es cierto. Aún creo lo mismo que os dije en la reunión con Cuomo... estáis hechos el uno para el otro. Niks es afortunado de tenerte. Lo siento mucho. Todo esto resulta muy abrumador, a veces —admitió, bajando la mirada— Eres la tía más recia que conozco, no sé qué haremos sin ti, pero aquí estaremos, esperándote. Tú haz lo que tengas que hacer y regresa, ¿ok? Regresa o de verdad iré a por ti a darte unas collejas —dijo abalanzándose sobre la chica y abrazándola fuertemente—Regresa —repitió en tono suplicante intentando contener las lágrimas.

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14/11/2021, 22:10
Bryony J. White

A las palabras de Nikita solo dedicó una mirada distraída de soslayo, centrada como estaba en que Ingvild atravesase el puente y en su propio interior, demasiado lleno. 

Cuando puso un pie al otro lado, Bryony miró a Ingvild y le dedicó una sonrisilla traviesa antes de liberar su brazo. Sus ojos se iban ya hacia el camino por el que habían llegado cuando Oshamín mencionó el regalo del que había hablado el Pescador al citarlos dos días atrás. Por un momento había creído que se trataba de las palabras que les habían dedicado los titanes, pero no. Aquella gente parecía tener la mala costumbre de regalar a otras personas y después de entregarles a Carme también querían regalarles a Serafín. 

Suspiró entre dientes y contempló su rostro juvenil mientras escuchaba las protestas y las explicaciones. Al final se encogió de hombros y no dijo nada, pero tampoco tenía intención alguna de hacerse ella cargo de la criatura. Nunca había cuidado siquiera de una mascota y no estaba preparada en absoluto para cuidar del chiquillo, o chiquilla, que necesitaría atención y comida y... cosas. Pero estaba tranquila con la certeza de que cualquiera de los otros sí que lo haría bien. 

Al reunirse con Mariam y escuchar cómo preguntaba sin preguntar su sonrisa regresó. 

Nos han dicho muchas cosas del futuro y eso. Futuros muy grandes y muy importantes para algunos, futuros de mierda para otros. ¿No lo habías visto en tu bola de cristal? —bromeó, quitándole importancia y sacudió la cabeza—. Pero no han respondido mis preguntas sobre el presente y no creo que todo esté escrito. Yo me hago mi camino, no lo deciden unas estatuas gigantes. 

No dijo más sobre el tema, dejando que cada cual decidiese si quería compartir algo con la bruja, pero su caminar de regreso hacia la casa de Sirizne era más ligero después de decir aquello. Saludó a la ninfa con una inclinación y una sonrisa. 

Puedes visitarme siempre que quieras, serás bienvenida en mi casa, con noticias o sin ellas. 

Tras esa invitación, dio un paso atrás para las despedidas. Esquivó el abrazo con delicadeza, sin hacer aspavientos, simplemente moviéndose hacia otro lado antes de que llegase su turno, y se esforzó por mantener una mirada neutra que cerrase sus pensamientos. Esperó en silencio y tan solo esbozó la sombra de una sonrisa llena de ironía cuando las palabras de Bediviere fueron para ella

—Cuídate —fue todo lo que dijo en respuesta. 

Discretamente, se apartó hasta el vehículo y se apoyó en la carrocería para esperar a que terminasen. Suponía que Nikita y Bediviere necesitarían un rato para los dos, así que apartó también la mirada de ellos, para que tuvieran toda la intimidad que pudieran dadas las circunstancias. Y esperó, dándole vueltas al bastón en la mano con aire pensativo.

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14/11/2021, 22:44
Bryony J. White

Tras la máscara de cortesía que había aprendido a vestir gracias a la familia de su madre, Bryony estaba disgustada. Podía sentir cómo cierta acidez se desperezaba en su mente, impregnando lo que veía. 

La condescendencia que sintió destilar en la despedida de Bediviere no ayudó a su ánimo. «Y tú intenta no matar a nadie esta vez», fue su pensamiento, teñido de sarcasmo, cuando la americana les habló a las tres como si fueran niñas pequeñas. Bastante le costó también no poner los ojos en blanco. Pero se mordió el interior de la mejilla y se resguardó en el equilibrio precario entre brutal honestidad e hipocresía y simplemente soltó aquella única palabra mucho más correcta, esquivando el conflicto una vez más. Pero, a cambio, se prometió en su interior que si alguna vez no estaba segura de hacer algo, haría exactamente lo contrario de lo que aconsejaría Bediviere. 

Después de eso le quedaban pocas ganas de seguir con aquel baile social, así que se apartó hasta el coche y le dio vueltas al bastón y a sus pensamientos. Había tenido la esperanza de averiguar algo sobre Josean en el palacio de los titanes, o sobre ella misma, sobre quién era en realidad si su sangre no era la de sus padres. Pero en lugar de respuestas había obtenido unos augurios que no le gustaban ni pizca y seguía sin saber nada del poeta desde antes de la invasión.

No le importaba tanto, en realidad, ser adoptada; su corazón le decía que sus padres eran quienes la habían criado y cuidado siempre, pero sí le pesaba la posibilidad del engaño, por mucho que siguiese escondiéndola tras una pared de negación. Y sí que sentía curiosidad, la necesidad de indagar y saber de dónde había sacado esa sangre literalmente azul. 

Lo demás, la locura, el sacrificio, la sublimación del arte a costa de perderse ella misma... lo guardó tras otro muro. Lo vomitaría y lo sudaría en forma de arte, pero no quería pensar en ello. Ni tampoco en esa ¿misión? que les habían encomendado. Bryony sentía que llevaba demasiado tiempo siguiendo la corriente y eso la descomponía. No era consciente del todo, pero estaba empezando a formarse una decisión en algún lugar de su interior, la de tomar las riendas.