Partida Rol por web

En cuanto el fuego se hubo encendido Magányos se tendió sobre el suelo a su lado, quizá demasiado cerca según lo que a los demás pudiera haberles parecido razonable pero el hombre se encontraba muy acostumbrado a soportar la cercanía de el calor. Proveniente de una región en la que el frío existía como algo más que un buen amigo que visitaba dos veces a la semana, adaptado estaba ya a circunstancias tales y poco interés prestó por ello a las miradas curiosas que quizá existieron entorno a él. El sueño lo invadió con rapidez pues su organismo era del tipo que facilmente se dormía y facilmente despertaba, una cuestión quizá de buenos instintos o de la vida que había llevado.

A la hora en que su guardia tocaba se despertó sin que hubiera la necesidad de que alguien le avisara; despidió a sus compañeros con un cabeceo afirmativo y sentado se mantuvo algunos instantes mientras Ciara, aquella mujer a la que en su tierra llamarían bruja, se acercó dispuesta a compartir algo de conversación. -Buenas noches Ciara.- Del todo descansado se puso en pie poniéndose la camisa ya seca, de textura algo tieza a causa de la exposición al fuego. -Bien.- Comentó con simplicidad. -Nunca me ha gustado demasiado la ciudad.-Agregó amable al escucharla continuar, refiriéndose no en particular a la que ella se refería sino a cualquier ciudad. -Mi hogar se encuentra en la espesura de Korcari. Siempre he vivido allí.- Y mencionar que también había viajado mucho le pareció innecesario. Sus ojos se encontraban fijos en la oscuridad y la atención de los oídos a pesar de dedicarse en parte a analizar las palabras de su compañera, se enfocaban en gran parte en los sonidos que pudieran ser ajenos al campamento.

Sin mayores contratiempos el lapso de la guardia terminó y llegó el turno a otro par. Se despidió entonces de Ciara, de quien a pesar de mantener un respetuoso silencio y relación de compañerismo prefería estar alejado pues las mujeres como ella nunca habían sido del todo queridas por su pueblo, y a pesar de ser él un hombre de ideas más abiertas, su recelo era una realidad, precaria pero existente, no obstante a nadie dejaba ver aquello pues con todos se comportaba amablemente distante.

De nueva cuenta se echó a dormir, dejando la responsabilidad de la vigilancia en otros ojos y oídos.

Obviamente sigo durmiendo como un lirón.

Mi guardia transcurría tranquila en un principio, pero justo de repente empecé a escuchar algo, por lo que me puse en tensión. Cassandra me hablo en ese momento, pero concentrado como estaba no me di cuenta.

Lobos- pensé al divisar sus siluetas -no deberían acercarse al fuego, pero no parece que vaya a ser el caso.

Shh, hay lobos- le dije a Cassandra en un susurro mientras los señalaba -No me gusta como parecen rodearnos, deberíamos despertar a los demás.- continué, mientras me levantaba lentamente para no alterar a los lobos -Pero con cuidado, no los provoquemos.

Sigo durmiendo felizmente mientras en sueños veo como la malvada Ciara destroza con sus garras demoniacas a mis compañeros.

Aquella palabra le sacó de su ensimismamiento mientras terminaba de ajustar su armadura, sin preocuparse demasiado ahora por la discrección actúo velozmente acercándose a la hogera. ¿Lobos? Mierda... ¡Lobos! gritó esperando alertar rápido a sus compañeros y sacarles de su onírico estado. Sus ojos buscaron el primer objetivo a la vista para intentar lanzarle algún palo ardiente de la hoguera.

Ante la reacción de Cassandra, mi idea de ir con cuidado para no provocar paso al olvido, por lo que ya sin ningún cuidado desenvainé rápidamente espada y escudo, atento para ponerme entre los primeros lobos que decidiesen venir y mis compañeros, para así darles algo de tiempo.

Maldita sea, menos mal que le dije que con cuidado para no provocarlos...- pensé, echando una breve mirada a Cassandra.

¡Vamos, arriba, despertaos!- les grite a mis compañeros que aun dormían -¡Una manada de lobos nos ha rodeado, preparaos, deprisa! ¡Casandra, si tienes el arco a mano, cógelo y dispara al primero que haga intención de acercarse, así se lo pensaran dos veces!- añadí sin mirar a Cassandra, pues había ido hacia la hoguera, detrás de mí.

Ante la inminente amenaza que se cernía sobre ellos Gareth y Cassandra optaron por dejar aun lado el sigilo y despertar a todos. Si bien la acción probablemente era la mejor opción que tenían en esos momentos, era claro que esta desencadenaría a su vez los acontecimientos a los que tenían que enfrentarse.
Ahora saliendo de las sombras y precipitándose hacia ellos surgían varios lobos de gran tamaño, que para nada parecían normales. Todos los que ya estaban despiertos pudieron observarlos con cierta claridad, lobos de la plaga era a lo que se estaban enfrentando.
No era algo raro realmente que ese tipo de bestias aparecieran de la nada en medio de la llanura, la plaga se estaba expandiendo con gran velocidad por todo Ferelden. Y si bien su misión nada tenía que ver con esta, el enfrentamiento actual era ineludible, he incluso era ineludible que algún momento se llegaran a tener que topar con este tipo de problemas.
La estrategia y capacidad del grupo se pondrían a prueba ahora, así como la capacidad de Gareth para liderarlos en un combate. Sin embargo, el grupo estaba disminuido, algunos de ellos apenas iban incorporándose mientras otros aun seguían durmiendo. Esas bestias no tendrían piedad de ellos, el entrenamiento había quedado atrás.

Aquellos lobos de la plaga eran un adversario a tener en cuenta para el primer enfrentamiento del grupo, no iba a ser fácil. Descartó pronto la idea del fuego al percibir la rabia en sus movimientos, El fuego no los asustará, quizás sí los dañe y recuerden su temor. Comentó meintras colocaba la punta de su flecha en la hogera, absorbiendo aquel devastador calor.

Arco en mano colocó esa flecha tensada esperando que alguno se atreviese a acercarse lo suficiente para descargar toda su potencia.

Me desperte sobresaltada, y pronto descubri que no era para menos. Mire a mi alrededor preparada para defenderme, pero Gareth y Cassie los habian visto con tiempo suficiente, y aun estaban lejos de mi alcance.

Sin pensar comence a invocar sobre mi misma la magia de la naturaleza, endureciendo mi piel como si se tratase de piedra. Habia llegado a valorar mucho la magia de proteccion, pues los guerreros contaban con sus armaduras, y los ladrones con su agilidad, pero yo solo contaba con mi magia para sobrevivir a cualquier enfrentamiento.

Al escuchar los gritos de advertencia de mis compañeros, me despierto sobresaltado y salgo de mi tienda de campaña con la mi vara en mi mano. Cuando estoy en el exterior, miro a mis compañeros que hacían guardia y noto como están de preparados para el combate:

"Dijeron que habían lobos, pero yo no veo nada. Probablemente estén lejos de aquí. Mierda, tengo que estar preparado para el combate, este es el momento de la acción donde me probaré a mí mismo si soy digno de estar en la Legión de Trueno y ganar mi libertad o si deberé volver al Círculo y vivir como un esclavo tragándome mi orgullo. No, no volveré nunca, ahora soy libre y ganaré o moriré como un mago libre."

Me mantengo en posición, listo para disparar mi poder contra cualquier enemigo que vea acercarse.

El cansancio y el frío pasados habían hecho presa fuertemente en Sondra, a la que le costó una eternidad despertar. Había soñado con su maestro, con apóstatas y con que asesinaba a sir Haguen. Cuando abrió los ojos se encontró con una escena caótica y sin sentido. Sus compañeros corrían de un lado a otro y gritaban cosas sobre lobos...¿Algo de un ataque?

Escucho ruidos y gritos. A mi mente viaja con rapidez un pensamiento. Apóstata.
Me levanto con rapidez, dispuesto a acabar con mi enemiga cuando observo sorprendido que nos atacan unos lobos monstruosos. En mi interior siento una pequeña decepción al no poder matar a la enemiga de mi orden pero la supervivencia es más urgente.
Cojo mi bastón y me situo al lado del enano -Erackand, hermano, será mejor que despiertes si quieres que tu hacha sienta la sangre de nuestros enemigos. Si tardas mucho tendré que encargarme yo de todos -bromeo mientras trato de que despierte y de que me ayude.
Escucho las palabras de Casandra y respondo con soberbia -Yo les enseñaré a temer al fuego.