Partida Rol por web

El Universo. La pizarra infinita en la que se escriben las ecuaciones de la ciencia, de la aventura y del heroismo. Han pasado cuarenta años desde que los Cylon partieron en sus naves espaciales más allá de los confines de la galaxia. El ser humano los creó. Ellos se rebelaron. Y de forma inexplicable, en mitad de una guerra, optaron por la retirada. Así quedó de nuevo la raza humana sola en la oscuridad de su pequeño cosmos, volviéndose obsoleta, anclada en sus costumbres y sus limitaciones. Hasta hoy...

Sistema Delta.
Planeta Arelon.
Puerto aeroespacial de Goath.

Era una mañana soleada. Como una gran ballena varada, el crucero Olympic Carrier reposaba sobre la pista de despegue, mostrando su popa, de grandes motores apagados, a sus futuros pasajeros. Una vez que estuvieran todos a bordo, partiría al espacio. La Olympic Carrier se mantendría a velocidad de crucero hasta salir de las fuerzas gravitacionales del sol Delta. Después saltaría a FTL para cubrir la enorme distancia que le separaba del sistema Alfa, lo suficientemente lejos de los planetas como para no estrellarse con uno. Desde allí, cruzaría las órbitas de Zeus, el cinturón de asteroides y Tauron, hasta llegar a Cáprica, su destino final.

Pero de momento, los pasajeros seguían en la interminable cola. Las compuertas de tierra se abrían a babor y estribor como si fuesen branquias, en el centro del mastodóntico vehículo.

La cola de la derecha era la más corta, ya que solo concentraba al 9% del pasaje. Era la cola de la clase business. Habían pagado un billete más caro, y dispondrían de camarote propio, con todos los lujos.

La cola de la izquierda estaba formada por unas tres mil personas. La llamada clase turista, de la que cada cual había tenido que hacer un desembolso de gran impacto en sus economías para pagarse el billete. Esa cola... parecía que no avanzaba nada.

Oiga... No... No puedo perder ese crucero. Es de vital importancia que suba a esa nave...

Ese hombre era el responsable de que la cola de clase turista estuviese quieta. Por algún motivo, el guarda de seguridad no le dejaba pasar.

Tenía el billete en el bolsillo de mi chaqueta cuando estaba en el bar de la terminal. Tiene que estar por aquí, en alguna parte... Si tan solo me dejase pasar, para buscar con más calma...

El gordo y grande guarda estaba empezando a perder la paciencia con aquel hombre.

Oiga usted, amigo, preste atención: no hay billete, no hay viaje. Es así de sencillo. Le recomiendo que vuelva a la terminal y compre un billete de una puñetera vez.

No era el único incidente. En la cola de los VIP alguien se estaba colando.

Permiso... Perdón... Gracias...

La mujer avanzaba a toda velocidad, entre la fila y una camilla empujada sobre la pista, a su mismo ritmo, por un enfermero y dos doctores.

Mamá... duele...

La pobre joven que viajaba en la camilla tenía la cara vendada, así que no había nadie que fuera a decirle que hiciese cola con los demás. Era obvio que no se trataba de una urgencia médica, ya que la paciente llegaría antes a un hospital del mismo planeta que a uno de Cáprica. Más bien parecía un traslado, con la parafernalia que da tener dinero y pagar a un hospital privado (un solo sanitario habría bastado para empujar la camilla y llevarla hasta la nave).

Finalmente, el hombre sin billete se resigna a dejar la cola, y vuelve a la terminal. La cola avanza poco, muy poco, hasta que una mujer secuestrada contra su voluntad y privada sensorialmente vuelve a dar problemas al guardia de seguridad.

¡¿ES LA COLA DE UN CINE?! ES LA COLA DE UN CINE, ¿VERDAD?-dice en tono elevado, al no escuchar el volumen de su propia voz por culpa de la música de los cascos.

Es... Es una despedida de soltera-trata de explicar una de las acompañantes de la secuestrada-. La llevamos a Cáprica de fiesta. Lo que ocurra en Cáprica se queda en Cáprica.

Esto no me puede estar pasando a mí...

A más de uno en aquella cola se le heló la sangre, y no por la trágica historia de la pobre chica secuestrada contra su voluntad, precisamente. Una carretilla elevadora dió con un pequeño bache en la pista, y el cajón que transportaba volcó abriéndose la tapa y mostrando su contenido...

Era un cylon. Un cylon como aquellos de una guerra de la que habían oído hablar a sus padres. Un cylon como los que vienen en los libros de texto. Estaba inmóvil, de lado, con la mirada fija en los viajeros.

¡Madre del amor hermoso! ¡Es una pieza de museo! ¡No pueden tratarla así!-exclamó una de los integrantes de la fila de clase turista.

La mujer abandonó la fila, agitando los brazos con gran disconformidad, y caminando hacia el pobre carretillero y la descalabrada caja en la que viajaba el Cylon.

Señorita Godfrey... Voy con usted. No podemos permitir que arañen el chasis del cylon.

No se preocupe, Doctor Amarak. Yo me ocupo. Usted guárdeme el sitio en la cola. Me encargaré personalmente de que la pieza se manipule con cuidado y la tapa del cajón se selle correctamente.

Si la estación del tren era alucinante, con sus enormes cristaleras y su barullo de gente de todas partes yendo y viniendo, el puerto parece salido de un sueño.

Esta mañana en la cola para embarcar me siento como borracha de alegría. Me pregunto si podrá haber mañanas tan perfectas en Cáprica y cómo es posible que un prodigio de armatoste como éste pueda flotar en el aire.

Nuestra cola es lenta y multitudinaria como un mercadillo. Sonrío a unos y a otros pensando que debo parecer tonta, pero no me importa. Hay un hombre moreno delante de mí con pinta de no ser de aquí, un tatuaje le asoma por encima de la camisa. Podría ser tauronio. Parece serio y no quiero importunarlo pero me muero de ganas por oírle hablar para escuchar su acento.

Pongo cara de circunstancias al ver la camilla y hago un gesto de dolor a un señor con gafas de sol y pinta agradable que avanza despacio junto a mí, solidarizándome con la enferma.

Estoy un poco nerviosa y casi tengo la necesidad de charlar. Sonrío a las chicas de la despedida de soltera. Trato de parecerles simpática. Seguro que la lían en el viaje y quién sabe si me podré unir a alguna juerga.

De pronto un golpe de una caja, unas voces y se me suelta la lengua. -¡Andá! ¡Un cylon!- pero cierro la boca en cuanto me doy cuenta de que muchos de la cola, sobre todo entre la gente mayor que ha vivido la guerra, pone cara de susto. Mi entusiasmo se corta de pronto y me avergüenzo un poco. No quiero parecer frívola pero mi curiosidad me puede y esa coraza monstruosa me pone la carne de gallina. Parece que en cualquier momento puede echar a andar y matarnos a todos.

Hablo al fin -un poco por disculparme pero sobre todo por entablar conversación-al hombre de gafas y a un chico de pelo rizado que hay tras de mí.

-Nunca había visto ninguno, ¡qué miedo!

Jake estaba acostumbrado a embarcar en naves. Aunque no estaba tan acostumbrado a hacer la cola pertinente, el siempre era de los últimos en embarcar, con la tranquilidad que la nave no se iba a ir sin el.
Estaba algo impaciente, mirando a todos lados y deseando que la cola se moviera. No quería estar ahí. El solo pensaba en el crucero espacial y en la tranquilidad de sus vacaciones.

Ensimismado en sus pensamientos estaba Jake, cuando escuchó un estruendo golpe en el suelo, rápidamente se giró para contemplar como un Cylon caia al suelo.

- Un Cylon...increible, menuda pieza de museo. Recuerdo cuando en la escuela de vuelo nos hablaron de ellos...-

Y ahí se quedó recordando viejas historias y batallas...

La fila para acceder al transporte interplanetario parecia no avanzar. Previsible, pero no por eso aceptable. Danaon no veia la hora de marcharse ese planeta pobre y atrasado, en especial luego de su pequeño trabajito para el Ha'la'tha. No habia sido dificil, pero ahora tenia que partir de inmediato; lamentablemente, no se conseguia pasaje directo a Tauron, asi que tendria que hacer combinacion en Caprica.

Los inconvenientes en el embarque parecian multiplicarse. Un hombre sin el billete correspondiente, algun intento de colarse. Afortunadamente, el guardia hace caso omiso a una joven que dice estar siendo secuestrada: poco le importa si es verdad o una broma, como dice su acompañante... ''Lo ultimo que quiero es que llamen la atencion de los agentes de seguridad''. Incluso una mujer vendada en una camilla. ''Paciencia, Dan, paciencia'' se dice a si mismo ''Unos minutos mas y me ire de este lugar deprimente''

De pronto, el golpe de una voluminosa caja al caer lo sobresalta. Mas asombroso aun el contenido de la misma ''¡Un cylon!'''

La joven de detras parece preocupada.''Quien sabe que historias le habran contado. ''

- Tranquila, no se preocupe. Debidamente manipulados no son peligrosos- le dice, esbozando una sonrisa como para mitigar el tono docente de sus palabras. 

No es la primera vez que ve una de esas creaciones de la tecnologia humana, y su curiosidad es mas fuerte.

-Disculpen... me pueden mantener el lugar en la fila? Quisiera acercarme a ver... deformacion profesional.- les digo, sonriendo, a la joven y al siguiente en la fila.

Jonas seguía pacientemente en la cola mientras se aseguraba de vez en cuando que su pasaje seguía en el bolsillo interior de su chupa de cuero, le había costado mucho conseguir ambas cosas y no iba a deshacerse de ellas fácilmente. No le fastidiaban los incidentes, servían para que el rato que estaba allí esperando se hiciera más ameno, aunque cuando se rompió la caja con el cylon dentro miró al robot con una mezcla de temor y curiosidad.

¡Joder! Espero que esa cosa no se active…

Hacía mucho tiempo que los cylons habían desaparecido, pero la amenaza seguía ahí, aunque algunos decían que las chatarras se habían marchado lejos para no volver, quizás fuera cierto.
Cuando la chica que tenía justo delante se volvió y dijo algo intentó parecer sereno.

-Está apagado, seguramente ni siquiera tenga todas las piezas, no hay nada que temer. -Se quedó mirando al robot con desconfianza esperando que no se moviera, la intervención de otro hombre le había tranquilizado un poco.- Puedes ir a verlo, te guardamos el sito ¿Verdad? Por cierto, soy Janos.

Al menos el incidente le podía servir para conocer a alguien, el viaje iba a ser largo y él lo haría solo, quizás así se le hiciera más ameno.

-¡Claro, claro!

Mientras asiento vuelvo a sonreír. No quiero parecer una damisela asustada pero no dejo de mirar al Cylon. A primera vista parece una armadura pero se nota que es algo más -Es como… como un esqueleto de un monstruo extinguido, da igual que sea un fósil y sepas que es tan inofensivo como una piedra… sigue dando miedo.

Al fin paso de la tostadora y miro a los ojos al chico de los rizos… Jonas... Dudo si darle dos besos o la mano y acabo por no hacer ni una cosa ni la otra.

-Soy Dido. Mucho gusto.-Y digo lo primero que se me ocurre para que fluya la conversación- ¡Guau! ¡Esto es una pasada!

Dan y la señorita Godfrey son los únicos que abandonan la fila para acercarse a la carretilla, en parte por el temor a los cylon, en parte por el temor a los tatuajes del hombre de gafas.

No... no se moleste. Ya me ocupo yo...-titubeó, tratando de alejar de allí a Dan, seguramente para evitar que sus sucias manos de cometierra tocasen una pieza tan valiosa.

No era la primera vez que Dan sentía las tensiones racistas. Aún así, el hombre la ignoró, y llegaron a la par. El carretillero ya había bajado de la carretilla, pero le frenaba lo pesado del cajón para enderezarlo.

Ese momento fue aprovechado por Dan para ver de cerca al cylon. No llevaba armas, y su cuerpo estaba inmóvil, pero en el visor de su casco oscilaba una luz roja, como un ojo que le mirase. Que mirase a todos.

No le está mirando. El Doctor Amarak y yo desconectamos el "cerebro" de esa máquina. Sus receptores de visión están activados, pero no pueden enviar la información de lo que tiene delante a ningún centro de procesamiento. Literalmente, no puede ver. ¿Me ayuda a guardarlo?

Al manipular la tapa del cajón, Dan encuentra una masilla del tamaño de una moneda en uno de los bordes de la plancha. Una especie de sabotaje, para que el cajón no cerrase bien, y que fue el causante de que la tapa saltase en cuanto el cajón se cayó contra el suelo de la pista.

Una voz por detrás de Dido en la cola les agua la fiesta.

¿Tostadoras...? No tiene nada de pasada. Yo vendo muchas de esas todos los meses, pero las mías por lo menos pueden tostar el pan. Eso de ahí no es más que un trasto inservible. No sirve para nada. Que vaya a ocupar una plaza en un museo ya indica lo poco útil que es. ¿Museos? Vaya pérdida de tiempo...

Mi nombre es Todd Tarner. Comercial de electrodomésticos-repartió unas tarjetas de contacto entre los presentes en la fila-. Tostadoras, aspiradoras, lavadoras y todo lo terminado en "-doras" que puedan hacer sus vidas más fáciles.

Ahora, si alguna vez querían pasarse por otra persona, podrían decir que se llamaban Todd Tarner, y dar esa tarjeta. Claro que Dido tenía poco aspecto de llamarse Todd...

¡El siguiente!

Una vez pasado el grupo de la despedida de soltera, la cola fluyó más rápidamente. Se notaba que la gente ya estaba harta de hacer cola porque sacaban los billetes antes de que llegase su turno, con lo cual el trámite de pasar por delante del guardia se hacía más corto.

¡El siguiente!

Poco a poco la cola avanzó hasta llegar a Jake, Dido, Jonas y Todd. No podrían guardarle el sitio al desconocido de los tatuajes por mucho más tiempo.

¡El siguiente! ¡SIGUIEEENTEEE!

Pero el cometierra de Tauron y la señorita Godfrey estaban acunclillados a cincuenta yardas de la fila, examinando el cylon de museo. Era la misma distancia que el grosor que estaba adquiriendo la vena en la frente del guardia.

¡¿Queréis mostrarme el billete de una puta vez?!