Partida Rol por web

Lady Elia se quedó helada al escuchar la voz de Tywin Lannister al otro lado de la puerta. ¿Qué hace aquí? Se preguntó, pero en ese momento las voces de los jóvenes príncipes también llegaron a sus oidos. Se alisó con un movimiento rápido el vestido y abrió la puerta. Efectivamente, allí se encontraban los niños con su abuelo. La joven sentía su corazón latir con fuerza ante la mirada seria del hombre. Hizo una reverencia y nuevamente se irguió, mirándole a los ojos.

- Lo siento majestades, no me encontraba bien y tuve que volver a mis aposentos. - Dijo dirigiéndose a los pequeños. Detrás de ella, el dormitorio se encontraba en penumbra, tan sólo iluminado por una pequeña franja de luz que entraba a través de los postigos cerrados. La joven temblaba ligeramente tras la sensación vivida hacía tan sólo unos instantes. Aunque estaba ante Lord Tywin, no podía quitarse de la cabeza las nuevas rosas que ahora mismo descansaban sobre su cómoda... - Ahora mismo os leeré un cuento. - Le dijo al pequeño Tommen, bajando la mirada y sonriéndole con ternura.

 No os preocupeis, parece que mis jovenes nietos os tienen en mucha estima. Cuando les dijeron que estaba indispuesta, no llegaron ni a pensar en disfrutar del regalo que les traia. Decidieron que tenian que venir a ver si estabais bien.

Las palabras de Lord Tywin hicieron sonrojar a Lady Elia. Aunque no pudo por menos que extrañarse que fuera él mismo quién hubiera acompañado a sus nietos. Siempre podía haber enviado a alguna sirvienta y no molestarse.

- Gracias por traerlos, ahora iremos al jardín y así me podrán enseñar esos ponies. - Le dijo bajando levemente la cabeza en una reverencia.

Sintió su corazón latir apresurado, sentía que el cariño de aquellos niños era suficiente recompensa, y si en algún momento se había planteado hablar con la reina para pedirle que quería dejar el trabajo, en aquel momento aquellos pensamientos se borraron de su mente.  - Bueno príncipes, vosotros me guiais... - Les dijo con una nueva sonrisa que iluminaba su mirada. Ya atrás quedaron aparcados los temores. Cerró la puerta del dormitorio y se dejó llevar por aquellos niños que en el tiempo que llevaba trabajando en palacio, se habían convertido en algo muy importante para ella.

 Los jovenes principes te guian mientras su abuelo se queda atras un solo segundo antes de marcharse por el otro lado hacia solo los siete pueden saberlo.

- Oh! ¡Vamos a verlos! - Les propuso Lady Elia refiriéndose a los ponys. Al ver la alegría de los jóvenes príncipes, y el cariño que eran capaces de transmitirle, toda la zozobra que sentía en su corazón pareció desaparecer.

Olvidado ya lo que había ocurrido, o mejor dicho, intentando no pensar en todo aquello, Elia acompañó a los niños al establo. Cada uno la cogía de una mano y casi tiraban de ella. La joven no pudo evitar echarse a reir... - Niños, tranquilos que no se van a ir... - Les dijo entre risas, pero no aminoró el paso.

 En el establo en dos cuadras, dos ponies de crines doradas y piel marron clara. Con dos sillas de montar bellamente trabajadas dispuestas a ser montados para dar un paseo.

- ¡Qué bonitos! - Exclamó Lady Elia al ver los espléndidos ponies. Su mirada recorrió el lugar, y se quedó maravillada al ver la hermosa yegua que se encontraba un poco más alejada. Por unos instantes se quedó en silencio, sin poder apartar sus ojos de aquella fantástica criatura. Seguro que es de la reina. Pensó apartando finalmente la mirada y volviéndose a centrar en los dos príncipes.

- ¿Quereis probarlos? - Preguntó colocando ambas manos sobre los hombros de los niños.

 Tal vez deberiais acomparñarlos en un caballo al paseo digo mientras desmonto de mi semental. Asi os despejariais y recobrariais un poco el color. 

Es extraño mi padre ha traido regalos para todos incluso para vos. echo un vistazo a la yegua. Hermoso animal, de las cuadras personales de mi padre, simplemente hermoso como la mujer que lo montara.

El corazón de la joven dio un vuelco al escuchar la voz de Jaime Lannister. Se giró y efectivamente, allí estaba bajando gallardo de su gran corcel.

Al confirmarle que la hermosa yegua era para ella, Lady Elia sintió un repentino mareo, del cual se recuperó enseguida. Habían palidecido si cabe más, sus normalmente pálidas mejillas. - ¿Para mi... ? - Preguntó de forma estúpida sin llegar a comprender aquellas palabras. No entendía a qué se debía que Lord Tywin Lannister la obsequiara con tan valoroso regalo.

Tras el impacto de la primera sorpresa, los pómulos de la joven empezaron a adquirir un tono carmesí. Sus hermosos ojos azules brillaban emocionados... - Yo, no entiendo a qué es debido tan valioso regalo... - Comentó con un tono de voz delicado y suave.

 Ni yo mismo, lo se, pero los regalos de mi padre no son para desdeñar. Replico mientras entrego las riendas a uno de los mozos y me acerco a la yegua. acariciandola.

Lady Elia no terminaba de creer que eso fuera posible. Desde hacía un par de días parecía haber cambiado su vida. Ella siempre había pasado desapercibida, como una sombra que deambulara por el castillo, encargándose de los príncipes y de vez en cuando haciendo compañía a la reina. Pero... Desde que había despertado aquella mañana, y visto las rosas que adornaban su cómoda, aquel hermoso colgante, y más tarde las nuevas rosas... No, no entendía qué estaba ocurriendo. Nuevamente volvió a su recuerdo aquella luz que vió en el pasillo, y los dos seres que parecieron advertirla de algo. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Aunque el rubor había teñido por unos instantes sus mejillas, podía verse debajo lo pálida que se encontraba la joven.

Se acercó algo temblorosa a la hermosa yegua, y colocó su mano en la testuz de tan bello animal. Sentía la presencia de Jaime al lado y eso, de forma extraña, la reconfortaba.

Miró al apuesto hermano de la reina y una tímida sonrisa asomó a sus labios, consiguiendo iluminar sus bonitos ojos azules. - Sí, voy a probarla... Es realmente hermosa... - Terminó diciendo en un susurro y acercándose al costado del animal intentó subirse para dar aquel deseado paseo.

 Los jovenes principes se acercan y acarician a tu yegua. Ella golpea una vez el suelo con su casco y luego sacude la cabeza. Cuando oyes un carraspeo a tus espaldas. 

Al acercarse los niños, lady Elia había cambiado de opinión y todavía no se había montado en la yegua. Se encontraba al lado de los dos príncipes, sonriendo mientras éstos acariciaban al animal.

Pero esa sonrisa murió en su rostro al escuchar a la reina en sus espaldas. Se giró turbada y pálida, sus mejillas de repente habían perdido todo el color...

- Majestad... - Dijo la joven haciendo una reverencia y bajando la mirada avergonzada. ¿Por qué me trata así? Se preguntó intentando que su turbación no fuera demasiado palpable. Ella no había hecho nada... Nuevamente levantó la mirada, y clavó sus hermosos ojos azul intenso en la reina. Esos escasos segundos la habían ayudado a recomponerse e irguiéndose se quedó junto a Jaime. Aunque tuvo la prudencia de no hacer comentario alguno...

 Suspiro acercandome y acaricio amorosamente la cabeza de mis dos hijos pequeños. 

Hermano, padre esta esperando para hablar contigo sobre su decision. Mi mirada se posa en ella,¿ como puede hacerme esto? yo, la reina hija de...una maldita noble venida a menos y que encima pueda tener un hijo de el que haga que...no me importa que Tyrion pierda todo, pero mis hijos, podria heredarlo Jofrey o Tommen...

Elia permiteme que te felicite, pronto tendras un marido y por lo que parece las bodas seran despues del viaje al norte. Nadie dice no a Lord Tywin Lannister

El rostro de Lady Elia palideció de repente, como si toda la sangre hubiera desaparecido y en su lugar se hubiera convertido en algún líquido acuoso. Dio un par de pasos hacia atrás sin poder apartar la mirada de los ojos de la reina. ¿A qué se está refiriendo? Se preguntó temerosa de conocer aquella respuesta. La joven no terminaba de entender, no, no podía ser que Lord Tywin se hubiera interesado en ella, seguro que allí había algún error.

- Majestad, yo... Desconozco de qué estais hablando. - Le dijo finalmente con un hilo de voz tembloroso. Respiró intentando calmar el galope de su corazón, y levantó la cabeza. No podía mostrarse débil ante la reina, sabía como desaprobaba aquella actitud cobarde. Así que cogiendo fuerzas de flaqueza, intentó mantenerse erguida y serenar aquel torbellino interior...

 Parece que a mi señor padre le habeis impresionado sobre manera y ha decidio que seais su esposa, para darle un heredero acorde con los Lannister.

La joven Lady Elia sintió como si de repente todo se le viniera abajo. Las palabras de la reina habían sido como un jarro de agua fría. Sus temores acababan de ser cruelmente confirmados y la mirada despiadada de Cersei la desarmó.

No puede ser... Está mintiéndome. Se dijo deseando tener razón y todo fuera una burda mentira de la reina. Pero en el fondo de su corazón sabía que la rabia que destilaba su majestad era una prueba de la realidad de sus palabras. Pero... ¿Por qué? Ella siempre había soñado en casarse con un joven y apuesto caballero de noble cuna. Nunca se hubiera imaginado que alguien como Tywin Lannister pudiera estar interesado en ella. Seguro que mi padre no cabrá en sí de gozo... El recuerdo de su progenitor, hizo que se lo imaginara saltando de alegría. Pertenecer a una casa como la de los Lannister salía de las espectativas del buen hombre.

La joven tragó saliva, sintiendo como bajaba abrasadoramente por su garganta. Sentía la presencia de Jaime a su lado, le hubiera encantado poder apoyarse en él, que la sujetara y reconfortara con dulces palabras. Pero, consciente de que eso era un sueño del que mejor despertar, hizo acopio de valor y finalmente consiguió dibujar una dulce sonrisa en sus sensuales labios.

- Majestad, desconocía la noticia de la que sois portadora. Y si finalmente esto que me acabais de decir sigue adelante y nos convertimos en familia, espero estar a la altura de las circunstancias... - Por los siete, que no note mi zozobra... Lady Elia había sido educada en conciencia, con la esperanza de que algún día recobrara los títulos de su padre y supiera como actuar en la corte. Sabía comportarse y mantener la compostura en circunstancias donde otras mujeres habrían perdido los nervios. Así que se mantuvo erguida, sin apartar la mirada de los ojos de la reina.

 Una sonrisa mientras la observo.

- Sí, majestad... - Lady Elia hizo una leve reverencia al ver girarse a la reina. Se sentía nerviosa pero no iba a permitir que ese estado se transmitiera en sus expresiones. Su rostro parecía sereno y levemente sonrosado.

Siguió la mirada de Cersei y a su vez se sorprendió de la presencia de aquella mujer. No sabía de quién se trataba, pero había tanta gente en el palacio que no conocía, que tampoco era de extrañar.

Nuevamente las dudas ante las palabras de la reina volvieron a acosarla. ¿Exactamente qué había de verdad en todo eso? Mejor será que no diga todavía nada hasta que sea algo oficial... Por los siete... Esto no puede estar pasándome. Miró de soslayo a Jaime, que continuaba en silencio a su lado, y una sonrisa tímida se perfiló en sus suaves labios.

 Bueno, si mi padre ha decidido casarse contigo sera por algo, simplemente eres buena. Los niños te adoran, seras una buena madre y mejor esposa.