Partida Rol por web

Al contrario de lo que se había imaginado, Elia durmió toda la noche sin ningún contratiempo. Al despertar, un suave rayo de luz iluminaba tenuemente la estancia. La joven, todavía medio adormilada, se arrebujó más en las sábanas reacia a abrir los ojos. Pero poco a poco, la tela del sueño se había ido difuminando, dejando resquicios de la realidad. Finalmente abrió sus cristalinos ojos al nuevo día.

Lo primero que hizo fue mirar el ramo de rosas que se había encontrado la noche anterior. Pero... Otro ramo se encontraba junto a aquel. Elia se incorporó rápidamente sin apartar la mirada de aquello que la había asustado. ¿Quién había entrado en su dormitorio mientras ella dormía? Un leve temblor empezó a sacudir su delicado cuerpo... Giró la mirada y entonces es cuando lo vió. Sobre su almohada, al lado de donde había estado durmiendo, se hallaba una rosa y un colgante en forma de lágrima de oro.

Elia salió de la cama a toda prisa y se quedó de pie, mirando asustada la rosa que con delicadeza reposaba sobre su almohada. Se sentía muy asustada, pero no sabía en quién podía confiar, con quién poder hablar y pedir consejo. Se acercó con temor a su lecho, como si temiera ser atacada por aquella inofensiva joya. Alargando una mano temblorosa, la cogió y la sostuvo en lo alto, admirando la delicadeza y belleza de tan hermosa lágrima. Muchas preguntas hervían en su cabeza, preguntas sin respuesta... ¿Quién me regala estos presentes? ¿Por qué lo hace? ¿Por qué entran sigilosamente? Un suspiro profundo salió de sus labios. Se acercó a la cómoda, donde se encontraban los dos ramos de rosas, y guardó la joya en una pequeña cajita que tenía con efectos personales. Hasta que no sepa de quién se trata no utilizaré sus presentes. Se dijo mientras cerraba la tapa con delicadeza. En ese momento, se acordó del anillo que había encontrado el día anterior. Miró hacia donde había dejado el vestido y rápidamente lo buscó, guardándolo también en la cajita junto a la lágrima.

Finalmente la joven se arregló para bajar a desayunar. Se cepilló bien su hermosa cabellera, dejándola sedosa y brillante. Cuando estuvo contenta con el resultado salió del dormitorio en dirección al comedor donde solía desayunar. Una pregunta seguía rondando su mente... ¿Quién... ?

 Cuando sales, ves en el pasillo a una mujer de pelo rubio  corto vestida de hombre y con un arma a su costado.

Mi señora no va aceptar semejante cosa. Si la desea ver en un lugar mas neutral. No me fio de vuestro consejero. El criado intenta convencerla y niega

no...es mi ultima palabra o es alli o nada. Espero una respuesta.

Se queda alli cruzada de brazos y viendo como se aleja. No he lidiado con lo que he lidiado para esto.

Elia salió distraída de su dormitorio. No paraba de pensar en los ramos y la joya que había encontrado al despertarse. Cuando unas voces hicieron que mirase en la dirección de dónde venían.

Allí mismo, en medio del pasillo, se encontraba una mujer que iba vestida de forma burda. Ropas de hombre cubrían su figura, y un arma descansaba en su cadera. Tras discutir unas palabras con un criado, éste se alejó, dejándola sola, en medio del pasillo.

Curioso lugar para encontrarse con alguien. Se dijo la joven extrañada. Al pasar junto a ella, la saludó con un suave movimiento de cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en su delicado rostro.

- Buenos días señora... - La saludó con cortesía...

 Buenos dias, replico y la miro arqueando una ceja...

Tras las palabras de la mujer, Elia se quedó unos segundo en silencio. No sabía quién era, pero parecía que ella sí que había oído hablar de Elia...

- Sí, mi nombre es Lady Elia MacClannough... ¿Y vos sois... ? - Dijo finalmente la joven, tras haber esperado que se presentara por iniciativa propia. Una sonrisa cálida se había perfilado en su delicado rostro, mientras miraba a la mujer con sus cristalinos ojos azules.

 Darah, soy de Braavos. hago una leve reverencia y sonrio. Trabajo para una dama que tiene que ver a vuestro ministro de la moneda, pero obviamente no ha visto lo importante.

La miro de arriba a abajo, no puedo creerlo, es la tipica mujer sumisa. Un placer conoceros realmente, tal vez con tiempo podamos hasta ser amigas.

Lady Elia, al sentirse estudiada por la mujer que tenía delante, levantó la cabeza con orgullo. No le había gustado la manera con la que la había mirado. Pero sin dejar traslucir esa sensación, continuó con la sonrisa dibujada en sus labios.

¿Qué dama será esa? Se preguntó la dama, aunque hubiera sido descortés preguntarle... ¿Qué asuntos se traerá entre manos Meñique? Consciente de que en la corte siempre habían tejemanejes, a los cuales ella se encontraba al margen, prefirió no hacer comentario alguno...

- El placer es mio... Si me disculpais... Tengo cosas que hacer, espero veros pronto... - Dijo la joven Elia con cortesía, hizo un leve saludo con la cabeza y siguió su camino.

 hago otra reverencia para dejar que se marche y sonrio 

Por supuesto espero volver a vernos pronto. Disfrutad con vuestros quehaceres replico con levedad y sin perder la sonrisa antes de carraspear y acercarme al criado que viene

Por cierto, deberiais tener cuidado con ciertos caballeros y alejaros del que porta el leon en su escudo familiar. Desear cosas que no se pueden conseguir no es nada bueno para nadie.

Dirigo mi atencion al criado y asiento cogiendo un pergamino y alejandome por el pasillo con el en el cinturon de mi ropa.

Las palabras de Darah hicieron detenerse de golpe a Elia. La joven se giró para ver como la mujer se alejaba por el pasillo. ¿Qué habría querido decir? ¿Se referirá a Jaime? La imagen del caballero vino a su mente. Se le veía tan atractivo y tan apuesto... Pero no... Rápidamente Elia hizo que esa imagen desapareciera de su cabeza, él era completamente inalcanzable.

La joven no entendía, ella siempre había ido con cuidado, evitando que nadie supiera como su corazón latía por Jaime. Quizás alguna vez la habían pillado mirándolo más de la cuenta, o a lo sumo la pasada tarde, cuando dieron el paseo por el jardín. Pero Elia había procurado esconder en todo momento el torbellino que la atormentaba.

O... ¿Será por el extraño que me deja rosas en el dormitorio? Pero si desconozco su procedencia. Lady Elia dio un profundo suspiro y negando con la cabeza se dirigió finalmente hacia el comedor. A partir de ahora iría con más cuidado.

 No, no, no....he dicho que en mi despacho, no molestaremos a nadie mas por una visita que no sabemos que hara.. si me disculpais su majestad, creo que es lo mejor.

Los dornenses no se han ocupado de nada mas alla de sus fronteras desde la guerra contra los dragones, si ahora estan dispuestos a moverse y mandan a su Lady tesorera significa mucho mas y mas con el sigilo con que se ha movido

Escuchas al otro lado de la puerta del salon.

Elia llegó ante la puerta del salón y alargó la mano pomo. En ese momento unas voces amortiguadas llegaron hasta ella y se detuvo, para poder escuchar lo que decían. ¿Meñique? ¿Está con la reina? La joven no entendía qué ocurría. Todos los entresijos de palacio la superaban, pero tenía que aprender, y poder jugar al mismo juego que ellos.

Levantó la cabeza y dando un par de golpecitos a la puerta la abrió.

- Buenos días... - Saludó al entrar en la estancia, intentando que no se notara que había estado escuchando.

 Las cabezas se giran al oir tus palabras y ves que estan Meñique, la reina, el rey y Lord Tywin Lannister.

Al entrar y encontrarse con los reyes, lady Elia saludó con una reverencia.

- ¿Majestades? - Murmuró y tras eso se sentó en una de las sillas vacías. Al momento la reina se fué, y tras ella el resto, quedándose únicamente Lord Tywin Lannister.

La joven se mantuvo en silencio, al ver como el padre de la reina estaba perdido en sus propios pensamientos. Cogió uno de los bollos y abriéndolo lo untó con mantequilla. Tras eso dejó el cuchillo apoyado en el plato y se llevó el bollo a la boca, dándole un pequeño mordisco.

Probó el zumo de naranja y continuó desayunando con delicadeza. Sus pensamientos también volaban lejos de allí...

 Tras que l ultimo se haya ido estaba mas que atento a lo que estaba ocurriendo.

Lady Elia había estado desayunando sin levantar mucho la mirada. Eso sí, sus modales eran impecables. Demostró incluso en la forma de levantar el cuchillo, la educación que su madre tanto se había empeñado en ofrecerle.

Se encontraba dándole un sorbo al vaso de zumo, cuando lord Tywin se dirigió a ella preguntándole por sus nietos.

La joven dejó el vaso sobre la mesa y miró de nuevo al padre de la reina. Se aclaró la garganta con un suave, casi imperceptible, carraspeo.

- Señor, yo me encargo más de los pequeños. El príncipe Joffrey tiene sus propios profesores. No puedo deciros nada sobre él ya que desconozco sus avances. - La joven sentía un pequeño nudo en el estómago. Le ponía nerviosa Tywin Lannister. El hombre era imponente, su mirada, sus gestos, hacían bajar la cabeza a más de uno.

- Si me preguntais por los pequeños, os diré que Mircella es toda una dama. Es una joven educada y muy dulce. Creo que en un futuro no tendrá problemas. Y Tommen... - Por un momento se quedó en silencio, pensando en el pequeño de los príncipes. En la sonrisa que tenía, la cual iluminaba cualquier lugar oscuro que lo rodeara... Se tomó su tiempo, no estaba segura de qué decirle al señor. Pero sin temor, le miró a los ojos antes de hablar. - Tommen es diferente, todavía es muy pequeño y le queda mucho camino por delante. Pero si algún día llegara a gobernar creo que sería un buen rey, justo y admirable. Ahora tan sólo os puedo decir que es un niño adorable. Aunque se puede apreciar la sombra del hombre que llegará a ser. -

 Me levanto y me acerco a donde esta poniendome a sus espaldas.

Si teniendo a Lord Tywin delante, mirándote con aquellos ojos azules fríos como el acero, ya le ponía a Lady Elia nerviosa. Tenerlo al lado mirándole fijamente, a pocos centímetros de su rostro, fue como si quisieran sacarle aquella información clavándole la punta de una daga en sus ojos hasta llegar a lo más profundo de su conciencia.

La joven tragó saliva con dificultad. Por todos era sabido que Lord Tywin no toleraba los engaños. Pero ¿cómo decirle que su nieto era una mala bestia? Durante unos preciosos segundos, Elia se quedó en silencio, sin poder apartar su mirada de los del padre de la reina. El silencio que los rodeó era espeso, casi se podía acariciar, era como un manto que cubriera los jóvenes hombros de la muchacha.

- Joffrey... - Susurró finalmente, buscando el sonido de su propia voz. - El joven príncipe es cruel. Disfruta viendo el sufrimiento de los demás, y sabiendo de la inmunidad que su nacimiento le proporciona. Cuando se aburre busca la forma de hacer sufrir tanto a personas como a animales... - Dijo finalmente la joven sin poder apartar sus ojos azules de los de Lord Tywin.

 Una sonrisa se dibujaria en mi rostro si fuera posible, pero no es asi tengo que mantener una fachada y espero que con lo que me ha contado mi discolo sobrino pueda controlar a mi nieto. 

Al sentir la mano de Lord Tywin posada sobre la suya, Lady Elia bajó por un momento su mirada. Sus delicados pómulos empezaron a adquirir el tono de los pétalos de rosas rojas. Nunca había hablado con el padre de la reina, pero había escuchado los diversos rumores que se extendían sobre él. Sentía como su corazón latía con fuerza mientras intentaba poner en orden sus pensamientos. Finalmente levantó nuevamente la mirada, sus cristalinos ojos volvieron a mirar los del hombre, que sin inmutarse continuaba aferrando su mano.

- Ayer mismo, encontré al pequeño Tommen fuera de su dormitorio. Su hermano había cogido un pájaro de la ventana y después de arrancarle las alas, intentaba que volara por la estancia. Señor, creo que el príncipe necesitaría como tutor a alguien con carácter. Alguien que no se asustara por las amenazas de Joffrey, y supiera que tiene el apoyo de sus progenitores. -

Finalmente la joven Elia había dicho lo que pensaba. Su voz sonó firme, segura de sus palabras. Pero... Por dentro sentía un cúmulo de nervios, como si millones de hormigas estuvieran recorriendo sus venas, empezando por aquella mano que continuba bajo la de Lord Tywin, y extendiéndose por todo su joven cuerpo. Aunque por fuera, Lady Elia aparentaba serenidad, sin apartar la mirada de los ojos del hombre que la estaba interrogando.

 Bien, bien, parece que mis informantes han echo bien su trabajo.