El rostro de Elia palideció ante las palabras de Alyse. La joven la miró a los ojos mientras escuchaba todas esas palabras de amor y esperanza. Su labio inferior tembló delicadamente al absorver cada una de esas palabras.
No estaba preparada, todo pasaba demasiado rápido y se sentía en el centro de un torbellino, viendo como a su alrededor todo daba vueltas y más vueltas. Impotente dejaba que pasaran las cosas, sintiéndose una simple marioneta del juego de unos cuantos. Y allí se encontraba Alyse, diciéndole que podía elegir, que no todo era obedecer y cumplir con lo que se esperaba de una. Pero... ¿Por qué hacía eso por ella?
Hasta aquel momento tan sólo había atinado a asentir con un suave movimiento de cabeza. Tragó saliva, sentía los labios resecos y las piernas de gelatina. Pero se mantuvo erguida, sin apartar sus cristalinos ojos de los de Alyse.
- Vos habéis tenido la suerte de encontrar el amor, y poder hablar con esa pasión... Pero ese no es mi caso... A veces dudo de que pueda llegar a existir - . Sintió un fuerte dolor en el pecho al pensar en Jaime. Ella sí que sabía lo que era amar, amar en silencio, sin poder despertar entre los brazos de la persona amada. Sin ver esa sonrisa tierna, cálida, en aquél al que ella amaba... Por los siete, tengo que dejar de pensar en él. Se repitió como tantas otras veces en las que se encontraba soñando despierta. Una delicada lágrima empezó a recorrer su mejilla con timidez. Dejó que hiciera todo su recorrido sin impedirselo, sin apartar su mirada de la joven que tenía delante.
- Os agradezco vuestro interés, pero la verdad, no sé que podeis hacer para evitarlo... - Terminó diciendo con un suspiro...
No solo suerte, sino que sali al encuentro de ese amor y luche por el. A pesar qeu muchos me dijeron qeu no era lo adecuado. Pero desde que era pequeña he descubierto que no suelo hacer mucho caso a hombres que ostenten posiciones de responsabilidad a menos que tengan algo interesante que decir.
- Si vais a viajar con nosotros, supongo que tendremos mucho tiempo para hablar... - Hablar de ese tema le ponía nerviosa a la joven Elia. Alyse tenía razón, no era un matrimonio deseado... Pero... Tenía tanto que pensar... Sonrió en medio de un suspiro. - Os agradezco de todo corazón vuestro interés, pero ahora tendría que volver a palacio - . Se despidió con una leve inclinación de cabeza. En el fondo deseaba poder hablar más con aquella joven, aunque sabía que sus palabras podían ocasionarle problemas... Aunque... La otra opción era hacer lo que le ordenaban y no luchar...
Elia, tras despedirse de Alyse, se dirigió nuevamente hacia el castillo.
solo sonrie mientras te marchas y los principes te siguen al palacio. Estan muy contentos.
Al girarse para dirigirse al palacio, Elia se dio cuenta de que los príncipes, desobedeciendo lo que les había dicho, se habían quedado a cierta distancia esperándola. Suspiró y con una sonrisa algo temblorosa en sus suaves labios, les indicó nuevamente que ya era hora de ir a arreglarse.
Caminó junto a los pequeños, que se les veía muy felices, pero ella tenía la mente perdida en otros pensamientos más oscuros. Todavía recordaba aquello que había visto por la mañana, y sentía su corazón latiendo con temor.
Llegaron al salón de los príncipes, y allí encontraron a Joffrey haciendo sufrir a un pájaro. Elia sintió como su estómago se contraía al ver el salvajismo con el que trataba al pobre animal.
- Joffrey, ¿qué hac... ? - No llegó a terminar la frase, ahogando un grito fue testigo de como el pájaro acababa en medio de la chimenea. La joven Elia sintió como sus ojos se humedecían, pero conteniéndose se acuclilló para poder abrazar a los jóvenes príncipes que estaban temblando, siendo el pequeño Tommen el que empezó a llorar. Eran tan diferentes ambos hermanos... Elia no entendía como el mayor de ellos podía tener un corazón tan negro y cruel.
Escuchó como al salir saludaba a su abuelo. La joven se había quedado de espaldas a la puerta para que de esta manera los príncipes no vieran al pájaro sufriendo en la chimenea. Pero al escuchar a Joffrey sintió como se le helaba la sangre en sus venas y, continuando en cuclillas, giró la cabeza para ver quién había detrás suyo...
Una sonora bofetada en el rostro de mi nieto mientras mi mirada se recrudece.
El olor del pájaro ardiendo fue inundando la estancia. El pobre animal finalmente había dejado de chillar. Elia abrazó con algo más de fuerza a los pequeños. En parte intentando calmarles, pero otro de los motivos era encontrar fuerzas para enfrentarse a aquel hombre que la miraba con ojos fríos y calculadores. Su corazón había empezado a latir con fuerza, ¿qué clase de hombre era que ni se le había declarado dándolo todo por hecho?
Un escalofrío recorrió la espalda de la joven al escuchar lo que lord Tywin le dijo. Todo era tan precipitado que ella todavía no se había llegado a hacer a la idea. Su corazón romántico, soñador, se contraía ante la mera idea de casarse con aquel hombre.
- Príncipes, id a vuestros aposentos a cambiaros - . Les indicó mientras les dejaba ir y se incorporaba. Sus ojos cristalinos se clavaron en los de Lord Tywin. Había conseguido calmarse, evitando echarse a temblar delante de él.
Ni una palabra cariñosa... Eso era lo que le esperaba si los planes continuaban adelante...
- Mejor seguir el curso de las cosas... Vamos a partir en breve y sería una boda demasiado acelerada - . Tenía que ganar tiempo, aclarar sus ideas y sobre todo, tenía que ir a hablar con su padre. Él sabrá qué hacer... Se dijo mientras bajaba la mirada con algo de timidez. - Ahora mismo me dirijo hacia el sept - . Terminó diciendo con un hilo de voz.
Notas su mirada en tu espalda clavandose, como si ya estuviera saboreando tu final entre sus manos, la misma noche de bodas sino antes.
Elia salió de la estancia y caminó por los pasillos sin mirar atrás. Sentía como la mirada inescrutable de Lord Tywin se clavaba en su espalda y aunque a punto estuvo de girarse, se mantuvo mirando al frente. Cada vez que miraba a aquel hombre sentía un escalofrío. Era frío y sus labios siempre marcaban un rictus severo.
Saludó a las doncellas con las que se cruzó. La noticia parecía haber corrido de forma galopante, ya que todas ellas la felicitaron por su compromiso. Según iba caminando, sentía como su rostro empezaba a palidecer. No sabía como salir de aquel torbellino, ni siquiera recordaba haberse encontrado nunca en una situación parecida.
Finalmente llegó al sept y saludó con una reverencia al septon supremo.
- Señor... Yo... Bueno, preferiría que se aplazara la ceremonia a mi regreso del Norte, me siento abrumada y creo que todavía es muy pronto. Partiremos en breve y todo pasa demasiado deprisa... - Respondió la joven Elia con timidez. Sus mejillas se habían ruborizado al escuchar las palabras amables del septon.
Si ese es tu deseo asi se cumplira replica el septon mientras se queda pensativo y se mesa la barba con lentitud
Elia agradeció al septon sus palabras. Hizo una suave reverencia y despidiéndose del hombre salió del sept. Iba caminando de vuelta al castillo, todavía sentía su cabeza dar más y más vueltas. No deseaba casarse con aquel hombre...
Pero... ¿Qué podía hacer? En aquel momento lo único que se le ocurría era irse de allí, huir y no aparecer nunca más. Y entonces... ¿Qué? ¿Vivir como una fugitiva el resto de su vida?
La joven siempre había hecho lo que le habían ordenado. Aunque en aquel momento deseara poder revelarse, no tenía las agallas suficientes para enfrentarse a Lord Tywin Lannister.
Continuó caminando, sintiendo todas esas tribulaciones en su interior. Su rostro estaba pálido y sus ojos brillantes. Aunque consiguió mantener esas lágrimas que sentía escocer.
Mientras tus tribulaciones, tus pensamientos te llevan de nuevo hasta tus habitaciones donde hay un ritmo frenetico mientras se recogen cosas, preparan mas baules en otras habitaciones, criados por delante y por detras, mientras se mueven poco a poco como el tiempo inexorable hasta el viaje y tu boda.
Elia no se encontraba muy bien, deseaba poder meterse en la cama y arrebujarse bajo las mantas olvidándose de todo. Pero al entrar en su dormitorio se encontró a los jóvenes príncipes, estaban esperándola, que cuidara de ellos como cada día.
Durante una fracción de segundo sus ojos se dirigieron hacia la cama con añoranza. Pero rápidamente se sobrepuso y miró a Tommen y a Mircella.
- Majestades... - Les saludó con una leve inclinación de cabeza. Una sonrisa algo forzada asomó a sus labios. Los príncipes no tenían nada que ver con lo que le estaba ocurriendo, y no podía pagar con ellos sus desgracias.
- Hoy la lección será corta, queda poco para el viaje y no quiero agobiaros con lecciones pesadas - . Empezó a decirles mientras se dirigía a la mesa que tenía en un lado y cogía sus cosas. - ¿Queréis que las demos aquí? - Les preguntó ya que normalmente daba las clases en la sala común, pero ese día no tenía ganas de ver a nadie más.
Los principes sonrien un solo segundo antes de sentarse en una improvisada silla que preparas.
- Sí, ha estado muy bien el paseo. Lástima que no podáis llevar los ponis, pero pensad que os esperarán a la vuelta - . Respondió Elia a los jóvenes príncipes al ver sus pequeñas caritas de decepción.
Tras la pregunta del pequeño Tommen, la joven asintió con la cabeza. - Sí, Lord Stark tiene varios hijos, y creo que alguno tiene vuestra edad. Veréis como el viaje va a estar muy entretenido - . Les dijo, aunque en el fondo ella lo dudaba. Suspiró pensando en lo que vendría tras el largo viaje... - Venga niños, cuanto antes terminéis vuestros deberes, antes podréis ir a jugar... - Les dijo apartándose y acercándose a la ventana. Tras comprobar que los jóvenes príncipes se aplicaban en la materia, se asomó apartando un poco el gran cortinaje, y mirando hacia el patio...
En el patio hay mucho ajetreo baules, mantas, pieles y algunos estandartes.
Elia nunca había sido muy cotilla, odiaba a aquellas mujeres que se pasaban el día espiando a través de sus ventanas y hablando con otras sobre lo que habían visto o dejado de ver. Muchas veces aquellas mujeres habían causado grandes desgracias, explicando las conclusiones erróneas a las que habían llegado. Aunque ese no era su caso... Se sentía agobiada, y necesitaba volar de aquellas cuatro paredes.
Pero... sus ojos azules fueron recorriendo el patio, vio como cargaban el carro, parecía que todo el castillo se iba a mudar. Vio a aquella mujer que se alejaba acompañada de Meñique, el cual parecía bastante disgustado... Y allí... Allí se encontraba Joffrey. Elia se quedó observando cómo hablaba con una niña. Parecían estar discutiendo, y desde la intimidad que le ofrecían aquellas tupidas cortinas, fue testigo de como el príncipe le clavaba lo que parecía una daga... - Oh! - La joven se apartó de la ventana con los ojos completamente abiertos. No podía ser verdad lo que había visto. Se llevó la mano temblorosa a sus labios para retener el grito que empezaba a abrasarle en lo más profundo de su garganta. - Por los Siete, Joffrey, ¿qué has hecho? - Susurró mientras una tímida lágrima empezaba a rodar por su mejilla.
No puede ser verdad... No... Es tan sólo un niño... Con el corazón en un puño se acercó nuevamente a la ventana para demostrarse a si misma que aquello que había visto era fruto de su imaginación.
Joffrey se marcha con una sonrisa mientras guarda la daga en su manga.
Elia se apartó de la ventana, no podía seguir mirando. Horrorizada se dirigió hacia la puerta, sin saber qué hacer o a quién recurrir. En ese momento era muy consciente de que no tenía amigos en el castillo, no tenía a nadie a quién poder recurrir en cualquier momento de necesidad.
- Niños, ahora vengo, seguid con vuestros deberes y si termináis antes de que haya vuelto, coged el libro que estamos leyendo y leed un par de páginas - . Les dijo antes de salir por al puerta.
Una vez fuera miró a ambos lados del pasillo para comprobar que estaba despejado. Empezó a caminar con la intención de salir sin saber exactamente qué es lo que iba a hacer. Sentía como las lágrimas brotaban de sus ojos y corrían por sus mejillas. Con gesto nervioso intentó secarlas...
Sales al pasillo y ves a los criados moverse con mas rapidez y prisa que de costumbre cuando una te ve y se para visiblemente nerviosa