Partida Rol por web

Doña Catalina asintió cuando fue mencionada, mas esperó pacientemente a que los demás terminaran de hablar para exponer su opinión. Cuando se hizo en aquel cada vez más vacío patio un quizás algo tenso silencio, la viuda se levantó y se aclaró la garganta con un carraspeo.

-Mis queridos vecinos; muy difícil es la decisión que hemos de tomar en esta hora aciaga. Por mi parte, en general confío en todos en mayor o menor grado.  Sin embargo, de todas estas personas que hoy aquí me rodean, hay una a la que le veo más orejas que al resto… Rodrigo de Pies Oscuros, como dice don Miguel, vos sois el único del que no recuerdo acontecimiento alguno que os pueda excluir de las sospechas por el momento de tener colmillos largos. Además, sois el único que queda de mis sospechosos habituales.

Catalina se detuvo un momento, mirándolo con pena, pues a aquellas alturas sentía que el pueblo al completo se estaba muriendo, a causa de una enfermedad que había arraigado en las mismas entrañas de la villa.

-Lo siento mucho, chiquillo, pero mi voto va para vos esta vez. Sólo os ruego que, si sois inocente, nos perdonéis y obréis con cabeza al elegir un nuevo alcalde, porque de no ser así, todos los que quedamos estamos condenados.

Luego se giró hacia Don Miguel, una cálida sonrisa apareció en su rostro.

-Gracias. Lo mismo digo de vos, sus palabras son de las que más me convencen, me gustaría que hubiera un mañana para vos…

Catalina apartó la mirada de él rápidamente, algo ruborizada por las palabras que acababa de decir.

Llamaron al Capitán cuando aún era de día. Pero todo el pueblo ya había votado de manera unánime y peculiar. Esta vez el alcalde de Castronegro era el elegido por su pueblo. ¡Ay, la democracia de los griegos, qué pocos sabían de la manera de gobernar! Claro que en este caso había sido el azar el único votante de que aquel pillo de pies descalzos y mano larga hubiera ostentado tan envenenado cargo. 

- Así que ahora tenemos que ahorcar a un crío... en fin... supongo que a este pequeñajo tarde o temprano habrían de colgarle por alguna fechoría, así que, chaval, al árbol 

Dos guardias le cercaron. Aquel niño podía salir corriendo en cualquier momento. Pero no fue así. El niño parecía digno en su camino a la horca aunque algo bullía dentro de él. 

Antes de ahorcarle, daba penica que le subieran en alzas como si fuera uno de mis muñecos, el niño explotó de rabia

- ¡Sordos! ¡Nunca me escuchásteis más que sordos! ¡ADULTOS BERZOTAS! 

El sol arrancaba lágrimas de los ojos de aquel niño y yo no pude llorar puesto que sin los niños, sin vosotros queridos niños, un titiritero sería solo un vendedor de humo. 

Registraron las pertenencias del Rodrigo Pies Oscuros, mientras se hicieron eternas las horas hasta el anochecer. 

Los últimos aldeanos con el corazón en un puño por lo que acababan de hacer y esperando que aquel cuerpo ahorcado dejara de mecerse y se transformara, agotaron el último rayo de luz y con ella la esperanza de que aquel niño fuera algo más que un vivaz pillastre con más sensatez que muchos adultos. 

- Habéis ahorcado a un niño y a un alcalde. Pero en el fondo solo era UN ALDEANO NORMAL. Nos veremos mañana... cinco de vosotros, me temo- dijo el Capitán alejándose de allí con sus soldados. Uno le llamó a otro "Berzotas" cuando le empujó con su caballo. 

Y ya veis que ese término que a veces usamos para insultar a alguien sin criterio ha llegado también a esta aldea después de tanto tiempo: BERZOTAS. 

Aquel pillastre no había dicho nada. Cuando se estaba ahogando ya con el nudo, venciendo el pudor y la pena, los aldeanos le gritaban que nombrara alguien pero Rodrigo de Pies Oscuros calló mientras forzaba una última sonrisa. ¿Se le olvidó dejar testamento o adrede decidió vengarse así del pueblo que no le había escuchado? 

- Tú, mujer, tú serás la alcaldesa- dijo el Capitán señalando a la primera persona que tenía a mano y que resultó ser CATALINA RODRIGUEZ.