Catalina escuchó con mucha atención lo que decían sus conciudadanos, que hablaban mucho. Ella se hubiera decantado por el enano Lázaro para poder descubrir así quién de los dos mentía. Porque hasta el momento le parecía más acertada Lucrecia, pero el pueblo había decidido que el ajusticiado fuera Francisco, así que Catalina se sumó a la mayoría, era la mejor opción para anular a los lobos.
-Me uno a ustedes, voto a Francisco.
Voto a Francisco.
Ahí se acercaba el Capitán en el día revuelto donde dos personas dijeron tener el don de la videncia, todo el mundo votó y cambió su voto incluso y se acabó ajusticiando de manera unánime a la que no había abierto la boca
- Francisco de Córdoba, soldado del Imperio Español, tienes 13 votos... coño... no, 14 porque hasta tú te has puesto la miga en el cesto por no votar. Unanimidad total para ajusticiar a un militar como yo... de un pueblo que no ha acertado una todavía.
Peor no me puede sonar esto.
El Capitán miró hacia los lados mientras dos de sus hombres cogían al soldado por los hombros y le izaban a la horca. ¿Y si aquel pueblo se rebelaba contra los soldados uno a uno? ¡Peor aún! ¿Y si la tomaba en su enfado contra el pueblo que decidía por sí solo con un titiritero como yo por estar escenificando este acontecimiento?
Pero así fue y Francisco de Córdoba fue ejecutado en el arco de piedra que va de la plaza del pueblo a la pequeña plaza del pozo. Donde antes colgaron a Ramón y donde habrían colgado a Mireille si no hubiera mandado a la muerte a la alcaldesa a la vez.
Se puso la noche mientras todos esperaban intentar averiguar cuál era la identidad del soldado.
Y como dos veces fue anunciado y catorce votado, su cuerpo entero se convulsionó y a la luz de la luna su cadáver se transformó en LA DE UN HOMBRE LOBO. Aquel soldado había sido infectado con la sangre demoniaca que le había tornado de un ser humano a un predador nocturno sobrehumano.
El pueblo aplaudió espontáneamente. El Capitán arrancó la insignia militar de la cota de malla de aquel traidor a la humanidad y la lanzó por los tejados. Después galopó mientras les decía
- ¡Aún hay más! Espero que sigáis acertando... Por vuestro bien, pueblo de Castronegro, por vuestro propio bien.
La noche acabará el miércoles a las 11 de la mañana
(¿No es alucinante que esa ilustración fuera dibujada en esa misma época?)
He dado de comer los huesos de Francisco Fernández de Córdoba al perro.