Mientras aún se contraían sus músculos preso de un órgasmo largo y profundo, sintió cómo Mats se desbordaba con él, abrazándolo con fuerza, emitiendo sin tapujos un grito que sonó a música en sus oídos y le hizo sonreír. Arthür le devolvió el abrazo, rodeándolo con sus brazos y sus piernas, emocionado de tenerlo totalmente abandonado en su seno. Se sintió pleno, como si hubiera encontrado su estado natural y hubiera vivido hasta ahora partido en dos. Era feliz.
Mats rodó después para colocarse frente a él y lo cubrió cariñosamente con la sábana. Arthür lo miraba sin que la sonrisa se pudiera borrar de su rostro. Poco a poco parecía ir recobrando la conciencia normal de las cosas, como si volviera de un viaje alucinante. En parte de reía de sí mismo y sus reacciones inesperadas, en parte sentía lo que había ocurrido como lo más normal del mundo, como si fuera lo más lógico, casi sin poder creer que no hubiera ocurrido antes o más veces. No se había sentido tan cómodo y tan bien con nadie nunca en su vida. Sí -sonrió todavía más-, menos mal que sólo quería abrazarlo.
El rostro de Mats cambió ligeramente cuando le preguntó sobre sus sentimientos. Lo miraba con atención, como tratando de leer la respuesta antes siquiera de que hubiera acabado de preguntar. Arthür le dejó terminar y desde que todo empezara se sintió recuperar la capacidad normal del habla y con ella las ganas de decir lo más importante que había dicho nunca.
-Sí, Mats, te quiero de ese modo -acarició de nuevo su pelo con delicadeza, recogiendo un mechón suelto tras su oreja- Y tampoco he sentido nunca por nadie lo que siento por ti -bajó la mano del pelo al rostro, acariciando su sien y su pómulo. Lo miró a los ojos desbordado de amor.
-Te quiero… Te quiero… -repitió en un susurro cerrando los ojos humedecidos por la emoción, apoyando su frente contra la de Mats. Lo besó después de nuevo con muchísima ternura.
-Y sí, por cierto, quiero preguntarte algo -dijo separándose tras unos momentos-. Tengo una teoría, pero no sé… -señaló al hombro de Mats- ¿Por qué un pájaro rojo?
La respuesta de Arthür parece inflarme el corazón, llenando mis pulmones de tanto aire que no me cabe en el cuerpo. No puedo evitar dejar escapar un inmenso suspiro de alivio, y mis ojos vuelven a llorar. ¿Cómo podría no hacerlo? Soy el hombre más afortunado del mundo, amado por una persona tan hermosa como Arthür, tan rara, en el sentido de que en el mundo ya no quedan chicos como él. Me baño en sus besos, abrazándolo con fuerza, sin dejar que haya nada de aire entre nosotros; yo beso sus ojos con mucha delicadeza, humedeciéndome los labios con sus lágrimas, y se me escapa una risita boba, ingenua. Lo miro con adoración, acariciando sus cabellos, solazándome en esta sensación tan nueva de completitud, de que todo es lo que debe ser.
Arthür me pregunta entonces por mi tatuaje. Río, mirando el pájaro rojo que adorna mi hombro desde hace tantos años. Chasqueo la lengua.
—Me lo hice cuando era un crío —respondo con voz grave, plácida—. Supongo que me creía muy guay, y de paso quería tocarle un poco las narices a mi padre… Ahora pienso que elegí bien. En aquel momento no lo entendí, solo me dejé llevar por el instinto. Ahora veo que me estaba reafirmando. —Pongo los ojos en blanco por lo tópica que suena la expresión—. Quiero decir, este pájaro soy yo. Los pájaros vuelan, son libres… Y a mí nadie me calla cuando quiero decir lo que tengo que decir, nadie puede evitar que haga lo que creo que tengo que hacer. Así soy de cabezota. Yo nunca me rindo, ya lo sabes. —Le dedico a Arthür una mirada seductora, dejando claro a lo que me refiero—. Y el rojo es mi color. Porque, venga, es mi color, ¿no? O sea…
Río, sintiéndome absurdamente feliz, y le doy un mordisquito en la nariz a Arthür. Me lo quedo mirando durante unos segundos, admirando su belleza, tratando de asimilar todo el amor que exuda su mirada y que, por algún motivo, va dirigido a mí.
—Ha sido difícil, ¿sabes? —murmuro quedamente, en un tono íntimo, de confidencia—. Sentir todo lo que sentía por ti, continuar alimentándolo, y al mismo tiempo tratar de no molestarte, de no incomodarte. Hacer como que no pasaba nada, solo que los dos sabíamos que sí pasaba. —Acaricio la mejilla de Arthür con los dorsos de los dedos—. Y te agradezco mucho, muchísimo, la paciencia que has tenido conmigo, por haber dejado que siguiera ahí. Pero no podía… No quería evitarlo, no quería que cambiase. —Suspiro de nuevo, arrebujándome entre las sábanas—. Primero pensé que a lo mejor podía ser, o quise pensarlo, y fue cuando te lo dije. Luego me convencí de que no, de que había metido la pata hasta el fondo. Pero no podía dejar de amarte. Cada vez más, de hecho. Habría sido como no ver el sol en un día despejado. Porque amarte es lo natural. Eres un ser precioso, Arthür. Precioso, de verdad. —Carraspeo, apartando la emoción que empieza a deformar mi voz. Río otra vez—. Y ahora vienes y vuelves a darle la vuelta a mi universo. ¿Puedo saber… qué es lo que ha cambiado?
Mi mano no deja de acariciar a Arthür con parsimonia. En mis ojos embelesados no hay ninguna urgencia, pero ahora que al fin podemos hablar de ello, es como si mi boca no quisiera callarse.
Mientras escuchaba las palabras de Mats, el gesto de Arthür cambió. Sus cejas se arquearon y la sonrisa abandonó su rostro. Cómo había sido capaz de hacerle daño, de ser tan torpe y estúpido. Se sentía muy avergonzado.
Lo siento mucho… -se recriminaba a sí mismo negando ligeramente con la cabeza-. Ni yo mismo me comprendía bien, Mats. Cuando hablaste conmigo de tus sentimientos ni siquiera concebía lo que me estabas diciendo, me pilló totalmente por sorpresa -suspiró tomando aire-. Nunca antes me había sentido atraído por ningún hombre y… Como que me parecía todo irreal incluso. Y no te enfades, pero creo que no entendía tampoco en el fondo que sintieras en verdad eso por mí. Pero con el paso de los días, aún en medio de todo el caos, las cosas fueron cambiando. Tenerte conmigo en la marisma, mientras investigábamos todo, iba abriendo mis ojos, o mi corazón, como prefieras decirlo. Las palabras que me dijiste volvían a mí contínuamente y me di cuenta que recordarlas me reconfortaba profundamente, me hacía sentir bien. Solía perderme en el lugar en que hablaste conmigo a solas, ¿sabes?. Solía echarme allí sobre la hierba y rememorarlas. Y… Empecé a imaginar que me decías otras cosas, que mi respuesta cambiaba… Y me di cuenta de cuánto me gustaba. Empecé… Bueno, ahora puedo decirlo todo, ¿no? -se sonrojó un poco tontamente-. Comencé a fantasear contigo: imaginaba que te acariciaba, que te besaba… Pero, ¿sabes?, pensaba que como era la primera vez que alguien me decía algo así estaba fantaseando porque me hacía sentir querido. Y no es que no deseara tocarte realmente, lo deseaba cada vez más, pero temía que fuera egoístamente, que quisiera sentirme adorado por una vez en la vida y si acudía a ti pudiera hacerte daño. Pero no, no es así en absoluto. Solo que soy un tonto y me ha costado entender. A bordo de la barca de salvamento no podía dejar de pensar en todo esto y en que pronto volveríamos a separarnos. Y ya no pude soportarlo más. Quería estar contigo, a toda costa, sostenerte entre mis brazos, que supieras todo lo que tu presencia me provoca. Quería que supieras… Y no sabía siquiera cómo empezar ni qué quería decir -sonrió tímidamente, avergonzado de sí mismo y su torpeza-. Pero por suerte las palabras a veces no son necesarias, ¿verdad? -su sonrisa se amplió y soltó una pequeña risita-. Ay, Mats… Espero que puedas perdonarme. Jamás querría hacerte daño. No, no soy un tipo complicado a pesar de todo lo que acabo de decir, ¿eh? -su rostro tomó un gesto algo cómico, preocupado de verdad de sonar enrevesado y que la imagen que Mats tenía de él pudiera cambiar-. Espero haber respondido a tu pregunta y no sonar demasiado estúpido.
Después volvió a relajarse contemplando la mirada de Mats y su gesto cambió, sonriendo divertido. Un nuevo pensamiento había cruzado su mente y se notaba:
-Uf, cuando le cuente esto a Natasha va a flipar; mi hermana te va a adorar.
Niego con la cabeza, mirando a Arthür con dulzura, envolviendo su cara con ambas manos.
—Ay, no, por favor. No te disculpes, amor. No lo decía por eso. —Mi voz suena suave, reconfortante, mientras peino apaciblemente los mechones de su pelo con mis dedos—. Es normal. Necesitabas tiempo para asimilar muchas cosas, lo entiendo. Y yo tenía miedo de espantarte, de tensar demasiado la cuerda y apartarte cada vez más de mí, de acabar produciéndote rechazo. Pero no voy a negarlo… Tenía esperanzas. Siempre las tengo. Te había encontrado y ya no necesitaba seguir buscando más. Lo que quiero decir es que te habría esperado el tiempo que hubiese hecho falta. —Mi dedo índice repasa la línea que parte del nacimiento de su pelo, pasando por su nariz, sus labios, su barbilla—. Me he enamorado otras veces, o he creído enamorarme, más por necesidad de afecto que por otra cosa. Pero al final nunca veía a la otra persona como realmente era, sino como yo necesitaba que fuese. Idealizaba mis relaciones, construyéndomelas a la carta. Al final siempre acabábamos haciéndonos daño; yo era muy intransigente, dogmático casi, y exigía cosas que él no era, lo que era comprensiblemente frustrante para él, y él no cumplía con mis expectativas tan irreales. —Suspiro—. Pero cuando por fin aprendí a verme y aceptarme a mí mismo tal y como era, aprendí a aceptar también que el otro tampoco tenía por qué ser «perfecto» —hago inconscientemente el dichoso gesto de las comillas con los dedos, que me hace arrugar la nariz a mí mismo—. Y cuando ya me había hecho a la idea de estar abierto a lo que fuera que la vida me pusiera delante, de ser un poco menos estrecho de miras, vas y apareces. Lo que siempre había buscado y ya no creía que existiese. Me… Me rompiste los esquemas. Tal cual. Ya sé que no te lo crees y que me espera mucho trabajo por delante, pero, ¿tú sabes lo maravilloso y especial que eres? —Tengo que reconocer que me encanta ver a Arthür sonrojado. Le doy un toquecito en la mejilla con la punta del dedo—. No tengo nada que perdonarte. Me has hecho la persona más feliz del mundo, y yo quiero hacer lo mismo por ti. Porque realmente te lo mereces. Los dos nos lo merecemos.
Me río cuando Arthür me habla de presentarme a su hermana, y al tiempo me siento profundamente conmovido, siendo consciente de las cosas que ese comentario implica. Camuflo pobremente mi emoción levantando una ceja coqueta.
—¿Y crees que va a flipar más por el hecho de que tengas novio —«Ya lo he colado, ¿cómo puedo ser tan cursi?»—, o por que sea tan guapo y sexy? —Me muerdo la lengua, sonrojándome casi de inmediato, como si hubiera dicho la estupidez más grande del mundo—. Nah, probablemente por que estoy medio loco. O loco del todo. Por ti.
Exultante, le doy un sonoro beso a Arthür.
—Llévame a volar en avioneta.
Mientras no me tengas que llevar en sillita de ruedas, con pañales, gotero y mochila de oxígeno... TT__TT
Edit: Corrección de un error de concordancia.