—Ah, ¿no? ¿Insinúas que solo me dedico a sacar los trapos sucios de la gente? —pregunto con sarcasmo teatral—. No sabía que me tuvieses en tan bajo concepto… —Como si me importara lo más mínimo, cacho de mierda. Vuelvo a mirar al niño, fingiendo absoluta despreocupación—. Así que van a darle un premio a tu abuelo… ¡Qué bien! Imagino que habrá una celebración. Una fiesta, donde irán muchas personas importantes… —No puedo evitar mirar de reojo a Moby Dick—. ¿Te gusta ir a esas fiestas, Nicolas?
Presto especial atención a la reacción del viejo cuando le hago esta pregunta a su nieto.
Mats está en modo «mala» XDDD.
Me senté junto a Mats en el banco de piedra y presté atención a todas y cada una de sus palabras; me mordí la lengua, si hubiera sabido que el cuadro le hacía pensar en su madre quizás me hubiera callado, pero él no parecía la clase de persona que no apreciara un buen debate.
Me estaba confiando muchos detalles personales y yo no le había dado casi ninguno, pero más que por falta de deseo era por no saber cómo, me sentía abrumada; de a momentos sentía que cualquier cosa que yo dijera sobre mí misma era inútil y luego me focalizaba en escucharlo y absorber todo aquello que él quisiera revelarme de sí mismo.
Me conmovió mucho su confidencia sobre la muerte de su madre, me hubiera gustado... Tener un asidero así en mi vida, alguien con quien ser enteramente libre y que me amara, aunque deducía que mis padres, a su manera tan deslucida, lo hacían. Si él tenía un Ying y un Yang yo tenía un gris inmenso y denso que no dejaba pasar la luz ni tomar dominio a las tinieblas, una masa gris como un niño que a juntado muchas plastilinas y crea una masa informe de color indefinido, una masa de la que estoy tratando de liberarme.
-Fuiste muy afortunado de tenerla -me animé a susurrar y sonreí cálidamente, comprensiva -Yo he llegado a la misma conclusión que tú, no hay que hacer cosas para contentar a los padres, nunca están conformes -me encogí de hombros -Y también estoy tratando de hacer lo que siento que es mejor para mí, aunque eso también lo estoy descubriendo... -miré hacia adelante y me balanceé con las manos en los bordes del banco de piedra, mis dedos se entretuvieron en la rugosidad del material unos instantes -No, no estás hablando demasiado -aseguré.
Cuando volví a levantar la vista su rostro estaba totalmente transformado y me llené de asombro, ¿Qué había ocurrido? entonces me contó sobre el hombre que estaba a escasos pasos de nosotros, lo sigo cuando se pone de pie y va al encuentro del hombre y del niño decidido a averiguar qué ocurre. Me impresiona la autoridad con la que se maneja, no sabiendo a ciencia cierta si está bien o no que tenga esas atribuciones, lo que sí está mal es lo que dice que ha hecho el casi anciano que está ahora frente a nosotros.
La escena me sorprende tanto que me quedo parada en mi lugar sin poder decir o hacer nada más que ser espectadora de todo. Recordé las palabras que escuché decir hacía poco a un pensador: esta es la era de la posdemocracia. Los medios son los que juzgan a las personas y su veredicto es una marca imborrable, sea verdadero o no. Los jueces no son ya más que unos meros lacayos que confirman o rechazan aquello que se les es dicho... No decía que era mentira lo que Mats planteaba ni mucho menos, pero su fiereza me turbaba, no querría ser su enemiga.
Luego hablan él y el niño tan alegres y campantes sobre ser hackers, me río con los labios cerrados parada en mi lugar, mis ojos van alternativamente de ellos al anciano.
Motivo: Análisis de la situación
Tirada: 2d6
Dificultad: 11+
Resultado: 7(+6)=13 (Exito)
Hago la tirada para analizar al anciano y al niño, lenguaje corporal, tono de voz, todas las impresiones que pueda percibir.
El niño parecía saludable, no hacía ningún gesto de estar cohibido, deprimido o asustado. Más bien todo lo contrario.
Hablaba con Mats haciendo gestos de listillo, haciéndose el mayor.
El viejo, en cambio, parecía en guardia. Clementine observó que tenía la tez macilenta, signo de tener algún problema de hígado.
El niño respondió.
-Bueno… según quienes sean los invitados. En los cumpleaños de mis primas me suelo aburrir.
Me quedo en silencio unos segundos, analizando las reacciones de los involucrados. Aunque el Bassano mayor parece tenso y a la espera, el Bassano pequeño está completamente relajado y tranquilo. Desde luego, no parece que el niño haya tenido ningún problema relacionado con las repugnantes actividades de su abuelo. Miro durante un momento a Clémentine, sin saber muy bien qué hacer, para luego volver a sonreírle al pequeño.
—Eres un buen chico, Nicolas —concedo, revolviéndole el pelo con la mano, y dedico una mirada de advertencia a Moby—. Espero que sepas apreciar eso. En fin, ha sido un placer conocer a tu nieto. Venga, cuidaos. Os dejo seguir disfrutando del Orsay. Pero, Alfred… —Mi mirada se vuelve vehemente, intensa—. Si necesitas cualquier cosa, recuerda que te estoy vigilando, ¿eh?
Sonriendo, les guiño un ojo al abuelo y al nieto y me dispongo a marcharme, sintiendo un desagradable nudo en el estómago. Tengo las manos atadas.
Me quedo a un lado dirigiendo mi mirada hacia el trío deteniéndome en uno por vez, como todavía no conozco mucho a mi acompañante tengo el raro placer de observar la escena como una espectadora, sin tanta subjetividad que incline la balanza de mi pensamiento o de mis sentimientos en uno u otro sentido. Una extraña ansiedad me recorre, quizás por la tensión que está presente pero oculta... Tengo tanta participación como si estuviera viendo una obra de teatro: ¿Será un drama, una comedia?
Me relajo cuando, al parecer, la cuestión queda zanjada y en ese mismo momento me percato de que tenía los hombros a la altura de las orejas; quizás estaba más metida en la escena de lo que suponía. Doy una última mirada al niño y al anciano y apoyo la mano en el hombro de Mats cuando veo que está dispuesto a marcharse pero duda -¿Seguimos? -pregunto y busco sus ojos para tratar de leerlos.
—Sí… —respondo a Clémentine, alejándome de Moby Dick y de su encantador nieto. Me visualizo a mí mismo como el personaje de un cómic, con un nubarrón negro sobre la cabeza. Suspiro, intentando deshacer la tensión. A veces odio mi carácter explosivo—. Lo siento mucho, Clémentine. Sé que no ha sido agradable, pero ese tío… En fin, mejor dejémoslo. En serio, te pido disculpas por el espectáculo. Los dos nos merecemos tener un día tranquilo.
Carraspeo, un poco abochornado. Y a pesar de todo, creo que he hecho lo correcto. Mis colegas y yo anduvimos detrás de Moby Dick durante mucho tiempo, y sé a ciencia cierta lo que hizo… Lamento verme obligado por las circunstancias a dejar las cosas así, pero hay ciertos límites que no debo sobrepasar. Y además, Clémentine no tiene nada que ver con todo esto.
Los dos caminamos por la galería del museo. Inconscientemente, parece que esté intentando alejarme lo más posible del lugar donde hemos tenido el inesperado encuentro. Permanezco en silencio durante unos minutos, tratando de calmarme y preguntándome si realmente no podría haber hecho algo más. Pero, ¿sería aceptable?
—Una pregunta —digo de pronto, rompiendo mi silencio inesperadamente—: ¿crees en tomarte la justicia por tu mano? ¿Crees que hay algo que lo legitime? Es decir… Si estuvieras completamente convencida de que alguien ha hecho algo muy malo, y se fuese de rositas… ¿Qué harías?
Asiento a sus explicaciones con la cabeza, comprensiva y me tomo el atrevimiento de tomarlo del brazo para alejarlo del causante de su enojo. Puedo ver claramente que está ofuscado y yo misma lo estaría en esa situación, si tuviera enfrente de mí a los que le hicieron mal a Édith querría darles una muerte larga y dolorosa.
Mientras caminamos por el corredor me realiza una pregunta de difícil respuesta, me detengo y me ubico frente a él mientras recorro con mis ojos el suelo, meditando qué decir, ¿la verdad o una respuesta políticamente correcta? Alzo los ojos, no creo que se incline por lo segundo así que luego de un largo suspiro digo -Mats, soy una mujer de ciencia a pesar del entorno sobrenatural que nos rodea por momentos, para mí el convencimiento es un arma subjetiva peligrosa - lo miro a los ojos tratando de leer sus reacciones -El convencimiento es válido si se tienen los hechos. Una vez que tienes los hechos hemos sido enseñados a que se debe dejar en manos del sistema judicial la resolución de los problemas -me encojo de hombros y me mojo los labios -Sin embargo, sabemos que actualmente este sistema es corrupto e ineficiente así que... Creo que a veces la justicia por mano propia es necesaria, después de todo así fue como el pueblo francés se liberó de la monarquía antes de que el sistema se apropiara de los medios del pueblo -ladeo la cabeza un tanto. -También creo que la justicia por mano propia debe ser manejada por una mano delicada y sabia que aplique la medida justa de castigo y claro... siempre existe la posibilidad de que degenere en una vendetta personal , lo cual nunca es bueno porque se pierde la objetividad, si es que existe en estado puro en los seres humanos, cosa que dudo.
Me doy cuenta de que he dado muchas vueltas para explicarlo y ahora no estoy segura de haberme expresado correctamente. -La verdad es que en este momento sobre ese señor y su nieto no tienes la certeza de nada -hago un rictus con la boca, expresando una cierta insatisfacción con la noción -Aunque creas positivamente que le sucederá algo al niño no puedes saberlo -reflexiono -Quizás haya alguna medida cautelar judicial que puedas poner en caso de que tu conciencia no te deje en paz, pero lo cierto es que si el padre o la madre del niño lo dejan estar con el abuelo a solas sabiendo de lo que se le ha acusado en el pasado... Poco puedes hacer.
-Si te deja tranquilo podríamos seguirlos disimuladamente... o podríamos ir a tomar un café y tratar de planificar sobre lo que nos atañe en este momento. -repentinamente me siento una hipócrita y siento la necesidad imperiosa de aclarar -Te digo todo esto tratando de tener un punto de vista más o menos centrado pero creo que si tuviera al alcance de la mano a los que hirieron a Édith no sé qué haría... -suspiré, mi pobre niña... -El problema es que dejarnos llevar por ese tipo de sentimientos es lo que creo que nos pone al alcance de Masaryk y eso... eso sí que es peligroso.
Me quedo escuchando a Clémentine durante toda su explicación, asintiendo sin interrumpirla en ningún momento, aunque puede apreciarse cierta tensión en mi mandíbula. Tiene razón en todo. La verdad es que, aunque hace muy poco que conozco a Ouvrard, ya me ha quedado claro y diáfano que se trata de una persona de gran sensatez. Cuando termina, su referencia a Masaryk hace que mi gesto de asentimiento se acentúe. Me cruzo de brazos, resguardando las manos bajo mis axilas.
—Gracias —respondo quedamente, y lanzo un leve resoplido por la nariz—. A veces viene bien que alguien que no seas tú te dé su punto de vista desde fuera de tu cabeza, y tengo que decir que me alegro de ver que pensamos igual. Esencialmente. —Mi vista se desvía hacia el abuelo y el nieto, ahora dos figuras lejanas—. Todo lo que dices es verdad. Aunque el sol salga todos los días, aunque las cosas siempre caigan hacia abajo, nada puede demostrar que mañana también ocurrirá lo mismo. De momento no podemos ver en el futuro. —Se me escapa una única carcajada desprovista de humor—. No sé. Creo que me basta con ver que Nicolas estaba bien y con haberle metido el miedo en el cuerpo al viejo. Una cosa es que Moby trafique con niños, y otra que lo haga con su propio nieto, ¿no? —No. Cuando alguien llega a ese punto de insensibilidad, ¿de verdad hay alguna diferencia? Sacudo la cabeza—. Da igual. De todos modos, tampoco es que tenga una pistola a mano para pegarle un tiro… Y si la tuviera tampoco lo haría. Yo no soy así. No creo en eso de que haga falta un monstruo para cazar otro monstruo. Y lo que dices de Masaryk… Estoy totalmente de acuerdo. Cuando me acuerdo de lo que sentí cuando estuve al otro lado, en… otra dimensión, y él apareció… Creo que nunca en mi vida había sentido nada igual. Tanto miedo. Bélanger puede pensar lo que le dé la gana y reírse todo lo que quiera, pero a mí no me cuesta tanto creer que efectivamente sea el Diablo.
Mierda. Al final sabía que acabaríamos hablando de esto. Me niego en redondo. Me esfuerzo por sonreír, e intento que la sonrisa parezca genuina. A continuación, cambio radicalmente de tema.
—Venga, Clémentine, dime algo que te guste mucho. Algo como tu lo que sea favorito. Música, tipos de paisaje… Lo que sea. A mí, por ejemplo, me encanta el rock. Por cierto, ¿te he dicho que canto y toco en una banda?
Veo que mi compañero acepta mis palabras con una gran compostura, me doy cuenta de que una parte suya quisiera salir detrás del viejo y arrebatarle el niño o llevar al anciano a rastras a la cárcel, pero me alegra ver que prevalece la cordura y el sentido común. Por eso lo escucho hacer su descargo con la misma atención y paciencia que él le dedicó a mis palabras y no agrego nada más porque me doy cuenta de que hemos caído en nombrar aquello de lo que no íbamos a hablar.
Me contento, en su lugar, con sonreír no sin cierta ternura mientras asiento yo también, ya que Mats tiene ciertos rasgos de niño en algunas de sus expresiones que me resultan queribles y no puedo evitarlo. Expresiones de niño que contrastan con su mente tan preclara y su temple tan fuerte, tan aguerrido; resquicios de un alma diáfana. Llevamos un rato hablando y ya en cierta forma siento que me cae bien: me estoy ablandando o me estoy poniendo vieja, o ambos.
Tenía que pedirle más tarde, en otra ocasión, que me cuente qué vio cuando Marysak apareció que le dio tanto miedo. Tomé nota mental de ello y recordé, tragando grueso, que todavía teníamos una cita pendiente él y yo. "Una cita que pedí yo en mi petulancia", pensé mientras me mordía el labio.
A su petición hice una lista mental de aquello que le diría -Mis favoritos... Me gusta coleccionar fondos de pantalla de paisajes, la pintura impresionista -hago un gesto mirando en derredor -Adoro los gatos, me siento yo misma una persona felina -digo riendo un poco y poniendo una mano en mi pecho -Me gustan los poetas malditos y el romanticismo -vuelvo a sonreír pensando en que soy muy mainstream -Pero es un secreto: si alguien te pregunta leo libros de medicina todo el día -digo, como susurrándole.
-Amo la naturaleza, el silencio del viento en algún paraje desolado es un regalo para mí y el ruido del viento entre las hojas de los árboles produce sensaciones en mí que no puedo explicar -confieso -¿Música? Música clásica y ópera, pero también compositores modernos de bandas sonoras de películas y otros experimentales, como Trent Reznor, no sé si lo conoces... Tiene un trabajo que se llama Ghosts todo instrumental que es sublime.
Luego le digo asombrada -¿Una banda de rock? Quisiera escucharte alguna vez, ¿Qué estilo, rock clásico o algo más pesado? -no pude evitar pensar en esas bandas escandinavas de black metal que había visto alguna vez por Internet y el imaginarme a Mats con la cara pintada y haciendo sonidos guturales casi me arranca una risa instantánea.